domingo, 23 de enero de 2011

OBSOLESCENCIA


Es una buena opción, siempre que sea posible. Hay veces que no lo es, por las más diversas causas: personal de servicio técnico, piezas, etc. Cuando nos enfrentamos a la rotura o avería de un aparato de los muchos, cada vez más, que inundan nuestras vidas, siempre surge la duda: ¿arreglarlo? ¿adquirir uno nuevo más moderno y con más posibilidades?

Hace unos días se pudo ver en televisión un reportaje titulado "Comprar, tirar, comprar". Yo he recibido ya varios correos electrónicos adjuntándome el enlace al mismo, se ve que circula por internet. No sé por cuanto tiempo estará colgado en la web de Radio Televisión Española. Yo me lo he descargado para verlo tranquilamente en la televisión ya que se acerca a la hora de duración y es muy interesante, a mi juicio, y en la pantalla del ordenador resulta cansado seguirlo. Aquí está el ENLACE AL DOCUMENTAL

El asunto de fondo es algo que se denomina “Obsolescencia programada o planificada”

Revisando aparatos electrodomésticos de uso y funcionamiento diario que tengo en mi casa, el frigorífico se lleva la palma, con casi veinte años prestando servicio a entera satisfacción. Bien es verdad que tiene alguna pieza de menor importancia que ya no es suya, como los tiradores de las puertas, pues ya hace tiempo que quedó descatalogado de la empresa que lo fabrica. De hecho, la última vez que me acerqué a un servicio técnico a intentar comprar la goma de la puerta del congelador, no solo me comunicaron este hecho de que su servicio está discontinuado sino que el empleado se sorprendió grandemente de que estuviera funcionando todavía sin ninguna reparación de calado. Pues funciona, y bien y ojalá lo siga haciendo por muchos años aunque no disponga de conexión a internet para hacer el solito los pedidos al supermercado. Pero me queda claro que el día que dé el más mínimo problema en alguna cuestión fundamental, será el momento de considerarle obsoleto y dirigirme a la tienda a comprar uno nuevo. Si pudiera elegir compraría de la misma marca y el mismo modelo, pues con ello podría pensar que tendría otros veinte años de funcionamiento al menos sin sobresaltos.

Pero como se puede ver en el reportaje, las cosas no van por ahí. No tengo la menor duda de que, con la tecnología actual, las empresas podrían fabricar aparatos cuasi eternos, a poco que establecieran un programa de mantenimiento que implicara la revisión, engrase y sustitución periódica de los elementos que se desgastasen por el uso. Esto sería igualmente aplicable a los coches. Pero ya repito que para eso tendrían que querer. Unas tías mías, octogenarias, tienen en perfecto uso y funcionamiento un Mercedes que perteneció a su padre y que está matriculado allá por 1960. En justicia hay que decir que se lo mantiene y arregla un mecánico que además de poner mucha sapiencia y cariño en el asunto, es un artista. Esto de la obsolescencia también va por países y sino que se lo digan a los cubanos que mantienen sus vehículos a base de fabricarse ellos mismos las piezas.

Pero para entrar en cuestión, lo que me llama la atención y agudiza mis sentidos es lo de “programada o planificada”. La economía actual y mundial está basada en el consumo, y no precisamente de productos básicos como la comida o la ropa, que si nos damos cuenta reducen mes a mes su porcentaje en el gasto global de una casa; hace no muchos años el gasto fundamental de una familia era en comida y después en ropa. Ahora las cosas han cambiado y gastamos más de forma periódica en telefónica, automoción, vacaciones, informática, etc. etc. Hace unos años, la pantalla del ordenador, flamante y plana de las primeras que salieron, y que me había costado mis buenos euros, se apagó de pronto. Miré la factura de compra y hacía justo dos años y dos meses que la tenía. La garantía estaba, pues, finiquitada. Al llamar al servicio técnico me pusieron mil y una pegas, exactamente igual que en el reportaje comentado, como que si el taller estaba en Portugal, que el envío y devolución corría de mi cuenta, que me iba a costa más “el collar que el galgo”, que habían bajado de precio y en suma, que no me interesaba reparar, sino tirar y comprar una nueva, cosa que tuve que hacer al final. La compré de otra marca pero seguro que hubo en esos momentos a alguien que le pasó lo mismo con las marcas intercambiadas.

La cuestión está en saber si algunas empresas dedican tiempo y dinero en la fase de investigación de nuevos productos para fabricarlos del tal modo que al cabo de un tiempo se vuelvan inoperativos. Lo ideal sería conseguir que los clientes estuvieran a gusto con el producto durante un tiempo suficiente, de forma que ante la inutilidad de este se decidieran por comprar uno de la misma marca. En todo caso, y ya que todo es global, lo que interesa es “comprar, tirar y comprar”, que se mueva la rueda y que esto siga para adelante hasta no se sabe que límites. Lo que sí está claro es que si se para se arma la marimorena.

Por otro lado y a fuer de ser sincero, es determinados productos no interesa que funcionen durante mucho tiempo, dado que el avance de la tecnología los va a dejar en fuera de juego por la aparición de nuevos modelos con mejores y mayores prestaciones. Véase el caso de los teléfonos móviles, que si no los cambiamos cada año estaremos fuera de lugar.

Tengo cámaras fotográficas compradas en los años setenta que funcionan a la perfección. Las saco y las pruebo una vez al año. Otra cosa es que no se usen, pues la tecnología digital las ha dejado obsoletas, no por mal funcionamiento sino por avance que me hace decidir no seguir con los carretes y los revelados. Son cosas del pasado aunque lo estuviéramos usando hasta hace muy poco y de hecho todavía se pueda seguir utilizando.

(Para el que tenga interés, ya hablábamos de cosas muy parecidas hace meses en la entrada del pasado mes de Abril titulada "Repuestos")