domingo, 6 de marzo de 2011

TOULOUSE


En todos los países seguro que encontramos ciudades que están en medio de ninguna parte, claro está, según desde el punto de vista del que se mire. Para los que vivimos en Madrid, hay numerosas urbes por las que seguramente hemos pasado de largo varias veces camino de otras en la costa o en la montaña para pasar las vacaciones. En mi caso tengo algunas señaladas. Una de las que más se atienen a esta máxima es Burgos en mis escapadas a Cantabria. Antes se pasaba “cerca” de la ciudad pero la presión demográfica y el permanente incremento el tráfico han forzado la construcción de carreteras de circunvalación por las que ahora circulamos hacia el destino sin ni siquiera divisar de lejos las agujas de la catedral. Aunque en mi caso Burgos es una ciudad que conozco bien por haberme
detenido en varias ocasiones a disfrutar de ella, hay otras varias en España que he visto de lejos en multitud de ocasiones. Citaré como ejemplo Zaragoza en los viajes a esquiar o al extranjero, Córdoba cuando me dirigía a Sevilla, Huelva o el Algarbe portugués, Jaén en las escapadas a Granada o Almería y para cerrar el ejemplo no me olvido de Albacete en la ruta hacia Murcia.

Algunas siguen estando pendientes, como por ejemplo Jaén y Albacete, pero otras las he solucionado de alguna manera. En el caso de Zaragoza fue necesario en uno de los viajes decidir de antemano el pernoctar dos noches a la vuelta de un viaje para disfrutar de las maravillas de la ciudad. Pude disfrutar de una de ellas, la Seo, que llevaba varios años cerrada por reformas y restauraciones. Una ciudad agradable, abierta, con muy buen ambiente y que recorrimos con placer.

En otro de los casos, Córdoba, la cosa fue más drástica. En un arrebato y en un día de diario, decidimos coger el tren de velocidad alta española a primera hora de la mañana y volver en el último de la noche, disponiendo de un día casi completo para deambular por la ciudad, perdernos por sus callejones, admirar sus monumentos entre los que hay que destacar la tremenda Mezquita y palpar la vida de una ciudad activa en un día de trabajo normal. Lo único que recuerdo como doloroso fue que decidimos comer en el Parador de Turismo e ir y volver andando, ya que caía un poco lejos después de estar toda la mañana caminando de un sitio para otro.

Además de estas ciudades que pudiéramos considerar de paso en las grandes rutas, hay otras muchas que merecen muy mucho la pena y a las que hay que ir exprofeso. Citaré algunas, sin descubrir nada nuevo, que he visitado y me han gustado y otras que me han sorprendido. Entre las primeras Salamanca, León, Cáceres, Toledo, Lugo, Oviedo, Cuenca, Segovia, Bilbao, San Sebastián, Granada Ávila. Entre las segundas se lleva la palma la muy bonita y agraciada ciudad de Soria, que al igual que su provincia no deja nunca de fascinarme, pero no me olvido de ciudades como Logroño o Teruel, de las que esperaba poco o nada y han resultado muy prometedoras. Omito citar otras ciudades españolas que he visitado y no me han llegado, quizá porque no haya sabido encontrarlas su encanto.

Y aquí llegamos a Toulouse. Esta ciudad sí que está perdida en medio de la nada, en el sur de Francia a noventa kilómetros de los Pirineos y la frontera con España. Nunca hubiera ido a esa ciudad pero la falta de nieve varios días en la estación de esquí de Saint Lary donde pasábamos las vacaciones de invierno nos hizo plantearnos el andar y desandar los 160 kilómetros que nos separaban de ella un sábado. Habíamos visto algo de información por internet pero tampoco llevábamos mucha. Quizá esto es lo mejor, pues cuando te acercas a una ciudad con demasiadas expectativas, lo más probable es que no se cumplan en su totalidad y no te permitan apreciar las cosas en su justa medida.

Por todo ello, la ciudad me resultó fascinante. No se trata de hacer un libro de viajes en este post, pero sí de resaltar ciertas cosas que llamaron mi atención de forma poderosa. Una de ellas es la gente, que iba y venía en total armonía, sin exabruptos, con tranquilidad, tanto en las calles peatonales y comerciales que estaban repletas como en las grandes vías con tráfico. Una ciudad tranquila, de agradables paseos, especialmente en la ribera del río Garona que la surca. Otra de las cosas que me llamó la atención es la completa ausencia de marcas comerciales archiconocidas y archirepetidas en todas las ciudades del mundo mundial. Un paseo por una zona no muy larga de la Gran Vía de Madrid nos permitirá descubrir unos cuantos McDonald’s, Pan’s and company, Srpingfield, Máximo Dutti, etc. etc. Pues bien, en todo mi deambular por el corazón de Toulouse solo pude descubrir, no sin dificultad, un McDonald y bastante camuflado. Ello nos transmite un comercio propio, individualizado, donde podemos encontrar cosas que no son comunes a otros y quizá dar con cosas inesperadas con más facilidad.

Aunque comimos los bocadillos que portábamos en nuestras mochilas en un magnífico parque del centro de la ciudad, tomamos café en uno de los muchos y muy agradables cafetines que existen por toda la ciudad.

En suma, una ciudad que es denominada la "villa Rosa" por sus numerosos edificios de ladrillo y fachadas pintadas en ese color y que es muy recomendable para escaparse un fin de semana a disfrutar de paseos, tranquilidad, monumentos y un comercio de los más agradable y atractivo.