domingo, 24 de marzo de 2013

ALAEJOS




La vida en los pueblos castellanos sigue siendo pausada y tranquila. Tomando como partida Madrid, las autopistas y autovías actuales nos permiten alcanzar cualquier punto de la geografía nacional en media jornada pero su uso nos aleja del antiguo paso por los pueblos y ciudades que si bien ralentizaba mucho el viaje nos permitía conocer aspectos de la geografía que ahora pasan desapercibidos en aras de una mayor celeridad en nuestros desplazamientos.

Siempre que me es posible, busco una excusa para salirme de esas vías rápidas y girar visita a algún pueblo que me suscite interés. Este fue el caso ayer, en el que abandoné la A-6 para acercarme al pueblo de Alaejos, en la provincia de Valladolid. El motivo era conocer las ruinas de lo que fue el castillo del arzobispo Fonseca, donde entre 1467 y 1469 estuvo prisionera como rehén la reina Juana de Portugal, conocida como la reina adúltera, esposa del rey de Castilla Enrique IV, el impotente, y madre de una Juana de Castilla, que de forma ignominiosa ha pasado a la posteridad con el apodo de La Beltraneja.

Abandonada la A-6 en la localidad de Ataquines, recorrimos una cincuentena de kilómetros por carreteras estrechas y tranquilas atravesando la llanura castellana hasta divisar a lo lejos las torres de las dos iglesias con que cuenta la localidad de Alaejos, pueblo de un relativo tamaño, de casas predominantemente bajas, limpio y con las calles empedradas, que según el censo del último padrón de 2008 cuenta con 1611 habitantes. Pocos parecen para la extensión del pueblo donde se pueden apreciar casas renovadas que a buen seguro serán residencia de fines de semana o verano de los antiguos habitantes que se han visto forzados de alguna manera a emigrar. Aparcado en el coche en las inmediaciones de una amplia plaza flanqueada por edificios como el ayuntamiento, la iglesia y la cárcel, mi primera misión en estos casos es acercarme a algún vecino o vecina para entablar conversación con la excusa de la pregunta más peregrina, en este caso, como acceder a las ruinas del castillo. En un par de intentos nos indicaron la calle a seguir y en un corto paseo pudimos arribar a lo que queda de él.

Está realmente penoso. Rodeado completamente por casas, se hace difícil encontrarlo. Salvo una pequeña parte muy baja del muro y lo que sin duda fue el inicio de una torre, todo lo demás son un montón de escombros y algo también de basura y suciedad. Al parecer hubo un intento hace algunos años de realizar excavaciones, pues sin duda algún objeto interesante debe quedar entre las tierras, pero la falta de dinero abortó la operación. Unos pequeños jardines a la vera del trozo de muro que queda en pie contrastan con el abandono del lugar. Lo único que se puede hacer es cerrar los ojos, abstraerse y dejar volar la mente intentando imaginar cómo fue aquello en sus momentos de esplendor, con el arzobispo, valiente pájaro, haciendo proposiciones deshonestas a la reina y cayendo esta en los brazos amorosos de Pedro de Castilla, el Mozo, que a la postre fue el padre de sus dos hijos aparte de Juana.

Sabíamos de la existencia de una pequeña estatua conmemorativa pero de ella varios vecinos a los que consultamos no habían oído ni hablar. Uno de ellos, Félix, con vivienda a escasos 100 metros del monumento y entrado en años, no supo indicarnos donde estaba pero se entretuvo con nosotros y nos enseñó una verdadera joya: una especie de museo casero en los bajos de sus casa con multitud de aperos y útiles de labranza hoy en desuso, un tesoro que muestra y enseña a quién se deja y que hasta “ha salido varias veces en la televisión”. Al final conseguimos dar con el monolito que puede verse en la fotografía, un pequeño busto de la reina conmemorativo de su estancia en el pueblo.

Poco más quedaba por hacer que retornar al coche y emprender el camino. Pero otra cosa que conviene hacer en este tipo de visitas es entrar al bar del pueblo y tomarse un vino, cuestión que puede servir para entablar conversación con el camarero o alguno de los parroquianos, que siempre suele ser agradable y se puede conocer algún dato. Y en este caso, además de bar era restaurante y aunque no teníamos previsto comer en el pueblo, nos quedamos y pudimos disfrutar de un menú impresionante en un comedor muy agradable del primer piso con vistas a la plaza. A elegir entre seis primeros y seis segundos, incluyendo postre y café, por 12 euros el menú básico y 14 el ampliado nos pusimos las botas. La lengua estofada que me metí para el cuerpo no tenía nada que envidiar al cochinillo que degustó mi mujer.

Habrá que volver por este u otros pueblos que parecen estar perdidos en el olvido lejos de las ciudades pero que conservan su vida y sobre todo sus gentes agradables cuando el viajero se acerca a ellas con educación y respeto. ¿Volveré a Alaejos algún día? Nunca se sabe, pero la lengua estofada y el trato agradable de su gente bien pudiera ser una excusa cualquier 10 de mayo u 8 de septiembre para acercarse a vivir las fiestas en honor de la virgen en las que las procesiones con sus danzantes, según nos dijo Félix, son dignas de ver. Y es que el bar y restaurante además es una posada, con muy buena pinta, que bien merecería perderse un fin de semana tranquilo, incluso en pleno invierno, para dedicarse a pasear y leer. Eso sí, al llamar para reservar habitación habría que asegurarse que en las comidas de esos días estaría disponible la lengua. Rechupete es poco para calificar el plato.


domingo, 17 de marzo de 2013

SHOW&TELL


He preferido dejar el título en inglés pues es en Norteamérica y Australia donde más practican este “juego”, que no lo es tal, por la importancia que tiene el posterior desarrollo de los niños. La traducción al español podría ser algo así como “muestra y cuenta”. Es una actividad muy común en esos países entre las actividades de la enseñanza primaria. Consiste en que un niño lleve al colegio algún objeto que le motive especialmente y cuente cosas relacionadas con él durante unos minutos al resto de compañeros de la clase y a su profesora. Con posterioridad, atenderá las preguntas que sobre el tema le formulen respondiendo y aclarando aquellos aspectos que no se hayan comentado. El formato es como un juego pero es un entrenamiento fundamental de algo que a muchas personas se les atraganta cuando tiene que hacerlo: hablar en público.


Hace un par de años que supe de la existencia de esta actividad. Fue con motivo de ver una formidable y entrañable película, “Siempre a tu lado, Hachiko”, estrenada en 2009 y protagonizada por Richard Gere sobre una historia real de un perro japonés llamado Hachiko y de la que ya existía una película más antigua, de 1987, titulada “Hachiko monogatari”. En los comienzos de la película se muestra a un niño contando a sus compañeros de clase la historia de un perro que perteneció a su abuelo y que es la trama de la película. Como digo, una película familiar muy recomendable.
Me llamó la atención de esa actividad escolar, mostrada muy brevemente como digo al principio de la película, y realicé algunas indagaciones que me llevaron a descubrir todo un mundo muy interesante que explica por qué, de forma general, a los norteamericanos se les da de rositas hablar en público mientras que a los europeos nos cuesta un montón, amén de que hay algunas personas a las que les resulta imposible o cuando se ven forzadas a hacerlo muestran unos signos de nerviosismo que son percibidos por la audiencia y estropean de alguna forma la comunicación.


La psicología ha estudiado mucho el tema y hay variados programas de entrenamiento para vencer la ansiedad que produce el tener que hablar en público. En los tiempos actuales de la comunicación por doquier, cada vez más personas se ven obligadas a intervenir en actos públicos. No pensemos en profesores que pueden estar acostumbrados en su día a día sino en meros profesionales que por el simple intercambio de ideas entre colegas se ven obligados a asistir a alguna convención y exponer en público sus interesantes conocimientos.


Ni corto ni perezoso y una vez que supe algo sobre el tema, preparé un pequeño informe y se lo hice llegar a la profesora de mi hija, que cursaba cuarto de primaria. Yo pensaba que no me iba a hacer ni caso pero me llevé un formidable chasco. Acogió la idea con mucho cariño y en las clases de tutoría hizo la actividad con todos y cada uno de los niños. A mi hija la tocó la primera y llevó la foto de un conejito que teníamos en casa y contó toda su historia. El resto de los compañeros fueron llevando objetos o fotos de los mismos y contando sus particulares historias. Con un formato de juego, los niños no estaban haciendo otra cosa que entrenarse a hablar en público y vencer la ansiedad que este tipo de actuaciones generan. Al año siguiente, con el cambio de profesora, la actividad cesó y aunque intenté de nuevo que se relanzara, no tuvo la suficiente acogida y ha quedado en el olvido. Supongo que no está en los programas oficiales ni nunca lo estará. Este tipo de actividades, fundamentales en el futuro en la vida diaria de muchas personas no están incluidas en esos conceptos de “educación para la ciudadanía” que versan sobre otras cosas.


En mi caso no tengo ningún problema en hablar en público. Otra cosa es que lo que diga sea interesante o no pero eso es distinto. Sin embargo hay situaciones y situaciones. La más fuerte que recuerdo tuvo lugar en 1988. Había participado en un libro de fotografías que iba a ser presentado en público en un sencillo acto. La cosa fue yendo a mayores y al final la presentación se produjo en un teatro, abarrotado de público, en el que se fueron mostrando proyectadas las fotografías durante la intervención de los cuatro presentadores, algunos de la talla del fallecido director de cine Angelino Fons o del escritor Jose María Suárez Campos. A mí me tocó la parte de hablar en nombre de los autores y yo mismo me enrollé la soga al cuello: no me parecía correcto leer la intervención de un papel y desde el primer momento me conjuré para hacerla en vivo y en directo, sin una mísera nota. Tuve mis días de preparación y entrenamiento, en los que lo veía todo blanco o todo negro, pero al final la cosa salió muy bien, muy espontánea y directa, y a la salida la gente me felicitó no tanto por lo que había dicho sino por hacerlo sin ningún tipo de ayuda o guión. Conservo el video de aquel acto, del que han transcurrido 25 años, y me gusta verlo de vez en cuando.


Últimamente estoy dando alguna charla sobre temas relacionados con el “Libro Electrónico”, pero no es lo mismo. La audiencia suele ser reducida y además el uso de medios audiovisuales actuales, léase “powerpoint” ayuda mucho al ponente aunque hay algunos que se limitan a leer lo que pone y la cosa queda bastante deslucida. Yo me dedico durante las exposiciones más a interactuar con el público, estudiando en la medida de lo posible su cara y sus gestos para detectar el grado de interés que suscita lo que estoy diciendo. A todo se aprende practicando, pero si la ansiedad de los días previos y del acto en si es nula o casi nula, miel sobre hojuelas.

domingo, 10 de marzo de 2013

REGALOS




El mundo del regalo es un mundo complicado, del que tengo que confesar que siempre he huido. Ni soy de regalar y consecuentemente tampoco de que me regalen. Cuando llega ese momento en el que tengo que hacer un regalo a alguien, gracias a Dios en contadas ocasiones, me entran los siete males, y no generalmente por un problema de dinero, sino por tomar la decisión de qué regalar. Conozco algunas personas que dominan este arte a la perfección y que en pocos instantes encuentran un sinfín de cosas adecuadas para una persona conocida. Y lo mejor es que generalmente aciertan. Yo suelo pedirlas consejo, siempre que se pueda claro, pues muchas veces, uno de los mejores componentes de un presente es la sorpresa y el desconocimiento por parte del que lo recibe.

Por todo ello, en las contadas ocasiones en que recibo un regalo me quedo bloqueado, debe ser la falta de costumbre. Eso de los cumpleaños, santos, Reyes, día del Padre, día de los enamorados, aniversario de boda y demás días institucionalizados para dar o recibir regalos no van conmigo. Se rompe la magia de recibir algo y solo queda el conocer de qué se trata. Y con demasiada frecuencia, lo que se recibe es un trasto que, aunque haya sido hecho con todo el cariño, no sabemos qué hacer con él. Un amigo mío tenía la opinión de que hay que regalar cosas efímeras, que se consuman, y así puedan desaparecer de la vista del que lo recibe. Un ejemplo de cosa perecedera puede ser desde una botella de vino hasta un jamón de pata negra sin descartar un viaje a las Bahamas.

En esta semana me ha ocurrido un hecho de estos. Había hablado en clase con una compañera, que además es buena amiga, de un libro sobre historia de varios autores contrastados y compendiado por el propio profesor de la asignatura. Yo le había comentado que me gustaba el libro y que me apetecía comprarlo pero que no lo había hecho porque no tengo ni dónde ponerlo ni casi tiempo para leerlo. Luego me enteré que ni corta ni perezosa, al salir de clase, había comprado el libro, había solicitado al profesor que me lo dedicara, me había puesto a su vez una dedicatoria suya y esta semana me lo ha dado. Como ya he dicho, bloqueo total, no saber que decir ante el detallazo totalmente inesperado. Son esas cosas que tú mismo te comprarías pero no lo haces por diferentes razones y te llegan envueltas en papel de regalo. Yo me quedo sin palabras y se me da bastante mal mostrar el agradecimiento debido a la persona que ha pensado en ti y sin ningún motivo te hace llegar el presente.

Yo siempre he mantenido que los mejores regalos son lo que te escogen a ti, en lugar de tú a ellos. Ir paseando por algún centro comercial o calle, sin ir buscando nada concreto, y notar como algún objeto te hace pensar en que sería bueno que lo compraras para regalárselo a alguien, sin ton ni son, de forma sorpresiva, y sin que la otra persona lo espere.

Como he mencionado, a lo largo de mi vida he recibido pocos regalos que me hayan impactado. Más bien, todo lo contrario, muchos de ellos están durmiendo el sueño de los justos en algún sitio olvidado cuando no he podido descambiarlos o a mi vez regalárselos a otra persona, lo cual es un buen destino en algunas ocasiones. Pero he hecho el ejercicio de recordar un par de ocasiones en que he quedado emocionado.

Una de ellas ocurrió hace unos años, cuando me marchaba de la empresa en la que llevaba varios años prestando mis servicios. Aunque para otros hubo esas comidas masivas de regalo con despedida promovidas por algún compañero, esto no ocurrió en mi caso. Invité a los más allegados de forma rápida y testimonial en la cafetería de la empresa para decir un adiós rápido. Cuál no sería mi sorpresa cuando mi propio jefe, además gran amigo de verdad, me hizo entrega de un regalo que había comprado encargándose de recoger el dinero entre quienes habían querido participar. Era un bolígrafo electrónico, algo que en aquella época no sabía ni que existía, y que servía y sirve para tomar apuntes y luego directamente se enchufa al ordenador y los apuntes son guardados automáticamente bien en formato imagen, como si se hubieran escaneado las hojas o bien, si escribes con un poco de cuidado, en formato “word” como si lo hubieras tecleado tú mismo. Una gozada. Hoy día son más comunes pero tampoco es una cosa que se vea de forma corriente.

Pero si tengo que elegir un regalo entre todos no tengo ninguna duda. Me lo hizo la que hoy es mi mujer cuando todavía no lo era y es el que aparece en la imagen que acompaña a esta entrada. Una navaja suiza Victorinox de esas que tienen multitud de archiperres y que además son de muy buena calidad. Y encima acompañada de una funda de cuero para poderla llevar al cinto con toda comodidad. La llevo usando un montón de años, sigue funcionando a la perfección, corta como el primer día, las tijeras incorporadas son una delicia y los destornilladores han sacado de más de un apuro a mí y a otros. Las pinzas para extraer espinas en el campo son una delicia. Un “trasto” útil de verdad y que yo no me hubiera comprado por mí mismo pero que porto en mi cinto en cuanto llega la ocasión.

domingo, 3 de marzo de 2013

ADMONICIONES



Esta semana voy pillado, me faltan horas para hacer todo lo que pretendo. Y por no dejar de cumplir con esta obligación autoimpuesta de escribir algo en el blog, voy a recurrir a un texto que si bien considero que es interesante, circula por la red de forma masiva y se puede encontrar en numerosos otros blogs. Espero que incluso así sea novedoso para alguno de los lectores que se acercan por aquí y en todo caso sirve para mi propia documentación.

Jackson Brown no es un gran pensador, ni un Nobel de literatura. Es sólo un hombre común, un padre preocupado por la felicidad de su hijo que quiso escribir estos simples “consejos”, al momento que éste se iría a estudiar a la universidad, lejos de su casa. Su hijo decidió fotocopiarlos y los distribuyó
entre sus compañeros de estudio. Tuvieron tanto éxito, que una editorial le pidió autorización a Brown para editar un libro con ellos. Poco tiempo después, ampliado bajo el título “Vivir Feliz”, se convirtió en un “best seller” que lleva decenas de ediciones y millones de ejemplares traducidos a varios idiomas.

Hijo:

Cásate con la persona correcta. De ésta decisión dependerá el 90% de tu felicidad o tu miseria.
 Observa el amanecer por lo menos una vez al año.
 Estrecha la mano con firmeza, y mira a la gente de frente a los ojos.
 Ten un buen equipo de música.
 Elige a un socio de la misma manera que elegirías a un compañero de tenis: busca que sea fuerte donde tú eres débil y viceversa.
 Desconfía de los fanfarrones: nadie alardea de lo que le sobra.
 Recuerda los cumpleaños de la gente que te importa.
 Evita a las personas negativas; siempre tienen un problema para cada solución.
 Maneja coches que no sean muy caros, pero date el gusto de tener una buena casa.
 Nunca existe una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión.
 No hagas comentarios sobre el peso de una persona, ni le digas a alguien que está perdiendo el pelo. Ya lo sabe.
 Recuerda que se logra más de las personas por medio del estímulo que del reproche (dile al débil que es fuerte y lo verás hacer fuerza).
 Nunca amenaces si no estás dispuesto a cumplir.
 Muestra respeto extra por las personas que hacen el trabajo más pesado.
 Haz lo que creas que sea correcto, sin importar lo que otros piensen.
 Dale una mano a tu hijo cada vez que tengas la oportunidad. Llegará el momento en que ya no te dejará hacerlo.
 Aprende a mirar a la gente desde sus sandalias y no desde las tuyas.
 Ubica tus pretensiones en el marco de tus posibilidades.
 Recuerda el viejo proverbio: Sin deudas, no hay peligros ni problemas.
 No hay nada más difícil que responder a las preguntas de los necios.
 Aprende a compartir con los demás y descubre la alegría de ser útil a tu prójimo. (El que no vive para servir, no sirve para vivir).
 Acude a tus compromisos a tiempo. La puntualidad es el respeto por el tiempo ajeno.
 Confía en la gente, pero cierra tu coche con llave.
 Recuerda que el gran amor y el gran desafío incluyen también 'el gran riesgo'.
 Nunca confundas riqueza con éxito.
 No pierdas nunca el sentido del humor y aprende a reírte de tus propios defectos.
 No esperes que otro sepa lo que quieres si no lo dices.
 Aunque tengas una posición holgada, haz que tus hijos paguen parte de sus estudios.
 Haz dos copias de las fotos que saques y envíalas a las personas que aparezcan en las fotos.
 Trata a tus empleados con el mismo respeto con que tratas a tus clientes.
 No olvides que el silencio es a veces la mejor respuesta.
 No deseches una buena idea porque no te gusta de quien viene.
 Nunca compres un colchón barato: nos pasamos la tercera parte nuestra vida encima de él.
 No confundas confort con felicidad.
 Nunca compres nada eléctrico en una feria artesanal.
 Escucha el doble de lo que hablas (por eso tenemos dos oídos y una sola boca).
 Cuando necesites un consejo profesional, pídelo a profesionales y no a amigos.
 Aprende a distinguir quiénes son tus amigos y quiénes son tus enemigos.
 Nunca envidies: la envidia es el homenaje que la mediocridad le rinde al talento.
 Recuerda que la felicidad no es una meta sino un camino: disfruta mientras lo recorres.
 Si no quieres sentirte frustrado, no te pongas metas imposibles.
 La gente más feliz no necesariamente tiene lo mejor de todo.