jueves, 7 de mayo de 2009

TIEMPO

He dicho muchas veces, y también he oído, la frase de “no tengo tiempo”. “Tempus fugit” es un clásico. Ese concepto inmaterial en el que todos estamos inmersos, que nos envuelve en todo momento y que fluye y se nos escapa entre los dedos de las manos como si fuera un gas a velocidad de tornado. No es mi caso, pero hay gente que se aburre, el tiempo no transcurre para ellos y desearían que fuera más deprisa, más para huir del presente que para llegar a algún fin.

Mi opinión es que la percepción que tenemos del tiempo es congruente con lo que estemos haciendo y de cómo lo percibamos. Cuando estamos inmersos, en mente y cuerpo, en alguna tarea que nos agrada y requiere toda nuestra atención, el tiempo vuela mucho más deprisa de lo que quisiéramos. Y esto es aplicable a los diferentes ámbitos de nuestra vida, en lo personal, en lo social y en lo profesional. Parece que anduviéramos, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, a contrarreloj, que no nos podemos permitir “perder” el tiempo.

Una manera de poner orden es coger rutinas. Levantarse diez minutos antes puede ser suficiente para las operaciones matutinas de aseo y desayuno. Salir con suficiente tiempo de casa para ir a nuestras obligaciones de manera relajada y tranquila es otra buena opción. Ya en nuestra ocupación diaria tomarse diez minutos cada cierto tiempo para no hacer ni pensar nada es muy positivo y mejora nuestra concentración y nuestras capacidades. La vuelta a casa sin prisa es una buena medida para la transición de lo laboral a lo personal.

Los días son todos de veinticuatro horas y las semanas de siete días. Al final la cuestión es muy sencilla. Aunque no nos demos cuenta, no queramos reconocerlo y parezca que nos dejamos llevar, tomamos decisiones acerca de qué hacer y qué no hacer a lo largo del día. Como todo, estas decisiones requieren un poco de planificación y organización. Si no lo hacemos así, estaremos haciendo algo pero con la cabeza puesta en lo siguiente. A mí me ocurre a veces en el siguiente ejemplo. Salgo a correr y a estar en contacto con la naturaleza. En vez de disfrutar de la carrera, de las sensaciones, del paisaje, del trino de los pajaritos, de un tiempo propio para pensar y relajarme, me dedico a pensar lo que voy a hacer a continuación: cuando llegue a casa me ducho deprisa, me visto rápido y a ver si llego antes de la hora tal a tal o cual sitio….. Terapias con nombre actual pero con mucha historia abogan por vivir el momento presente y disfrutar en cada momento de lo que estamos haciendo con todos los sentidos. Incluso concentrando nuestra atención en el hecho de lavar la vajilla puede ser positivo si conseguimos admitirlo como una tarea que estamos haciendo, que hemos decidido hacer y que podemos disfrutar al hacerlo.

¿Qué cosas son importantes? ¿Qué cosas no lo son? Si no nos paramos a tomar decisiones que son importantes acabaremos agobiados y angustiados. Esa ansiedad de que hablan los profesionales. Y repito, esto en casa, en el ocio y en el trabajo. Es una asignatura que parece estar siempre pendiente: como hacer un buen uso de nuestro tiempo. Actividades que son superfluas y que realmente no nos llenan pueden evitar que acometamos otras más placenteras, que cambien esas micro angustias por placeres y esto de una forma natural, como hábitos, sin que nos demos cuenta.

“Que paren este mundo, que me bajo”. El estrés no causa directamente ninguna enfermedad, pero baja nuestras defensas, poco a poco, sin que lo percibamos. Y cuando estamos bajos las llamadas enfermedad psicosomáticas pueden aparecer y agravarse: molestias gastrointestinales, hipertensión, taquicardias, caída del cabello….

Un buen punto de comienzo puede ser llevar durante unas semanas un diario lo más exhaustivo posible de lo que hacemos desde que nos levantamos hasta que nos vamos a la cama. Lo ideal sería que contuviera también apuntes de lo que “pensamos” mientras “hacemos”. Con datos podremos tomar decisiones de ir ajustando nuestras actividades, insisto, no solo físicas sino también mentales, para conducirnos a estados mejores en los que estemos más a gusto con nosotros mismos y con nuestros intereses.

El tiempo es lo que es. Lo que puede no agradarnos es el uso que hacemos de él. Seguirá fluyendo como lo viene haciendo desde hace millones de años, una cantidad que se escapa a nuestro intelecto. Nuestra vida es muy corta y por mucho que nos esforcemos no conseguiremos hacer todo lo que nos propongamos, porque cuando acabemos una cosa ya estaremos iniciando otra. Por mucho que lo intentemos no podremos leer todos los libros que existen, así que escojamos los que leemos y disfrutemos de su lectura.

Antes de ayer estábamos tomando las uvas y pasado mañana entraremos en el verano. Lo importante es que seamos felices y hayamos disfrutado de estos cuatro días que van desde el final de un año hasta el verano del siguiente.

Dejo para otro día un concepto que puede ir asociado al uso del tiempo y que genera no pocas insatisfacciones a las personas que lo sufren: “procrastinación”.