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martes, 30 de noviembre de 2010

PUBLICIDAD

Tengo que reconocer que últimamente me estoy aficionando demasiado a los dichos y refranes populares, que por lo general suelen tener detrás unas grandes dosis de razón y sabiduría. Hoy me viene al pelo aquel de  “Donde no hay publicidad, resplandece la verdad”.

Esta frase era característica de una revista que se llamaba “La Codorniz” y que las personas con cierto número de años cumplidos recordarán. Se caracterizaba por su mordacidad y por su independencia. A medida que ha ido pasando el tiempo y el abanico publicitario se ha ido abriendo a numerosos medios, no solo prensa, radio y televisión, este dicho se nos muestra como tremendamente veraz.

La mejor publicidad es la que no existe, la que se experimenta en propias carnes o se pasa de boca en boca de unos a otros a base de experiencias personales. Bien es verdad que tendemos a comentar y maximizar los fallos y las cosas negativas y no tanto a hablar y comentar lo bueno, porque muchas veces queda sobreentendido que es lo normal y lo que tenía que ser. Por lo general suelo hacer bastante poco caso de la publicidad porque tengo la sensación, mas cierta que incierta, que las dosis de engaño y tergiversación están aumentando como la espuma.

Lo mejor es un ejemplo. No he ido a nadie hablar bien de los servicios de atención telefónica, ahora todos son vía teléfono, a usuarios de la mayor compañía de comunicaciones de este país. Por circunstancias que no vienen al caso hace tiempo no tuve más remedio que caer en sus redes en mi contrato de telefonía móvil. Nunca me acostumbré a los innumerables rollos publicitarios en cuanto a los horarios, los números frecuentes, los favoritos, el consumo mínimo y ciento cincuenta mil zarandajas que continuamente me comunicaban. Tenía más o menos claro en aquella época que con mi tarifa debería llamar a partir de las cuatro de la tarde y eso hacía. Ya lo he comentado anteriormente en este blog: un día llegó una letra pequeña en la factura comunicándome que me cambiaban drásticamente las condiciones. Menos mal que lo ví y llamé inmediatamente para darme de baja, a lo que me contraofertaron diciéndome, engañándome, que me mantenían mis condiciones anteriores durante un año, cosa que no cumplieron como pude comprobar a toro pasado al recibir la siguiente factura. “No consta nada de esa prórroga” me decía y repetía la operadora del departamento ese “todos nuestros operadores están ocupados”...

La letra pequeña es importante porque hoy día las cosas no son como parecen. Especialmente las grandes compañías como bancos, aseguradoras, eléctricas, suministradoras de gas, automovilísticas, etc. etc., esas que tienen una gran proyección nacional e internacional y que son las que debían de jugar limpio, no siempre lo hacen bordeando  la legalidad en la letra pequeña, y abundante, de sus contratos. Las comisiones no son como parecerían, las tarifas no son lo que uno pensaba, las garantías no cubren lo que parece que debe cubrir una garantía “normal”, las lecturas de los contadores pueden ser “estimadas” y “reales” y en función  de ello las facturas son diferentes y casi siempre a favor de ya-se-sabe-quién, etc.. etc.

La publicidad trata de engancharte y que tomes decisiones anticipadas aún sin tu saberlo. Hermosa fotografía de un coche en la prensa donde aparece debajo un precio fantástico. Lo ves y ya tomas la decisión de comprarte el coche, por ese dinero que dice que cuesta incluso te comprarías dos o dos y medio. Pero luego hay que leer con detenimiento: el precio lleva un “asterisco” que debajo en letra casi ilegible indica que ese es un precio “desde”, que poco más o menos se aplica al modelo que viene sin ruedas, sin asientos y que solo quedan dos unidades en un pueblo perdido de Ciudad Real. Además, se explica también que el coche que aparece en la fotografía no tiene nada que ver con el modelo ofertado y que las llantas de aleación no son posibles en la gama inferior.

Esto en modelos de automóvil pero parecido o similar ocurre en el mundo de los viajes. Desde poderte ir casi gratis a Egipto o San Petersburgo a la cruda realidad que constatas cuando ya tienes la boca hecha agua y te diriges a la agencia donde te hacen comprobar que “no es oro todo lo que reluce” y ese viaje por el que suspirabas existe pero a un coste y a unas condiciones tremendamente diferentes de las que tu habías imaginado.

Mi tendencia es a no creerme lo que en principio parece que me transmite el anuncio. Leerlo con cuidado y al final no hacerme ilusiones antes de intentar llevar a cabo una apetencia. Así  se consiguen menos desilusiones. Afortunadamente el mundo de Internet nos permite, dedicando tiempo, acceder a información que hay que saber escoger y contrastar pero que está al alcance de la mano, así como desarrollar una cierta intuición a la hora de tomar decisiones. Por poner un ejemplo, hace muchos años me tuve que preparar un viaje por Escocia y no quería hacerlo por agencia de viajes, con lo que tuve que sufrir las conversaciones telefónicas directas con las casas de «Bed and Breakfast», enviar talones conformados de pago por correo, comprar los billetes del ferry vía teléfono ….Hoy día todo eso y mucho más se puede hacer a golpe de ratón sentado ante una pantalla y conectado a Internet. Las agencias de viaje tienen que moverse y ofertar verdaderos servicios interesantes, fiables y comprometidos porque si no los clientes, a medida que pase el tiempo, se abstendrán de acudir a ellas y se lo harán todo por su cuenta. Cada vez conozco a más gente que se lo hace todo desde casita y a través de canales informativos más o menos fiables y que van ganado adeptos con el tiempo a base de poca publicidad y mucha efectividad.