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domingo, 27 de febrero de 2022

MADRUGONES


«Sarna con gusto… no pica». La cuestión es si mortifica, porque las posibles molestias ocasionadas por asuntos placenteros no solo no incomodan, sino que incluso pueden llegar a gustar. Así lo declaraba, sin rubor, después de cincuenta años de secuestro tenaz, Juliette Drocet, amante de Víctor Hugo: «Creedme: soy inmensamente dichosa, porque él es quién me hace desgraciada».

Esta semana de febrero de 2022 han sido cinco los madrugones —entre las tres y las cinco— para ver en directo partidos de tenis masculinos que se están celebrando en Acapulco, México, ciudad con la que mantenemos ahora una diferencia de siete horas. Aclaro para quién no sepa mi debilidad, que son partidos en los que compite Rafa Nadal. Llegará un momento en que se retire y me «liberará» de este «vicio» auto impuesto de intentar ver todos sus partidos ahora que mi situación personal me lo permite.

He practicado deporte toda mi vida siempre que he podido. Me gusta decir que he jugado a todo, pero mal, aunque he tenido mis pinitos en fútbol —me retiré a los 45 años por lesión—, baloncesto, tenis, ciclismo de carretera y de montaña, carreras —siete maratones y otras muchas carreras menores—, esquí, judo, natación, gimnasia, senderismo… He tenido muchos altibajos debido a mantener un sobrepeso contenido durante muchas etapas de mi vida que me ha ocasionado lesiones varias y muy especialmente en las rodillas, con cuatro intervenciones de menisco y una última, el año pasado, en que ya no había más remedio que poner una prótesis que por cierto casi un año después me funciona a las mil maravillas.

Por unas cosas y por otras, lo de hacer deportes intensos se ha terminado. Poco a poco voy recuperando dos de ellos más suaves: gimnasia para mantenimiento general y sin pretensiones de hacer musculitos y senderismo, para poder volver a disfrutar de caminatas por sendas y montañas.

También, durante mi vida, he gustado de disfrutar de las retransmisiones deportivas por televisión. No he llevado la cuenta de las horas empleadas en esta actividad, pero desde luego que han sido muchas. Ahora sigo empleando tiempo, pero de forma más selectiva. Por ejemplo, soy incapaz de ver un partido de fútbol salvo que sea una final muy sonada de una Copa de Europa o de la Selección, más que nada porque necesito ese tiempo para hacer otras cosas que me generan mucha mayor satisfacción. No veo baloncesto, no veo carreras de motos o coches, no veo… A lo que no puedo resistirme, por ahora, es a los partidos de tenis —solo si participa Nadal— y al atletismo —solo en Campeonatos del Mundo cada dos años y Olimpíadas cada cuatro.

El problema de los partidos de tenis es que, salvo los primeros de la jornada, por lo general no tienen una hora de comienzo fija ya que dependen del desarrollo de los partidos anteriores. Cuando es por el día, este detalle no tiene mucha importancia, porque se puede estar haciendo otras cosas y echar un vistazo de vez en cuando a ver si ha comenzado el que nos interesa. Pero… ¿y por la noche? Si ponemos el despertador a una hora y el partido se ha atrasado o adelantado nos habremos despertado sin atinar a lo que vamos buscando. Necesitaríamos un despertador «inteligente», que sonara justo cuando el partido comienza. ¿Existe este despertador conectado vía internet al momento de comenzar un evento deportivo?

Sigo en Twitter al que fue magnífico tenista en su día y ahora es un formidable comentarista de tenis, Álex Corretja, aunque según la cadena que retransmita el partido podremos o no disfrutar de él. He saboreado sus comentarios y enseñanzas en Eurosport y en RTVE. En una interacción con él, le pregunté si conocía algún sistema de «despertador» del tipo que hemos hablado y me contestó que echara un vistazo a una aplicación gratuita para el móvil llamada SofaScore. ¡Bingo! La aplicación informa con detalle exquisito de los eventos, horarios y resultados de una montonera de deportes, entre los que se encuentra, menos mal, el tenis. Y no solo eso, sino que para un partido concreto permite activar notificaciones al móvil en momentos elegibles, por ejemplo y en el caso del tenis, cuando comienza un partido determinado, cuando hay un «break», cuando acaba un «set» y cuando acaba el partido. A mí me interesa especialmente, y es el que utilizo por las noches, el aviso de comienzo de partido, porque me sirve de despertador a la hora exacta, sin tener que hacer especulaciones con horarios en el despertador. Suena, me levanto, me pongo enfrente de la televisión y… ¡a disfrutar!, más cuando gana Rafa y algo menos cuando pierde, aunque como no hay mal que por bien no venga, cuando pierde significa que te ahorras los subsiguientes madrugones de ese torneo, aunque, sinceramente, prefiero seguir madrugando hasta el final.

Cuando no podamos estar frente al televisor, pero tengamos el teléfono a mano, esta aplicación nos permite seguir, ¡al segundo!, el desarrollo del acontecimiento. Y además con una salvedad que permite un juego al que algunas veces no puedo resistirme: la retransmisión televisiva suele tener un retrasillo de algunos segundos (hoy han sido hasta 15) por lo que se puede saber con una cierta antelación el resultado de los puntos que se están desarrollando en la pantalla, un poco como ser adivino del futuro que va a ocurrir. En momentos de tensión se puede caer en la tentación de saber lo que va a pasar y si estás viendo el partido en compañía de alguien que no conoce esto, anticipar el resultado como si fueras un brujo… jajaja.

En este mundo moderno de internet y dispositivos, parece casi impensable que no haya algo específico para una necesidad que tengamos; lo difícil es encontrarlo y, si no lo hay, siempre podremos movernos en las redes para crearlo nosotros o posibilitar que otros lo hagan si se llega a despertar su interés.

Así que, como sobre gustos no hay nada escrito, mantendré mientras pueda esta debilidad, con la que no hago daño a nadie, mientras Rafa siga en activo. Bueno, algunas veces como hoy, me ha provocado un retrasillo en alguna otra actividad, pero como dice mi buen amigo Miguel Ángel, no tengo ninguna prisa ni nadie que me la meta (la prisa, se entiende). Por otro lado, se dice que… «a quién madruga —aunque sea para ver un partido de tenis— Dios le ayuda…». Y encima hoy 27 de febrero de 2022 ha ganado Rafael Nadal el torneo de Acapulco. Ahora a esperar los siguientes… madrugones.

No puedo acabar esta entrada, hoy especialmente, sin entonar un profundo grito de

«NO A LA GUERRA»

que esta semana de febrero de 2022 ha iniciado Rusia contra Ucrania. Parece impensable en el mundo actual, pero siempre hay algún visionario que pierde la cabeza secundado por otros muchos, que no la pierden pero se adhieren.


 

domingo, 20 de febrero de 2022

AUTONOMÍ…zarabanda

«La Democracia está en peligro», me comentaba esta semana en una enjundiosa conversación por wasap mi buen amigo Manolo R.R. Todo ello venía a cuento de un muy interesante intercambio de opiniones acerca del esperpento político contemplado tras los resultados de las elecciones a procuradores —estos no son diputados o congresistas— del pasado domingo 13 de febrero del 2022 en la autonomía española de Castilla y León.

Recupero para esta entrada la imagen publicada en el diario «El Mundo» en octubre de 2014 y que ya empleé en una de mis entradas sobre el tema de las Autonomías: hay varias y pueden localizarse utilizando el buscador del blog. Los personajes de la imagen son algunos ya amortizados e incluso muertos —recordemos que el Miguel Blesa que comanda el caballo económico abajo a la derecha con Rodrigo Rato a la grupa se suicidó en 2017 descerrajándose un tiro por sus líos con la Justicia—. Pero si actualizamos los jinetes con sus sucesores actuales, el trasfondo es idéntico: cada uno tira para su lado y lo de menos es la integridad de la bandera que acabará hecha jirones, aunque debe de ser de buen material porque no acierto a comprender como resiste tanto. No he conseguido averiguar a ciencia cierta quién es el autor de esta frase que es una buena documentación: «Aquí todo el mundo va a lo suyo menos yo que voy a lo mío».

Como se está pudiendo comprobar últimamente, las Autonomías españolas son como pequeños cortijos de la política nacional donde cada presidente campa a sus anchas estableciendo pactos en una que serían impensables en otra, decidiendo cuestiones a su buen entender y sin un mínimo de coordinación nacional y, lo que raya el esperpento, convocando elecciones cuando creen que es más conveniente para los intereses de su partido político. A los ciudadanos… ¡que les den! Recientes elecciones en la Autonomía de Madrid en abril de 2021 salieron bien (para los intereses de un partido político) consiguiendo de sobra los objetivos, pero una repetición del mismo estilo en Castilla y León la semana pasada ha dejado el patio patas arriba.

Las declaraciones de los líderes de los diferentes partidos sobre estos resultados no tienen desperdicio. Los análisis en tertulias y medios, cada cual según su orientación, dejan atónito al ciudadano normal que tiene algo de sesera —aclaremos que no son la mayoría— y los escenarios y condicionamientos que se manejan para los pactos de investidura y gobernabilidad son para llevarse las manos a la cabeza o, más popular y como decía mi abuela, para mear y no echar gota.

Pero aparte de todo esto, hay un trasfondo que me gustaría sacar aquí a colación. La Constitución de 1978, tras la llamada Transición pos-dictadura de Francisco Franco, puso encima de la mesa aquello del «café para todos» dejando unos criterios laxos en cuanto a la conformación de las Autonomías en su aspecto territorial. Producto de aquello tenemos adefesios —en este escrito todo es según mi opinión como no puede ser de otra manera— como las Autonomías uniprovinciales, que tenemos varias. Algunas otras, por la premura o la falta de profundidad histórica, se constituyeron deprisa y corriendo y quizá ahora se ve que no fueron lo más adecuado. En el caso de Castilla y León, a tenor de los últimos resultados electorales puede verse que a lo mejor ahora se haría de otra manera…

Al igual que pasa en el conjunto del Estado, «dentro» de la Autonomía de Castilla y León hay parcelaciones porque no quiero emplear la palabra nacionalismos que con tanta alegría se utiliza y tantos problemas trae. Viene aquí a colación el mencionar lo que ocurrió a nivel nacional con la formación de «Teruel existe» que consiguió colocar un diputado en el Parlamento. Un texto en prensa decía «El éxito de Unión del Pueblo Leonés confirma el auge de un movimiento con casi 40 años». Parece que en los resultados se atisba algo como que a León le gustaría ser una Autonomía por sí misma y no estar unida a Castilla y que incluso algunas provincias —Ávila, Soria— quisieran ser autónomas y manejar sus designios porque parece que no están muy conformes con seguir habitando bajo el paraguas de la Autonomía de Castilla y León.

Las Constituciones no son eternas. Las leyes no son eternas. El paso del tiempo las puede ir cuestionando y pidiendo a gritos su cambio en función de los nuevos usos y costumbres. La cuestión es si Soria, a la luz de los planteamientos actuales, no se hubiera constituido en 1978 como Autonomía uniprovincial como hicieron por ejemplo La Rioja o Cantabria, que no son las únicas. El mismo derecho tenía entonces y… ¡el mismo derecho tiene ahora! Y no saquemos aquella reivindicación, enquistada pero seguramente no olvidada por algunos, de ¡León, quinta provincia gallega!

Los resultados del 13-F [2022] en las elecciones a la Junta de Castilla y León dejan un escenario muy complejo y con un alto riesgo de posible bloqueo político; la victoria por la mínima del PP aboca a esta formación y su líder Alfonso Fernández Mañueco a negociaciones a cara de perro en una atmósfera de hostilidades y enfrentamientos para conseguir la investidura. Ahora se tirarán unas semanas, meses quizá, de negociaciones, propuestas y chanchullos hasta tomar una decisión que será cuando menos bastante forzada. Y si no es así, ¡madre mía!, elecciones de nuevo. Somos unos campeones, como no tenemos problemas directos los ciudadanos con nuestro trabajo, nuestra vivienda, nuestra educación, nuestra sanidad… los políticos que se representan a sí mismos y a sus intereses se afanan en sus cosas y a nosotros que nos den. Total, les vamos a votar de nuevo hagan lo que hagan.

Lo de las Autonomías clama al cielo y está pidiendo a gritos una cuando menos remodelación o cambio de paradigma. El coste altísimo que supone en recursos de sueldos de políticos, funcionarios y organismos es insoportable. Como se ha visto en los dos últimos años en el caso de la Sanidad con la pandemia de la COVID-19, provocan en los ciudadanos más problemas que soluciones, aunque solo sea comparando las medidas tomadas con otras Autonomías. Insisto en aquello de que «Aquí todo el mundo va a lo suyo…».

No sé en qué momento los políticos van a asumir que están condenados a entenderse. Y a tenor de lo que estamos viendo, sería una buena opción que se entendieran… ¡antes de unos comicios!, de forma que los electores tuviéramos que elegir entre dos opciones, la «A» y la «B». Con ello, al día siguiente había ganado una u otra y… ¡a trabajar! y desarrollar los programas que hubieran acordado ANTES de las elecciones. Lo de múltiples formaciones aderezado con el sistema electoral forzado por las circunscripciones puede arrojar una fragmentación que conduce al desastre. Yo siempre he sido enemigo del bipartidismo, pero ahora, tras las experiencias, abogo por él. En todo caso y mientras siga el actual escenario autonómico, yo quitaría a los presidentes la posibilidad de convocar elecciones fuera del plazo de cuatro años. Los resultados pondrían a unos diputados en el parlamento autonómico condenados a entenderse por cuatro años y allí dentro se las apañaran con pactos, mociones de censura o lo que proceda, pero sin el comodín para el presidente de la convocatoria de elecciones. Vamos, que tras el día de las elecciones, los elegidos se aplicaran el cuento, como decía Blas de Otero, «De aquí no se va nadie» hasta dentro de cuatro años. ¡A trabajar, señores! Que buenos sueldos nos cuestan.

Charles Louis de Secondat, más conocido universalmente por Montesquieu, afirmó que «Los intereses particulares hacen olvidar fácilmente los públicos». Otro político más reciente, Bill Clinton, nos aclaró, por si teníamos dudas, que «… en esto consiste la democracia, estúpido». Cómo no tenemos cuestiones más importantes en las que ocuparnos, sigamos jugando a la democracia, sigamos en la zarabanda, sigamos en ese «lío, embrollo, cosa que causa ruido estrepitoso, bulla o molestia repetida».

POSDATA: Cuando tenía la entrada preparada y finiquitada para su publicación, leo estos titulares en dos diarios de hoy 20 de febrero de 2022…

El Mundo: «El auge del regionalismo desangra al PSOE y pone en riesgo gobiernos regionales y municipales. Los socialistas retroceden ante localismos de izquierdas como el BNG, Más Madrid, EH Bildu o Soria ¡Ya! y temen pactos PP-Vox».

El País: «Don Benito y Villanueva de la Serena: cómo dos pueblos se convierten en una gran ciudad. Los dos municipios extremeños celebran este domingo el referéndum sobre su fusión, respaldada por todos los actores políticos y sociales. En torno a 50.000 vecinos deciden su futuro en un dispositivo electoral de 37 colegios y 60 mesas para una cita histórica con el municipalismo».



domingo, 13 de febrero de 2022

DILACIÓN

Pasa el tiempo y parece que ciertos asuntos deberían irse arreglando, pero un día tras otro se constata, lamentablemente, que no es así. Estamos a punto de cumplir dos años de la fatídica toma de contacto con las alteraciones de nuestra vida «normal» derivadas de la pandemia de la COVID-19. Las excusas siguen valiendo como patente de corso para que la gente nos apuntemos al «ajo, agua y resina», es decir, «a jorobarse, a aguantarse y a resignarse». Lo de jorobarse es por ser educado y no emplear la palabra que normalmente se utiliza en este dicho popular.

Muchas veces se echa de menos aquello de ir a un sitio a hacer una gestión o una compra y decir aquello de «por favor, quién da la vez». Podía ocurrir que no hubiera nadie esperando o que hubiera mucha gente, ante lo cual siempre se tenía la opción de marcharse y volver en otro momento, dependiendo de la prisa que se tuviera en gestionar el asunto o comprar la fruta. Pero esto son historietas del pasado, porque ahora, para todo, hay que sacar cita previa en internet y no se te ocurra acudir a ningún sitio si no vas con ella. Hasta para bajar a la piscina de la urbanización, el pasado verano hubo que sacar cita previa, esta vez por los asuntos de la pandemia y para evitar aglomeraciones de personas y poder guardar las distancias.

Tengo algunos zapatos de los de cordones guardados en el armario. Los cordones, en principio, son magníficos, resistentes, apropiados. Lo que ocurre es que estando en el armario, los cordones no serán probados y, por tanto, como en la mili, su valor «se le supone». Cuestión no baladí es cuando te pones los zapatos, tiras de los cordones y… se rompen. No eran tan buenos pero hasta que no los has usado no lo has podido constatar.

Me vienen dos ejemplos a la cabeza: la Banca Española y la Seguridad Social. Estuvimos años llenándonos la boca de lo buenos que eran estos servicios, de la fortaleza de los mismos. Como los cordones, cuando se pusieron a prueba ya sabemos lo que pasó. La Banca son empresas privadas y deberían haberse ido al guano por su mala gestión como ocurrió en otros países acabando sus directivos y dirigentes en la cárcel. Aquí no, aquí somos de los de los beneficios para mí y las pérdidas a repartir: Papá Estado, con el dinero de todos, saneó las finanzas de los Bancos inyectando miles de millones de euros con una promesa de devolución de los dineros que me atrevo a asegurar que nunca veremos. Mientras algunos «listos» disfrutan de planes de pensiones y buenas cuentas repletas de los euros sustraídos —la palabra sería robados— la población en general vemos como los impuestos cada vez llegan en menor cantidad a los servicios públicos, menoscabando sin pausa el conocido como estado del bienestar. Entre tanto político, tanto asesor y tanta administración, administracioncitas y administracioncillas no hay dinero para servicios esenciales para la ciudadanía (que no tiene sus cuentas repletas de euros) como la educación o la sanidad.

El otro ejemplo es la Seguridad Social, un ente público y por tanto no equiparable a la Banca. Pero aquí, en España, tenemos 17+2 entes públicos, por aquello de las competencias completas cedidas por el Estado a las Comunidades Autónomas. Desconozco el control, si es que era posible alguno, realizado por el Estado, pero cada Comunidad ha campado a sus anchas —están facultadas para ello y es su obligación— en la gestión de Centros de Salud, Ambulatorios, Hospitales y Servicios. Pues eso, que cuando llegó la pandemia de la COVID-19… todo patas arriba: no hay que repetir aquí los problemas de falta de material, de plantillas, de… todo. Cada cual (Autonomía) hizo lo que pudo, se buscó las habichuelas dentro y fuera del país (por ejemplo, para comprar trajes y mascarillas) y como resultado tuvimos, y seguimos teniendo, un descontrol bastante generalizado.

Otro día hablaremos de ello, pero se necesita receta médica casi hasta para comprar aspirinas. No es broma, el medicamento ADIRO que es como una aspirina, no te lo dan en la farmacia si no aportas una receta médica y además «oficial», no vale cualquier papel. Por poner otro ejemplo de medicamento que he necesitado, un simple enema para un vaciado intestinal, tampoco te lo dan sin receta. Y unos cuantos más, insospechados, que hace que parezca que hasta las Juanolas necesitan receta. Y las recetas las dan los médicos. Y los médicos… se les espera, pero no están… disponibles.

El miércoles de esta semana 9 de febrero de 2022 he necesitado recetas. A través de la maravillosa aplicación en el teléfono móvil de la Comunidad Reino de Taifas de Madrid, solicito una cita telefónica con mi médico de cabecera y me ofrecen la primera cita, telefónica,  disponible para el 22 de febrero de 2022 ¡¡¡14 días!!! Pensé que pudiera estar funcionando mal la aplicación y me acerqué al mostrador de mi Centro de Salud a pedir la cita personalmente y… ¡¡¡mismo día y hora!!! La aplicación estaba funcionando bien. Lo que funciona condenadamente mal es el servicio.

¡Para unas prisas! Al final, en la farmacia de toda la vida, donde me conocen, he mostrado la cita en mi teléfono y me han dado los medicamentos, a su precio original que he tenido que abonar comprometiéndome a volver cuando mi médico me haya cargado en la tarjeta las recetas, porque ellos no pueden despachar medicamentos sin recetas. La pescadilla que se muerde la cola, el huevo y la gallina: tu médico no te hace las recetas hasta dentro de 14 días —espero que me las haga— y en la farmacia no te pueden dar los medicamentos sin ellas. Por lo menos me han sellado las cajas de las medicinas lo que supondrá que me devuelvan algunos euros cuando presente las recetas, si es que las consigo.

No alcanzo a comprender cómo personas que tengan cuestiones médicas urgentes pueden soportar esta dilación, demora o tardanza en conseguir acceder a su médico. Desde luego, la medicina privada no puede tener mejor anunciante que el desastroso funcionamiento de la medicina pública. O a lo peor es que yo tengo mala suerte, debe de ser eso.