sábado, 3 de enero de 2009

BELENES


La costumbre de montar el belén tiene y ha tenido un arraigo importante que se ha ido transmitiendo de padres a hijos con motivo de la llegada de la Navidad. Aún en las casas más pequeñas, siempre se encontraba un rinconcito donde montar aunque fuera un pequeño misterio que recordara la llegada de la Navidad.
Recuerdo desde muy pequeño el montaje del belén en la casa familiar. En aquellos tiempos en que nuestro padre trabajaba
“de sol a sol”, casi como ahora, se dedicaba la tarde del domingo anterior al día 22 a la preparación del belén. Antes era el día 22, con los cánticos de la lotería, cuando daba comienzo de forma oficial la Navidad, y no como ahora que cuando llega ese día estamos saturados de anuncios y campañas propiciadas por los centros comerciales pero también nuestras calles inundadas de luces por los ayuntamientos. Tras la comida del mediodía, un largo paseo de algo más de dos kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, a recoger el musgo. Previamente un jardinero, amigo de mi padre y cuyo nombre no recuerdo, nos había suministrado una serie de plantas para complementar la decoración. De vuelta y ya llegando a casa, siempre había una obra donde recoger un poco de arena de río para hacer los caminos, aunque a mi padre, de forma previsora, le gustaba visitar a un carpintero amigo suyo, Agustín, que le dotaba con un saquito de serrín. El serrín era más blanquito y más fino y los caminos del belén quedaban más aparentes. Ahora, que se viaja tanto, es costumbre acarrear arena fina de la playa que todavía resulta más efectivo.
Aunque yo sigo con estas costumbres, el paseo andando ha dejado paso al coche y la recogida de musgo es complicada, ya que está prohibida. Nunca he entendido esta prohibición, de marchamo ecológico, para evitar la destrucción del bosque. Tengo que decir que año tras año cojo el poco de musgo que necesito para mi pequeño belén en la misma piedra y todos los años, cuando regreso a ella, está tan poblada como el año anterior. Se trata, a mi manera de ver, de preservar el efecto óptico de un bosque arrasado con todas las piedras descarnadas en esta época que una protección real a la destrucción o de impedir que se comercie con el musgo, algo que no debe de conseguir demasiado según se puede constatar en la tradicional visita anual a la Plaza Mayor de Madrid.
Las figuras del belén suponen todo un ejercicio de ahorro. Las hay de muchas formas, materiales y tamaños. Siempre me han gustado las fabricadas por los talleres murcianos, que tienen una especial sensibilidad y tradición artesanal en estos temas. En un principio escogí figuras de gran tamaño, pero luego constaté mi error: hace falta mucho espacio para recrear una sensación de proporción. Las figuras pequeñas, además de más baratas y más fáciles de manejar y guardar de un año para otro, permiten diseñar un belén con cierta proporcionalidad y profundidad.
A lo largo de los años he visitado muchos belenes en diversas localidades de la geografía nacional. La provincia de Murcia tiene una gran tradición y de entre sus muchos belenes instalados en las ciudades, recuerdo el que realiza una familia del municipio de Casillas, cerca de la capital, donde están prácticamente todo el año, no acaban de desmontar uno cuando ya empiezan a diseñar el siguiente. Llama la atención la movilidad de muchas de sus figuras, algo que ya empieza a ser constante en muchos belenes, pero que antes era relativamente extraño y que allí se daba con profusión. Otro belén que llama poderosamente la atención es uno a tamaño natural que desde hace más o menos una década se construye en San Lorenzo de El Escorial, un municipio cercano a Madrid. La idea de su impulsor era poder andar entre las figuras y así lo lleva a la práctica. Por mencionar un tercer belén que me ha impresionado, citaré el realizado en un bar en el puerto de Comillas, Cantabria, llamado “El Secaderu”, donde la familia realiza un belén de tamaño medio dotado de una profundidad encomiable y con su cielo y todo. Espectacular sin ser de gran tamaño, denota un gran trabajo y esfuerzo en la recreación de los diferentes ambientes.
Las figuras y los decorados no son excusas. Hasta con figuras del popular juguete PlayMobil se puede montar un belén de gran tamaño, como disfrutan estos días en Santander, en Cantabria, en una carpa instalada al principio del paseo de Pereda.