domingo, 8 de junio de 2025

BURUJÓN

El turismo está desmedido hasta decir basta. Como una forma de progreso de las sociedades, el tiempo libre del que disponemos lo empleamos en salir y ver mundo, cuestión muy loable. Las posibilidades y el abaratamiento de las diferentes formas de transporte facilitan nuestros traslados a otras zonas diferentes a las de nuestra residencia.

El pasado domingo por la mañana intentaba dar un paseo por la siempre hermosa ciudad de Toledo. Lo ideal hubiera sido encontrarme con una cierta soledad en el ambiente para disfrutar del entorno, pero fue imposible: no se podía transitar por las calles, repletas de personas con maletas, grupos guiados, turistas. Terrazas llenas, aparcamientos completos… todo abarrotado, ni andar se podía y no digamos ya entrar en monumentos como por ejemplo las sinagogas con una cierta tranquilidad para poder disfrutar de sus maravillas.

En los años 80 del siglo pasado (XX) se empezaron a poner de moda los denominados Parques Temáticos. Recuerdo mi primera visita a Disneyland París en el año 1993. Fue una experiencia maravillosa, dos familias con niños pequeños que disfrutamos, a pesar de las colas para las atracciones que recuerdo estaban perfectamente organizadas y eran soportables, o es que la memoria me falla. Luego he vuelto en dos ocasiones más allí y aunque la afluencia de público era más numerosa se podía sobrellevar.

Otros parques parecidos tanto fuera de España como en España no me han dado la sensación de agobio y aglomeración de gente. Visitados varios de los famosos de Orlando, en EE.UU. en varias ocasiones entre los años 2000 y 2017, Futuroscope en Francia o españoles como PortAventura en Tarragona, Loro Parque en Tenerife, Warner en Madrid o el más coqueto «El Bosque Encantado» en San Martín de Valdeiglesias me traen recuerdos más o menos nítidos de un cierto disfrute sin sufrir aglomeraciones. Es verdad que los años pasan y los recuerdos se van mediatizando, pero lo del fin de semana pasado en «PuydeFou» cerca de Toledo es para tomar nota.

Procuro leer y enterarme con anterioridad a cualquier viaje de aspectos que me pueden mejorar la visita y estar preparado ante eventualidades que puedan surgir y que anteriores viajeros hayan puesto de manifiesto a través de la red. El hecho de que en las ofertas de adquisición de entradas existan pases especiales para las atracciones, ubicaciones preferentes en el espectáculo de noche o aparcamiento prioritario ya es un índice que pueda dar una idea de lo que uno se va a encontrar. Si la gente paga por mejoras es indicativo para los más avezados de que puede ser conveniente su adquisición. Esto ya existía en París en los años 90 para el acceso a ciertas atracciones, aunque se podía vivir sin ello y disfrutar del entorno.

Este parque, PuyduFou, abrió sus puertas en 2021, con lo que podemos considerar que es relativamente joven. Preguntada gente conocida que lo ha visto, incluso en más de una ocasión, las respuestas siempre han sido de recomendación sin paliativos. Vaya por adelantado de posteriores comentarios que las atracciones son maravillosas, muy cuidadas, con recreaciones históricas que, sin escatimar medios humanos y técnicos, hacen la delicia de los asistentes. Si nos asalta la pregunta de siempre… ¿vale la pena?, la respuesta es, rotundamente, SÍ, pero… no está de más ir avisados de lo que nos espera y lo que tendremos que soportar para disfrutar de las atracciones. Precisamente el formato y duración de los espectáculos, realizados en grandes escenarios bien al aire libre o cubiertos, condicionan la cantidad de público que puede o debe acceder a ellos para hacerlos, digamos, rentables.

Varias cosillas a tener en cuenta. El aparcamiento, una explanada descomunal, a ambos lados de una avenida central implica inevitables atascos en las horas de entrada y salida, por lo que hemos de ir dispuestos a soportar la cola de coches intentado entrar o salir a las carreteras exteriores. Decir también que no hay ninguna sombra y es todo de tierra, lo cual es muy natural, pero conlleva su cuota de polvo y calor en función de la temporada en la que accedamos al parque.

Conseguido aparcar el coche, tendremos un paseo no desdeñable hasta la puerta de entrada al parque, con poquitas o ninguna sombra: imprescindible llevar un buen gorro protector o incluso paraguas como algunos, aunque esto del paraguas tiene sus inconvenientes pues no podremos utilizarlo en las gradas so pena de obstaculizar la visión al resto de asistentes.

La «juventud» del parque implica que los árboles sean todavía pequeños y sin capacidad de aportar sombras. Hay instalaciones con techados de cañas o pasajes con toldos, pero a mi modo de ver muy insuficientes: el sol, según la época ataca de forma inmisericorde. En esta época y a medida que avanza la jornada, hay que estar dispuesto a soportar estoicamente colas de 45 minutos al menos para acceder a los espectáculos. Y una vez acabados, tratar de salir corriendo a la cola del siguiente. En mi caso, a pesar de carreras y estudio de posibilidades, no pudimos ver en un día todos ellos.

Y una cuestión no baladí es el parón entre el fin de las atracciones y el comienzo del espectáculo nocturno, cuyas entradas son numeradas y se venden por separado. La parte superior de la imagen que ilustra esta entrada son las gradas repletas de gente hasta dónde llega la vista y más allá. No he conseguido saber el aforo, pero es de nota. Claro, con toda lógica, eso implica que te dicen que debes estar ocupando tu asiento con quince minutos de antelación al menos. Y cuando acaba el espectáculo, hay que salir lo más aprisa posible, recorrer algo más de un kilómetro con el gentío hasta el aparcamiento y tener suerte de salir con el coche antes de que se forme el tapón del siglo.

En suma, previsión y provisión de agua, gorros, crema solar, paciencia… Me hubiera gustado dedicar más a tiempo a bucear más por la red y encontrar antes de ir esta entrada (enlace) cuya lectura recomiendo para saber a lo que vamos.

Hoy, pido disculpas por ello, he sucumbido a consignar como título de esta entrada un vocablo utilizado coloquialmente en Cuba, presente en nuestro diccionario: «burujón», es decir, «multitud de personas o cosas aglomeradas en un lugar». Serían sinónimos «multitud, aglomeración, gentío, tropel, oleada, tropa, tumulto, caterva…». Por cierto, y como mera curiosidad, Burujón es también el nombre de una localidad de la provincia del «bolo» (como se conoce popularmente a Toledo) en donde existe un paraje muy recomendable de visitar conocido como «Las barrancas del Burujón».