.
Cuando hoy día llega a nuestras manos cualquier aparato con una cierta complejidad, lo primero que deberíamos hacer es leer, detenidamente, su libro de instrucciones para poderlo manejar sin problemas y además conocer todas sus posibilidades, vayamos a hacer uso de ellas o no. De forma proporcional a la edad, la consulta al folleto va desde cero en los extremos, juventud o senectud, hasta una proporción variable en las edades intermedias. Yo soy de los que gusta leerlo al completo un par de veces antes de empezar a manipular, pero también conozco a personas de mi edad que no lo hacen y les gusta trastear, probar y perder mucho tiempo antes de acudir al libro de instrucciones donde lo más probable es encontrar la solución a sus desvelos y de paso descubrir nuevas y desconocidas posibilidades.
Salvo elementos muy elementales, pongamos por ejemplo un sacacorchos o un vaso de los de vino, los productos que adquirimos suelen llevar algún “x” de instrucciones. Nunca sabré si la traducción de “x” es manual, folleto, guía, libro, prospecto, etc. etc. pues todas estas acepciones hacen alusión a las notas e instrucciones necesarias para conocer el producto adquirido y manipularlo con seguridad y acierto a la vez que obtener el máximo partido posible.
Una cuestión importante es como conservar y tener a mano, de forma ordenada, todas las guías de los aparatos que tenemos en funcionamiento alrededor nuestro. Son de variados y múltiples formatos, desde los mínimos libritos que acompañan por ejemplo a un reloj digital hasta los gruesos libros que se adjuntan a una cámara de fotos o una televisión. Por otro lado, hoy en día los aparatos son distribuidos a cualquier lugar del mundo, por lo que muchos de ellos incluyen su libro de instrucciones en multitud de idiomas. En estos casos, lo primero que hago es seleccionar el que me corresponde en castellano y en algunos casos conservo también el que está en inglés, pues ya se me ha dado el caso de que la traducción no está muy bien realizada y una lectura rápida al inglés suele aportar claridad cuando en castellano no se entiende bien.
Con la supuesta implantación masiva de internet en los hogares, algunas empresas optaron hace tiempo por una política de ofrecer un pequeño galimatías de guía rápida en varios idiomas y adjuntar un CD o bien una dirección de internet donde consultar o descargarse el manual en formato pdf, de forma que ya se rompía la limitación de espacio que los formatos en papel sin duda presentaban. Con todo ello, nos podemos encontrar en nuestras casas, si guardamos estas instrucciones, con todo tipo de formatos. También ocurre que con el paso del tiempo, las instrucciones en papel han sido digitalizadas y puestas en internet.
Esto último está siendo aprovechado para una práctica comercial con la que hay que tener sumo cuidado. Hay sitios especializados en “contener” toda suerte de manuales y guías, pero que no ponen a tu disposición de forma gratuita sino que con engaños y triquiñuelas te pueden sacar unos euros como no andes listo. Relato aquí el caso que me ha surgido para ilustrar esto.
Ando recuperando mi bicicleta de montaña que adquirí hace ahora veinte años y que llevaba un tiempo en el olvido, almacenada en el trastero. Dos años más tarde, con ocasión de la realización del tramo desde León del Camino de Santiago, compré para ella una computadora digital de las que sirven para medir distancias, velocidad y demás parámetros en una bicicleta. Tras tantos años, el computador estaba apagado y no funcionaba; lo más lógico era pensar que se había agotado la pila, por lo que compré una nueva, se la puse, y que si quieres arroz catalina, aquello no funcionaba. Lo lógico sería acudir al libro de instrucciones, que repito tengo en casa, a pesar de ser un aparato comprado, como digo, en 1993, hace dieciocho años. Pero ahora no estoy en casa, con lo que la opción era la consulta por internet, sin muchas esperanzas por el tiempo transcurrido. Al poner en Google la marca del aparato y su modelo, encuentro multitud de referencias a él, pero curiosamente las cinco o seis primeras no son de la marca sino de tipo general, donde me dicen disponer del manual pero me lo ofrecen con un pago a través de tarjeta de crédito, mensajes especiales vía móvil y otras maneras torticeras de sacarme un dinero por un manual que ni siquiera tengo garantías de que lo tengan. Sigo indagando y en la web oficial de la marca, que sigue existiendo, el modelo del que dispongo ya ni existe, pero con paciencia y un poco de suerte, encuentro un apartado referente a modelos antiguos donde obtengo, de forma gratuita, el manual en pdf que me permite activar y poner en marcha mi computador de bicicleta, que sigue funcionando a la perfección dieciocho años después.
Una buena práctica, que yo realizo de vez en cuando y recomiendo, es revisar nuestra carpeta o cajón de folletos, desechar aquellos cuyos aparatos ya no tengamos e intentar buscar en la web los equivalentes electrónicos del resto, que siempre en el ordenador se pueden consultar y manipular con más rapidez y comodidad. Igualmente, ante la compra de un aparato nuevo, es interesante buscar su manual electrónico y conservarle, siendo en este caso lo mejor, casi me atrevería a asegurarlo, prescindir directamente del de papel. Hay que tener en cuenta que los usuarios de un hogar son variados y no todos pueden estar duchos en la consulta electrónica, pero siempre habrá alguno que pueda echar una mano.
.
martes, 26 de julio de 2011
martes, 19 de julio de 2011
COMUNICACION
.
La semana pasada he tenido la oportunidad de asistir a un curso de verano de los que muchos que proliferan por la geografía española organizados por diferentes universidades. En mi experiencia los cursos no son propiamente universitarias sino más bien una serie de charlas impartidas por ponentes más o menos famosos que nos transmiten sus impresiones y de paso se dan un garbeo por la zona. La elección de los ponentes así como la determinación de los programas quedan a cargo de los directores de cada uno de los cursos que supongo se tendrán que atener a unos presupuestos económicos para la selección de las personas o personalidades que van a desarrollar los encuentros.
El curso al que he asistido, organizado por uno de los departamentos de psicología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia tenía a priori un título sugerente y atractivo: “Comunicación, seducción y manipulación, sobre la verdad y el engaño”. Haciendo un ejercicio de reflexión sobre el propio título podríamos pensar que nos estaban seduciendo y engañando para que asistiéramos al evento atraídos por el señuelo y sin entrar a considerar sus ponencias. En mi caso, conocía a varios de los conferenciantes pues habían sido profesores míos en otros tiempos e incluso ya había oído con anterioridad algunas de sus comunicaciones en otros cursos y en formatos más ampliados, pero me apetecía disfrutar de unos días en un ambiente relajado y tranquilo en la preciosa ciudad amurallada de Ávila y de paso recordar y profundizar algunos aspectos y añadir otros nuevos a la vez que explorar la posibilidad de conocer gente nueva.
Como ocurre siempre, de las doce charlas celebradas, unas más y otras menos suscitaron la curiosidad de los asistentes, pero siempre en un tono general práctico. Sí que tengo que decir que el público asistente era muy heterogéneo, pues de hecho y como respuesta a una pregunta directa de uno de los ponentes, solo cuatro psicólogos se encontraban entre los asistentes. Me resultó curioso detectar tres personas mayores, muy mayores diría yo, entre los que atendían las ponencias, por lo que siempre es tiempo de aprender. Las condiciones económicas suelen ser atractivas para las personas de mayor edad que pueden contemplar la posibilidad de pasar unos días de verano de forma diferente a la vez que amplían sus conocimientos y se relacionan con todo tipo de gente que asiste a los cursos. Recomendable.
La comunicación es esencial en el ser humano. Hablar y escuchar, interaccionar con nuestros semejantes es vital para un desarrollo personal. Una de las acciones más duras que se pueden infringir son las conocidas “celdas de aislamiento” en las prisiones que yo por suerte conozco solo por referencias o por alguna película. El lenguaje nos procura emociones, positivas o negativas pero en suma constructivas para nuestra formación humana. Es, como rezaba la introducción del encuentro “una magnífica herramienta del ser humano: la capacidad de influir de forma decisiva en los demás a través del lenguaje en su sentido más amplio”.
Entre los ponentes hubo profesores universitarios de ramas como cine, periodismo, filosofía, psicología así como un político de renombre en activo. El programa puede consultarse en este enlace que supongo estará funcionando por un tiempo y en el que los títulos de las conferencias dan una pista de por dónde iban los temas.
Como habrán podido constatar los que hayan leído algunas entradas de este blog, soy muy consciente de que la manipulación y el engaño es una constante en nuestras vidas actuales, especialmente desde las grandes corporaciones a través de los Medios, escrito con mayúscula, de Comunicación. ¿Quién se fía hoy de una fotografía publicada en una revista o un periódico? La manipulación de las mismas llega a límites insospechados en quitar o poner cosas, unir fotos tomadas en períodos diferentes o incluso incluir en las mismas personas que no estaban en ellas de forma real. Puede parecer que imágenes en movimiento son imposibles de trucar pero esto ya es pan comido con las posibilidades que aportan los ordenadores y las técnicas: ¿quién no recuerda el final de la película Titanic donde la gente cae al mar desde la popa del barco a una altura impensable o las escenas imposibles de la más moderna Avatar? Lo que si me ha quedado entre mis anotaciones son un montón de libros a leer y películas a ver recomendadas por los oradores como ejemplo de sus teorías, una buena tarea para el verano.
Entre la verdad y la mentira hay un largo recorrido, en el que caben las verdades a medias, la ocultación intencionada y la mentirijilla. El mensaje es que tenemos que poner en una cierta tela de juicio todo lo que capten nuestros sentidos, especialmente la vista y el oído para, aún a sabiendas de que estamos siendo engañados y manipulados, e incluso consintamos, darnos cuenta de forma consciente. Como ya nos decía Rabindranath Tagore, las palabras van al corazón solo cuando han salido del corazón.
.
La semana pasada he tenido la oportunidad de asistir a un curso de verano de los que muchos que proliferan por la geografía española organizados por diferentes universidades. En mi experiencia los cursos no son propiamente universitarias sino más bien una serie de charlas impartidas por ponentes más o menos famosos que nos transmiten sus impresiones y de paso se dan un garbeo por la zona. La elección de los ponentes así como la determinación de los programas quedan a cargo de los directores de cada uno de los cursos que supongo se tendrán que atener a unos presupuestos económicos para la selección de las personas o personalidades que van a desarrollar los encuentros.
El curso al que he asistido, organizado por uno de los departamentos de psicología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia tenía a priori un título sugerente y atractivo: “Comunicación, seducción y manipulación, sobre la verdad y el engaño”. Haciendo un ejercicio de reflexión sobre el propio título podríamos pensar que nos estaban seduciendo y engañando para que asistiéramos al evento atraídos por el señuelo y sin entrar a considerar sus ponencias. En mi caso, conocía a varios de los conferenciantes pues habían sido profesores míos en otros tiempos e incluso ya había oído con anterioridad algunas de sus comunicaciones en otros cursos y en formatos más ampliados, pero me apetecía disfrutar de unos días en un ambiente relajado y tranquilo en la preciosa ciudad amurallada de Ávila y de paso recordar y profundizar algunos aspectos y añadir otros nuevos a la vez que explorar la posibilidad de conocer gente nueva.
Como ocurre siempre, de las doce charlas celebradas, unas más y otras menos suscitaron la curiosidad de los asistentes, pero siempre en un tono general práctico. Sí que tengo que decir que el público asistente era muy heterogéneo, pues de hecho y como respuesta a una pregunta directa de uno de los ponentes, solo cuatro psicólogos se encontraban entre los asistentes. Me resultó curioso detectar tres personas mayores, muy mayores diría yo, entre los que atendían las ponencias, por lo que siempre es tiempo de aprender. Las condiciones económicas suelen ser atractivas para las personas de mayor edad que pueden contemplar la posibilidad de pasar unos días de verano de forma diferente a la vez que amplían sus conocimientos y se relacionan con todo tipo de gente que asiste a los cursos. Recomendable.
La comunicación es esencial en el ser humano. Hablar y escuchar, interaccionar con nuestros semejantes es vital para un desarrollo personal. Una de las acciones más duras que se pueden infringir son las conocidas “celdas de aislamiento” en las prisiones que yo por suerte conozco solo por referencias o por alguna película. El lenguaje nos procura emociones, positivas o negativas pero en suma constructivas para nuestra formación humana. Es, como rezaba la introducción del encuentro “una magnífica herramienta del ser humano: la capacidad de influir de forma decisiva en los demás a través del lenguaje en su sentido más amplio”.
Entre los ponentes hubo profesores universitarios de ramas como cine, periodismo, filosofía, psicología así como un político de renombre en activo. El programa puede consultarse en este enlace que supongo estará funcionando por un tiempo y en el que los títulos de las conferencias dan una pista de por dónde iban los temas.
Como habrán podido constatar los que hayan leído algunas entradas de este blog, soy muy consciente de que la manipulación y el engaño es una constante en nuestras vidas actuales, especialmente desde las grandes corporaciones a través de los Medios, escrito con mayúscula, de Comunicación. ¿Quién se fía hoy de una fotografía publicada en una revista o un periódico? La manipulación de las mismas llega a límites insospechados en quitar o poner cosas, unir fotos tomadas en períodos diferentes o incluso incluir en las mismas personas que no estaban en ellas de forma real. Puede parecer que imágenes en movimiento son imposibles de trucar pero esto ya es pan comido con las posibilidades que aportan los ordenadores y las técnicas: ¿quién no recuerda el final de la película Titanic donde la gente cae al mar desde la popa del barco a una altura impensable o las escenas imposibles de la más moderna Avatar? Lo que si me ha quedado entre mis anotaciones son un montón de libros a leer y películas a ver recomendadas por los oradores como ejemplo de sus teorías, una buena tarea para el verano.
Entre la verdad y la mentira hay un largo recorrido, en el que caben las verdades a medias, la ocultación intencionada y la mentirijilla. El mensaje es que tenemos que poner en una cierta tela de juicio todo lo que capten nuestros sentidos, especialmente la vista y el oído para, aún a sabiendas de que estamos siendo engañados y manipulados, e incluso consintamos, darnos cuenta de forma consciente. Como ya nos decía Rabindranath Tagore, las palabras van al corazón solo cuando han salido del corazón.
.
domingo, 10 de julio de 2011
COMODIDADES
.
Que nos hemos vuelto cómodos últimamente es un hecho. Tanto en lo físico como en lo mental. Y yo diría que inmediatos también, todo lo queremos cuanto antes mejor, en el momento si es posible. Y es que es muy difícil sustraerse a los adelantos tecnológicos cuando se tienen disponibles. Ayer en una visita domiciliaria, un cuñado me recomendó un libro que está muy bien. Había acabado de leer el que tenía entre manos y me estaba planteando uno nuevo cuando surge este. A la vuelta a casa, búsqueda por la red, descarga que no comentaré si legal o gratis para dejar la duda, y tras la cena ya estaba atacando el nuevo título que por cierto está muy bien y del que devoré en un primer ataque el diez por ciento. Esto del “por ciento” es consecuencia de los nuevos lectores electrónicos, algunos de los cuales ya no numeran en páginas sino en porcentaje, lo que es más indicativo de nuestro progreso y avance.
Hay muchos y variados ejemplos de las comodidades a las que vamos sucumbiendo debido a los adelantos tecnológicos que esta sociedad moderna no solo nos brinda, sino que casi nos exige utilizar. Uno de ellos es el coche. Bien es verdad que la vida ha cambiado mucho y ya es raro quién puede desplazarse al trabajo andando, principalmente en grandes ciudades y núcleos de población. A modo de ejemplo ciertamente común, los que van en coche bajan en ascensor desde su piso al garaje, llegan al aparcamiento de la oficina y suben en ascensor hasta su planta. Actividad física cercana a cero. Coincido en que esto es una exageración porque siempre hay quién se desplaza en transporte público, lo que obliga a caminar ciertos tramos por muy cerca que lo tengamos de casa o nos deje del trabajo. La recomendación es aparcar un poco lejos o bajarse un par de paradas de metro y autobús antes para caminar por lo menos algo.
Otro ejemplo que me llama la atención son las cajas registradoras en los comercios y la dependencia de las mismas a la persona encargada de cobrarnos. Los lectores de código de barras evitan toda actividad mental, y cuando finaliza la cuenta, la cajera o cajero incluso introduce el dinero que le facilitamos para que la maquinita muestre el cambio exacto que nos debe retornar. Bien es verdad que hay gente que lo sigue haciendo a la antigua usanza, como mi carnicero, que utiliza el mecanismo de siempre de ir contando hacia arriba a medida que te entrega las monedas. Sigue unas elementales medidas que evitan malentendidos. Lo primero que hace es dejar bien visible el billete que le hemos entregado, supongamos para el ejemplo de cincuenta euros. La cuenta ha sido de treinta y dos con sesenta y siete, con lo que nos va dando el cambio y sumando…. estos tres hacen setenta, con treinta hacen treinta y tres, y dos más treinta y cinco, con cinco cuarenta y con diez cincuenta. Esta elemental forma de funcionamiento, que ejercita la mente en una actividad diaria y común, es absolutamente impensable en una gran mayoría de las personas que ejercen de cajeras y si lo quiere Vd. comprobar, le ofrezco una prueba. Sobre el ejemplo anterior, damos un billete de cincuenta y esperamos a que lo teclee en la registradora. Cuando ya lo ha hecho, le damos los dos con setenta en monedas, con lo cual, en un cálculo rápido y sencillo, nos tendrían que devolver un billete de veinte euros y tres céntimos sueltos. Se podrá comprobar que en la gran mayoría rechazan esto, se hacen un lío, y recurren a devolvernos lo que les hemos dado suelto y añadir lo que les dice la caja. Todo lo más lo dejan junto, lo suman, ven que cuadra con un billete y entonces lo cambian, pero en pasos sencillos y unitarios. Lo otro es un lío descomunal, más que nada porque obliga a ejercitar un poco la mente.
Otro ejemplo de atrofia mental son los navegadores de mapas utilizables andando o en los coches, basados en la tecnología GPS. Recuerdo a principios de los ochenta en mis viajes por carretera por Europa como una de las tareas de preparación del viaje era el recopilar mapas de carreteras y ciudades. Siempre estaba la posibilidad de perderte, lo que tenía su aliciente, pero recuerdo haber hecho miles de kilómetros y haber entrado y salido de ciudades grandes sin mayores problemas. Hace unos años me pasó un caso curioso. Circulaba por Francia y el mapa que llevaba estaba desactualizado. Paré en un área de servicio y mapa en mano me dirigí a un francés a preguntarle por la dirección en la que íbamos. Miró el mapa un instante encima del capó de su coche y a continuación entró en el mismo a coger su “tomtom”. Con lo que nos decía el aparato, ambos nos situamos en el mapa, nos dimos cuenta de la desactualización y vimos la ruta a seguir. Tecnología al poder. Hace un par de meses que me he comprado un teléfono móvil de esos superinteligentes con un sistema operativo android en su interior que permite ser usado como navegador, con lo que estoy haciendo mis pinitos en eso de dejarme llevar, aunque iré atento para no seguir a pies juntillas las indicaciones no vaya a perecer ahogado en un pantano de nueva construcción como ya ha ocurrido en el mundo real. También puede ocurrir que se quede sin batería, no localice el GPS, el mapa esté desactualizado, no localice el destino, haga mal la ruta, etc. etc. Con lo cual si no hemos sido un poco previsores nos quedaremos bloqueados hasta que la cosa funcione si es que lo hace.
Así, cuando médicos y psicólogos nos recomiendan la realización diaria de actividades físicas y mentales para prevenir atrofia muscular y enfermedades degenerativas, nosotros nos empeñamos en no utilizar las oportunidades que nos brinda nuestro devenir diario de realizarlas. Luego, al llegar a casa, nos apuntamos al gimnasio o cogemos la Nintendo de nuestros hijos, o nuestra, para hacer ejercicios de “brain” con numeritos y colores. Paradojas de la vida.
.
Que nos hemos vuelto cómodos últimamente es un hecho. Tanto en lo físico como en lo mental. Y yo diría que inmediatos también, todo lo queremos cuanto antes mejor, en el momento si es posible. Y es que es muy difícil sustraerse a los adelantos tecnológicos cuando se tienen disponibles. Ayer en una visita domiciliaria, un cuñado me recomendó un libro que está muy bien. Había acabado de leer el que tenía entre manos y me estaba planteando uno nuevo cuando surge este. A la vuelta a casa, búsqueda por la red, descarga que no comentaré si legal o gratis para dejar la duda, y tras la cena ya estaba atacando el nuevo título que por cierto está muy bien y del que devoré en un primer ataque el diez por ciento. Esto del “por ciento” es consecuencia de los nuevos lectores electrónicos, algunos de los cuales ya no numeran en páginas sino en porcentaje, lo que es más indicativo de nuestro progreso y avance.
Hay muchos y variados ejemplos de las comodidades a las que vamos sucumbiendo debido a los adelantos tecnológicos que esta sociedad moderna no solo nos brinda, sino que casi nos exige utilizar. Uno de ellos es el coche. Bien es verdad que la vida ha cambiado mucho y ya es raro quién puede desplazarse al trabajo andando, principalmente en grandes ciudades y núcleos de población. A modo de ejemplo ciertamente común, los que van en coche bajan en ascensor desde su piso al garaje, llegan al aparcamiento de la oficina y suben en ascensor hasta su planta. Actividad física cercana a cero. Coincido en que esto es una exageración porque siempre hay quién se desplaza en transporte público, lo que obliga a caminar ciertos tramos por muy cerca que lo tengamos de casa o nos deje del trabajo. La recomendación es aparcar un poco lejos o bajarse un par de paradas de metro y autobús antes para caminar por lo menos algo.
Otro ejemplo que me llama la atención son las cajas registradoras en los comercios y la dependencia de las mismas a la persona encargada de cobrarnos. Los lectores de código de barras evitan toda actividad mental, y cuando finaliza la cuenta, la cajera o cajero incluso introduce el dinero que le facilitamos para que la maquinita muestre el cambio exacto que nos debe retornar. Bien es verdad que hay gente que lo sigue haciendo a la antigua usanza, como mi carnicero, que utiliza el mecanismo de siempre de ir contando hacia arriba a medida que te entrega las monedas. Sigue unas elementales medidas que evitan malentendidos. Lo primero que hace es dejar bien visible el billete que le hemos entregado, supongamos para el ejemplo de cincuenta euros. La cuenta ha sido de treinta y dos con sesenta y siete, con lo que nos va dando el cambio y sumando…. estos tres hacen setenta, con treinta hacen treinta y tres, y dos más treinta y cinco, con cinco cuarenta y con diez cincuenta. Esta elemental forma de funcionamiento, que ejercita la mente en una actividad diaria y común, es absolutamente impensable en una gran mayoría de las personas que ejercen de cajeras y si lo quiere Vd. comprobar, le ofrezco una prueba. Sobre el ejemplo anterior, damos un billete de cincuenta y esperamos a que lo teclee en la registradora. Cuando ya lo ha hecho, le damos los dos con setenta en monedas, con lo cual, en un cálculo rápido y sencillo, nos tendrían que devolver un billete de veinte euros y tres céntimos sueltos. Se podrá comprobar que en la gran mayoría rechazan esto, se hacen un lío, y recurren a devolvernos lo que les hemos dado suelto y añadir lo que les dice la caja. Todo lo más lo dejan junto, lo suman, ven que cuadra con un billete y entonces lo cambian, pero en pasos sencillos y unitarios. Lo otro es un lío descomunal, más que nada porque obliga a ejercitar un poco la mente.
Otro ejemplo de atrofia mental son los navegadores de mapas utilizables andando o en los coches, basados en la tecnología GPS. Recuerdo a principios de los ochenta en mis viajes por carretera por Europa como una de las tareas de preparación del viaje era el recopilar mapas de carreteras y ciudades. Siempre estaba la posibilidad de perderte, lo que tenía su aliciente, pero recuerdo haber hecho miles de kilómetros y haber entrado y salido de ciudades grandes sin mayores problemas. Hace unos años me pasó un caso curioso. Circulaba por Francia y el mapa que llevaba estaba desactualizado. Paré en un área de servicio y mapa en mano me dirigí a un francés a preguntarle por la dirección en la que íbamos. Miró el mapa un instante encima del capó de su coche y a continuación entró en el mismo a coger su “tomtom”. Con lo que nos decía el aparato, ambos nos situamos en el mapa, nos dimos cuenta de la desactualización y vimos la ruta a seguir. Tecnología al poder. Hace un par de meses que me he comprado un teléfono móvil de esos superinteligentes con un sistema operativo android en su interior que permite ser usado como navegador, con lo que estoy haciendo mis pinitos en eso de dejarme llevar, aunque iré atento para no seguir a pies juntillas las indicaciones no vaya a perecer ahogado en un pantano de nueva construcción como ya ha ocurrido en el mundo real. También puede ocurrir que se quede sin batería, no localice el GPS, el mapa esté desactualizado, no localice el destino, haga mal la ruta, etc. etc. Con lo cual si no hemos sido un poco previsores nos quedaremos bloqueados hasta que la cosa funcione si es que lo hace.
Así, cuando médicos y psicólogos nos recomiendan la realización diaria de actividades físicas y mentales para prevenir atrofia muscular y enfermedades degenerativas, nosotros nos empeñamos en no utilizar las oportunidades que nos brinda nuestro devenir diario de realizarlas. Luego, al llegar a casa, nos apuntamos al gimnasio o cogemos la Nintendo de nuestros hijos, o nuestra, para hacer ejercicios de “brain” con numeritos y colores. Paradojas de la vida.
.
domingo, 3 de julio de 2011
VÁYANSE
.
En mis diarios paseos en busca de un mejor tono físico suelo pasar por delante de una biblioteca. Antiguamente entraba de vez en cuando a coger o devolver libros para mi lectura, pero desde que me he pasado al lector electrónico no accedía a tan cultural lugar. Los acontecimientos que están removiendo, y de qué modo, la convivencia nacional en estos últimos tiempos me incitan a dar un vistazo, somero y muy por encima, a los diarios a ver que se cuece por ahí. Según salía esta semana y al pasar por delante de la estantería de novedades, me ha llamado la atención el libro cuya portada ilustra esta entrada, por su título y por su dibujo tan colorista, donde aparecen por los aires nuestros más cualificados y al parecer únicos dirigentes políticos tras haber chocado el tándem que conducen con una enorme piedra llamada “NACIONALISMO”. Por cierto y a modo de curiosidad, la palabra “tándem” también significa, según el diccionario, “conjunto de dos personas que tienen una actividad común, que colaboran en algo” o “conjunto de dos elementos que se complementan”. Ironías de nuestros académicos de la lengua si intentamos aplicar estos significados a los señores en cuestión.
En mis largas horas de desplazamiento al trabajo en transporte público a lo largo de muchos años, he conocido muchas personas, algunas de las cuales llegaron a convertirse en verdaderos amigos. Recuerdo a uno de ellos, Domingo, al que hace tiempo que no veo. Su mujer falleció poco antes de jubilarse, hace ya unos años y aunque tenía hijos me contó que se había juntado con una chica de un país centroamericano y que se iba a marchar a vivir allí. Su exigua pensión aquí no le daba para mucho, así que vendió su piso, cogió a su compañera y se marcharon a vivir a su país. Viene de vez en cuando, muy poco y cada vez menos a ver a sus hijos porque según dice aquí no se le ha perdido nada y allí vive como un rajá o un marajá, no sé lo que será más y mejor. Supongo que tendrá otros problemas pero por lo menos se ha quitado de aguantar y sufrir los que a diario tenemos los españolitos de a pié, muchos de ellos derivados de la incompetencia de nuestros dirigentes, amén de su voracidad. En el fondo Domingo no ha hecho sino copiar lo que muchos pensionistas alemanes e ingleses llevan haciendo desde hace años cuando se asientan en nuestras costas mediterráneas a vivir todo el año mejor que lo harían en sus países de origen con sus pensiones.
Ahora que esto del desarraigo se lleva mucho, que la globalidad y la modernidad separa las familias, no sería mala cosa sopesar el irse a vivir a otro país donde podamos estar tranquilos y todo lo aislados que queramos lejos del bullicio, demasiadas veces desagradable, que nos envuelve aquí. Sin piso, sin coche, sin nada, a ver por dónde nos metían mano con los impuestos.
Hace nada se han constituido las corporaciones locales. Como uno de los concejales de la corporación cesante no ha salido elegido, el alcalde, continuista él, lo primero que ha hecho ha sido crear un “cargo de confianza” destinado precisamente a este concejal que ya no lo es, con un sueldo cuyo cincuenta por ciento ya quisiéramos muchos, incluidos los empleados del propio ayuntamiento. En el ayuntamiento de Madrid, una de las primeras acciones ha sido subir el porcentaje del IBI por activa a la vez que no inhibirlo por pasiva ante la actualización, al alza, de los valores catastrales. ¿Pero no ha bajado el valor de los pisos? ¿Cómo siguen subiendo los valores catastrales? Vivimos en realidades distintas. Eso sí, los sesudos dirigentes madrileños abogan por ligar el pago del IBI al IRPF y que nos lo descuenten mes a mes en nuestra nóminas. De esa forma, dicen, pagará más quién más tenga. No dicen que pasa con los que no tienen nóminas y declaran sueldos irrisorios mucho menores a los que declaran sus propios empleados. Triquiñuelas hay por todos lados y todos sabemos de ellas, aunque, confesemos, no podamos usarlas. Muy en el fondo, lo que seguramente pretenden estos señores es recaudar un montante superior a lo que se recauda ahora, aunque nos quieran presentar esta “peora” como una “mejora”.
Y estamos esperando a las elecciones generales, anticipadas o no, donde el partido “X” va a sustituir casi con toda seguridad “Y”. Estamos apañados si esperamos alguna solución a nuestros males. A ver si da tiempo a que movimientos ciudadanos que parece que se ponen en marcha nos despierten, a todos, y encontremos alguna solución, que la hay, pero mucho me temo que pase por tirar la casa por la ventana y bajar al patio a ver que se puede aprovechar.
Mi vecino veraniego Alfonso Ussía, con su pluma acertada y astifina nos da unas cuantas razones para tomar conciencia de cómo vamos, si es que no la hemos tomado ya. A su lado, el pincel ingenioso y agudo de Antonio Mingote nos saca la sonrisa con sus viñetas, que es mejor que llorar. No vamos a descubrir aquí a estos dos grandes que llevan decenas de años escribiendo e ilustrando la realidad nacional en libros y diarios. Este libro es una recopilación de sus cavilaciones y puede leerse a ratos ya que no son sino entradas sueltas.
Tras todo ello, recomiendan en su título “QUE SE VAYAN” a unos y otros. Y precisamente no son sospechosos de nada pues su trayectoria y de que pié cojean es de todos conocida. Hace años se hizo famosa en el parlamento español una frase, pronunciada muchas veces como colofón a las intervenciones de los diputados de un partido: “Márchese, Sr. González” era la frase aludida. Yo me limito a copiar el título de este estupendo libro, poniéndolo en una sola frase para pedir lo mismo.
Pero me temo que no nos van a hacer caso, se quedaran y por largo tiempo. Desde dentro, “ellos” no van a resolver el problema, SON el problema. Así que o hacemos lo que Domingo y salimos huyendo o nos quedamos a soportar lo que nos echen.
Estamos “coyundados”. O como diría mi buen amigo Miguel Angel de forma más fina, estamos “perocontentos”.
En mis diarios paseos en busca de un mejor tono físico suelo pasar por delante de una biblioteca. Antiguamente entraba de vez en cuando a coger o devolver libros para mi lectura, pero desde que me he pasado al lector electrónico no accedía a tan cultural lugar. Los acontecimientos que están removiendo, y de qué modo, la convivencia nacional en estos últimos tiempos me incitan a dar un vistazo, somero y muy por encima, a los diarios a ver que se cuece por ahí. Según salía esta semana y al pasar por delante de la estantería de novedades, me ha llamado la atención el libro cuya portada ilustra esta entrada, por su título y por su dibujo tan colorista, donde aparecen por los aires nuestros más cualificados y al parecer únicos dirigentes políticos tras haber chocado el tándem que conducen con una enorme piedra llamada “NACIONALISMO”. Por cierto y a modo de curiosidad, la palabra “tándem” también significa, según el diccionario, “conjunto de dos personas que tienen una actividad común, que colaboran en algo” o “conjunto de dos elementos que se complementan”. Ironías de nuestros académicos de la lengua si intentamos aplicar estos significados a los señores en cuestión.
En mis largas horas de desplazamiento al trabajo en transporte público a lo largo de muchos años, he conocido muchas personas, algunas de las cuales llegaron a convertirse en verdaderos amigos. Recuerdo a uno de ellos, Domingo, al que hace tiempo que no veo. Su mujer falleció poco antes de jubilarse, hace ya unos años y aunque tenía hijos me contó que se había juntado con una chica de un país centroamericano y que se iba a marchar a vivir allí. Su exigua pensión aquí no le daba para mucho, así que vendió su piso, cogió a su compañera y se marcharon a vivir a su país. Viene de vez en cuando, muy poco y cada vez menos a ver a sus hijos porque según dice aquí no se le ha perdido nada y allí vive como un rajá o un marajá, no sé lo que será más y mejor. Supongo que tendrá otros problemas pero por lo menos se ha quitado de aguantar y sufrir los que a diario tenemos los españolitos de a pié, muchos de ellos derivados de la incompetencia de nuestros dirigentes, amén de su voracidad. En el fondo Domingo no ha hecho sino copiar lo que muchos pensionistas alemanes e ingleses llevan haciendo desde hace años cuando se asientan en nuestras costas mediterráneas a vivir todo el año mejor que lo harían en sus países de origen con sus pensiones.
Ahora que esto del desarraigo se lleva mucho, que la globalidad y la modernidad separa las familias, no sería mala cosa sopesar el irse a vivir a otro país donde podamos estar tranquilos y todo lo aislados que queramos lejos del bullicio, demasiadas veces desagradable, que nos envuelve aquí. Sin piso, sin coche, sin nada, a ver por dónde nos metían mano con los impuestos.
Hace nada se han constituido las corporaciones locales. Como uno de los concejales de la corporación cesante no ha salido elegido, el alcalde, continuista él, lo primero que ha hecho ha sido crear un “cargo de confianza” destinado precisamente a este concejal que ya no lo es, con un sueldo cuyo cincuenta por ciento ya quisiéramos muchos, incluidos los empleados del propio ayuntamiento. En el ayuntamiento de Madrid, una de las primeras acciones ha sido subir el porcentaje del IBI por activa a la vez que no inhibirlo por pasiva ante la actualización, al alza, de los valores catastrales. ¿Pero no ha bajado el valor de los pisos? ¿Cómo siguen subiendo los valores catastrales? Vivimos en realidades distintas. Eso sí, los sesudos dirigentes madrileños abogan por ligar el pago del IBI al IRPF y que nos lo descuenten mes a mes en nuestra nóminas. De esa forma, dicen, pagará más quién más tenga. No dicen que pasa con los que no tienen nóminas y declaran sueldos irrisorios mucho menores a los que declaran sus propios empleados. Triquiñuelas hay por todos lados y todos sabemos de ellas, aunque, confesemos, no podamos usarlas. Muy en el fondo, lo que seguramente pretenden estos señores es recaudar un montante superior a lo que se recauda ahora, aunque nos quieran presentar esta “peora” como una “mejora”.
Y estamos esperando a las elecciones generales, anticipadas o no, donde el partido “X” va a sustituir casi con toda seguridad “Y”. Estamos apañados si esperamos alguna solución a nuestros males. A ver si da tiempo a que movimientos ciudadanos que parece que se ponen en marcha nos despierten, a todos, y encontremos alguna solución, que la hay, pero mucho me temo que pase por tirar la casa por la ventana y bajar al patio a ver que se puede aprovechar.
Mi vecino veraniego Alfonso Ussía, con su pluma acertada y astifina nos da unas cuantas razones para tomar conciencia de cómo vamos, si es que no la hemos tomado ya. A su lado, el pincel ingenioso y agudo de Antonio Mingote nos saca la sonrisa con sus viñetas, que es mejor que llorar. No vamos a descubrir aquí a estos dos grandes que llevan decenas de años escribiendo e ilustrando la realidad nacional en libros y diarios. Este libro es una recopilación de sus cavilaciones y puede leerse a ratos ya que no son sino entradas sueltas.
Tras todo ello, recomiendan en su título “QUE SE VAYAN” a unos y otros. Y precisamente no son sospechosos de nada pues su trayectoria y de que pié cojean es de todos conocida. Hace años se hizo famosa en el parlamento español una frase, pronunciada muchas veces como colofón a las intervenciones de los diputados de un partido: “Márchese, Sr. González” era la frase aludida. Yo me limito a copiar el título de este estupendo libro, poniéndolo en una sola frase para pedir lo mismo.
Pero me temo que no nos van a hacer caso, se quedaran y por largo tiempo. Desde dentro, “ellos” no van a resolver el problema, SON el problema. Así que o hacemos lo que Domingo y salimos huyendo o nos quedamos a soportar lo que nos echen.
Estamos “coyundados”. O como diría mi buen amigo Miguel Angel de forma más fina, estamos “perocontentos”.