domingo, 20 de abril de 2025

COCHES

 
Hace ahora tres meses me cambié de coche. He tenido suerte en esta vida y desde los dieciocho años he podido disponer de vehículo propio, lo que me ha dado muchas alegrías en forma de viajes a mi libre albedrío por infinidad de lugares no solo de España sino de toda Europa. Alguno ha habido por Norteamérica, pero lógicamente en coches alquilados. Me he entretenido en hacer un repaso de los coches que he tenido y este, que lo más probable es que sea el último (por una cuestión que ahora explicaré), es el que hace el número 10: dos Seat 127, un Renault 14, un Seat Ibiza, un Peugeot 309, un Citroën ZX, un Citroën XSARA y tres Citroën C4 contando este último.
 
Decía que muy probablemente sea el último porque según las estadísticas, los ciudadanos españoles dejamos de conducir a la edad, como media, de 75 años y cuatro meses. Las causas básicas son dos: tres cuartas partes por no pasar las revisiones médicas y la otra parte por decisión personal o de los familiares viendo las condiciones físicas en las que se encuentra la persona. Todo esto de los estudios tiene sus múltiples lecturas, pero siempre suponen una referencia.
 
Creía que las renovaciones del permiso de conducir entre los 70 y los 80 años eran cada cinco años y a partir de ahí cada dos años. Esto como norma general, ya que los plazos pueden reducirse a criterio de las revisiones médicas obligatorias en cada renovación. Pero… estaba equivocado. Como puede leerse en el blog de la Mutua Madrileña Automovilista han cambiado las normas y la renovación a partir de los setenta años es cada DOS años. ¡Maremía! Qué suplicio, en fin, todo sea por la seguridad personal y la de los otros usuarios de la carretera. Por lo menos, la DGT de ha vuelto misericordiosa y … «ha confirmado que las personas mayores de 70 años podrán renovar su carnet de conducir de manera gratuita. Esta decisión elimina la tasa de 24,58 euros, facilitando el acceso a la renovación para este grupo de edad».
 
Mi amigo Luis, de 86 años, se lo tiene que renovar cada año, lo que supone un momento de tensión porque el se encuentra físicamente bien y le viene muy bien el poder disponer de su coche para sus compras, sus viajes y sus visitas a la familia. Pero todos los años acude a su renovación con la Espada de Damocles sobre su cabeza temiéndose lo peor. Sin embargo, otro amigo, José Manuel, me dice que lo renovó el año pasado, 2024 y se lo han dado por cinco años. ¿DGT? ¿Estás ahí?
 
En el blog de la Mutua Madrileña Automovilista antes aludido… «En definitiva, si tienes más de 70 años, quieres renovar tu permiso de conducir y no padeces ningún signo o enfermedad de las descritas, tendrás que superar las nuevas pruebas cada dos años: una valoración psicotécnica, una prueba de anticipación de la velocidad y coordinación visomotora, un estudio de audición y una valoración de la capacidad visual y anamnesis. Esta última prueba es una exploración clínica que se ejecuta mediante el interrogatorio para identificar personalmente al individuo, conocer sus dolencias actuales, obtener una retrospectiva de él y determinar los elementos familiares, ambientales y personales relevantes». Casi nada, un interrogatorio, dicen.
 
Bueno, que me desvío de mi intención original. En las ocasiones anteriores en que he cambiado de coche, todo ha sido un disfrute. Desde aquel vehículo inicial, un espartano Seat 127 de 1973, los vehículos han evolucionado sobremanera hasta la situación actual. Pero ahora… ¿evolucionan o involucionan? Me explico.
 
Empezaré por la parte estética que para gustos hay colores. En la imagen que encabeza esta entrada están los frontales del C4 de 2024 y del C4 de 2025. Cuando fui a comprarlo, en diciembre, me llevé varias sorpresas, entre ellas la de este nuevo frontal que, para mi gusto, es mucho más feo y con menos presencia que el anterior. Como digo, para gustos…
 
Pero lo peor fue el asunto del motor. Y para esto haré un poco de historia. El primer C4 que tuve, comprado en 2005, utilizaba un motor diésel HDI de 110 caballos que era una maravilla. Yo le hice 250.000 kms. y a los diez años se lo pasé a mi hijo que lo tuvo varios años más llegando cerca de los 500.000 kms. Un gasto medido y contenido de 5,3 litros de gasoil a los 100 kilómetros. El segundo C4, una remodelación y actualización del primero, mantenía sus características esenciales con algunas mejoras en el cuadro, pero sobre todo y lo más importante, con el mismo motor. En los diez años que ha estado conmigo me ha brindado 140.000 kms. con la misma fiabilidad, sin ninguna avería y el mismo consumo de 5,3 lts. Cada 100 kms.
 
Cuando en el momento de la compra de este mi tercer C4 pregunto por ese motor diésel de mis querencias, la respuesta es nones. Solo dos versiones: o puro eléctrico o híbrido de gasolina. Yo, que me había prometido no volver a la gasolina nunca más desde aquel 1988 en que pasé al diésel, tuve que dar mi brazo a torcer: había prometido pasar mi segundo C4 a mi hija. Se imponía tomar la decisión de abortar la compra y buscar alguna otra marca por ahí que mantuviera los motores diésel en sus estanterías. Al final claudiqué y me decidí por mi tercer C4 que estoy «disfrutando» en estos tres meses de uso y cerca de cuatro mil kilómetros recorridos.
 
Se preguntará porqué pongo lo de «disfrutando» entre comillas. Va con retintín. No sé si cambiaré de opinión, pero estos tres meses me han servido para darme cuenta de que mi anterior C4, el segundo y con el que ahora mi hija está contentísima, era mucho mejor que este. La primera vez en mi vida que el cambio de coche no supone una satisfacción profunda. Serán cosas mías, pero…
 
Los asientos son mucho más incómodos, flojos, blandos, parecen sofás de casa, no sujetan nada. Las dos pantallas enormes de control de instrumentos y navegación funcionan a su bola: llevo tres meses intentando controlarlas y debe ser que soy muy inepto o no hay manera. Las he dejado por imposibles. Me dijo el vendedor que todo era muy intuitivo, pero debe ser para el descerebrado que lo ha diseñado porque no veo la manera de manejarme con ellas. Mencionaré dos cosas básicas que me gustaría encontrar: la forma de apagar las pantallas completamente por la noche como tenía mi anterior C4 y encontrar la forma de que al iniciar un viaje o cuando pongo gasolina pudiera poner un cuentakilómetros parcial a cero para saber los kilómetros recorridos. Supongo que debe estar por algún sitio, en los mandos o en mi teléfono, pero ya he desistido: apunto en un papel el cuentakilómetros global y voy restando… ¡Viva la tecnología! Bueno, así de paso ejercito mentalmente mi cerebro.
 
Hay unas cuantas cosas más que me rechinan de este nuevo modelo, pero no quiero ser exhaustivo. Sufrámosle con paciencia tratando de encontrarle sus resplandores, aunque cada día que pasa dudo que los tenga.
 



 

domingo, 13 de abril de 2025

CABLES

 
Supongo que el refrán ese tan conocido de «mal de muchos, consuelo de tontos» es de aplicación generalizada hoy en día al asunto de los cables, cargadores y transformadores asociados a los cachivaches electrónicos que abundan cada vez más en nuestros hogares u oficinas. Ya hace años que las autoridades europeas legislaron algo acerca de los cargadores telefónicos y de ordenadores para evitar la proliferación, pero por el momento parece que no se hace efectivo.
 
De forma cíclica hago una revisión de varios cajones llenos de cables para llevar al punto limpio una montonera de ellos que ya se han quedado anticuados. Al mismo tiempo, cada vez que llega un aparato nuevo al domicilio hay que hacer revisión y por lo general no hay cable disponible y hay que comprar alguno nuevo. Esta semana mi hija ha comprado un ordenador nuevo para reemplazar el suyo antiguo que data de 2013 —bastante ha aguantado— y la primera en la frente: el cable que utilizaba para conectar su disco duro de copias de seguridad no lo puede utilizar. El formato ha cambiado y el nuevo ordenador necesita un USB-C en lugar del USB-A que tenía anteriormente. No puede restaurar sus ficheros al ordenador nuevo hasta no comprar un cable nuevo que, sí, solo cuesta unos siete euros, pero que engrosa el cajón de los cables. Antes era un USB Micro B a USB tipo A y ahora necesita un USB Micro B a USB tipo C. Además, el ordenador nuevo solamente dispone de dos entradas USB tipo-C con lo que es necesario sí o sí hacerse con un HUB o un DOCK que facilite la conexión de antiguos dispositivos. 
 
Es todo un mundo. Cualquiera que se asome a un comercio de venta de cables puede apreciar una locura de ellos: alargadores, extensores, convertidores, cargadores, HUB's DOCK's. HDMI's, lectores de tarjetas, switches… Pero es que puede haberlos de varias generaciones o niveles, por ejemplo, al comprar un USB deberemos fijarnos que la pestaña interior sea AZUL para asegurarnos que estamos comprando uno de la generación 3.x y por tanto con mayor velocidad de transmisión. No tiene sentido hoy en día comprar los antiguos, negros o blancos, con generación 2.x o inferior salvo que queramos eternizarnos cada vez que copiamos algún dato voluminoso.
 
¿Quién se acuerda de los euroconectores? Todavía me queda alguno por ahí funcionando para asuntos de sonido, pero seguro que los vertederos están llenos hasta arriba de ellos debido a la evolución de la tecnología que va arrinconando estos conectores y cables.
 
Si ponemos «Cable USB» en ese conocido almacén de venta por internet recibiremos más de 60.000 resultados en estos días. Será necesaria una búsqueda más concienzuda y sistemática para encontrar lo que buscamos, teniendo en cuenta que muchos de ellos son de diferentes empresas y con diferentes calidades. Poco a poco y con el paso del tiempo iremos tomando nota de nuestras compras anteriores y de las opiniones de los usuarios para decidirnos por apostar a lo seguro a pesar de algunos euros más de carestía. La siguiente fotografía corresponde a mi «botiquín informático» que procuro tener siempre a mano por si las moscas…
Y hablando de cables, a la cama no te irás sin saber una cosa más. Ese almacén al que antes he aludido está lleno de cables compatibles de las más variopintas marcas. Por precaución, es conveniente tener más de un cable de un tipo determinado por aquello de los viajes y las pérdidas. Uno muy específico es el cable cargador que puede verse en la imagen que encabeza esta entrada. El aparato es un reloj GARMIN Venu 2 que ya cuenta con unos añitos. El cable para cargar la batería del reloj es muy específico de esa marca y reloj. Como puede apreciarse en la fotografía, consta de 4 pinchos retráctiles que encajan en el reloj cediendo a la presión para hacer el contacto. Ni que decir tiene que cuando compramos el reloj o el aparato que sea no nos fijamos en estos accesorios, que descubrimos al llegar a casa y ponerlos en marcha.
 
Pues bien, uno de los pinchitos del cable se ha quedado encajado y por ello no hace contacto, con lo cual no se puede cargar el reloj. He tratado de extraerlo con unas pinzas para ver si volvía a la vida, pero no ha habido manera. Se imponía comprar uno nuevo. Pedido uno en ese gran comercio por internet, he tenido que devolverlo porque no cargaba el reloj, cosa verdaderamente extraña. Mirando por internet, he podido leer avisos a navegantes con varios comentarios indicando que hay que extremar el cuidado con este cable y comprar el original, porque se han dado casos de relojes dañados, sobrecalentados y que han quedado inservibles por mor de utilizar cables no adecuados. ¿Metiendo miedo al consumidor?
 
El caso es que he tomado la decisión de comprar uno original. ¡Maremía! ¡Caramba con el cablecito! Ni que tuviera música. Al no encontrarlo en ninguna tienda física no me quedó otro remedio que comprarlo en la tienda virtual de la propia casa, lo que implica unos costes de envío. Vean en la siguiente imagen la factura con el costo
 
 
Más de 30 euros. Y el cable no sirve para otra cosa más para cargar el relojito de marras. Y en buena lógica, para cubrirme un posible fallo futuro y por lo que hemos hablado, debería haber comprado dos. Por el momento me apañaré con este, tendré (muchísimo) cuidado y lo guardaré como oro en paño.

 




 

domingo, 6 de abril de 2025

DÍDIMOS

Y así todos los días, siete días por semana, trescientos sesenta y cinco días por año (cuando no es bisiesto, que serían trescientos sesenta y seis). Es inaguantable, insoportable, fastidioso, impertinente…. Menos mal que los algoritmos de detección de los proveedores detectan cada vez más fielmente los correos basura y los mandan a una carpeta especial. Pero eso no evita el recibirlos con el consiguiente gasto de megas y espacio, además de tener que revisarlos con cuidado porque hay veces que los algoritmos fallan y mandan a esa carpeta de correos indeseados alguno que es bueno y que no deberíamos perder.

Uno de los logros, por decirlo de alguna manera, conseguidos en el mundo de las comunicaciones es que los correos electrónicos sean gratuitos. Ya sabemos que nada es gratuito y que de alguna forma directa o indirecta lo pagamos con alguna contraprestación, conocida o no. También las llamadas telefónicas ahora son «gratuitas» por estar incluidas en tarifas planas. Con ello, tenemos la tormenta perfecta: nos asedian con llamadas y correos electrónicos no deseados para vendernos cosas cuando no robarnos descaradamente a poco que nos descuidemos.

Aunque me resisto a emplear anglicanismos innecesarios al decir de la FUNDEU, estoy hablando del correo electrónico por todos conocido como spam. Ya he manifestado con anterioridad mi opinión acerca de que los correos electrónicos deberían tener un coste para evitar que se mandaran tan alegremente, pero llegaríamos a las tarifas planas y no serviría de nada. Es verdad que en muchos de los correos aparecen escondidos y en letra muy pequeña enlaces con la posibilidad de darse de baja de la lista de distribución. No sirve de nada, al menos en mi experiencia, además de que hay que tener un cuidado exquisito en no hacer clic en esos enlaces por lo que pudiera pasar: no siempre es lo que parece.

Y es que, en mi caso, estoy hablando de cuarenta o cincuenta correos diarios —diarios, sí, diarios— de este tipo, no deseados, no queridos, no solicitados por mí y que me hacen perder tiempo en recibirlos, revisarlos y borrarlos. Una lacra a soportar a diario en cinco cuentas de correo que utilizo para diversas funcionalidades.

El concepto spam es más general pues se aplica a cualquier tipo de comunicación. ¿Recibe Vd. llamadas telefónicas inapropiadas con intenciones de venta o engaño? A las horas más intempestivas nos «asaltan» con llamadas en las que es imposible mantener un mínimo de educación para no colgar directamente en cuanto se detectan las intenciones del llamante. En este asunto de las llamadas hay leyes que nos protegen, en teoría, pero que no deben conocer o respetar los que llaman. También desde hace años está activa la conocida como LISTA ROBINSON en la que podemos darnos de alta gratuitamente para «… indicar por qué medios no quieres recibir publicidad: teléfono, correo postal, correo electrónico o SMS/MMS». Las empresas que realizan campañas publicitarias están legalmente obligadas a consultar esta lista… jajaja.

Cuando una cosa no funciona, lo suyo sería poner todos los medios para hacerla funcionar, pero… quia, es mejor abandonarla a su suerte y abrir nuevas vías que nos mantengan entretenidos hasta que vuelva a pasar lo mismo y así hasta el infinito y más allá. Y es que muchas veces uno nunca sabe si darse de alta en estas listas sirve para lo contrario, esto es, para facilitar tus datos.

Brujuleando por la red he encontrado una nueva lista denominada «Stop Publicidad» que se anuncia con la pomposa intención de «poner fin al monopolio de la Lista Robinson, prometiendo luchar contra el spam en mensajería y redes sociales». Ahí es nada, como la Lista Robinson, según ellos, es un monopolio, pues allá que vamos nosotros a ver si nos hacemos nosotros con ese teórico monopolio…

El monopolio en el sector de los sistemas de exclusión publicitaria que ha disfrutado la Lista Robinson desde hace más de 15 años toca su fin con la aparición de la primera lista antispam alternativa que cuenta con el visto bueno de la Agencia Española de Protección de Datos.

Según sus promotores, su propuesta tiene varias diferencias. La más notable es que permite indicar cuentas y perfiles en redes sociales y aplicaciones de mensajería donde no queremos recibir spam. También permite el registro de personas fallecidas mediante representación. El dardo a la competencia llega al destacar que la lista no está impulsada «desde una asociación de empresarios con intereses económicos en la realización de sus acciones comerciales y publicitarias».

Excusatio non petita, accusatio manifesta. La página de esta segunda lista está ella misma literalmente cosida a anuncios publicitarios. Según manifiestan, las empresas que organicen campañas «tendrán la obligación de consultar las dos listas antes de lanzar una campaña» ¿Tendrán? ¿Cuándo?

Veremos cómo se desarrollan las cosas, pero por el momento no me avengo a facilitar mis datos a esta lista, bendecida por lo que parece por una agencia gubernamental —AEPD— pero dependiente de una asociación denominada «Asociación Española para la Privacidad Digital» con sede en Orihuela, Alicante.

Y con todo esto, vamos, que estoy hasta los dídimos de tanta intromisión no deseada en mis espacios personales. Digamos que es una forma más educada de utilizar esa expresión tan española aludiendo a uno de los vocablos con más posibilidades de uso como ya se contaba en la entrada «COJONES» de este blog de febrero de 2011.