Y así todos los días, siete días por semana, trescientos sesenta y cinco días por año (cuando no es bisiesto, que serían trescientos sesenta y seis). Es inaguantable, insoportable, fastidioso, impertinente…. Menos mal que los algoritmos de detección de los proveedores detectan cada vez más fielmente los correos basura y los mandan a una carpeta especial. Pero eso no evita el recibirlos con el consiguiente gasto de megas y espacio, además de tener que revisarlos con cuidado porque hay veces que los algoritmos fallan y mandan a esa carpeta de correos indeseados alguno que es bueno y que no deberíamos perder.
Uno de los logros, por decirlo de alguna manera, conseguidos en el mundo de las comunicaciones es que los correos electrónicos sean gratuitos. Ya sabemos que nada es gratuito y que de alguna forma directa o indirecta lo pagamos con alguna contraprestación, conocida o no. También las llamadas telefónicas ahora son «gratuitas» por estar incluidas en tarifas planas. Con ello, tenemos la tormenta perfecta: nos asedian con llamadas y correos electrónicos no deseados para vendernos cosas cuando no robarnos descaradamente a poco que nos descuidemos.
Aunque me resisto a emplear anglicanismos innecesarios al decir de la FUNDEU, estoy hablando del correo electrónico por todos conocido como spam. Ya he manifestado con anterioridad mi opinión acerca de que los correos electrónicos deberían tener un coste para evitar que se mandaran tan alegremente, pero llegaríamos a las tarifas planas y no serviría de nada. Es verdad que en muchos de los correos aparecen escondidos y en letra muy pequeña enlaces con la posibilidad de darse de baja de la lista de distribución. No sirve de nada, al menos en mi experiencia, además de que hay que tener un cuidado exquisito en no hacer clic en esos enlaces por lo que pudiera pasar: no siempre es lo que parece.
Y es que, en mi caso, estoy hablando de cuarenta o cincuenta correos diarios —diarios, sí, diarios— de este tipo, no deseados, no queridos, no solicitados por mí y que me hacen perder tiempo en recibirlos, revisarlos y borrarlos. Una lacra a soportar a diario en cinco cuentas de correo que utilizo para diversas funcionalidades.
El concepto spam es más general pues se aplica a cualquier tipo de comunicación. ¿Recibe Vd. llamadas telefónicas inapropiadas con intenciones de venta o engaño? A las horas más intempestivas nos «asaltan» con llamadas en las que es imposible mantener un mínimo de educación para no colgar directamente en cuanto se detectan las intenciones del llamante. En este asunto de las llamadas hay leyes que nos protegen, en teoría, pero que no deben conocer o respetar los que llaman. También desde hace años está activa la conocida como LISTA ROBINSON en la que podemos darnos de alta gratuitamente para «… indicar por qué medios no quieres recibir publicidad: teléfono, correo postal, correo electrónico o SMS/MMS». Las empresas que realizan campañas publicitarias están legalmente obligadas a consultar esta lista… jajaja.
Cuando una cosa no funciona, lo suyo sería poner todos los medios para hacerla funcionar, pero… quia, es mejor abandonarla a su suerte y abrir nuevas vías que nos mantengan entretenidos hasta que vuelva a pasar lo mismo y así hasta el infinito y más allá. Y es que muchas veces uno nunca sabe si darse de alta en estas listas sirve para lo contrario, esto es, para facilitar tus datos.
Brujuleando por la red he encontrado una nueva lista denominada «Stop Publicidad» que se anuncia con la pomposa intención de «poner fin al monopolio de la Lista Robinson, prometiendo luchar contra el spam en mensajería y redes sociales». Ahí es nada, como la Lista Robinson, según ellos, es un monopolio, pues allá que vamos nosotros a ver si nos hacemos nosotros con ese teórico monopolio…
El monopolio en el sector de los sistemas de exclusión publicitaria que ha disfrutado la Lista Robinson desde hace más de 15 años toca su fin con la aparición de la primera lista antispam alternativa que cuenta con el visto bueno de la Agencia Española de Protección de Datos.
Según sus promotores, su propuesta tiene varias diferencias. La más notable es que permite indicar cuentas y perfiles en redes sociales y aplicaciones de mensajería donde no queremos recibir spam. También permite el registro de personas fallecidas mediante representación. El dardo a la competencia llega al destacar que la lista no está impulsada «desde una asociación de empresarios con intereses económicos en la realización de sus acciones comerciales y publicitarias».
Excusatio non petita, accusatio manifesta. La página de esta segunda lista está ella misma literalmente cosida a anuncios publicitarios. Según manifiestan, las empresas que organicen campañas «tendrán la obligación de consultar las dos listas antes de lanzar una campaña» ¿Tendrán? ¿Cuándo?
Veremos cómo se desarrollan las cosas, pero por el momento no me avengo a facilitar mis datos a esta lista, bendecida por lo que parece por una agencia gubernamental —AEPD— pero dependiente de una asociación denominada «Asociación Española para la Privacidad Digital» con sede en Orihuela, Alicante.
Y con todo esto, vamos, que estoy hasta los dídimos de tanta intromisión no deseada en mis espacios personales. Digamos que es una forma más educada de utilizar esa expresión tan española aludiendo a uno de los vocablos con más posibilidades de uso como ya se contaba en la entrada «COJONES» de este blog de febrero de 2011.