viernes, 12 de septiembre de 2008

EMOCION


Eso es lo que produce muchos meses revisar la factura que me manda mi proveedor de servicios de telefonía móvil, al que denominaré Timofónica a falta de un nombre más apropiado. Como digo, en varias ocasiones en los últimos meses me he encontrado uno o dos euros de por que sí, facturados bajo el concepto de acceso a internet, ellos lo llaman emoción, desde mi teléfono móvil.
Procuro hacer un uso restrictivo y mínimo del teléfono móvil. Me veo obligado a llevarlo por motivos profesionales, ya que en la sociedad actual no se concibe, con estos adelantos, que una persona no esté localizable al instante, tanto si es para un asunto de interés como si es para comentar el resultado del último partido de fútbol u otras lindezas por el estilo. Eso aparte de la falta de respeto del teléfono que puede sonar cuando estás miccionando en el servicio de un restaurante, estás conduciendo o situaciones similares. Lo de conducir ya lo han solucionado, eran muchos euros en juego, al igual que poco a poco van incorporando el que el servicio esté disponible en túneles, montañas e incluso en el metro. Hay que aprovechar cualquier momento para que el usuario haga uso, o le hagan hacerlo, y sumar euros a la cuenta de Timofónica. Dentro de poco podremos hablar por teléfono mientras estemos haciendo un curso de buceo e inmersión en cualquier piscina o playa, ya lo verán ustedes.
Se podría argumentar que hay otras compañías, que realmente somos libres en la elección del proveedor de servicios, pero esto es un poco erróneo, o cuando menos una falacia. Timofónica es la tercera compañía con la que me veo las caras por diversos motivos, tales como falta de cobertura en una determinada zona, problemas administrativos, conveniencia por la jungla de tarifas y los usuarios con los que me relaciono, ofertas de caza de usuarios u otras argucias por el estilo.
Retomando el tema de la emoción, resulta que el teléfono tiene una tecla de acceso directo en un sitio estratégico, muy fácil de pulsar sin querer cuando te estás saliendo de los menús, que te mete sin querer en ese mundo fantástico y e-mocionante. Y lo peor es que, aunque te des cuenta, ya la has liado, hay un mínimo que ya tienes que pagar. En el caso de mi teléfono, de la marca Noquita, es bastante complicado y difícil de cambiar el uso de esa tecla, de hecho, anduve bastante tiempo buscando en internet y preguntando a amigos y dependientes de tiendas como se podía quitar, obteniendo como respuesta que no sabían o que no se podía quitar.
Al final hace ya tiempo conseguí quitarlo y deje de ver en las facturas el importe de marras. Yo pensaba que el formato y significado de las teclas era debido a la implementación de Timofónica y que Noquita no tenía nada que ver en el asunto.
Pero uno no se escapa tan fácilmente. Me han regalado un cable USB que sirve para sincronizar el teléfono con el ordenador, y de paso otras muchas cosas, como actualizar el software interno. Uno que es osado…. lo hice. ¿Saben Vds. Lo que pasó? Que tras la actualización apareció de nuevo la dichosa teclita, que he vuelto a quitar, pero no contentos con ello y para los que escapamos de sus garras, han incluido otro acceso a la dichosa emoción en el menú, y además en el centro, justo donde te vas a meter de narices si por error pulsas dos veces la tecla al querer entrar.
Intentaré por todos los medios quitar eso. Los euros por ese concepto tramposo, alevoso y no querido me duelen y, lo que es peor, me cabrean sobremanera. Y además he cambiado el concepto. Los sinvergüenzas ya no son los de Timofónica, que lo siguen siendo por otros conceptos, sino que son los de Noquita que son los que han generado en esta nueva actualización la disposición de las teclas. Me queda la esperanza de que otra marca de teléfono no tenga esta no querida emoción, o por lo menos sea difícil acceder a ella y no sea posible hacerlo sin querer, como es el caso.
Estamos rodeados de cosillas de estas que a mí por lo menos me minan la moral y me hacer desconfiar de cualquier novedad que se me ofrece. Quedan pocas empresas serias o que por lo menos parezca que intentan serlo.