miércoles, 30 de junio de 2010

NORMAS

Cada vez pienso con más intensidad que las normas están más de adorno que otra cosa. Ya he comentado en entradas anteriores como nos relacionamos con aspectos del tráfico, pero hay otro montón de aspectos de la vida diaria que manejamos según nos interesa y cumplimos cuando nos apetece o cuando no nos queda más remedio, aunque esto sea pocas veces.
Toda norma o ley lleva aparejado, al menos de forma nominal, un castigo. Otra cosa es que ese castigo, en el caso de que nos pillen, llegue a producirse, tener efecto y podamos aprender.
Se comentó hace años una sentencia de un juzgado de Londres en que se condenaba a un montón de años de prisión a un raterillo que había robado una pequeña cantidad de libras esterlinas. Hace mucho que no voy a Londres pero la última vez que estuve allí se podía ver a primera hora de la mañana en ciertos barrios londinenses el carrito del lechero dejando a las puertas de las casas la leche fresca y el periódico del día. Los ingleses, antes de acostarse, dejan o dejaban a la puerta de su casa el casco vacío de la botella de leche y una pequeña cantidad de dinero como pago de la leche y del periódico. Al levantarse por la mañana, en pijama, con solo abrir la puerta disponen de su periódico y su leche para entregarse a un plácido desayuno. Pues bien, el raterillo había ido robando casa por casa, una a una, los peniques de los confiados londinenses. La condena fue ejemplar, desmesurada a todas luces para la cuantía, pero el juez la fundamentó diciendo que el castigo había sido en función del atentado contra una costumbre muy arraigada.
Los castigos tienen que ser contingentes, rápidos, todo lo desmesurados que se pueda, y le tiene que quedar bien clarito al infractor por qué se ha producido y de paso a todos los que le rodean para que sepan a que atenerse. Por ejemplo, se le pilla a un grafitero decorando la fachada de una casa, pues a limpiar esa casa y cien más, para que se le quiten las ganas a él y a otros cuantos. Es solo un ejemplo de una de tantas cosas que llenan de suciedad, y si es arte es arte sucio, las fechadas de nuestros pueblos y ciudades.
Recuerdo de pequeño que cuando hacías una trastada, una sola mirada de cualquier persona mayor que te hubiera visto te hacía ponerte a temblar. A buen seguro iba a ir con el cuento a tus padres y el castigo estaba asegurado, pero de los de antes y no de los de ahora de no salir y quedarse en la habitación con la televisión, el ordenador y el chat, además del teléfono. Vaya castigo.
Reconozco que antes cuando veía alguna cosa que no me gustaba le llamaba la atención al correspondiente. Tras alguna discursión y algo de peligro para mi integridad física, he desistido de hacerlo. Que alguién va tranquilamente en su coche y cuando para en el semáforo aprovecha para vaciar el cenicero, pues allá su conciencia. Que acaba la cajetilla y la hace un gurruño y la tira al suelo cuando tiene a mano una papelera, pues debe ser eso lo que se debe de hacer y yo estoy equivocado.
Pero hay cosas que claman al cielo y que dicen como somos las personas. Voy a referirme como muestra a dos de ellas, aunque la historia, a poco que rascaramos, podía ser interminable.
El ayuntamiento ha hecho el esfuerzo por dotar a la población de cubos de basura verdes, para orgánica, y amarillos, para envases. No mucho más lejos hay algunos, no tantos, azules para el papel o verdes para el vidirio. Llega el sujeto con tres cajas de la pizza que acaba de zampar mientras veía el partido y ni corto ni perezoso, como el primer cubo al que llega es el amarillo, pues allí que te va. Bueno, son envases al fin y al cabo. Han puesto pegatinas para recordar lo que se debe y no se debe tirar ahí, pero supongo que no sabe leer o que era mucha molestia avanzar un par de metros más y tirarlo al verde, no le pidamos que se desplace un poco hasta llegar al azul que es el que realmente corresponde al cartón.
Y lo de la foto que acompaña a este escrito, como se decía antes, es de Juzgado de Guardia. Dicen que los delitos han bajado aunque yo cuando oigo estas noticias no sé si habrán bajado de verdad o lo que han bajado son las denuncias de los mismos. Ahí queda el interrogante. Es de toda lógica que un parque infantil, de niños pequeños, donde la tierra que está en el suelo es para jugar con los cubos y las palas, debe ser cuidada en cierta manera. Hay un cartel bien grande en la entrada de “Prohibido Perros”, cuestión obvia y lógica por otro lado. También debería estar prohibido el botellón, más que nada porque no sé porque les ha dado por romper los envases de cristal cuando acaban y dejar allí todos los desechos. Yo, de tener un niño pequeño, me abstendría muy mucho de llevarle a un parque. Pues ahí tienen la foto y no hay que esforzarse mucho, lo del perrito haciendo sus necesidades en el parque es frecuente, varia veces al día. Hace un mes el que estaba dentro con el perrito era un señor jubilado que, cuando trabajaba, era ni más ni menos que guardia municipal.
Así estamos. Enfrente del bar donde tomo café por las mañanas antes de acudir al trabajo hay una parada de autobús. Coincido en el momento del café con varios miembros de la benemérita, pero salgo a la calle antes que ellos. ¿Adivinan donde están perfectamente aparcados los dos coches oficiales en los que se desplazan?
Nada tiene importancia. Viva la relajación. Y así vamos.

sábado, 26 de junio de 2010

MOTES

De siempre mantengo una afición de llegar pronto, a veces muy pronto, a los sitios. Tiene esta actitud sus ventajas porque la tranquilidad al hacer las cosas reporta cierto sosiego y bienestar a las personas, amén de otras prebendas como es el caso. Hace muchos años gustaba de llegar con bastante antelación a mi diaria clase de inglés en un laboratorio de idiomas, esos de la casette y los auriculares que estuvieron muy de moda por los años ochenta, cuando no había, todavía, ordenadores dedicados a estos menesteres.
El conserje del laboratorio, Inocencio, era y sigue siendo todo un personaje. De los del pueblo de toda la vida, le recordaba yo de muy pequeño atendiendo su mercería de “El Globo” donde se vendían toda clases de trapos y vestidos. Cuando cerró la tienda se tuvo que reciclar y hacer un poco de todo, entre otras cosas vigilar la entrada y salida de estudiantes por las tardes en el laboratorio.
El hecho de llegar pronto me permitía tener unas jugosas charlas que recuerdo con mucho cariño. Fruto de aquello fue el confeccionar entre los dos una lista con los motes más populares existentes en la localidad. A mi me sonaban algunos, pero por mi juventud y mi trabajo fuera del pueblo, me costaba ponerles cara, cuestión en la que Inocencio era un lince, pues se conocía todo y a todos.
Conservo la lista que consta de quinientos cinco motes, con su descripción, significado, familia que lo ostentaba y en muchos casos la profesión que llevaba asociada.
Los motes han ido desapareciendo. En raras ocasiones se usan y si en algo perduran es porque las personas de cierta edad gustan de referirse a ellos cuando intentan por todos los medios darte referencia de esta o aquella persona de la que te están contando un sucedido que a ti ni te va ni te viene. Al final casi hay que decir que sí, que sabes de quién te habla, para que te diga lo que te quiere decir. Y en muchos de estos intercambios aparecen los motes.
Como todo en esta vida, los hay buenos, malos y …regulares. Los mejores son aquellos que alguien ha desarrollado con mucho ingenio derivándolo de alguna característica física personal o de ocupación y que consigue describir a la persona sin que resulte ofensivo. Hay muchas personas que gustan de ser llamados por su mote o apodo mientras que a otras les sienta mal y solo se usa por terceros en conversaciones para referirse a alguien.
En una parte de mi época laboral recalé en un departamento en el que todos teníamos mote, pero con una salvedad: se guardaba en gran secreto de forma que la persona nunca estuviera enterado de su mote. Al menos esa fue mi experiencia ya que con toda seguridad tuve mi mote pero nunca me enteré de él. Y tego que reconocer que muchos de los motes que circulaban por ese departamento eran ingeniosos y alguno no menos ofensivos. Uno que me viene a la memoria es “jdeparta” que suena mejor dicho que escrito y que hacia alusión al jefe del departamento. Poca imaginación pero ahí estaba. Recuerdo algún otro, este si muy ingenioso, “medio polvo” haciendo alusión al apellido de la persona.
Como digo, esto de los motes ha caido en desuso. Pero cuando se usa, malo. Suele ser de forma despectiva hacia alguna persona de tu círculo laboral o personal. Un ejemplo de esto es el asignado a un coincidente laboral al que entre nosotros llamábamos “pfp” que corresponden a las letras iniciales de “perrillo faldero principal” y que se explica por si solo. Había también un “pfs”, que en este caso era una, como clara alusión a sus acciones de “perrillo faldero secundario” que en todo hay jerarquías.
De entre la lista de los más de quinientos motes del pueblo, no todos ellos eran ingeniosos. Algunos se limitaban a utilizar el propio apellido o el lugar de nacimiento, tales como “los zamoranos” o los “zamarras” aunque “zapatilla” era el apodo de un jugador concreto de fútbol local que arreaba al balón y de qué manera. Los “cachichi” eran una familia de albañiles, de los que alguno llegó a alcalde del pueblo y los “carrizos” eran otra familia que tocaban y siguen tocando instrumentos de plectro, que ahora ya no se llaman de pulso y púa. Uno que recuerdo con cariño, por haberle conocido personalmente, es el de “el catalán” que correspondía a Bartolomé Roma, un personaje nacido en cataluña y que era uno de los mejores maestros canteros que pasaron por las obras en aquella época. Al final el mal de la piedra no le perdonó.
Los guardias tenían motes asociados como “Felipe II”, “Caribe” o “San Pedro”, este último porque portaba siempre un manojo de llaves y era el encargado de abrir y cerrar las dependencias.
La lista sería interminable y solo curiosa para gente que tenga alguna relación con el pueblo. Pero me quiero referir por último a uno muy conocido y que tenía dos motes, a cada cual más popular: “juanito el cojo” y “el tío topamí”, ambos de mal gusto porque hacían referencia un defecto físico. El primero era claro pero el segundo era de los que a mi me parecen ingeniosos, ya que al andar giraba la punta de uno de los pies hacia dentro, siendo además una familia que aún dedicándose a la venta de chucherías para niños y el intercambio de novelas de Marcial Lafuente Estefanía, al final consiguió hacerse con unas buenas cuentas bancarias redondeadas con un premio gordo de la lotería, momento en que se esfumaron y de ellos nunca más se supo.
Quedémonos con los motes o apodos ingeniosos y… cariñosos.

miércoles, 16 de junio de 2010

AporELLOS

Parece por el título que la cosa va de fútbol… pues nada de eso. Ya sé que dentro de un rato (casi) toda España estará pendiente del estreno de nuestra selección en el mundial de fútbol. Algunos habrá que no puedan y otros, es mi caso, que no quieran.
La cosa va de políticos, esas personas que des-gobiernan para bien y para mal nuestras vidas y nos llevan por unos vericuetos que distan mucho de hacernos la vida feliz. Y hablo en general, no de estos ni aquellos, no de los locales, autonómicos, nacionales europeos, mundiales e incluso interestelares que acabará habiéndolos y seguro que unos cuantos.
Recuerdo con nitidez los primeros días de Abril del año setenta y nueve del pasado siglo. Se celebraban las primeras elecciones municipales tras más de cuarenta años de una situación que a pocos gustaba y a otros muchos no y que si por algo se caracterizaba era por la poca libertad del pueblo para decidir sus destinos. Eso dicen es lo que facilita la democracia que tenemos ahora, aunque yo me pregunto una y otra hasta que punto y con que prisma es cierto.
Aunque no me integré de forma directa en ningún partido político ni coalicción para presentarme, tuve la ocasión de participar de forma directa e intensa en los prolegómenos, las elecciones, la constitucción de las primeras corporaciones, las elecciones de alcaldes, las asignaciones de funciones …. Mucha ilusión, mucha motivación, ahora sí que íbamos a disponer de nuestros destinos y a hacer las cosas como se tenían que hacer.
Por lo que a mi respecta, bastaron dos años para darme cuenta de que la panacea no era eso. Luchas internas entre partidos políticos, cortes de cabezas, zancadillas, favoritismos, etc. etc. La diferencia con lo anterior es que antes solo había uno que lo hacía y ahora eran varios y parecía que nosotros podríamos decir quién “nos” lo hacía. Eso sí, de cuatro en cuatro años por lo menos y bajo una atenta y extaña ley que indica como hacer los recuentos y que ya se encargan los grandes partidos de no cambiar para asfixiar a los pequeños pero que en el mapa nacional está trucada con respecto a otro concepto extarño como son las circunscripciones. Ya escribí algo de esto en http://sensacionesinciertas.blogspot.com/2008/03/votos.html .
No es el mejor momento para escribir. Acabo de empezar, porque no terminan nuca, una lucha perdida de antemano con la empresa que me suministra el gas. Pero tengo la sensación de que cuando no es con el gas es con el teléfono, con la biblioteca, con la seguridad social, con la agencia de viajes o con el jefe del que vende los cupones en la esquina. Uno se cree que tiene estamentos oficiales que le pueden defender ante estas tropelías, pero lo cree hasta que decide hacer uso de ello y se da cuenta que hay más humo que otra cosa. Y lo digo por experiencia en las más variopintas cuestiones. Ya va uno con el cuento aprendido y casi asume lo que le va a costar hacer cualquier gestión y que todo ira bien si se escapa sin que le hayan clavado alguna. No es cuestión de dar detalles pero casi todo el mundo tenemos alguna historia que contar acerca de esto. Lo de la biblioteca ha sido curioso, lo dejo para una próxima entrada en el blog, y eso que es un acto voluntario al que no te obliga nadie.
Han pasado unos cuantos años y tenemos la situación que tenemos. Leo con asombro en el periódico que algunos alcaldes no se van a bajar el sueldo. Atraído por la noticia, profundizo un poco y es que resulta que no cobran. Algunos municipios son tan pequeños que no tienen para pagar la luz de las calles y disponen de regidores y ediles que trabajan por amor al arte. Pero, hombre, eso ya no se hace. Hay que tener sueldo, despacho, teléfono móvil, coche, asignación para representación y alguna prebenda más a cargo del contribuyente, además de buscarse un destino exótico oara hermanarse con él o irse a las Chimbambas en plan representación para ver ver a no se quién para convencerle de que celebre el campeonato del mundo de chapas en la localidad. Y lo malo no es que haya uno, sino que hay varios por municipio, otros cuantos por comunidad, otros a nivel nacional, algunos en el parlamento europeo y alguno en algunas insutuciones internacionales, como por ejemplo la ONU. Y todos hacen o no hacen, pero tanto los que hacen como los que no hacen, nos cuestan.
Después de muchos años hemos llegado a la situación en la que estamos. Un par de preguntas como muestra:
¿Cómo es posible que el impuesto de circulación de los cohes siga en vigor? Y teniendo en cuenta esto ¿Cómo es posible que por el mismo coche y el mismo impuesto yo pague diferente que el del pueblo de al lado? Es que resulta que los alcaldes disponen de una horquilla entre un mínimo y un máximo donde fijar la “tarifa”. Viva la igualdad.
Y esta otra ¿Cómo es posible que un españolito con el mismo nivel salarial pague diferentes impuestos en una comunidad autónoma que en otra? No hagamos extensible esto a compararnos con otros ciudadanos de la Comunidad Económica Europea esa salvo que queramos entrar en fase de mareo profundo. Para lo que se quiere estamos todos en el mismo barco, pero para lo que no interesa no. Los cinturones, a la hora de apretar, son diferentes y disimulan.
Y no sigo, que me enciendo. Parafraseando eso de “pleitos tengas y los ganes” diríamos “políticos elijas y que no te toquen mucho las narices”
A disfrutar de la libertad, que no es gratis.

sábado, 12 de junio de 2010

CRISIS

Ya salió la palabrita a relucir. Lleva revoloteando a nuestro alrededor desde hace tiempo y no parece que vaya a dejarnos, por lo menos por el momento. La cosa se veía venir desde hace tiempo pero todos hacíamos como que no iba a llegar nunca, que no iba con nosotros, instalados como estábamos en un mar de bienestar. Bueno, no todos, que cuando las cosas marchan bien no lo hacen para todo el mundo, siempre hay quién no llega a disfrutar de esa “buena marcha del negocio”. Y si no que se lo digan a los funcionarios, entre otros, que no han catado directamente en la época de bonanza pero ahora si van a sufrir en sus bolsillos la época de vacas flacas.
Esto no es nuevo. A nivel menos general, las empresas han sufrido avatares de todo tipo y han tenido, con más o menos suerte, que apretarse el cinturón. Pero hay muchos modos de hacerlo. Me viene a la memoria el caso de una empresa, de las grandes de este país, que en la crisis anterior, porque ha habido varias crisis anteriores que luego mencionaré, atravesó por malos momentos. Una de las soluciones más fáciles, y sobre todo más directa, es bajar el sueldo a los empleados. Eran otras épocas en las que las hipotecas no estaban tan a la orden del día y los préstamos bancarios no se pedían tan alegremente para endeudarse hasta las cejas por un coche o una televisión plana, pero el miedo a perder el empleo era tan patente como ahora. Quizá no parecía tan díficil encontrar uno nuevo. La fórmula de reducción del salario fue aceptada por los empleados como una vía factible para la sostenibilidad de la empresa. Cuando recibieron sus nóminas y vieron de qué forma se les había aplicado la rebaja, pusieron el grito en el cielo y exigieron a la empresa que no se trataba de rebajar el sueldo base, sino de incorporar un concepto, nítido y claro, que reflejara esa pérdida de poder adquisitivo en base a la mala racha de la empresa. Consiguieron que en sus nóminas figurara esa línea maldita que en la zona de ingresos tenía un signo negativo.
Aquello fue muy importante. Pasaron los años y la empresa consiguió ir para arriba. Se fueron unos presidentes y vinieron otros hasta que un día estaba saneada y con beneficios. Ese fue el momento en que los empleados exigieron, con toda lógica, alejar de las nóminas esa maldita línea que ya no tenía ningún sentido en vista de la situación actual. La empresa no se pudo negar y aunque con varios años de retraso y sin atrasos los empleados recuperaron ese importe.
Y ahora viene la pregunta del millón: ¿a todos los que sus empresas les rebaje el sueldo van a utilizar esta forma de hacerlo? Me temo que no y lo que se pierda ahora quedará perdido para siempre. Y si no al tiempo.
Hay un libro ya antiguo que siempre me ha gustado mucho. Una frase entresacada de ese libro dice así:
“…igual que un marino orienta la vela para aprovechar mejor la fuerza del viento e impulsar su embarcación. No podemos navegar de proa al viento, y, si solo sabemos navegar con el viento en popa, únicamente llegaremos allí donde este nos empuje. Sin embargo, si sabemos cómo usar la energía del viento y tenemos paciencia, a veces, podemos llegar donde deseamos, podemos controlar las cosas. Tenemos que aprender a seguir adelante bajo la presión de todo tipo de condiciones estresantes; no solo cuando hace sol y el viento sopla exactamente como queremos."
Creo que la frase es clara y muy aplicable al tema que nos ocupa. Cuando las cosas marchan bien y todos los vientos y condiciones son favorables, hasta el más tonto dirige una empresa….. o un país, que viene a ser más o menos lo mismo. Lo díficil es seguir dirigiendo con acierto cuando las cosas se ponen del revés.
Durante estos años pasados la economía marchaba bien. El viento soplaba de popa, a favor, fuerte y mantenido de forma constante. Si marchaba bien que nuestro país era un “target” para ser elegido como destino por cientos de miles de personas, si no millones, para venir a trabajar, de forma legal o ilegal. Los servicios y la construcción daban ocupación a miles y miles de personas que abandonaban su precario estado en su país de origen para encontrar su particular “El Dorado”. Bajo estas benignas condiciones, hasta el más tonto dirige una empresa o un país y además lo hace bien.
Lo díficil es cuando el viento deja de soplar, o lo hace en otra dirección. Ahí es cuando se testean los conocimientos y las capacidades de los patrones al mando de las embarcaciones, como se hace que las personas a su cargo funcionen, estén motivadas y pongan ilusión y empeño en el desarrollo de sus cometidos, empujando todos en la misma dirección para que la cosa marche.
Como antes mencioné, no es esta la primera crisis. Si tuvieramos memoria se producen de forma ciclíca, lo cual es por otro punto necesario y conveniente, para que nos vamos a engañar. La primera de la que tengo conciencia fue allá por el año 73 del pasado siglo. Fue la llamada “crisis del petróleo” o mejor dicho, la primera de ellas, porque en las que hubo después, hacia 1983 y luego en 1994, el petróleo tuvo un papel predominante en los ajustes de las economías de los paises, empresas y particulares. Yo creo que tiene que ser así, épocas alternantes de vacas flacas y vacas gordas donde de alguna forma se intenta pone a cada cual en su sitio y sirve de toque de aviso general. Pero cuando llega la siguiente época de “vacas gordas”, y aquí ha sido a mi entender de “vacas muy gordas”, nos olvidamos de todo y nos lanzamos al consumo y disfrute sin freno ni control, sin pensar en lo que vendrá después.
¿Cuándo la cosa ha ido muy bien…. se han preocupado el Gobierno y las Empresas en hacer llegar esos temendos beneficios a funcionarios y empleados? ¿en guardar algo para el futuro? Mucho me temo que no ha sido así y por eso ahora no tienen ninguna justificación para hacer lo que están haciendo, aunque es posible que no haya otro remedio. Eso ellos sabrán. Van a lo fácil, como no hay viento, todo el mundo a los remos que yo me ocupo de dar los latigazos.
Me hace mucha gracia cuando esgrimen las empresas su carácter de privadas para hacer lo que se las venga en gana con sus destinos, entre ellos aplicar sueldos estratosféricos a sus dirigentes. Por ejemplo los bancos. Cuando las cosas han ido mal, “papá” estado, es decir todos, nos hemos preocupado de sanearles las cuentas para que esos dirigientes sigan haciendo y deshaciendo a su antojo. ¿Qué pasa en estos días en las Cajas de Ahorro? Hay que rejuntarse a toda prisa y como sea para que no se vean los agujeros y trincar la pasta que hay por ahí para “salvarlos”. Sinvergüenzas.
No sigo por hoy, que me enervo. Por cierto, el libro mencionado es de Jon Kabat-Zinn y se titula, nunca más apropiado, "Vivir con Plenitud las Crisis"