jueves, 21 de febrero de 2008
HIPNOSIS
Quién no oído hablar o incluso tiene sus propias teorías sobre la hipnosis.Generalmente son procedentes de cuestiones leídas o vistas en medios de comunicación que suelen estar bastante alejadas de la realidad.
La hipnosis científica, como tal, sigue las reglas de cualquier disciplina científica. No es una terapia sino más bien una serie de procedimientos o técnicas que pueden ser usadas para facilitar un estado de consciencia determinado. Por tanto, podremos ver la hipnosis presente como parte de un tratamiento para conseguir unos objetivos, desde una consulta psicológica a la mesa de operaciones de un cirujano.
Las aplicaciones son muy amplias, tanto en psicología como en medicina y por ello debemos recomendar se haga uso de la misma bajo control de un profesional y no de cualquiera que ofrezca soluciones milagrosas en una sesión de dos horas.
Es importante manifestar que en el proceso hipnótico, que se facilita mediante una inducción, el sujeto mantiene en todo momento el control sobre sus acciones y pensamientos, no viéndose obligado a realizar ni pensar nada que voluntariamente no desee. Esto es importante al ser uno de los temores principales contra la hipnosis derivados de espectáculos que nada tienen que ver con la hipnosis, repito, científica.
Un libro sencillito, muy ameno. corto, escrito por una autoridad española, y mundial, en la materia, se encuentra publicado en Editorial Síntesis, Psicología Clínica, Guías Técnicas.Su título, HIPNOSIS y su autor Antonio Capafons. Otro libro que me atrevería a recomendar, para personas y profesionales interesados en profundizar en el tema es "Tratamiento del dolor mediante Hipnosis y Sugestión", una guía clínica de Joseph Barber, publicado por Descleé de Brouwer en su Biblioteca de Psicología.
En la web del Grupo de Valencia de Hipnosis Psicológica donde se puede encontrar abundante y seria información sobre el tema ( http://www.uv.es/GRUPOHIPNOSISCOP/ ).
viernes, 15 de febrero de 2008
DESAPARCAR
No soy un experto en nada, pero me gustan muchas cosas. Suelo decir que juego a todo, pero mal. La gramática y la riqueza del idioma castellano están ahí esperando que le dediquemos un poquito de tiempo y disfrutemos de ella, aún a riesgo de que los que nos rodean nos consideren unos pedantes por utilizar determinadas palabras. Cada vez más, según estudios, estamos reduciendo y estropeando el número de palabras que empleamos en nuestro vocabulario, lo que supone de alguna manera ir cerrando poco a poco nuestra mente, acomodándonos en un lenguaje pobre y repetitivo. Si unimos una generalizada falta de lectura, libros o prensa, sustituida por grandes dosis de información visual y oída, estaremos preparando un cóctel que será abono en nuestra vejez de enfermedades como el Alzheimer. Pero no se trata de anticipar el futuro, sino de comentar cosas curiosas del castellano en relación con el prefijo «des».
Un ser muy querido utiliza el mencionado prefijo con profusión. Todos habremos oído alguna vez a los niños, en sus primeros escarceos con el idioma, pronunciar palabrejas como «abrido» y «ponido», a todas luces lógicas desde su punto de vista y resultado de aplicar las mismas normas y deducciones que en «leído» o «cogido». La riqueza del castellano nos hace corregir al niño indicándole que se dice «puesto» y «abierto».
Esta generalización puede aplicarse al uso del prefijo «des». Hasta hace unos momentos, la palabreja que sirve de título a este suelto, era considerada por mí como inválida, no correcta. Un acceso al diccionario clásico ESPASA CALPE de 8 tomos más apéndices, en papel, resulta fallido en localizar la entrada y el correspondiente significado para «desaparcar».
Pero los tiempos cambian y los diccionarios en papel solo quedan para nostálgicos y para enseñar en el colegio a manejarse y practicar el abecedario. De hecho, un acceso al Diccionario Oficial de la Real Academia de la Lengua, conocido como DRAE, nos muestra que «desaparcar» existe y nos aclara su significado, que ya intuíamos en caso de ser una palabra correcta: «Retirar un vehículo de donde estaba aparcado». Lógico ¿no?
Lo peor es la cara que voy a tener que soportar cuando comunique a ese ser querido que su palabra existe y es correcta. Menos mal que algunas otras que emplea, como por ejemplo «destender», por la acción de quitar la ropa que está tendida, siguen siendo inválidas tanto en el diccionario en papel como en el electrónico. Pero esta situación puede ser temporal y puede ocurrir que en una de las futuras revisiones que hacen los académicos decidan incorporar el término: ¿Por qué no? Tan raro nos puede sonar desaparcar, que ya hemos dicho que es correcto, como «destender» que por el momento no lo es.
En estos días se puede ver un anuncio en televisión de un banco que juega con este concepto. Concretamente anuncia la «deshipoteca». Tampoco figura en el diccionario, pero todo el mundo sabe lo que quiere transmitir y además causa impacto, cuestiones importantes de fondo de un anuncio.
Puestos a hacer de ratoncillo de biblioteca y a hurgar en el diccionario, en el electrónico que es más cómodo y directo, he averiguado que el prefijo «des» tiene mucha más enjundia. No solo antepuesto a una palabra indica negación o inversión de su significado, como por ejemplo en desconfiar o deshacer. Puede transmitir la idea de -exceso o demasía- como en deslenguado, -privación- como en desyerbar, fuera de- cómo en deshora o afirmación como en despavorido. No olvidemos también que hay palabras en castellano que empiezan por «des» y en su caso son simples letras y no un prefijo, como desastre, descenso, destino o destacar.
No he sido capaz de obtener via internet una relación completa y actualizada de todas las palabras oficialmente admitidas que comienzan por des. No sé si se podrá hacer o simplemente que yo no he tenido la destreza necesaria para obtenerla. Por el contrario, en la edición en papel del diccionario antes comentado podemos encontrar 65 páginas llenas desde el “des” como prefijo hasta deszumar, que no es otra cosa que sacar o quitar el jugo como habremos podido deducir. Claro que no todo es «des» en esas páginas, pues se cuelan cuestiones que no tienen nada que ver, como «Descartes, Renato», célebre filósofo y matemático francés, o «descuernacabras» aparentemente deducido de descornar y cabra pero que es el nombre que se aplica a un viento frío y recio que sopla en el norte de España. Aún así son pocas excepciones y la gran mayoría de las acepciones de esas 65 páginas corresponden de lleno con el tema que estamos tratando.
Deberemos tener cuidado de ahora en adelante. Aplicar la regla no sirve. Si lo hiciéramos, diríamos o pensaríamos que un deslenguado es uno al que le han cortado la lengua y sin embargo es todo lo contrario, la tiene puesta, bien puesta, y la usa con profusión y desatino. Puestos a buscar curiosidades nos encontramos con que «deshabitar» no es lo mismo que «desabitar» aunque suene igual. La bitas son los soportes de hierro o madera que se encuentran cerca de la proa de un barco y que sirven para enrrollar o desenrrollar la cadena o cabo del ancla. ¿somos capaces de aventurar lo que significa «desabitar»?
Reiterando nuestro respeto a nuestro reciente amigo «des» y cuidado que no es todo como parece, desasnemos nuestro cerebro, desapolillemos nuestra entelequia, no desaprendamos lo que ya conocemos, echemos fuera la desgana, desgravemos todo lo que legalmente podamos, no desimaginemos lo que bonito y bello hayamos imaginado, no nos desmadremos ni desmejoremos, no nos desmoronemos ante algunas adversidades, seamos cuidadosa y graciosamente desordenados y/o desorganizados, no desfallezcamos o desistamos, no seamos destructivos y desarrollemos y despejemos todo lo que podamos nuestra mente, con esta u otras cuestiones parecidas.
En suma y fuera de diccionario español, pero sí dentro del mejicano, «desaburrámonos» lo máximo posible. Y para contribuir a ello y por alusiones anteriores, desyerbar, desherbar y desgatar tienen significados muy aproximados o incluyentes aunque no lo parezca y la última de las tres nada que ver con esos simpáticos animalitos.
sábado, 9 de febrero de 2008
K-K
Léase ca-ca y piénsese en “caca”, por ejemplo, caca de perro. Un producto natural que, desgraciadamente, se encuentra con cierta asiduidad en las aceras y calles de nuestros pueblos y ciudades.
En las últimas vacaciones, un cuñado mío, poseedor de un can, con el que por cierto intimó mi hija más de lo estrictamente necesario, nos sugirió la posibilidad de sacarlo a dar un paseo, que el perro necesitaba, y que su dueño, por estar ocupado no podía satisfacer esa necesidad. Como novedad y por complacer a la niña me pareció una idea interesante, con lo que mi cuñado nos facilitó la correa correspondiente, dado que en todo momento yo aduje la idea de llevarlo atado. Anudada en la correa se encontraba una bolsa de plástico negra, que yo había visto con anterioridad y que sabía a que estaba destinada. Mi cuñado me dijo que no era probable que “Mus”, así se llama el can, hiciera sus necesidades fisiológicas durante el paseo, pero que nunca se sabe. Se me debió subir la bilirrubina hasta límites insospechados ante la posibilidad de tener que recoger, caso de producirse, el detritus por el procedimiento que había visto en otras ocasiones de meter la mano en la bolsa invertida, recoger el elemento orgánico y depositarlo en una papelera o contenedor. A todo se tiene que acostumbrar el ser humano y un hecho como este, desagradable de por sí, necesita unas dosis superiores de estudio e interiorización.
¿Dirá Vd. que “Mus” hizo sus cositas en plena calle?. Pues sí, las hizo, lo cual fue una experiencia por mi parte, no muy agradable pero que tuve que hacer al fin y al cabo. Solo tenía una bolsa, por lo que esperé que no hubiera una segunda deposición a lo largo del paseo.
Cuando paseo o voy a hacer un recado por mi pueblo, me molesta enormemente tener que ir preocupado de mirar al suelo de forma constante para evitar pisar una de las múltiples “bombas” que se encuentran a los largo de calles y aceras. No digamos de las que se ubican en parques, setos y jardines que no son peligrosas para el viandante pero si para la vista y supongo que para el jardinero que las tenga que limpiar cuando proceda. Si el paseo se produce acompañado de mi hija pequeña la vigilancia debe ser redoblada, tanto por donde paso yo como por donde pasa ella.
Supongo y deseo que habrá unas cuantas normas municipales que prohíban y castiguen esta deplorable acción. Acción que no es culpa del can sino del dueño que lo sustenta y acompaña. Se va generalizando el uso de la bolsita y la recogida, pero a juicio de la cantidad de ellas que se pueden encontrar en las calles, no parece que los ciudadanos poseedores de perro, al menos una parte de ellos que se me antoja muy numerosa, comprendan y asuman la obligación de no enguarrinarnos nuestros zapatos y no contribuir al deterioro del medio en el que tenemos que vivir y desenvolvernos.
Es evidente que no puede haber un guardia que se ponga a la sombra de cada ciudadano que inicia su paseo diario para recodarle su obligación y multarle en caso de que no la cumpla. Pero muchos de nosotros hemos visto acciones caninas en plena calle que no iban seguidas de la correspondiente acción humana destinada a remediar el hecho y dejar la vía pública en perfecto estado de revista para posteriores viandantes.
Poco a poco las personas se irán concienciando, pero no estaría de más que los ciudadanos llamáramos la atención a estos desalmados, a los conductores del animal, aún a riesgo de sufrir enfrentamientos, para concienciarles de sus obligaciones y deberes para con la sociedad. Otro sistema, más callado, sería utilizar nosotros la bolsita, recoger la deposición, seguir al dueño a modo de detective y depositarle el desecho en el portal de su casa o delante de su puerta, a ver qué opinaba cuando saliera al rato o al día siguiente y en sus propios dominios se viera con sus zapatos pringados de su propia medicina, en este caso, de la de su querido animal de compañía.
Y hay casos más flagrantes. Cerca de mi casa hay un parque infantil, llenito de tierra para que jueguen los niños. Aparte ser de pura lógica, hay un cartel bien grande a la entrada prohibiendo la entrada de animales, perros sobre todo, porque es el sitio ideal para hacer lo que estamos comentando en estas letras. Pues bien, en dos ocasiones que yo haya visto he tenido que enfrentarme con propietarios de canes para afearles su conducta, preguntarles si no sabían leer, y amenazarles, móvil en mano, con llamar a la Policía Municipal si no sacaban inmediatamente al animal del lugar. Tengo que reconocer que en ambos casos el animal fue retirado sin más, porque me cabe la duda si la policía hubiera acudido a mi llamada ante “semejante tontería” e incluso si hubiera habido alguna consecuencia para el infractor. Supongo que seguirán metiendo al perro en el parque infantil y cuando lo hagan tendrán un recuerdo no muy grato hacia mí, ese “atontado” que un día les recriminó por una acción tan normal y ciudadana como es que su perro defeque en un sitio donde al poco rato van a estar jugando los niños.
Como le gusta decir a una persona muy querida, la “des-educación” nos persigue.
sábado, 2 de febrero de 2008
RESPETO
Resisto la tentación de acercarme al diccionario a indagar en el significado real de esta palabra, tan usada y tan denostada por unos y otros. La entiendo como tener admiración y comportamiento apropiado con las personas tanto por sí mismas como por sus obras.
También deberíamos tener respeto hacia nosotros mismos. No estoy muy seguro de que lo hagamos o al menos tanto como debiéramos. Y si no lo hacemos con nosotros mismos, habremos de revisar como lo hacemos con los demás, aunque este caso no es paradójico y de hecho existen personas que no se respetan a sí mismas y sin embargo, por el qué dirán o por la deseabilidad social, se comportan de manera adecuada “puertas para fuera”.
Si viviéramos solos en una isla desierta, el respeto hacia los demás no podría producirse. Nos quedaría el respeto a nosotros mismos y a la naturaleza, animal – vegetal –mineral, que nos rodease. Más nos valdría auto-respetarnos con esmero, tanto en lo material como en lo mental, para salir adelante.
En las sociedades modernas los parámetros son cambiantes. Y últimamente a una velocidad de vértigo, que asusta. Lo que es válido hoy y ahora, no lo es dentro de un momento o al día siguiente. O lo que es peor, sigue siendo válido…. pero con matices. Son necesarias más y más normas que regulen la convivencia y la interacción entre las personas, siempre que las observemos y …. respetemos.
Hoy en día se estudia todo. Es raro encontrar un tema que no haya sido objeto de profundo debate por unos y otros. Me llama la atención el concepto de “auto-engaño”. Aquellas cosas que nos decimos a nosotros mismos para justificar ciertas actitudes y acciones que no nos parecen correctas del todo, pero que “obligados” por las circunstancias, acabamos haciendo.
Hace algunos años estaba de alguna manera bien visto no tener respeto a la Hacienda Pública, es decir, defraudar. Incluso se podía escuchar en alguna cena o reunión de amigos la explicación con todo detalle de como se había logrado semejante hazaña. O como se habían realizado determinadas acciones de “falseo piadoso” de documentación para ganar puntos en una oposición o en el acceso de nuestros hijos a las plazas escolares. Hay muchos ejemplos, aunque en la actualidad, los términos han cambiado y si se hacen determinadas cosas, ya no se manifiestan tan abiertamente o se busca obtener la aquiescencia y aprobación de los demás por “nuestras especiales” circunstancias. Hay muchos ejemplos pero no se trata de ser exhaustivo. Como el de aquel profesional que tenía como deporte, sin necesidad, el ir a sustraer ropa a unos agrandes almacenes o aquel amigo que te encuentras de pronto en la lista de profesores de un master de renombre figurando como licenciado en derecho y tu sabes de buena tinta que lo más que ha hecho en ese tema es matricularse de varias asignaturas de primer curso en la UNED y ni siquiera se presentó a los exámenes.
Sostengo la teoría de que en ciertos comportamiento sociales se reflejan estos conceptos. Uno de ellos, salvando las diferencias, es en el tráfico, con sus normas, reglamentos y señales. Hace unos días, durante un paseo hice una pequeña comprobación. Me aposté distraídamente en un punto en el que podía observar como realizaban los vehículos un STOP de salida de una calle a una carretera, con algo de visibilidad a la izquierda y con nula a la derecha. Me impuse un número de coches a modo de estadística que fijé en cincuenta. ¿Sabe Vd. cuantos vehículos respetaron la señal realizando académicamente, como mandan las normas, el STOP?. Pues solamente cuatro, un escaso ocho por ciento para los aficionados a las estadísticas.
Lo interesante sería hacer un estudio serio y poder preguntar a cada conductor, obteniendo una respuesta sincera, las razones de no respetar la señal. Sería curioso ver como se auto engaña cada uno con respuestas del tipo “esa señal está mal”, “debería ser un ceda-el-paso”, “a estas horas no viene nadie” y otras parecidas.
Por eso, en otro ejemplo, no basta con poner una señal de prohibido aparcar para que los coches no aparquen. Las señales están de adorno, porque no se hacen cumplir. Tenemos que llenar las aceras de bolardos, feos, costosos, que rompen coches y rodillas, porque la señal no se respeta. Y donde no se pueden instalar barreras físicas, el diseñador de las señales incorpora un lastimero cartel indicando “giro del autobús” o “paso del camión de limpieza” para evocar la compasión de los conductores. Ni por esas, siguen aparcando debajo. Solo falta apostar las veinticuatro horas del día un policía municipal, de rodillas, en actitud de oración que suplique y ruegue a los conductores que respeten la señal.
Tengo la sensación, y es personal, que tenemos muchas normas, que no se cumplen y que no se hacen cumplir. Un poquito de “por favor” como se puso de moda hace un tiempo. El resultado es que con el tiempo, se vuelven a hacer nuevas normas que modifican las anteriores y que tampoco se cumplirán.
También deberíamos tener respeto hacia nosotros mismos. No estoy muy seguro de que lo hagamos o al menos tanto como debiéramos. Y si no lo hacemos con nosotros mismos, habremos de revisar como lo hacemos con los demás, aunque este caso no es paradójico y de hecho existen personas que no se respetan a sí mismas y sin embargo, por el qué dirán o por la deseabilidad social, se comportan de manera adecuada “puertas para fuera”.
Si viviéramos solos en una isla desierta, el respeto hacia los demás no podría producirse. Nos quedaría el respeto a nosotros mismos y a la naturaleza, animal – vegetal –mineral, que nos rodease. Más nos valdría auto-respetarnos con esmero, tanto en lo material como en lo mental, para salir adelante.
En las sociedades modernas los parámetros son cambiantes. Y últimamente a una velocidad de vértigo, que asusta. Lo que es válido hoy y ahora, no lo es dentro de un momento o al día siguiente. O lo que es peor, sigue siendo válido…. pero con matices. Son necesarias más y más normas que regulen la convivencia y la interacción entre las personas, siempre que las observemos y …. respetemos.
Hoy en día se estudia todo. Es raro encontrar un tema que no haya sido objeto de profundo debate por unos y otros. Me llama la atención el concepto de “auto-engaño”. Aquellas cosas que nos decimos a nosotros mismos para justificar ciertas actitudes y acciones que no nos parecen correctas del todo, pero que “obligados” por las circunstancias, acabamos haciendo.
Hace algunos años estaba de alguna manera bien visto no tener respeto a la Hacienda Pública, es decir, defraudar. Incluso se podía escuchar en alguna cena o reunión de amigos la explicación con todo detalle de como se había logrado semejante hazaña. O como se habían realizado determinadas acciones de “falseo piadoso” de documentación para ganar puntos en una oposición o en el acceso de nuestros hijos a las plazas escolares. Hay muchos ejemplos, aunque en la actualidad, los términos han cambiado y si se hacen determinadas cosas, ya no se manifiestan tan abiertamente o se busca obtener la aquiescencia y aprobación de los demás por “nuestras especiales” circunstancias. Hay muchos ejemplos pero no se trata de ser exhaustivo. Como el de aquel profesional que tenía como deporte, sin necesidad, el ir a sustraer ropa a unos agrandes almacenes o aquel amigo que te encuentras de pronto en la lista de profesores de un master de renombre figurando como licenciado en derecho y tu sabes de buena tinta que lo más que ha hecho en ese tema es matricularse de varias asignaturas de primer curso en la UNED y ni siquiera se presentó a los exámenes.
Sostengo la teoría de que en ciertos comportamiento sociales se reflejan estos conceptos. Uno de ellos, salvando las diferencias, es en el tráfico, con sus normas, reglamentos y señales. Hace unos días, durante un paseo hice una pequeña comprobación. Me aposté distraídamente en un punto en el que podía observar como realizaban los vehículos un STOP de salida de una calle a una carretera, con algo de visibilidad a la izquierda y con nula a la derecha. Me impuse un número de coches a modo de estadística que fijé en cincuenta. ¿Sabe Vd. cuantos vehículos respetaron la señal realizando académicamente, como mandan las normas, el STOP?. Pues solamente cuatro, un escaso ocho por ciento para los aficionados a las estadísticas.
Lo interesante sería hacer un estudio serio y poder preguntar a cada conductor, obteniendo una respuesta sincera, las razones de no respetar la señal. Sería curioso ver como se auto engaña cada uno con respuestas del tipo “esa señal está mal”, “debería ser un ceda-el-paso”, “a estas horas no viene nadie” y otras parecidas.
Por eso, en otro ejemplo, no basta con poner una señal de prohibido aparcar para que los coches no aparquen. Las señales están de adorno, porque no se hacen cumplir. Tenemos que llenar las aceras de bolardos, feos, costosos, que rompen coches y rodillas, porque la señal no se respeta. Y donde no se pueden instalar barreras físicas, el diseñador de las señales incorpora un lastimero cartel indicando “giro del autobús” o “paso del camión de limpieza” para evocar la compasión de los conductores. Ni por esas, siguen aparcando debajo. Solo falta apostar las veinticuatro horas del día un policía municipal, de rodillas, en actitud de oración que suplique y ruegue a los conductores que respeten la señal.
Tengo la sensación, y es personal, que tenemos muchas normas, que no se cumplen y que no se hacen cumplir. Un poquito de “por favor” como se puso de moda hace un tiempo. El resultado es que con el tiempo, se vuelven a hacer nuevas normas que modifican las anteriores y que tampoco se cumplirán.