domingo, 8 de marzo de 2009
PRECIOS-2
No sé si le ocurrirá a todo el mundo igual, o solo a algunos pocos, pero a mí algunas veces me ocurre, y es la tendencia a pensar que los objetos de consumo comprados en grandes almacenes o grandes superficies tienen un coste inferior al que presenta el mismo artículo en la tienda del barrio, la de toda la vida. También podemos caer en el error de pensar que un artículo comprado a través de internet, por el ahorro de costes y todo eso, es más barato. Ambos conceptos suelen resultar erróneos con demasiada frecuencia.
Por suerte, internet pone al alcance de quién se moleste un poco en hurgar en sus entresijos, un mundo de posibilidades a la hora de disponer información desde el sillón de su casa. Esa información es relativa no solo a los precios, sino a las características y prestaciones de los productos, comparativas, comercios donde disponen de ellos, con sus teléfonos y direcciones, y un sinfín de datos que podemos manejar a la hora de decidir nuestra compra. Bien es verdad que tanto dato puede llegar a marear y en lugar de facilitarnos la labor de tomar una decisión, la complica. Pero la información está ahí y podemos usarla y manejarla a nuestro antojo.
No hay nada como un par de ejemplos para ilustrar esto. Hace unos días necesitaba un disco duro para sacar copia de la cantidad ingente de datos que voy albergando en mi ordenador. Antes de tomar una decisión, decidí hacer una investigación para obtener información acerca de tamaños, modelos, prestaciones, opiniones de los usuarios, averías, servicio técnico, etc. etc. Tras investigar, me decidí por un disco duro marca Western Digital, de 1 Terabyte. Los precios rondaban los 130 euros en la mayoría de los comercios. Pregunté en la tienda del barrio y se disparaba, además de no tenerlo disponible y tenerlo que encargar. Como no me importa hacer propaganda gratuita, vi que en la FNAC tenían una oferta en la que el disco costaba 119 euros. Con estas, me dirigí allí para proceder a su adquisición. Mi sorpresa fue grande cuando el precio que rezaba en las estanterías era de 129 euros, igual que en todos los demás sitios. Pregunté a uno de los empleados y me dijo que el precio que se anuncia por internet es para las compras realizadas directamente por ese medio, que en la tienda esos precios no valían y que el de ese disco eran 129 euros.
Parece que no me quedaba más remedio que “invertir” los 129 euros a tenor de los precios en otras tiendas. Lo más cómodo hubiera sido adquirirlo allí mismo, pero uno tiene su corazoncito y en el fondo me rebelaba contra haberme dejado engañar por el precio en la web. Total que decidí castigar un poquito a la FNAC, cruzar la calle y comprar el disco en El Corte Inglés. Me costó lo mismo pero me fui con el sabor de ese pequeño castigo por la publicidad en internet de la FNAC sin especificar claramente las cosas.
Pero insisto en lo del encabezamiento: ojo con los precios en las grandes superficies. Como me han acabado recientemente de pintar la casa, necesitaba una docena de unos protectores de metacrilato, feos como demonios pero prácticos si hay niños o mayores con poco cuidado, que se colocan alrededor de los pulsadores de las llaves de la luz para evitar manchar las paredes con los dedos sucios cuando no se atina a la primera. Me dirigí al conocido Leroy Merlin, donde tuve la suerte de que estaban agotados. Luego verán porqué digo suerte. Pude ver el precio de cada uno de ellos establecido en 5,40 euros. ¡Ni que fueran de oro transparente! Cuando volvía a casa, con las manos vacías, pasé a preguntar por la tienda del barrio, esa que tienen un poco de todo y me lleve una sorpresa de campeonato: el mismo objeto estaba al precio de 2,50 euros, menos de la mitad. De un plumazo me había ahorrado cerca de treinta euros en la compra que iba a hacer.
Así pues, ojo a esas creencias que tenemos por ahí dentro que nos llevan a tomar decisiones equivocadas, partiendo de bases que no son correctas y que hemos alojado en nuestro cerebro, sin tener mucho cuidado a la hora de darlas por buenas. Eso por un lado y por otro, pensemos que el tendero del barrio probablemente nos pueda aconsejar más y mejor que el dependiente del gran almacén, donde, salvo honrosas excepciones, cambian de ellos como de camisa y probablemente el que esté atendiendo de cosas de la luz sepa de pintura y el de pintura de jardinería. Los tiempos modernos traen estas cosas, pero seguro que el fontanero que despacha y aconseja en la tienda del barrio, y que lleva un porrón de años detrás de su propio negocio, entiende muy mucho de lo que se trae entre manos. En otra ocasión les contaré un hecho que me ocurrió, no con el fontanero, sino con su mujer que estaba atendiendo porque el había tenido que salir.