sábado, 31 de marzo de 2012

MILLONEURISTAS


Hace ya bastantes años que en España empezó a sonar el término “mileurista” para designar a aquellos trabajadores cuyo salario rondaba los mil euros al mes. De hecho el concepto está incorporado a la Wikipedia donde podemos leer que Carolina Alguacil lo empleó en una carta dirigida al diario El País y que se titulaba “Yo soy mileurista”. Corría agosto de 2005 y en los casi siete años que han transcurrido el término no solo no ha perdido vigor sino que se ha afianzado, debido a la gran cantidad de laborantes que han engrosado sus filas.

Hace unos años pertenecer a este selecto grupo era parejo a ser objeto de comentarios tales como “que sueldo más miserable”, “que vergüenza”, “son unos explotadores”, “como te las apañas” y lindezas por el estilo. Con el paso del tiempo y un poco en clave de humor los chascarrillos han pasado a “vaya suerte que tienes”, “como te lo montas”, “quien pudiera”. “lo que daría yo por un sueldo así”, ”eres un privilegiado”. No solo eso, sino que un nuevo término empieza a circular: “nimileurista” para designar a los que ya ni llegan ni siquiera se acercan a los mil euros de sueldo mensual.

Abierta la veda de generar nuevos términos podemos hablar de “milloneurista” para designar a los que se llevan a casita un millón de euros al mes. Parece una cantidad desorbitada, galáctica como se diría en términos futbolísticos, donde por cierto hay varios que engrosan las filas de este selecto grupo. Pero el comentario en este blog viene por la noticia publicada esta semana acerca de los sueldos, los oficiales, de algunos directivos de empresas, entre los que se encuentran algunas como bantanter o timofónica que remuneran a sus dirigentes con más de once y de diez millones respectivamente. Sesudos dirigentes cuya productividad merece un sueldo casi mil veces superior a la de sus empleados y que no dudan en lanzar continuos mensajes acerca de la congelación de los salarios para mejorar la economía. Con esos sueldos ya se pueden permitir que les congelen sus emolumentos, o incluso que se los bajen, como ha hecho, o ha intentado hacer, nuestro reciente gobierno con los dirigentes de algunos bancos intervenidos.

Y es que yo me pregunto cómo es posible que un dirigente profesional que cobraba, oficialmente insisto, por encima de dos millones de euros anuales permita que un gobierno de políticos que no saben nada de nada le reduzca su salario a unos míseros seiscientos mil euros. Cualquier profesional de valía pondría el puesto a disposición y saldría por la puerta con la cabeza bien alta, salvo que se dé alguna circunstancia que desconozcamos, como por ejemplo que se lo va a seguir llevando igual en otros conceptos más o menos camuflados o que realmente de por buenos los años transcurridos a razón de dos coma tres y esté dispuesto a seguir a razón de cero coma seis. La economía esta en la que estamos inmersos es un proceso fagocitario que necesita estar en marcha continuamente so pena de resultar gravemente herida. Producir, vender, usar, tirar y así en una rueda sin fin aunque desde un punto de vista de sostenibilidad y de futuro sea una verdadera locura, pero ¿quién piensa en el futuro? “Carpe diem", el futuro no existe.

Y para expresar esto nada mejor que el siguiente escrito, publicado hace pocos días y que se expande por los canales de internet a toda velocidad. Su título: “Yo aviso”. Su autor, Carlos Gorostiza, sintetiza con un lenguaje claro y directo el sentir de muchos ciudadanos, incluso aquellos a los que la crisis no les ha afectado directamente.

Aviso a Seat, Renault, Vw, Ford, Opel… de que he reparado mi viejo coche y que ya he descartado completamente cambiarlo.

Aviso al BBVA, Santander, La Caixa, Kutxa…de que he renunciado a aquella compra que tenía pensada y que no necesitaré ya pedir ningún crédito.

Aviso a Bimbo, Danone, Nestlé, Campofrío, Henkel, Fairy, Ariel… de que me he convertido en un experto en marcas blancas, que son las únicas que llenan ahora mi carro.

Aviso a El Corte Inglés, Inditex, Cortefiel, Hispanitas….de que ya solo compro ropa en outlets o en rebajas. Ah! y que conozco todas las modistas de arreglos de mi barrio.

Aviso a Cepsa, BP, Repsol, Shell, Petronor, Avia… de que me acostumbré a conducir despacio cuando la limitación a 110 y que ahora paso de largo por muchas gasolineras. Y, por supuesto, en los viajes largos uso el bus.

Aviso a Prisa, Vocento, Mediapro, Mediaset, Euskaltel y Movistar que la TV de pago ni siquiera la tengo como opción y que he descubierto que se vive perfectamente sin comprar todos los días todos los periódicos.

Aviso a las cadenas Barceló, Sol, Zenith, Meliá… de que ya he reservado plaza en un camping para este verano en lugar del hotel de playa de los pasados años.

Soy un privilegiado. Tengo un buen sueldo, excelente en comparación con el de la mayoría de mis amigos, así que estas decisiones no son nada comparadas con las que, sí o sí, han de tomar ellos y otros muchos millones de consumidores. Porque -señores- no olviden que austeridad es NO COMPRAR.

Quienes hoy aplauden entusiasmados esta reforma laboral que precariza los empleos, que expulsa a la clase media del mercado, que destroza la esperanza de los jóvenes más preparados que miran al extranjero como hicieron sus abuelos, mejor harían en no recalentarse las manos con tanta ovación porque tal vez las necesiten para cavar con ellas la tumba de los negocios que hasta ahora les hicieron ricos.

Quien paga sueldos nimileuristas no puede ser tan tonto como para creer que el resto de empresas no harán lo mismo que él y que, por lo tanto, al cabo no habrá consumidores capaces de comprar lo que él tanto necesita vender. Es obvio. Falta solo saber cuánto tardarán en darse cuenta y a cuánta gente habrán destrozado para entonces.

Aviso de que mi huelga particular empezó antes del 29 y que se prolongará mucho después. ¿Y la de usted?


lunes, 26 de marzo de 2012

PROBIDAD



No por esperado resulta menos sorprendente el nivel de apriete de tuerca que los trabajadores en España están sufriendo en estos últimos meses desde la aprobación del decreto conocido como “Reforma Laboral”. Menuda reforma. Si algunos se levantaran de su tumba asistirían asombrados a los estragos que esta ley está suponiendo día a día en los trabajadores. Cuando un político se llena la boca de decir por activa y pasiva lo que pretende, un pensador frío y calculador debe deducir inmediatamente todo lo contrario, si es que quiere acertar. Una ley para favorecer los contratos que permite un despido casi libre y sobre todo muy barato, y lo que es peor, sin ningún tipo de control, lo único que puede traer son eso, despidos. Tontos serían los empresarios si no aprovecharan estos vientos para descargarse de trabajadores incómodos o simplemente con derechos adquiridos que, independientemente de sus conocimientos y su probidad, honradez, en el trabajo, representan una amenaza por sus trienios y sus derechos acumulados. Se ha abierto la veda, vamos todos de caza.

Y es que en estos días y hablando en primera persona, dos buenos amigos de mi entorno se han visto de patitas en la calle, con independencia de que sus empresas vayan bien o mal, aprovechando la coyuntura. Personas con larga trayectoria en sus empresas, de decenas de años y que de pronto se encuentran en la tesitura de buscar trabajo, cosa difícil en estos días por no decir imposible, salvo que uno renuncie hasta sus principios más profundos y se venda al mejor y cualquier postor por un puñado de euros, realizando las tareas más insospechadas y sin rechistar.

Un correo cruzado con un amigo, cuyo nombre no revelaré para no delatarle, por suerte para él conservando su trabajo todavía, se revela como esclarecedor. Lo reproduzco fielmente a continuación, no tiene desperdicio:

Pero, por desgracia, no me pilla por sorpresa porque estoy viéndolo en directo cada día que voy a trabajar. Es una pasada lo qué está pasando. Cada vez que voy a trabajar me encuentro con varias "sorpresitas" nuevas. Están despidiendo a compañeros míos de forma masiva. Soy consciente de que cualquier día me toca a mí. Además, los motivos son de lo más surrealista. De nada sirve ya hacer bien tu trabajo, cumplir tus objetivos, ser responsable, tratar bien a los clientes, preocuparte por la mercancía, etc. Ahora, por cualquier motivo insignificante y absurdo, ya estás despedido. Hay un miedo generalizado en el ambiente y así no se puede trabajar. Pero, lo peor de todo, es que no está en nuestras manos evitar los despidos. Hagas lo que hagas, si te toca te ha tocado. Estamos completamente indefensos ante tal situación. Y no estoy exagerando. No te puedes imaginar lo qué es aquello. Y me imagino que así será en la mayoría de las empresas. Las amenazas son descaradas y la situación se está haciendo cada día más insostenible. Y nosotros completamente desprotegidos, con la única esperanza de que sea otro y no tú el siguiente. Pero bueno, esperemos que la cosa cambie, aunque, sin ánimo de ser pesimista, veo el panorama con mala pinta. Cambiando de tema, ¿qué tal estás?. Yo bien, aunque un poquillo desanimado por todo lo comentado.

En mi primer trabajo hace ya muchos años, como administrativo en una oficina en la que estaba empleado mi padre, hace ya muchos años, se me inculcaron esos valores que se han comentado. Hacer bien tu trabajo, ser honrado, velar por los intereses de la empresa, en suma, aquello que se resume en lo de “portarte bien” y “no dar guerra”. No sé si estos planteamientos de sostienen hoy en día en la selva en que se ha convertido el mundo laboral, donde se hace y deshace sin ningún control, con criterios cambiantes y donde los intereses económicos priman sobre todo lo demás y el trabajo y el servicio, tanto interno en las empresas como de cara a sus clientes, importa un comino. Así nos va. Las principales empresas del país son con las que más cuidado hay que tener porque en lugar de dar ejemplo se dedican a buscar triquiñuelas para masacrar a sus empleados y engañar a sus clientes. Y para que quede claro me estoy refiriendo a empresas de telefonía, bancos y eléctricas entre otras. Con semejante ejemplo, que queremos.

Las pocas cosas, los pocos derechos, que se han ido consiguiendo a lo largo de muchos años y mucho sufrimiento, han caído derrumbados en poco tiempo, meses, cual castillo de naipes bajo el soplido de una suave brisa. Y ahora costará mucho recuperarlos, porque ya sabemos que cuando dentro de algunos años las cosas vayan bien, nadie se acordará de estos recortes. ¿O es que en estos años anteriores en que se flotaba en la abundancia alguien ha compartido las ganancias? Pues es aquello de las ganancias privativas y las pérdidas socializadas.

sábado, 17 de marzo de 2012

CONOCIMIENTO

Carlos Linneo fue un fue un científico, naturalista, botánico y zoólogo sueco que ha pasado a la historia como el padre de la Taxonomía, que al decir del diccionario es la ciencia que trata de los principios, métodos y fines de la clasificación y se aplica en particular, dentro de la biología, para la ordenación jerarquizada y sistemática, con sus nombres, de los grupos de animales y de vegetales. Vivió en el siglo XVIII y llegó a ser rector de la Universidad de Upsala durante 22 años. Heredó de su padre la afición por la botánica y la biología, llegando a ser una autoridad en la materia. Sus apreciaciones siguen teniendo vigor más de dos siglos y medio después. Su más que interesante biografía puede ser consultada en infinitud de sitios, como por ejemplo en Wikipedia.

Ya he comentado con anterioridad que en ocasiones utilizo este blog como documentación de cosas que me parecen interesantes. Gracias a mi buena amiga Dori y su marido Miguel Angel, obra en mis manos el texto que voy a reproducir a continuación debido a este naturalista. De manera sencilla transmite ideas que bien asimiladas conducen a una sabiduría que todos deberíamos aprender y tener en cuenta en cada momento de nuestras vidas, especialmente los que tienen responsabilidades en decidir sobre la educación y la formación de las personas, que con frecuencia se obnubilan con cuestiones económicas que no son sino pan para hoy y hambre para mañana. Algo que no había ocurrido nunca antes, ahora prácticamente cualquier persona tiene acceso a gran cantidad de información, por lo que los autodidactas están de enhorabuena al disponer de una fuente inagotable de datos. Jorge Volpi, escritor mejicano, lo sintetizaba en esta atinada frase, referida a los libros pero que puede ser aplicada a cualquier pieza de información: “La posibilidad de que cualquier persona pueda leer cualquier libro en cualquier momento y lugar resulta tan vertiginosa que aún no aquilatamos su verdadero significado cultural”.

El excelente profesor de historia universal David García Hernán obsequiaba anteayer a sus alumnos del programa de mayores de la universidad Carlos III con la lectura del texto siguiente, de Carlos Linneo, escrito hace alrededor de doscientos cincuenta años pero que sigue teniendo una significativa actualidad:

Las ciencias constituyen una luz, que tan poco percibe el que está en ella pero que tan deliciosamente destelló para aquellos que caminan en la oscuridad. Una persona sin educación, abandonada a sí misma, se parece más a un mico que a la imagen de Dios. Pueblos salvajes, bárbaros y hotentotes se diferencian de nosotros sólo mediante las ciencias, al igual que una manzana ácida y espinosa se diferencia de una sabrosa “renette”, sólo mediante la cultura. Mediante las ciencias luce el ducado más pequeño de Alemania más espléndido que el gran imperio Mogol con todos sus tesoros.

Las ciencias nos llevan …

a la veneración de nuestro Dios,
a la obediencia a nuestra autoridad,
hacia el amor a nuestro prójimo.

Las ciencias nos iluminan (informan) en toda nuestra vida; nos enseñan …

mediante las lenguas, a conducirnos por la experiencia de los demás,
mediante la economía, a adquirir suficiente base para nuestra alimentación(comercio),
mediante la historia, a cuidarnos de cometer los errores de los demás,
mediante la política, a dirigir y vivir en felicidad,
mediante la moral, a vivir con inocencia y virtud,
mediante la jurisprudencia, a vivir atendiendo a las leyes,
mediante la teología, a caminar los senderos de Dios,
mediante la astronomía, a percibir el poder infinito de Dios,
mediante el conocimiento de la naturaleza, a ver la loable creación (mecanismo) de Dios,
mediante la física, servirnos de las leyes de la naturaleza,
mediante las matemáticas, conocer nuestra propia fuerza,
mediante la patología, conocer nuestras flaquezas,
mediante la dietética, vivir sobrios y felices,
mediante la medicina, a apelar contra la muerte.

En verdad, sin las ciencias todo sería confuso …

en adoración a Dios,
en el gobierno,
en el hogar,
en nuestras vidas.

Las ciencias son por tanto la luz que ilumina (educa) a la gente que camina en la oscuridad y les permite ver con ojos clarividentes y escuchar con oídos abiertos.

domingo, 11 de marzo de 2012

HISTORIA


“Aquellos que no quieren aprender de la historia están condenados a repetirla.”. Esta frase, que encierra mucha enjundia, fue concebida por George Santayana, seudónimo de Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás, filósofo, ensayista, poeta y novelista de la primera mitad del siglo pasado. Luego ha habido muchas variaciones y acepciones de la misma, incluso llegando a aparecer en algunos sitios como un refrán, aludiendo a los errores que se han repetido y se repetirán por no echar un vistazo atrás y valorar lo ocurrido en épocas anteriores. Conocer y entender la historia de la humanidad es un hecho básico para saber cómo hemos llegado a la actualidad y de forma un tanto adivinatoria intuir lo que va a ocurrir a continuación, cual si nos convirtiéramos en adivinos y consultáramos una hipotética bola de cristal.

Hasta hace unos pocos meses estaba “pez” en historia, recordando poco o nada de mis estudios de bachillerato. Entre mis aficiones en lectura se encuentra la novela histórica, que nos puede dar un barniz historiográfico siempre y cuando el autor se moleste al principio o al final del escrito en aclararnos que es lo que hay de histórico y que es lo que hay de ficción en la novela. Pero lo que ha sido un salto cualitativo y cuantitativo en mis conocimientos ha sido la lectura del libro cuya portada ilustra esta entrada, además de asistir a las clases impartidas por el propio autor en un programa para personas mayores en la universidad. Es un libro de ochocientas páginas, sin una sola figura o grabado, que con un lenguaje ameno y entretenido nos pone al día en veintiún capítulos de lo ocurrido desde los albores de la humanidad hasta comienzos del siglo en el que estamos que avanza a pasos agigantados. Hace dos días estábamos todos medio asustados y compungidos con el cambio de milenio y ya han pasado una decena de años casi sin darnos cuenta.

Paul Preston, insigne hispanista inglés, que aprendió español a base de leer libros de historia con un diccionario al lado, decía que “Una historia bien narrada es una delicia” y este libro da buena fe de ello. Muy recomendable su lectura, bien de un tirón, bien a pequeños sorbos, para conocer los hechos más relevantes de la humanidad. El problema es que, a poco curiosos que seamos, nos puede abrir el apetito y lanzarnos a investigar más a fondo algunos aspectos o épocas más concretas.

¿Qué ocurrió y como se desarrolló la famosa crisis del 29 del siglo pasado? Los años veinte del siglo veinte se conocen como “Los Felices Años 20” y es la época en que se considera el inicio de la sociedad de consumo de masas, una vez superada y asentada la revolución industrial. En los años anteriores al 29 se notaron numerosos signos de desbarajuste, entre ellos la desigualdad en la distribución de los beneficios del crecimiento económico. El hecho es que por unos motivos u otros, nunca hay una sola causa, lo que se produjo es una caída del consumo y una aumento de la especulación, de la obtención de grandes, rápidos y fáciles beneficios. “Los capitales de los prestamos no se iban a inversiones reales productivas, sino a la especulación de los corredores de bolsa”. La situación estalló de forma brutal en 1929 en Nueva York y fue el comienzo de una grave depresión económica que se extendió en cascada al resto del mundo llevándole por derroteros no conocidos hasta entonces. El pánico estaba servido. ¿Alguna comparación con los momentos actuales en Europa? Solo el paso del tiempo lo dirá pero lo que desde luego está claro es que ninguno de nosotros, ni de nuestros dirigentes y empresarios que dirigen las finanzas parece haberse estudiado lo que ocurrió entonces y por eso, quizá, lo estemos repitiendo.

Hay muchos ejemplos a lo largo de tantos y tantos siglos de historia conocida. ¿Cómo es posible que se llegara a la Segunda Guerra Mundial tan sólo una veintena de años después de la Primera? La Segunda Guerra Mundial acabó de una forma drástica cuando los Estados Unidos utilizaron la bomba atómica en Japón y la humanidad pudo comprobar, algunos en vivo y en directo, y los demás a través de los medios de comunicación, el poder devastador y las consecuencias tan terribles que produjo. Hoy en día asistimos a un volcán en Oriente Medio por las acusaciones de Israel y su aliado Estados Unidos a Irán de estar fabricando armamento nuclear. Siempre se dirá que se fabrica y se tiene de forma intimidatoria, que no es para usarlo. Ayer se cumplió un año del desastre nuclear de la central eléctrica de Fukushima, en Japón, si bien este fue debido a causas naturales. ¿Ya no nos acordamos de Chernóbil? Tenemos poca memoria especialmente en aquello que mientras funciona nos aporta bienestar o riqueza aunque no queramos ver los graves peligros que encierra a corto y largo plazo.

Esto sería eterno, pero no quiero acabar sin una mención al tema de las guerras. En África en estos momentos las hay de todos los colores. En Europa han pasado poco más de una decena de años desde los horrores de Yugoslavia. A principios del siglo XVI tuvo lugar la Guerra de los Treinta Años, con causas religiosas pero con un trasfondo de política en la que andaba presente la fragmentación de Alemania en más de trescientos estados. ¿Autonomías o procesos nacionalistas? Fue devastadora, inhumana, pero doscientos años más tarde, el amigo Napoleón volvió a las andadas con sus ansias de conquista por toda Europa….

No aprendemos. Cuando se pasa de la mera subsistencia vital a tener las necesidades básicas cubiertas y se dispone de tiempo y posibilidades se cae una y otra vez en los errores hasta que un hecho natural o un suceso generado por los hombres nos vuelve a poner a todos en nuestro sitio. Y así seguirá ocurriendo milenio tras milenio. “La Historia es la más leal consejera de los reyes”, Bossuet dixit, pero los reyes, los dirigentes actuales, no quieren saber nada de Historia.

Y hablando de futuribles, me produce algo de sonrisa cuando oigo decir eso de “el mundo que vamos a dejar a nuestros hijos”. Si un hipotético extraterrestre aparcara su nave en cualquier lugar de Estados Unidos y preguntara al primero que viera por allí que era, sin duda la respuesta sería estadounidense. Si cayera en Europa obtendría respuestas de inglés, francés, polaco o similares. Aún más, si cayera en España seguramente le respondería el paisano de turno con madrileño, catalán o gallego. Así van las cosas y así la historia las contará, pero dentro de unos años cuando nosotros, que somos ahora protagonistas, estemos criando malvas.

sábado, 3 de marzo de 2012

SUPERFICIALES



No siempre lo es pero en esta ocasión ha sido fácil poner el título. Coincide con el de un libro que llevaba en “busca y captura” más de un año cuando hace unos días, en un vistazo rutinario a los cantos de los libros de informática de una biblioteca, parece como si me hubiera llamado. Y eso que en el lomo de la edición impresa en papel solo aparece el título resumido de “Superficiales”. O quizá el resto no forma parte del título, pero era por lo que yo recordaba que estaba pendiente. Un libro sorprendente, de rabiosa actualidad muy técnico, con multitud de reseñas a autores, informáticos, psicólogos, pensadores, etc. En suma, una gran recopilación de información que el autor pone a nuestra disposición para tratar de convencernos del argumento que forma el hilo conductual de su exposición, brillante a mi modesto juicio.

Y tengo que decir que ha sido fácil, he quedado convencido; porque ya lo estaba. Algo está haciendo Internet a nuestras mentes. Pero Internet es una forma de simplificar lo que supone el mundo de los ordenadores que nos rodea de los cuales Internet es una parte fundamental, pero no toda. Es indudable que nuestro cerebro dispone de una plasticidad importante, que sus componentes celulares no son rígidos y que es capaz de adaptarse, a base de aprendizaje, experiencia y necesidad, a cualquier uso que le demos. Y si este uso es continuado y constante, de varias horas al día en algunos casos, nuestras conexiones neuronales, nuestras sinapsis, cambiarán para ejecutar los nuevos procesos de manera más efectiva, eficaz y eficiente. A modo de ejemplo y por retrotraernos a épocas anteriores no tan lejanas, no es lo mismo para un escritor plasmar sus ideas en un documento manuscrito, una máquina de escribir o un moderno procesador de textos. La celeridad a la que debe, o puede, desarrollar sus ideas es absolutamente diferente en cada uno de los tres casos simplemente por la velocidad que se tarda en transferirlos a lenguaje escrito.

Coincido plenamente con el autor: vemos mucho, leemos mucho y oímos mucho. Pero generalmente lo hacemos de manera superficial, de ahí el título del libro. Numerosas son las reflexiones que nos aporta para convencernos de esta idea, si es que hace falta, porque muchos de nosotros lo hemos experimentado ya. Hiperconectados, leemos por encima, vemos a cámara rápida y oímos fragmentos de canciones y programas de radio para detectar si nos interesan. Y muchas veces cuando decidimos lo que nos interesa, lo guardamos en nuestros discos duros, nuestra “memoria extendida actual”, para procesarlo más tarde, en algunos casos borrándolo, o simplemente tenerlo a mano para el futuro. No tenemos necesidad de memorizarlo pero sí de saber dónde acudir si nos hace falta, que generalmente no lo será, pues ya pone a la red a nuestro servicio buscadores potentes que nos brindan la información en segundos y más actualizada.

Cualquier persona mínimamente interesada en la tecnología disfrutará con la lectura de este texto. Y tendrá ganas de buscar, aunque sea de forma superficial, más y más información de la mucha recomendada. Las referencias no se encuentran a pié de página sino al final en un apéndice que ocupa treinta y cinco páginas en la edición impresa. Las lecturas sugeridas son una fuente inagotable de pistas para el curioso lector que intente profundizar en la plasticidad cerebral, la historia del libro, la mente del lector, mapas y cartografía, relojes, historia intelectual de la tecnología, ordenadores, internet e inteligencia artificial. Una joya.

Sería necesario reproducir el libro completo, pero para eso está el libro. A continuación algunas frases escogidas para reflexionar.

La tarde del 18 de abril de 1775, Samuel Johnson acompañó a sus amigos James Boswell y Joshua Reynolds en una visita a la gran villa que Richard Owen Cambridge poseía a orillas del Támesis, en las afueras de Londres. Fueron acompañados a la biblioteca, donde los esperaba Cambridge. Después de un breve saludo, Johnson se lanzó a los estantes y comenzó a leer en silencio los lomos de los volúmenes allí dispuestos.
—Doctor Johnson —dijo Cambridge—, parece extraño que alguien tenga tal deseo de mirar los lomos de los libros.
Johnson, según recordaría Boswell más tarde, bruscamente sacado de su ensoñación, se volvió a Cambridge para responder:
—Señor, la razón es muy simple. El conocimiento es de dos tipos. O conocemos una materia por nosotros mismos o sabemos dónde encontrar información sobre ella.


La Red nos ofrece un acceso instantáneo a una biblioteca de información sin precedentes por su tamaño y alcance, y nos facilita su ordenamiento: encontrar, si no exactamente lo que estábamos buscando, por lo menos algo suficiente para nuestros propósitos inmediatos.

Los resultados, según Liu, indicaban que «el entorno digital tiende a animar a la gente a explorar muchos temas extensamente, pero a un nivel más superficial [...]. Los hipervínculos distraen a la gente de la lectura y el pensamiento profundo.

Cuanto más inteligente sea el ordenador, más tonto será el usuario que lo maneja.

Nuestro cerebro se ha convertido en un experto en olvidar, un inepto para recordar.

¿Sabemos mirar un mapa después de habernos acostumbrado a dejarnos guiar por un GPS?

La alienación, entendía McLuhan, es un inevitable subproducto del uso de la tecnología.

¿Somos capaces de escribir a mano un texto más o menos largo sin sufrir prisa o ansiedad?

El ordenador extiende nuestra capacidad de procesamiento y altera nuestro cerebro y nuestra forma de interactuar con la información.

El cerebro se ve continuamente desbordado ante la profusión de diversos estímulos online.

¿Programamos nuestros ordenadores o nos programan ellos a nosotros?