domingo, 21 de noviembre de 2010

POLITICOS

Nunca han estado más en el punto de mira las miríadas de personas que han hecho de la política una profesión, bien remunerada pero últimamente mal considerada por los líos y tejemanejes que se van descubriendo y los que se atisba que pueden existir aunque no lleguen nunca a ver la luz. No me han gustado y siempre me he mantenido alejado de estos entresijos. Solo recuerdo un pequeño acercamiento hace muchos años cuando ....  

No es uno de mis sitios preferidos este blog para comentar los libros, que ya hay otros afines, como http://alqs2d.blogspot.com/ donde se hará el comentario cuando se termine de leer. Pero este blog es también una especie de base de datos de mis vivencias, eso sí, compartidas con no se sabe quién que puede estar leyendo esto en cualquier parte del mundo. Por y pese a ello me voy a conceder la licencia de incluir aquí, para mi recuerdo, un par de textos extraídos del libro titulado “Un Hombre” de Oriana Fallaci, publicado a finales de los años setenta pero que se me antoja de rabiosa actualidad ahora y para siempre.

Narra la vida de un griego de nombre impronunciable, Alexandros “Alekos” Panagulis, comenzando en su etapa de activista con atentado, su paso por las peores cárceles de Grecia en la época de los coroneles donde no fue fusilado de forma milagrosa, hasta convertirse en político “de partido” y morir pronto…asesinado. Un relato arduo, intenso, profundo, de temor, terror y resistencia, que parece tan lejano pero a la vez puede estar a la vuelta de la esquina en cualquier parte de este mundo inestable en el que vivimos y pasamos de la gloria a la miseria de un día para otro.

En el primer relato, Alekos está permanentemente esposado e incomunicado en una celda desde hace mucho tiempo. De vez en cuando, un escarabajo, de nombre “Dalí”, le visitaba. Luego resultaría aplastado bajo la bota de un carcelero.

“Sin embargo, no eran estas cosas las que te exasperaban, sino la soledad, el aislamiento. No tenías la menor idea de lo que sucedía más allá del recinto amurallado, y en cuanto a la misma prisión, ni siquiera sabías cuantos detenidos albergaba y quienes ocupaban las celdas adyacentes. Las únicas personas en las que posabas los ojos eran los centinelas que acudían con la comida o a vaciar el orinal y tanto si los saludabas como si los insultabas, no abrían la boca para hablar contigo. Les había sido prohibido, y para oir el sonido de una voz que no fuera la tuya, debías perseguir el eco de un altercado o de una canción. Aquel silencio obstinado te destrozaba los nervios y, a veces, te hacía añorar el interrogatorio y Egina. La muerte se afronta, te decías, las torturas se sufren; el silencio , no. De momento, parece que no sea un mal, que incluso sirva para pensar mejor y más, pero pronto te das cuenta que con él piensas menos y peor porque el cerebro, trabajando exclusivamente con la memoria, se empobrece. Un hombre que no habla con nadie y a quién nadie habla es como un pozo al que no alimenta ningún manantial; poco a poco el agua que se estanca en él se pudre y se evapora. De vez en cuando hablabas a una mancha en la pared. Puede ser una gran compañía un mancha en la pared, porque se mueve, sus contornos no son nunca los mismos, de continuo se apartan y ora te regalan un objeto, ora un cuerpo, tal vez el rostro de un amigo o el cuerpo de una mujer deseada, Y hablas con esa mancha como con el escarabajo. Pero hay una gran diferencia, admitámoslo, entre una mancha en la pared y un escarabajo; cuando establecías la comparación, sufrías. ¡Echabas tanto de menos a Dalí, el escarabajo!. Lo echabas de menos hasta el punto de inducirte a dudar de tu salud psíquica: un hombre puede llorar la muerte de un perro, de un gato, pero no la muerte de un escarabajo. ¡Y cuanto anhelaste ver aparecer otro!. Durante días …

En el segundo relato de habla comparativamente de políticos y directivos de empresa.

Un partido funciona como una empresa, como una industria donde el director general (el líder) y el consejo de administración (el comité central) detentan un poder inalcanzable e indivisible. Para detentarlo precisan solo de “managers” obedientes, empleados serviles, “yes-men” o sea, los hombres que no son hombres, los autómatas que dicen siempre que sí, En una empresa, en una industria, el director general y el consejo de administración no saben qué hacer con las personas inteligentes y provistas de iniciativa, con los hombres y las mujeres que dicen no, y ello por un motivo que supera incluso su arrogancia; en efecto, pensando y actuando, los hombres y las mujeres que dicen no, constituyen un elemento molesto y de sabotaje, echan arena en los engranajes de la máquina, se convierten en piedras que rompen los huevos del cesto. En una palabra, la estructura de un partido y de una empresa es la de un ejército donde el soldado obedece al cabo, que a su vez obedece al sargento, que a su vez obedece al capitán, que a su vez obedece al coronel, que a su vez obedece al general que a su vez obedece al estado mayor que a su vez obedece al ministro de defensa; curas, monseñores, obispos, arzobispos, cardenales, curia, papa. Ay del iluso que cree aportar una contribución personal con la discusión o el intercambio de puntos de vista: termina expulsado o lapidado, como corresponde a quién no es capaz de comprender o finge no comprender que en un partido, en una empresa, sólo se permite discutir sobre órdenes ya dadas, sobre opiniones ya decididas. Con tal de que, se sobreentiende que la discusión no ignore los dos sagrados principios: obediencia y personalidad.

Aquí quedan estos textos para que cada uno reflexione. Al menos en nuestra esfera personal no necesitamos que nadie nos autorice a pensar de determinada manera.