domingo, 14 de diciembre de 2025

SEÑUELOS


Recibo esta semana en mi teléfono móvil una llamada —entre muchas, demasiadas— de un teléfono que no tengo reconocido en mi agenda. Y encima a la hora de la siesta, un «deporte» que yo no practico, pero no deja de ser un fastidio. No estoy esperando llamada alguna en la que yo esté interesado, lo que motiva que me ponga en guardia al decidir cogerla.

—Dígame (Nunca se responde SÍ, por si las moscas).
—Buenas tardes. ¿Ángel Luis?
—Pudiera ser, ni se lo confirmo ni se lo desmiento.
—Le llamo de «su» banco XXXX.
—No atiendo este tipo de llamadas, buenas tardes. Y cuelgo.

Al ratito veo en el móvil que tengo un mensaje del gestor en la aplicación de mi banco XXXX con una queja, educada y formal, de que le he colgado en una llamada a mi número de teléfono móvil hace unos minutos. Le explico las causas y concierto una cita para la próxima semana para tratar este asunto de la interrupción de la llamada y ver lo que realmente era objeto de su llamada. Antes de seguir, aclaro que, a un amigo, hace unos meses, le «levantaron» siete mil quinientos euros de su cuenta de ese mismo banco XXXX con una llamada aparentemente real.

Desde hace ya tiempo y por otros «sucedidos» que han afectado a mis peculios he decidido no atender directamente ninguna petición en la calle ni ninguna llamada, correo electrónico, SMS, guasap o similares. En caso de que suene interesante, seré yo el que inicie las operaciones para contactar con la empresa o persona que me ofrece cosas.

Hay algunas entradas en este blog tratando temas colaterales al asunto de los engaños, timos, xxxhing y similares. Confieso que he escapado a muchos a lo largo de mi vida, no todos, pero esta semana he vuelto a caer. Han sido poco más de 25 euros pero no es la cantidad, es el hecho. Tengo que reconocer que estaba muy bien preparado y me gustaría saber cuantos más han caído en ello.

¿Cual ha sido el problema? Pues el título de esta entrada: el señuelo. Dice el diccionario en su acepción 4.ª que es «cosa que sirve para atraer, persuadir o inducir, con alguna falacia». Los peces, pobrecitos, no muerden el anzuelo si no se les engaña con un señuelo que atraiga su atención poderosamente. A los humanos nos puede pasar lo mismo.

En este caso ha sido a través de un correo electrónico, correctamente escrito, procedente —teóricamente de una empresa con la que tengo relaciones, dirigiéndose a mí por mi nombre —es verdad que solo figuraba mi nombre y ningún dato sensible más— y más tarde indicaré el mecanismo adicional que me ha hecho picar.

Continuamente estamos siendo advertidos de intrusiones en las empresas por hackers que entran hasta el fondo del almacén y arramblan con todo lo que pueden. En los mundos electrónicos, lo que se roba son datos, datos que son oro para confeccionar bases de datos de personas que se venden en los mundos oscuros a enemigos de los bolsillos ajenos que cada vez diseñan los timos con mayor fineza y puntería. ¿Por qué? Porque tienen los datos. A mí me han llamado de una compañía eléctrica, que no es la mía, diciéndome mis datos de nombre, domicilio y potencia contratada con otra compañía para que me cambie a la suya. ¿Cómo tienen esos datos? En otro caso ocurrió, en teoría, con una llamada de mi operador de telefonía móvil. Sabían cuál era mi número de teléfono, mi compañía y mi nombre… Insisto ¿cómo lo sabían?

Las empresas, por lo general, no reconocen que les han entrado hasta la cocina. Y las pocas que lo reconocen lo hacen parcialmente, me temo que nunca dicen «toda» la verdad porque incluso ni ellas mismas lo saben. La última, Iberia. Una anterior que recuerde, El Corte Inglés. Y algunas que no lo han reconocido, como la DGT, mucho me temo que también.

En todo caso, es muy fácil saber tu nombre y con que banco trabajas. Cualquier comerciante al que abonas con tarjeta lo puede saber. Y averiguar un domicilio, incluso un DNI, es tarea de niños. Con todos estos datos se genera un perfecto señuelo que te puede hacer creer que quién te llama o te escribe es quién dice ser, pues no en vano tienen todos tus datos… jajaja

Hay que tener mucho cuidado y aplicarse la norma a sangre y fuego ya relatada un poco más arriba: no atender directamente ninguna petición en la calle o sitios públicos, ni ninguna llamada, correo electrónico, SMS, guasap o similares. No hacer CLIC en ningún enlace.

¿Se puede denunciar esta estafa que he sufrido de tan poca cantidad? ¿Merece la pena el calvario de poner la denuncia?

Además de los señuelos, hay que indicar la mala pasada que nos pueden jugar los juegos de caracteres informáticos. Veamos el siguiente ejemplo escrito con el juego de caracteres CALIBRÍ: 

angel.luis@gmail.com
angel.Iuis@gmail.com

¿Son iguales? ¿O solo lo parecen? Vamos a escribirlo de nuevo con el mismo juego de caracteres, pero en mayúsculas

ANGEL.LUIS@GMAIL.COM
ANGEI.IUIS@GMAII.COM

La diferencia, sibilina, que se aprecia en el caso de las mayúsculas pasa completamente inadvertida en el caso de las minúsculas con la letra «ele». Si aplicamos esto a multitud de casos, podemos creer que estamos recibiendo un correo o un mensaje de guasap de un sitio que en realidad está camuflado. 

Antes de concluir esta entrada, por que creo que no es lo suficientemente conocido y al menos en el caso del mundialmente utilizado correo de Google, dan igual las mayúsculas que las minúsculas, e incluso que haya separaciones por puntos o no las haya. Todo funciona. Las siguientes direcciones de correo electrónico son idénticas a efectos prácticos

Pedro.Perez.Barragan@gmail.com
PEDRO.PEREZ.BARRAGAN@gmail.com
PeDrO.pErEz.BaRrAgAn@gmail.com
PE.DRO…pe.REz…BA.rra.GA.n@gmail.com

Nuestros datos circulan, masivamente me atrevo a apostillar, por los mundos informáticos. La gran mayoría de las veces los hemos facilitado nosotros mismos porque no en vano son el precio que tenemos que pagar para usar esos servicios en la red que nos creemos que son gratuitos. Pero es que, además, las empresas con las que nos relacionamos tienen bastante poco cuidado, al menos no todo el necesario, para que nuestros datos no sean cazados por los amigos de lo ajeno y utilizados para crear esos señuelos perfectos que nos harán caer en la trampa con facilidad. Eso cuando no son datos ultrasensibles que permiten acciones directas como por ejemplo el caso de las tarjetas de crédito bancarias. Retomo el caso: ¡IBERIA! ¿Estás ahí? ¿De verdad que los datos que te han pillado son solo los que nos has comunicado?

Los bancos utilizan cada vez más y mejores mecanismos para evitar fraudes. Biometrías, mensajes al móvil de autorización, segundos factores de autentificación… Pero con un buen señuelo, seremos nosotros mismos los que facilitemos el acceso a los malos. Y yo conozco algunos ejemplos de primera mano.



domingo, 7 de diciembre de 2025

ATC


 

«Seguros tengas… y (preferiblemente) no los utilices».

Hace una decena de años empleaba para una entrada en este blog una imagen similar a la que encabeza esta, pero con una pequeña diferencia. En lugar de los signos de interrogación estaban dos palomitas (en cursiva porque no figura en el diccionario) o, lo que es lo mismo, dos signos de validación o verificación ——. 

Somos muy dados a elevar con inusitada energía nuestras protestas cuando las cosas no funcionan y bastante poco dados a hacer lo propio cuando todo va como miel sobre hojuelas. En mi defensa, diré que este no es el caso pues a lo largo de este blog, en varias entradas, he mostrado mi satisfacción con esta empresa, Mutua Madrileña Automovilista, de la que soy mutualista —¿es algo más que ser cliente?— desde hace más de cincuenta años.

Hoy en día, uno de los Talones de Aquiles de las empresas reside en gran medida en su servicio de atención al cliente. Ninguna está libre de que ocurran problemas en sus desempeños, pero dicen mucho —a su favor o en su contra— las previsiones de solución, los tiempos y sobre todo la atención y seguimiento de los mismos. Hemos de tener en cuenta que la presencialidad en las interacciones usuario-empresa prácticamente se ha eliminado dando lugar a la utilización de tecnologías como el teléfono, el guasap o el correo electrónico entre otras más sofisticadas, como el uso de aplicaciones en el teléfono móvil verdaderamente ingeniosas que utilizan algunas empresas.

Vamos al caso. Un pequeño golpe de chapa en mi coche, asegurado en la Mutua a todo riesgo con una póliza más antigua que Matusalén (1973). Yo creo que mi fidelidad está demostrada y de paso diré que posiblemente sea uno de los clientes, perdón, mutualistas, que menos partes haya dado. Hoy en día, esto no sirve para nada, si te he visto no me acuerdo. Llevo el coche a un taller concertado con la Mutua, al de toda la vida, donde hogaño me atienden los hijos de los que antaño me atendieron y que ya se han jubilado. De confianza, de mucha confianza, vamos. Lo normal en casos anteriores similares había sido el despedirse del coche durante una semana.

Anticiparé, antes de seguir relatando los hechos, que ya van cuatro y no tengo ninguna información de cuantas (semanas) me quedan. Y esto no es de recibo, no conocer el posible alcance de la finalización para volver a poder disponer de mi coche.

En la primera semana, 10 de noviembre, el perito revisa el golpe y autoriza la reparación. El taller se pone manos a la obra y acaba su trabajo, pero descubre un defecto oculto en uno de los faros, motivado por el golpe. Me indican que sería necesaria una semana más, la segunda, porque el perito tiene que revisar de nuevo y autorizar la sustitución del faro. En el taller, ya digo que son más que amigos, sin ninguna obligación, me facilitan un coche de sustitución, que no es lo mismo pero me hace el apaño.

El perito, 18 de noviembre (esto es importante), revisa de nuevo y autoriza el arreglo del desaguisado, pero de una forma especial: no aprueba la sustitución del faro y opta por la reparación del mismo, reparación a realizar por la propia Mutua en un taller concertado y sin ningun control por parte de mi taller. Se llevan el faro.

Transcurre esa segunda semana y… el faro no aparece. Mi taller no tiene control alguno, solo a través del perito que no da información alguna, salvo que el asunto está «en plazo».

Transcurre una tercera semana —la del 24 de noviembre— y que si quieres arroz Catalina. Nada de nada, el taller no sabe que decirme y no puede hacer nada, tiene el coche terminado a falta de que llegue el faro. ¿Dónde están las llaves, digo el faro, matarile rile rile?

En contacto telefónico con la Mutua, en un par de ocasiones, la única información que me facilitan es que la reparación «está en plazo». Mi insistencia en conocer cuál es ese plazo resulta infructuosa.

Comienza la cuarta semana , ya estamos a 1 de diciembre. Seguimos igual. El día 3, miércoles de la cuarta semana, opto por desplazarme (60 Kms) a la Sede Central de la Mutua para recabar una atención directa. Lo que allí ocurrió fue sorprendente y lo refiero a continuación lo más fielmente posible.

Me siento en una mesa atendida por una persona que sin preguntarme el motivo de mi visita me pide mi DNI. Se lo facilito, teclea en el ordenador y… sin que yo diga nada, me inquiere: ¿viene por lo del faro, no? Cuando menos para mosquearse. Afirmo que sí y me dice otra vez lo mismo, que la reparación está en plazo. Insisto en conocer ese plazo y no me lo facilita, aunque me dice que el parte ha sido cerrado por el perito el día 25, martes de la tercera semana, cuando eso me resulta inexacto, por no decir mentira directamente. Ante mi indicación de que eso no era cierto, me contestó que …«Los talleres mienten mucho». El perito cerró sus contactos con el taller el día 18, una semana antes y se llevaron el faro. Ese cierre el día 25 no es correcto, supone una semana de delación con la realidad, porque confío en lo que me dice el taller.

Manteniendo en todo momento la educación —la persona que me está atendiendo no tiene culpa de nada— solicito hablar con un supervisor a lo que me responde que no es posible. ¿Qué hacer? ¿Perder la educación y montar un  numerito? No soy de esos. La persona que me atiende se muestra compungida y me dice que espere un momento, levántandose de su mesa y dirigiéndose a una persona «con mesa de palisandro al fondo de la sala» que bien pudiera ser el director o persona responsable del departamento.

El «momento» de espera fueron diez minutos ¡diez minutos! ¿Estarían resolviendo algo? Cuando volvió, la respuesta fue… nada, más de lo mismo, la reparación está en plazo…

Cada cuál que saque sus conclusiones. Yo me fío del taller a pies juntillas y la cosa pinta como que ese perito —luego me enteré que se trata de una perita— tiene sus «aqueles»  y debe estar generando a la Mutua más de un contratiempo. Es una suposición, que lamentablemente no podré confirmar. Antes tenía un amigo muy amigo, alto directivo de la Mutua, pero se jubiló hace años y no es cuestión de molestarle, aunque me gustaría saber todo lo que hay por dentro. Porque la cosa me huele mal, algo hay.

Mientras tanto, ajo, agua y resina. Entramos en la quinta semana sin el coche y sin esperanza alguna ya. ¿Lo tendré para el año que viene?



domingo, 30 de noviembre de 2025

PÍCARAS

Hace ya muchos años, en mis tiempos de bachillerato, uno de los libros de lectura impuesto por el profesor de lengua y literatura fue «El lazarillo de Tormes». Recuerdo haber pasado por esta obligación lectora sin pena ni gloria. Muchos años después, en mis cursos de mayores de la Universidad Carlos III de Madrid, el magnífico profesor Ángel Llamas Gascón dedicó una clase entera a desmenuzarnos «El Lazarillo». Otro mundo se abrió ante mis ojos y una nueva lectura resultó de lo más provechosa.

El gran Isaac Asimov, poco conocido en muchas facetas relevantes fuera de la ciencia ficción, escribía en 1973 en un ensayo titulado «Lo antiguo y lo definitivo»: «Además, si diez mil personas leen el mismo libro al mismo tiempo, no obstante, cada una de ellas crea sus propias imágenes, sus propias voces, sus propios gestos, expresiones y emociones. No será un solo libro, sino diez mil libros». Lo que también es aplicable si es la misma persona la que lo lee en momentos diferentes de su vida.

Desde el siglo XVI en que fueron escritas las andanzas de este simpático personaje, han pasado unos cuantos años, pero tiene toda la pinta de que no hemos evolucionado mucho en cuanto a la picaresca se refiere. El diccionario presenta varias acepciones para este vocablo, pícaro, pícara en femenino, pero para el tema que nos ocupa me quedaría con la definición de tramposo y desvergonzado aplicado a las personas. ¿Pueden las empresas ser tramposas y desvergonzadas? Por extensión sí, claro, aunque otra acepción podría acercarse más: Dañosas y maliciosas en su línea.

Con todos los respetos para estos simpáticos animalitos, somos como borregos: «compramos» todo lo que nos «venden». Llevan varios años con la matraca y cada año que pasa… peor. El viernes pasado, último viernes del mes de noviembre, ha sido el denominado «Black Friday». Y si solo fuera ese día... Llevamos un mes con el dichoso viernes negro y lo que nos queda. Hasta en la carnicería de la esquina, el tendero tiene carteles ofreciendo precios especiales para longanizas y chistorras entre otras muchas viandas con motivo de este evento.

Yo no soy muy de entrar en estos asuntos, porque me fastidia, y me rebelo, tener que hacer cosas por imposición, especialmente comercial. Día de San Valentín son para mí los 365 días del año porque cualquier día es bueno para tener un recuerdo o hacer un regalo y no tener que esperar al 14 de febrero. Es solo un ejemplo. Incluso en cuestiones personales, tipo cumpleaños o eventos familiares, me resisto a tener que hacer las cosas por obligación, aunque sea incluso autoimpuesta.

En todo caso, en septiembre me pongo un deber de cara a este «viernes». Selecciono tres objetos, generalmente tecnológicos, en tres rangos de precios: hasta 100 euros, de 100 a 300 euros y de 300 a 500 euros. Y los voy haciendo un seguimiento durante este tiempo de septiembre a noviembre para ver la evolución de los precios. Por supuesto que no los necesito ni los voy a comprar, porque me niego a pasar por el aro en este tipo de eventos forzosos.

De mis pesquisas en estos tres archiperres seleccionados, diré que han tenido pequeñas fluctuaciones de precios en estos dos meses y pico, pero tan solo uno de los tres ha bajado de precio con relación a septiembre en esta semana: se trata de un pendrive USB de 512 Gb que en septiembre costaba 40,90 euros y ahora lo ofrecen por 37 y pico. No puedo mirar el pico porque la página web de ese comercio que todos sabemos está petada cuando escribo estas líneas mostrando una página en negro cuando buscas cualquier cosa. Lo curioso es que ese mismo USB aparece en otra página, una de las multadas, con un coste de 45,90, cinco euros más que en septiembre.

Parece que esto mismo que he hecho yo de forma somera para reírme un rato lo han hecho inspectores del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030. Han detectado tejemanejes en SIETE empresas a las que han impuesto multas por valor de unos cuantos miles de euros por prácticas engañosas que reducen la transparencia y buscan inducir a error a la persona consumidora y que tome decisiones de compra precipitadas. Pero, me fijo bien, el pantallazo que figura en la imagen que encabeza esta entrada, que está recogido cuando escribo estas líneas y por lo tanto actualizado, figura el año 2023. Aunque fui suscriptor de eldiario.es, ahora no lo soy por lo que no puedo verificar si el artículo es actual o pasado. Recurro a mi buen amigo Manolo que me aclara que la noticia es actual pero la multa corresponde a publicidad engañosa de la campaña de 2023. ¡Hace dos años! ¿Qué pasó el año pasado y está pasando este? La justicia no es justa si tiene retrasos.

Otro buen amigo Manolo, otro Manolo diferente del anterior, me informa de que hay una página web que nos permite hacer un seguimiento automatizado de los precios de artículos en páginas web de venta electrónica. Nos registramos con nuestro correo electrónico y seleccionamos uno o más productos en los que estemos interesados y podemos ver su evolución de precios en el último año, incluso poner un precio estimado para que seamos avisados en caso de que dicho precio tenga lugar. Una maravilla para defendernos de esas prácticas engañosas y abusivas de algunos comercios. La página en cuestión, que yo no conocía es https://www.idealo.es/, que además parece válida por su encabezado no solo para compras sino también para vuelos. Ya tengo tarea para asomarme a ella y explotar sus a buen seguro posibilidades, especialmente para esas compras que no requieran inmediatez.

En fin, yo estoy tranquilo porque a mí, aunque lo intenten, no me van a engañar. No entro a su juego, pero es asombrosa la cantidad de gente que pierde la cabeza y se lía a comprar de forma compulsiva, especialmente a través de internet. ¿Nos engañan? ¿Nos dejamos engañar?


 


domingo, 23 de noviembre de 2025

INSOMNIO

A poco que revisemos la historia conocida de la especie homo en los últimos doce mil años, nos daremos cuenta de que el progreso diferenciador con otras especies ha estado basado en la cooperación de unos con otros. Cuando de cazadores-recolectores subsistiendo en grupos reducidos pasamos a agricultores-ganaderos en grupos progresivamente más grandes, la subsistencia ya no era el primer asunto de que ocuparse, dando paso a mejoras significativas en la vida.

Pero no siempre esa colaboración y ese progreso se han enfocado en mejoras para la colectividad. No hay nada más que pensar en estos años en los dispendios empleados en tecnología de armamentos que no sirven para mejorar la vida de las personas sino para destruirla.

A lo largo de los últimos años, la tecnología —industrial y comercialmente— ha enfatizado en hacer cada vez más accesible a la individualidad posibilidades antes reservadas a grandes empresas o gobiernos. Por citar algún ejemplo, en los años 70 del siglo pasado, los ordenadores estaban reservados a grandes empresas mientras que ahora tenemos varios en casa —uno por individuo en muchas ocasiones— e incluso lo llevamos en nuestro bolsillo en forma de teléfono inteligente. O cuando la toma, transmisión y almacenamiento de imágenes estaba reservada a grandes corporaciones tipo Radio Televisión Española y ahora cualquier persona puede grabar, manipular y transmitirlas. Hay muchos ejemplos más en este sentido, no se trata de ser exhaustivo.

Durante (casi) toda mi vida he dormido bien, las horas convenientes con sueño profundo y reparador. Pero hace algunos años me pilló (vocablo irreverente) mi médico de cabecera y me metió en ese asunto tan controvertido del colesterol. Los seguidores de este blog conocerán mis planteamientos sobre el colesterol, que ya resumí en una charla titulada «El colesterol visto por un profano» que está disponible en Youtube en este enlace.

Volviendo al apartado del insomnio, empecé a tomar estatinas para tratar el colesterol y mi sueño cambió… para mal. Hace años que no duermo bien. Según el prospecto de las estatinas, una de cada cinco personas —una de cada cinco— tendrán problemas de sueño como efecto secundario. Las estatinas han supuesto un gran avance para la humanidad, especialmente para las cuentas de resultados de las compañías farmacéuticas. Observo todo lo que se ha llamado higiene del sueño y nada, no hay manera de dormir bien y de forma regular. La opción de las pastillas para dormir que me ofrece mi médico no es una opción que quiera atender al menos por el momento.

Paseando esta semana, me encontré con un trailer enorme de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica —SEPAR— en su proyecto «Sleep on the road» para acercar a la población a la importancia de un sueño saludable. Animado por la curiosidad y por mis idas y venidas con el asunto del insomnio, me interesé. Un folleto con consejos para dormir bien y una invitación a pasar a un interior muy agradable, muy bien montado, con teconología a raudales y un equipo de médicos y profesionales con un trato exquisito. Me sometí a las pruebas que ofertaban. Primero de todo, te tendían durante tres minutos en un colchón plagado de sensores que, combinados con los datos de peso, altura, presión arterial y medidas de la cintura y del cuello, obtenían un cribado sobre el riesgo de tener problemas de sueño. El resultado de esta primera prueba fue, en mi caso, moderado, es decir, que conviene interesarse con un neumólogo sobre posibles apneas o problemas de sueño.

Pero… ahí no quedó la cosa. De forma gratuita me proporcionaron el equipo WatchPathONE que se ve en la imagen que encabeza esta entrada.

WatchPAT® utiliza una señal única llamada PAT® (Tono arterial periférico) para medir los eventos de apnea del sueño. El dispositivo detecta eventos respiratorios basados en el análisis de la activación simpática, que se refleja en el señal PAT® y frecuencia cardíaca, y la medición de SpO2..PAT® es una tecnología única para realizar mediciones sensibles y precisas de la señal del Tono Arterial Pulsátil (medición de cambios en el volumen arterial pulsátil en el dedo).Los despertares a causa de eventos respiratorios están mediados por el SNA [sistema nervioso autónomo] y se reflejan en la señal PAT®.La activación simpática causa cambios fisiológicos concurrentes que se reflejan en el PAT®: vasoconstricción y aumento de la frecuencia cardíaca (patrón recíproco).
Combinado con el teléfono móvil, este aparato es capaz de obtener un análisis mucho más profundo del sueño a lo largo de toda la noche. Los datos obtenidos por este aparatito se transmiten a la Sociedad que te contestará en unos días a tu correo electrónico con un estudio detallado con recomendaciones e incluso valores para mostrar a tu neumólogo para que este no parta de cero en un posible estudio más profundo.

Volviendo a la idea anterior, la industria ha logrado un aparato que nos permite medir valores de sueño de forma individual en nuestra propia casa. Un logro importante para la salud. Lo más curioso del caso es que este aparato, WatchPathONE, que destila calidad por todos sus poros hasta en su envoltorio, es desechable. ¡Desechable! Mirando precios en comercios aparecen precios de 169 euros que, claro, no debe ser el precio del aparato en sí, que es desechable, sino del estudio interpretativo de los datos obtenidos.

Somos capaces de fabricar estos aparatos para mejorar nuestra vida y también bombas para destruirla. No tenemos arreglo los homo sapiens. ¿Tenemos algo de sapiens?



 

domingo, 16 de noviembre de 2025

EFEMÉRIDES

Atención, pregunta: ¿A qué año corresponde el calendario de la imagen?

Querido lector: no pierda el tiempo tratando de responder a la pregunta que por otro lado podría no ser única y existir más de un año con ese calendario. Uno de un año, al menos, existe y yo sé una respuesta válida (que revelaré más adelante).

Yo no soy muy de celebrar efemérides. De hecho si me fuera posible pasaría por encima de ellas de forma superficial, pero no siempre es posible por consideraciones familiares y de amistades: no se puede faltar a la cena familiar de Nochebuena, por poner un ejemplo —aunque haya cuñados—. El vocablo efemérides queda fijado en el diccionario como «un acontecimiento notable que se recuerda en cualquier aniversario de él». El grado de notabilidad puede ser muy variado dependiendo de la persona y el contexto.

Para los que llevamos unos añitos rodando con el Mundo, algunos de los hechos que se conememoran tuvieron lugar en fechas en las que estábamos aquí. Con ello, siempre podemos añadir, rebuscando en nuestros recuerdos, qué estábamos haciendo en esas determinadas fechas. En algunas entradas de este blog he comentado qué estaba haciendo yo el día del 23-F, cuando el hombre pisó la Luna o en el 11-S cuando tuvo lugar el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York. ¿Qué estaba haciendo Vd.? ¿Lo recuerda?

En esta semana de noviembre de 2025, el jueves día 20, se cumplirán cincuenta años del fallecimiento de Francisco Franco Bahamonde, persona que rigió los destinos de España durante cuarenta años tras una desgraciada Guerra Civil que tuvo lugar desde 1936 a 1939. Hay enormes controversias con algunos actos conmemorativos del suceso que llegan en una España encontrada —enfrentada para ser más exactos— con una población dividida que, en general y a riesgo de equivocarme, no tiene ni idea ni interés alguno en conocer de primera mano —historiadores reputados— los hechos de aquellos años.

Pero la idea de esta entrada es plasmar mis recuerdos de ese día concreto. Yo laboraba en la extinta Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, en el departamento de informática de sus oficinas centrales de Madrid sitas en la Plaza del Celenque. Como todos los días laborables por aquellas fechas, madrugaba para tras un paseo hasta la estación tomar el tren de cercanías de las 06:28 hasta la estación de Recoletos, desde donde iniciaba otra caminata hasta la oficina por la Castellana, Gran Vía y la calle de Arenal hasta mi mesa de trabajo. Ni idea de que poco antes de las 06:00 de la mañana se había muerto Franco.

Algunos compañeros tenían plaza de aparcamiento en el edificio y accedían en coche particular al trabajo. Cuando entraron en la sala Fernando M.S. y Juan S.C. iban hablando de que había muerto Franco, pues lo habían escuchado en las noticias radiofónicas de la mañana en sus coches. Aparte de la pequeña conmoción inicial, recuerdo como un día de trabajo normal y regreso a casa donde ya pude estar algo más atento a las noticias en la radio y los telediarios que se ocuparon exhaustivamente del acontecimiento, a todas luces muy importante por el nuevo período que se abría a la ciudadanía tras casi cuarenta años de dictadura.

Volviendo a la pregunta inicial, el calendario de la imagen de esta entrada es, precisamente de 1975, en el que se puede ver que, al igual que este año de 2025, el día 20 de noviembre cae en jueves. Fijándonos con un poco más de detenimiento, el calendario de 1975 coincide con el de 2025. Día a día, semana a semana y mes a mes. ¿Idéntico? Bueno, no exactamente.

Para aquellos curiosos hay una página web, https://whencanireusethiscalendar.com/  que nos habla del concepto de reutilización de los calendarios. Concretamente, si guardamos en un cajón nuestro calendario actual de 2025 lo podremos utilizar de nuevo varias veces a lo largo de este siglo XXI: concretamente los años 2031, 2042, 2053, 2059, 2070, 2081, 2087, y 2098. Pero de poco sirve guardar los calendarios, pues, aunque coincida la estructura física de meses, semanas y días, los días festivos no coincidirán en su totalidad.

Cada año, por ahora y no parece que nadie vaya a poner el cascabel al gato, hay que calcular las festividades móviles de la Semana Santa Católica, que condicionan otras. Además, ya en España, las Autonosuyas esas tienen otorgada por ley la capacidad de establecer cuatro días festivos en la Comunidad, que pueden ir cambiando cada año, por ejemplo, porque una determinada festividad comunitaria caiga en domingo, como ha ocurrido este año con la festividad madrileña de la Almudena que ha sido trasladada al lunes siguiente. Esto mismo puede ocurrir con alguna festividad nacional. Hay que decir que el número de festivos para una determinada localidad, ciudad o pueblo, serán catorce: ocho nacionales, cuatro autonómicos y dos locales. Pero ojo, y esto fastidia mucho, el sábado (en España) es un día laborable a todos los efectos de calendarios, aunque no lo sea para muchos trabajadores, así que, si una fiesta cae en ese día de la semana… ajo, agua y resignación. Y lo digo porque tenemos a la vuelta el 6 de diciembre que este año cae en sábado.

A raíz de este asunto de los calendarios, me ha venido a la memoria una charla que dí hace años —2021, plena pandemia de COVID— sobre el mundo de los calendarios y sus curiosidades y que he vuelto a escuchar con un cierto placer. Vd. también puede acceder a ella, pues está alojada en la plataforma Youtube en el siguiente enlace. Pidiendo disculpas por la inmodestia, recomiendo muy mucho saltar con un golpe de ratón los primeros cuatro minutos por una introducción que no tiene nada que ver con la charla y en los que se emplean comentarios muy cariñosos pero a todas luces exagerados sobre mi persona.

 

domingo, 9 de noviembre de 2025

PES

Conversando días atrás con mi buen amigo Manolo —tengo varios Manolos en mi vida… jajaja— salió este tema de la regla por él llamada de las tres pes. Un familiar suyo muy metido en el mundillo de las redes sociales, escritor, youtuber, influencer, guionista de cine y series, diseñador y algunas cosas más está cada vez más asediado por el mundo en plantearle colaboraciones y actos. Llega un momento en que uno se puede ver desbordado y ahí es donde viene muy bien esta regla.

Recuerdo una época de mi vida en la que yo, muy aficionado a la fotografía, disponía de un buen equipo fotográfico y hacía a veces colaboraciones para periódicos, empresas, eventos sociales y otros. Por lo general, la parte de mi trabajo era desinterasada en aspectos crematísticos y lo más que recibía eran los gastos si los hubiere. Llegó un momento en que el agobio y la presión eran enormes y tuve que, como yo digo, meterme las manos en los bolsillos y excusar mi participación en tales actividades.

En la actualidad tengo otro amigo, Eduardo, que está pasando por lo mismo. Le requieren para conferencias, colaboraciones en los medios, artículos y entrevistas en diarios y revistas, programas de TV. o radio, presentaciones de libros… Por lo que hablamos o yo puedo deducir —por supuesto con riesgo a equivocarme, está a punto de explotar: no dá más de sí, y eso que es un todo terreno que se hace con todo.

Brujuleando por la red, hay multitud de referencias a variopintas reglas de las tres pes, así como otras con cuatro pes e incluso con otras letras. Comento aquí la que me brindó mi buen amigo Manolo mencionado al principio como una cuestión a seguir para tomar decisiones de colaboración. Las tres pes aludidas serían:

PLACER Evaluar la predisposición a disfrutar con la actividad, tanto en el terreno personal como por el lugar, el tema, el alcance para la sociedad y cuestiones varias de índole personal y social.

PRESTIGIO Todos en el fondo tenemos nuestro corazoncito y nos podemos pelear muchas veces con el peligro de caer bien en la inmodestia bien en la arrogancia. Pero, que leñe, si nos hemos trabajado un asunto por lo menos que se nos reconozca y nos sirva para hacer curriculum.

PRECIO !He aquí el quid de la cuestión¡ ¿Hacerlo gratis y desinteresadamente? ¿Cobrar? ¿Gastos de desplazamiento, hotel y refrigerios? Un asunto delicado y fuente de muchas discursiones porque no siempre se entiende en la forma correcta. Todos queremos que se nos atienda gratis y somos reticentes a pagar.

En un magnífico curso de Supervivencia realizado telemáticamente en el Centro Asociado de la UNED de Segovia, el instructor Paco Monedero nos hablo de «otra» regla que bien vale para aplicarse en muchas cuestiones de la vida, no solo en caso de supervivencia. Se trata de la regla por él denominada A.V.A., esto es Analizar, Valorar y Actuar.Nihil novum sub sole —(no hay) nada nuevo bajo el sol—, que diría el sabio pero que muchas veces olvidamos y nos dejamos llevar por los instintos y la inmediatez. Analizar la cuestión con calma y sosiego, valorar la conveniencia para nuestros intereses y tras esto, nunca antes, actuar, pasar a la acción.

Si nos aplicamos estas dos reglas combinadas nos irá mucho mejor en la vida. Volviendo a las pes, el problema está en decidir, ante un hecho planteado, cuantas de las tres pes queremos cubrir, en qué orden y con que ponderación. Por ejemplo, si una actividad propuesta conlleva mucho prestigio… ¿podemos renunciar al precio y asumir el trabajo aunque no sea placentero?

El familiar de mi amigo Manolo mantiene que se tienen que dar, al menos, dos de las tres pes para considerar el asunto. Es entrar en un mundo de compensaciones entre ellas. Vamos, que si no cumple ninguna de ellas… En todo caso, cada uno, como hemos comentado, tendrá que aplicar la anteriormente mencionada regla A.V.A. antes de tomar una decisión para acometer el asunto o rechazarlo.

Algunas veces, una sola P tiene la fuerza suficiente para compensar a las otras dos faltantes: ¡generalmente es la plata, perdón, el precio! Si tengo un asunto que no me gusta y no me da prestigio (pero tampoco me lo quita)... pero es (muy) rentable, adelante con los faroles.

En un vídeo corto sobre el tema, accesible en este enlace a la plataforma Youtube podemos escuchar una comunicación del escritor Estanislao Bachrach con comentarios acerca de cómo maneja él su casuística personal que bien nos puede servir como referencia. 

Hay más, muchas más, reglas con tres pes: Pasión, Perseverancia y Paciencia (grandes obras), Predicción, Previsión y Prevención (desastres), Poliuria, Polidipsia y Polifagia (detección de la diabetes), Parientes, Putas y Pobres (abogacía). Si en lugar de con pes las queremos con erres, pues, por ejemplo, Reducir, Reutilizar y Reciclar (ecología y medio ambiente).

¡Qué no falten las reglas!

Como tambien, si nos acordaremos de nuestros primeros pasos en las matemáticas, hay una regla de tres (sin más), valiosísima y eficaz, que yo sigo utlizando con mucha frecuencia.


 


domingo, 2 de noviembre de 2025

DENIGRADAS


Muchos, casi todos, hablan o hablamos mal, con preocupación o desprecio, de las llamadas redes sociales. Según el prisma con el dirijamos la mirada, son una fuente de —ahora está de moda— fango, desinformacioón, maledicencia… 

Tengo algunos amigos que literalmente huyen de los teléfonos móviles. Otros, aunque tienen, no quieren ni oír hablar de las redes sociales, aunque tendríamos que definir bien el concepto. Por ejemplo, WhatsApp… ¿Es una red social? Si lo consideramos así también habría que considerar una red social el uso de los mensajes SMS, por ejemplo. El concepto no está muy claro, pero sí que tendremos claro que «X» —antiguo Twitter—, «Facebook», «Instagram» y algunas otras son en realidad redes sociales.

Aunque todos lo sabemos, desconocemos las posibilidades de nuestros teléfonos móviles. Es verdad que las redes se pueden seguir desde tabletas u ordenadores, en general desde cualquier dispositivo, pero el uso más normalizado es el acceso desde el teléfono inteligente. Y los teléfonos son potentísimos ordenadores que permiten hacer prácticamente de todo. Y una de las cosas que pueden hacer, precisamente, es «controlar» mediante parámetros personalizados el grado de intromisión de las redes sociales en nuestro espacio vital. Luego ahondaré en esto.

La imagen del trino que encabeza esta entrada pertenece a «Patrimonio Nacional», una llamémosla Entidad conocida por todos. Salvo suplantaciones, podemos establecer que las comunicaciones que nos lleguen de ella son anuncios y comunicaciones verdaderas sobre diferentes aspectos de sus gestión y su devenir.

La semana pasada, y más concretamente el 24 de octubre, se celebraba el «Día de las Bibliotecas», una fecha establecida en conmemoración del incendio que en 1992 destruyó la Biblioteca Nacional y Universitaria de Bosnia y Herzegovina, conocida en los medios como Biblioteca de Sarajevo. 

Para celebrar esta efeméride, Patrimonio Nacional organizó una serie de visitas guiadas para el público en general a la Biblioteca del Palacio Real, una biblioteca vedada a las visitas. Es verdad que, como investigador, se puede acceder a sus magníficos fondos, pero eso se hace en una sala específica y ni siquiera los investigadores tienen acceso a las estancias de la biblioteca, alojadas en el ala noroeste del Palacio Real de Madrid.

Gracias a enterarme por la red social «X», pude formalizar mi inscripción, gratuita, para una formidable visita guiada por las diferentes estancias. Además de la persona que nos acompañó en todo momento con información de la historia y el contenido de la Biblioteca, fuimos atendidos por la propia directora que nos mostró una serie de ejemplares valiosísimos. Todo lo que se diga es poco si te gusta este mundillo: el poder disfrutar de piezas únicas y contemplar estancias maravillosas llenas de libros y de historia.


En la imagen superior podemos ver una de las salas en la que precisamente está ubicado el despacho de la directora de la biblioteca. No imagino el placer que se pude sentir laborando en semejante estancia rodeada de libros y de historia, especialmente si es una profesión que te apasiona.


Una de las riquezas de esta biblioteca es la colección de encuadernaciones. Los reyes gustaban de recibir los volúmenes digamos en bruto, sin cubiertas —que no portadas, hablemos bien— para encargar cubiertas personalizadas con sus nombres y sus escudos a encuadernadores especializados que, se diría ahora, tenían en nómina.

Volviendo al tema de las redes sociales, podemos controlar hasta niveles increíbles la intromisión de las redes sociales en nuestra vida. Yo solo sigo «Twitter» —me resisto a llamarla «X». Lo primero que hay que hacer es seleccionar muy mucho las cuentas que sigues. Una vez tenido extremo cuidado en esto, confeccionar listas restrictivas para según en que casos abrir o no el abanico. Y, además, mucho control sobre las notificaciones directas, que son las más peligrosas por entrometerse en tu vida en cualquier instante. Como digo, todo se puede controlar en nuestro beneficio e interés. 

En este caso, la cuenta de «Patrimonio Nacional» de mi «X» está en una lista muy restringida a la que suelo echar un vistazo rápido por las noches ya que por lo general contiene muy pocos mensajes. Y la mayoría de las veces muy interesantes, como ocurrió con este que hemos traído a colación hoy y que me permitió disfrutar de un entorno único. Sin la «red social» lo más seguro es que ni me hubiera enterado.