domingo, 26 de noviembre de 2023

EXASPERACIÓN

 

Esto de la globalización, en su más amplio sentido, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. Claro, a criterio de cada cual. Cada vez hay más partidarios de celebrar fiestas de calado americano o internacional como Halloween o Santa Claus en lugar de las tradicionales del Día de Todos los Santos o el Día de Reyes. O también, apuntarse a las dos.

Aunque pocos, ya he visto más de un comentario sobre celebrar el norteamericano Día de Acción de Gracias en España, comiendo pavo y esas otras cosas el cuarto jueves del mes de noviembre. Puestos a apuntarnos a la moda, oímos cada vez más eso del «thanksgiving» que es lo mismo, pero más cortito y suena más «molón».

Y como viene ocurriendo desde hace varios años con Navidad, las fiestas no se circunscriben a las fechas tradicionalmente señaladas. De niño la Navidad empezaba con los cánticos del sorteo de la Lotería de Navidad y se acababa el día de Reyes. Dieciséis días de espíritu navideño y… ya. En la actualidad, al menos yo, estoy aburrido de la Navidad y eso que todavía no ha empezado, pero llevamos ya muchas semanas con los comercios llenos de artículos navideños, los anuncios en los medios y los encendidos de luces navideñas en las ciudades, muchas de ellas en plena competición por tener más, mejores y más altas. Nos hemos vuelto un poco locos. Aunque yo no, parece ser que es lo que la gente quiere y valora.

Otra de las importaciones de los últimos años —plenamente asentada ya entre nosotros— ha sido la marea del «blackfriday», una locura a la que se apuntan hasta los churreros. Se supone que se trataba de un día especial con grandes descuentos en ciertos sectores comerciales para llamar la atención y hacer que mucha gente se compre cosas que no necesita simplemente porque están rebajadas. ¿Rebajadas? No siempre, como ya escribía en este blog hace algunos años en la entrada «BLACKFRAUDE».

Se ha podido ver la locura en las tiendas físicas haciendo colas en las puertas para entrar a la carrera mientras algunos caen al suelo y son pisoteados por el resto. Allá cada cuál con sus dineros y sus necesidades, reales o inventadas. Yo no entro al trapo. Es muy raro que tenga alguna necesidad de compra y que me coincida con el cuarto viernes del mes de noviembre. Pero lo malo es que ya no (solo) es el cuarto viernes. Llevamos todo el mes «sufriendo» el dichoso viernes negro.

Si das un paseo por alguna zona comercial, es rara la tienda que no se haya adscrito al asunto. Pero también en un mercado, en una librería, en una zapatería o en cualquier tienda. Bien, con no mirar o tomarse los anuncios como un divertimento a ver cuáles son mejores o más ingeniosos se puede hace caso omiso.

Pero lo verdaderamente exasperante en mi caso han sido las incitaciones electrónicas. Llevo toda la semana mandando a la papelera correos electrónicos de empresas con las que tengo relación, porque no me queda más remedio, para hacerme ofertas —que no necesito— con motivo del viernes negro dichoso. Da igual que sea una empresa de electricidad, de telefonía, de seguros de vehículos, del antivirus del ordenador… Una tras otra, y varias veces, me han machacado sin piedad con comunicaciones no deseadas haciendo ofertas que no me he molestado ni siquiera en mirar.

El propio viernes de esta semana cogí complejo de ametralladora a borrar correos electrónicos y notificaciones en el móvil, algunas de ellas repetidas y con insistencia. Se vayan al guano, por favor, y me dejen en paz. Veamos un ejemplo de asedio inesperado y no deseado. El año pasado, 2022, hacia octubre, me di de alta —no hay otra posibilidad— en el conocido portal BOOKING para buscar y reservar un apartamento para el puente de diciembre. Hice la reserva, instalé la aplicación en el móvil, lo tuve todo en marcha hasta que pasó el puente, desinstalé la aplicación y me dí de baja hasta la próxima. O eso pensaba, porque esta semana…

Lo malo es que la cosa no ha terminado pues todavía mañana hemos de celebrar, queramos o no, el «cibermonday» con lo que supongo que nos espera un nuevo aluvión de incitaciones. Y seguirá coleando el «blackfriday», con toda seguridad. Así que seguiré, exasperado, esto es, irritado, enfurecido y enojado.



domingo, 19 de noviembre de 2023

MERCADEO

 

¡Póngame, por favor, cuarto y mitad de correos electrónicos con sus claves correspondientes! Y si es posible con sus tarjetas de crédito respectivas. Supongo que será imposible oír esto en un mercado convencional de fruterías y charcuterías, pero en los mercados ocultos de la red profunda se oye con demasiada frecuencia. Y no es un farol: hay compraventa de este tipo de datos.

Con cierta frecuencia oímos en las noticias que a una determinada empresa la han visitado los hackers y han conseguido hacerse con multitud de datos de sus clientes. La última que yo recuerde de cierto renombre fue la de Air Europa en la que la propia compañía reconoció la filtración y pidió, nada menos, a todos sus clientes que cancelaran las tarjetas de crédito. Por si acaso. Se estimó que los datos podían ser relativos a cien mil clientes de esa compañía.

Yo no sé a quién, en su día hace ya muchos años, se le ocurrió asignar los correos electrónicos como códigos de usuario para el acceso a los servicios de las Empresas. Bueno, era una manera de ahorrarse campos en las bases de datos ya que con uno único tenían el correo electrónico y la identificación de usuario. ¿Ha cambiado o intentado cambiar de correo electrónico alguna vez? Se verá inmiscuido en un verdadero torbellino de soluciones implementadas por las empresas, cada cual más estrambótica, más que nada porque hay que verificar que el correo antiguo y el nuevo corresponden a un mismo cliente. ¿Y si el antiguo ya le has perdido y por eso necesitas cambiar? Salvo algunos casos en los que el cambio estaba bien diseñado y controlado, en la gran mayoría ha sido un verdadero dolor de cabeza. Tanto que lo más normal es seguir con los dos usuarios, el viejo y el nuevo, aburridos de darse cabezazos contra la pared.

Volviendo al tema del mercadeo, no siempre las compañías se «dan cuenta» de que se les han colado hasta la alacena de la cocina. Al menos en un primer momento. Y no todas lo reconocen y avisan a sus clientes, o avisan con subterfugios o verdades a medias diciendo que han accedido a determinados datos y no a otros… ¡muchas veces ni ellas mismas (las compañías) saben lo que les han pirateado!

Todos estos datos acaban en la red profunda y pueden caer en manos de no precisamente benefactores sino interesados en hacerse con los dineros ajenos. Y uno se puede quedar ojiplático como me ha ocurrido a mí esta semana. He contratado de forma temporal los servicios de una empresa que indaga en «esas» bases de datos y la información que me ha mostrado es como para preocuparse. Menos mal que yo JAMÁS utilizo una clave dos veces por lo que el roto que me han podido hacer ha sido solo en una de las empresas «visitadas». Me ha salido una lista de empresas cercana a la veintena, algunas muy interesantes y que yo desconocía.

En la imagen tres de ellas: I-DE, Movistar y eDX. Pero otras son Unidad Editorial (El Mundo), El País, ABC, Whattpad, Adobe, Linkedlin, Dropbox, Zoom… una bonita colección de empresas que han dejado mis datos a la vista de personajes no autorizados.

Fíjese en la primera imagen, correspondiente a I-DE que no es otra que Hidroeléctrica Española Distribución. Ya la he cambiado, pero a la vista estaban mi correo y mi clave. Mi clave correcta que yo seguía utilizando. Si yo hubiera utilizado esa misma clave y ese mismo correo en otros sitios o empresas…

 

 

Pero en esta cruzada te vas encontrando con otros sobresaltos. Intentas cambiar la clave en un sitio de una empresa de renombre como Unidad Editorial El Mundo y, sencillamente, no puedes, su página web no te ofrece esa posibilidad. Les he mandado un correo electrónico hace unos días y se lo deben estar pensando, porque no he recibido contestación alguna. Ahí sigo, con mi clave expuesta a las públicas vergüenzas y sin poderla cambiar.

Nunca utilice la misma clave de acceso para una dirección de correo en varios sitios. Amigos consultados me dice que bueno, que sí que lo hacen, pero solo para sitios secundarios no importantes… Voy a entrar en Movistar y me voy a hacer con su tarjeta SIM o le voy a transferir su teléfono a otra compañía de forma que cuando se quiera enterar se haya quedado sin teléfono… El desaguisado que te pueden armar no es siempre económico, pero puede ser de campeonato. Por mucho cuidado que tengamos nos acabarán pescando. Y si encima no lo tenemos…