sábado, 29 de septiembre de 2012

MOMENTOS (y 2)



Continúo con la segunda parte de esta entrada, en la que reflejo cinco momentos impactantes de mi vida en el terreno personal. Los dos primeros pueden consultarse aquí.

TRES. Durante toda mi vida he sido gran aficionado a practicar todo tipo de especialidades deportivas. Como suelo decir, “juego a todo, pero mal”. Llevaba tiempo rondando por la cabeza el correr una maratón, ya se sabe, algo más de cuarenta y dos kilómetros seguidos, uno detrás de otro. Aunque mantenía un buen tono físico, mi peso por encima de los noventa kilos para una estatura “cortita” no eran buenos augurios para esta prueba de tremenda exigencia. A mediados de los noventa, un compañero de oficina nos embaucó a varios para empezar los entrenamientos con vistas a culminar una carrera de este tipo con éxito. En la foto puede verse la llegada de la primera que corrí, en Madrid, entrando en la meta abrazado a mi gran amigo Miguel Angel, que culminaba su segunda maratón. Para mí era finalizar la primera y lo que se siente al cruzar la meta tras más de cinco horas de esfuerzo continuado, es indescriptible. Luego vendrían otras, en variados lugares, entre ellos Nueva York, pero como la primera, ninguna. La historia de estos devenires puede ampliarse descargando un documento en este enlace.

CUATRO En el primero de los momentos comentaba como vi truncadas mis expectativas de cursar estudios universitarios debido a mi incorporación al mundo laboral. La idea de retomarlos rondaba insistentemente en la cabeza hasta que en 1993 y a pesar de las obligaciones laborales y familiares, decidí iniciar los estudios de Psicología en la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Me hubiera gustado meterme en alguna otra carrera de tipo más técnico, pero dadas mis posibilidades y limitaciones de tiempo, escogí esta carrera con asignaturas variadas y que procura una formación humanista muy interesante. Yo no estaba acostumbrado a los suspensos en junio, pero las tres asignaturas en las que me iba matriculando años tras año eran demasiado y a pesar de leer y estudiar sacando tiempo de donde podía, el contar con los exámenes de septiembre era necesario. Pasaron once largos años de esfuerzo, veranos incluidos hasta que, un día de septiembre de 2004, cuando salía de realizar el último examen, tuve el pálpito de que todo se sabía acabado. Cuando digo “todo” me refiero a la parte académica porque uno nunca acaba de estudiar y formarse si se quiere estar al día. Los cambios y los progresos son continuos y permanentes en cualquier materia y hay que mantener un esfuerzo continuado y constante. Pero la obtención del título fue un hito y aquella tarde de septiembre, cuando abandonaba las aulas del politécnico de La Paloma, en Madrid, sentí que un largo camino de once años había quedado atrás.

CINCO Uno de los lugares talismán en mi vida es el claustro del Monasterio de Santo Domingo de Silos. Tuve la oportunidad hace muchos años de acceder a él con muletas por una operación de menisco, lo que me permitió quedarme a solas en el claustro mientras el resto visitaba una dependencia, y sobrecogerme y embargarme de un inmenso sentimiento de paz y tranquilidad. Quise repetir la experiencia y para ello hace un par de años me fui a pasar tres días de recogimiento, dentro de un programa que muchos de ellos tienen para acoger huéspedes en los monasterios. Los rezos de los monjes, en los que participaba como uno más comienzan a las seis de la mañana con “Vigilias”, que dura cuarenta y cinco minutos aproximadamente. Tras él es posible regresar a la habitación, pero yo no lo hacía, quedándome a oscuras sentado en el claustro de la abadía, a noche plena. En la época en que yo estaba allí, comenzaba a amanecer lentamente pasadas las siete, pudiendo participar del tañido de las campanas, la llegada de la luz, la algarabía de los miles de pájaros que pernoctan en el centenario ciprés en el momento de abandonarlo, coleccionando sensaciones indescriptibles de paz y tranquilidad. Por haber sido este último suceso elegido más reciente, ha sido narrado con más detalle en dos entradas de este blog, esta y esta, por lo que a ellas me remito para el lector que esté interesado en ampliar detalles.

lunes, 24 de septiembre de 2012

MOMENTOS



A lo largo de la vida nos vemos inmersos en un sinfín de situaciones algunas de las cuales quedan impresos en nuestra mente para siempre. Pueden ser de diversos tipos, positivas o negativas y pertenecer a diferentes ámbitos, personal, familiar, laboral, etc. Por lo general, las positivas son efímeras y aunque se nos queden grabadas a sangre y fuego, se desvanecen como por encanto en cuanto la vida sigue su curso. No es mala cosa recordarlas de vez en cuando y conseguir revivirlas lo más diáfanamente posible para volver a disfrutar de ellos como un regalo para ver más positiva la vida

He hecho el ejercicio de recuperar cinco momentos impactantes de mi vida en el ámbito personal. Referiré dos de ellos en este post y los tres restantes en el siguiente. Nunca se puede decir que sean los mejores o intentar establecer una clasificación so pena de meternos en una espiral sin salida. Sí son de gran contenido emocional positivo que me han marcado y utilizo de vez en cuando para “recargar las pilas” que buena falta viene haciendo y cada vez de forma más frecuente en los últimos tiempos. Como he referido, hay otras de tipo familiar como cuando uno se casa, cuando nacen los hijos y situaciones afines que también son de un gran contenido emocional. En el ámbito laboral ocurren igual al empezar un nuevo trabajo, sus traslados, ascensos e incluso los cambios de empresa. Los relaciono uno detrás de otro, en un orden cronológico, no siendo este orden una prelación que pretenda, como ya he dicho, una clasificación en mejores o peores.

UNO En la primavera de 1978, un compañero de oficina que andaba metido en los cursos de patrón de yate organizó un viaje en velero de una semana por las islas Baleares. Una tarde de domingo, desde el puerto deportivo de Sitges y en el velero “Gurriato” partíamos ocho personas incluyendo el patrón pues el compañero no se atrevía con la responsabilidad a pesar de tener ya el título en el bolsillo. Nos dirigíamos “a toda vela” hacia Mallorca, donde arribamos tras una travesía de veinticuatro horas en la que hubo que tirar de motor en bastantes ocasiones debido a la escasez de viento. Tras un día recalados en Pollensa, se decidió hacer la travesía hasta Menorca durante la noche. Ya habíamos adquirido cierta destreza en el manejo del timón y en la gobernabilidad del barco cuando las condiciones eran estables y podíamos capitanear consultando la brújula y atisbando los catavientos para mantener hinchada la vela. Me tocó un turno en mitad de la noche, el de tres a cuatro. Mientras los demás dormían y el barco navegaba ligeramente escorado con bastante viento portante, una manada de delfines se puso a ambos costados durante un buen trecho haciéndome compañía en mi soledad con sus preciosas cabriolas y saltos. Hay que decir que era noche de luna llena por lo que veía perfectamente a los delfines, en muchos momentos recortados sobre la estela de la luna reflejada en el mar. Para completar la belleza del cuadro, el viento se colaba por la botavara de aluminio produciendo una musiquilla como de flauta y silbidos que configuraron una escena para no olvidar que persistió durante algunos minutos inundando mi espíritu de paz y tranquilidad.

DOS Transcurría septiembre de 1972. Durante mis estudios de C.O.U. el curso anterior estuve preparando de forma autodidacta las oposiciones a banca, porque no veía muy claro el poder cursar estudios universitarios teniendo en cuenta la situación económica familiar, en la que cuatro hermanos y una abuela además de mi madre nos encargábamos de hacer humo los dos sueldos de mi padre, único laborante en la casa, como cartero urbano por las mañanas y administrativo en una empresa de jardinería y luego de construcción por las tardes. A pesar de sus alientos y de estar matriculado en Arquitectura, a principios de septiembre realicé oposiciones, muy masivas ellas en proporción a las plazas, en Banesto y la entonces Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid. No albergaba muchas esperanzas cuando un día, durante la comida del mediodía, que realizábamos toda la familia unida, el director de la sucursal de la Caja, Dn. Andrés Pascual, que fallecería poco después, se presentó en casa para darnos la noticia de que me había sido asignada la plaza buscada, felicitándonos efusivamente a mi padre y a mí y dándonos las indicaciones para, al día siguiente si era posible, presentarme en el departamento de personal al objeto realizar todos los trámites para mi inmediata incorporación a una oficina como administrativo. La sensación de alegría se unió a una cierta tristeza porque en ese momento y por el momento se habían abortado mis estudios universitarios.

Continuará …

domingo, 16 de septiembre de 2012

CUESTAS


Muchos pensamos en la de enero, pero el mundo cambia y la verdadera cuesta es la de septiembre. Y eso que este año, con las novedades para algunos de los ciudadanos españoles, funcionarios o asimilados, con el “invento” del Gobierno de quitar la paga extra de diciembre, la cuesta de enero puede renacer con nuevos bríos. Pero quia, la cuesta real, la de verdad, está en septiembre, ahora, tras el verano. La concentración de pagos, algunos de ellos de tipo general y otros que a mí de forma particular me han caído en suerte, hacen que el bolsillo parezca cual si hubiera sido agujereado por una ametralladora. Se supone que las vacaciones, aquellos que las disfruten, las han pagado con anterioridad, cosa que no siempre es así, pues los plazos con todos sus peligros siguen estando presentes en nuestras economías. Además, estando de vacaciones y en situaciones novedosas, tenemos tendencia a sacar con demasiada alegría nuestras tarjetas cual si fueran pistolas, teniendo la mano un poco más larga. Pero es que nos lo merecemos, leñe, tras unos meses de trabajo y esfuerzo en nuestros cometidos laborales.

La acepción de “cuesta” que estamos manejando aparece en el diccionario pero solo referida a enero y haciendo hincapié en que es la consecuencia lógica de las fiestas anteriores, las de Navidad: “Período de dificultades económicas que coincide con este mes a consecuencia de los gastos extraordinarios hechos durante las fiestas de Navidad.”. Como si el verano no fuera un período de gastos, en vacaciones, campamentos, estudios de idiomas propios y de los hijos, visitas, saliditas gastronómicas por las tardes y las noches con los amigos, conciertos, fiestas del pueblo… Un sinfín de actividades se concentra en estos dos meses o poco más de verano que son tan fuertes o más que los de Navidad.

Como digo, el mes de septiembre se presenta en el horizonte con unos dispendios anunciados que hacen temblar al más pintado. Depende de las circunstancias de cada uno, pero relaciono los que se dan en mi caso, muy dignos de tener en cuenta. Y vaya por delante que si utilizo las tarjetas lo hago a débito, nunca a crédito, por lo que ese susto a la vuelta me lo ahorro.

Lo primero es el sablazo del ayuntamiento en forma de ese impuesto que siempre se ha llamado de la “contribución” y que ahora hemos sustituido por I.B.I., impuesto de bienes inmuebles. Lo que antaño era casi testimonial ahora ha alcanzado unas cifras astronómicas que suben cual cohete a la luna, ahora que me viene a la memoria el fallecimiento de Neil Amstrong, primer hombre que la pisó. Entre las actualizaciones de los valores catastrales que hacen unos y los ajustes de impuestos que hacen otros, los recibos son más temibles cada año. De los 228 euros que en equivalencia pagaba por mi casa hace veinte años, son ahora 491, más del doble, los euros que me demanda el consistorio. No quiero entrar en porcentajes anuales de subida, que me podría dar un mareo.

Un segundo y no menor sablazo es el tema de los estudios de los hijos o propios. En mi caso y de momento no lo es tanto por asistir a un colegio de esos llamados concertados, pero un buen puyazo es el tema de los libros y material escolar. Este año me las prometía muy felices porque una vecina nos había dejado bastantes libros, a pesar de que muchos de ellos ya estaban “pintados” pues las editoriales, con la anuencia de los proios colegios, los hacen con esa filosofía para que no valgan de un año para otro. Digo que esperaba bajar este año la cuantía por debajo de los 300 euros por niño que anualmente viene costando, pero mi gozo en un pozo: los cuatro o cinco libros que faltaban han alcanzado el montante de 180 euros a los que hay que añadir más de 30 en material. Libros de estudios de niños que pasan ampliamente de los 30 euros con una pinta de cuadernillo de colorines que huele a timo consentido por autoridades, colegios y padres que no nos queda más remedio que tragar. Dentro de unos años, cuando los libros sean electrónicos, que ya lo son en la actualidad en algunos colegios de algunas comunidades, las editoriales se echarán las manos a la cabeza porque se les acabará este floreciente negocio, pero mientras tanto exprimen la teta de la vaca todo lo que pueden. Y no reparten los beneficios pero, eso sí, en el futuro pretenderán repartir los perjuicios.

Un tercero y que a lo mejor lo hago yo por ser muy escrupuloso es la revisión de la caldera de calefacción y agua caliente, es que es obligatoria pero que nadie controla. Menos mal que el colega que se me aparece todos los primeros de septiembre es un tío de esos que llamamos “enrrollao” y me salda la operación por cien euros en un entendimiento entre amigos y sin que nuestros gobernantes se lleven, ahora, veintiún euros sin comerlo ni beberlo, por el valor añadido que supone la revisión, obligatoria y necesaria, de mi caldera. ¿Alguien me explica cuál es el valor añadido que se produce en esta operación de limpieza y mantenimiento?

A grandes rasgos estas son las espadas de Damocles en forma de dispendios que me aparecen tras el verano. A ellos tengo que añadir, por circunstancias otras derivadas de que no sé cómo me las apaño pero llevo varios años teniendo que hacer la revisión anual y de mantenimiento del coche, esa en la que llevas el coche al taller sin ninguna avería y te le devuelven igualito que estaba pero con unas facturas que te hacen temblar. Y si además toca cambio de algo, como este año de los discos delanteros de frenos porque el vehículo ya va estando viejecito, casi es mejor comprar uno nuevo que pagar la reparación. Añadamos alguna concentración de cumpleaños y veremos que la cuesta de verdad es la de septiembre, porque de la paga de julio, esa que todavía se mantiene veremos por cuanto tiempo, ya ni nos acordamos.

viernes, 7 de septiembre de 2012

COLAS



Palabrita corta esta que nos sirve hoy de título, pero que encierra numerosas acepciones, al menos en el diccionario oficial. Hay que bajar hasta la número 10 para encontrar el significado a colación, que es “Hilera de personas que esperan vez.”. La verdad es que han sido un poco parcos, porque lo de “esperan vez” se queda un poco en el aire, especialmente si el que se acerca al diccionario a resolver sus dudas no es de habla nativa en castellano. Si tiene la paciencia de seguir leyendo, una de las adicciones en forma de ejemplo de palabra compuesta reza “hacer cola” explicando que “Esperar vez, formando hilera con muchas personas, para poder entrar en una parte o acercarse a un lugar con algún objeto”.

Aclarado el significado de la palabra que queremos tratar hoy, por si no estaba claro, diremos que las personas tendemos a tener la memoria bastante alterada y recordamos lo más cercano como si hubiera sido lo más de lo más, en toda la vida. Un ejemplo. Este verano ha sido tremendamente caluroso y tenemos todos casi la certeza de que ha sido el más caluroso de la vida. Y lo que pasa es que lo tenemos reciente y no nos acordamos de otros. Pero para eso están las estadísticas, esas que ahora ya se conservan fehacientemente desde hace años en los discos duros de los ordenadores y a las que podemos acceder cómodamente a través de internet.

Esto de la pérdida de neuronas es lo que me debe de pasar, pues no recuerdo una época como la de esta semana de “colas” por diferentes motivos que ahora detallaré. Mi recuerdo de “cola” enorme se remonta a principio de los años ochenta, cuando visité Moscú. Aquello di que eran colas, filas de moscovitas con algún turista despistado para comprar casi cualquier cosa. Pero en España, puesto a recordar alguna de gran magnitud, me remonto a mi adolescencia y aquello que los más mayores recordarán del P.I.O., el “Principio de Igualdad de Oportunidades”, más conocido por las “Becas” que los estudiantes con familias de pocos posibles teníamos que solicitar año tras año, amén de hincar los codos, aprobar todo y con nota, para poder seguir estudiando. Aquello sí que eran colas, en los patios de un edificio oficial que soy incapaz de recordar donde se hallaba.

Pero los tiempos han progresado y todos los organismos públicos y privados alardean que facilitan hacer las cosas “por internet”. Y es verdad que muchas se hacen y ya de forma automática, sin darnos cuenta. Tratemos de comparar las actuaciones que realizamos ahora con nuestros bancos, sin pisar sus oficinas prácticamente, con las que hacíamos años atrás, yendo a la ventanilla para cualquier cosa.

Como digo, esta semana ha sido una sesión de colas de lo más divertido. Y voy a empezar a contarlas por el revés, por la cola que debería de existir y no existió. Me tocaba cumplir con mi auto-imposición de donar sangre trimestralmente y me dirigí a un hospital cercano donde disponen de centro de donantes. Lo bueno hubiera sido que la cola fuera de consideración, pues la sangre es muy necesaria, pero por no haber no había nadie, ni siquiera el personal que atiende el departamento. Nadie, estarían desayunando o haciendo alguna gestión, oficial o personal. Estuve veinticinco minutos “a la no-cola”, tras los cuales me marché, habiendo esperado una cola que no existió y sin poder cumplir mi objetivo. Vivir para ver.

Pero las otras colas han sido de consideración. Se puede pedir cita médica a tu doctor de cabecera por internet pero…. No se puede pedir cita para hacerte un análisis de sangre. Hay que pasar por la ventanilla del centro de salud. Y en estas fechas, con las movidas de los co-pagos de medicamentos, algún sesudo político ha ideado un complejo sistema por el cual, al parecer, los ancianos se tienen que hacer con una segunda tarjeta sanitaria que presentar en las farmacias para que los pagos sean menores. La cola de ancianos en el centro de salud el otro día era enorme y además poco fluida, no hace falta que cuente porqué. A esperar. Menos mal que acudo siempre provisto de mi libro electrónico para aprovechar el tiempo.

La siguiente ha sido en las dependencias municipales. El ayuntamiento subvenciona a los alumnos empadronados de primaria con la cantidad de cuarenta euros para ayuda de la “cuesta de septiembre” de la que hablaremos en una próxima entrada. Tiene todos los datos como contribuyente, tiene tus cuentas bancarias donde puntualmente te cobra año tras año los recibos, lo tiene todo, pero… otro sesudo político, con criterios que no alcanzo a comprender, te obliga a ir en persona, un día concreto, un único día, en función del apellido, a las dependencias municipales, teniendo que presentar el DNI y el libro de familia para su cotejo y que te entreguen cuatro talones ya impresos. No sé si alguien se ha parado a pensar lo que cuestan las horas de los que hacemos cola, la de los funcionarios que atienden, el papel de los talones y su manipulado, etc. etc. Existen las transferencias, señores.

Ha habido más colas, pero no quiero entrar en detalles para no cansar. De una de ellas, la de comprar los libros en el colegio, me libré gracias a un amigo, gracias Fran, que estando el a su vez en la no-cola me llamó por teléfono y me dijo que me fuera para allá, que no había nadie. Pero cuando salía se estaba ya formando una que para qué. Y es que habían abierto una hora antes de la señalada y dio la casualidad de que esta amigo se había ido allí para estar de los primeros.

Más colas en el polideportivo, en la casa de cultura. Septiembre con niños, mes de las colas. Viva la informática y la “internés”.