domingo, 15 de abril de 2012
REMEMBRANZA
No había estado nunca en la zona de los cuatro rascacielos construidos hace pocos años en la zona norte de Madrid. Curiosa palabra esta de rascacielos cuya definición en el diccionario es un poco redundante: “edificio de gran altura y muchos pisos” dado que lo uno lleva a lo otro, si hablamos de pisos normales. Una traducción muy directa del término inglés “skyscraper” y que es un tema interesante si nos podemos a indagar en él, sobre todo por la lucha del hombre contra los elementos en su intento de construir el más alto desafiando las leyes de la naturaleza.
Esta semana y con motivo de una entrevista de posible relación laboral tuve la oportunidad de acceder a uno de ellos y además a una de las plantas superiores donde se encuentran las salas de reuniones de la empresa que visitaba. La vista que se ve en la fotografía, pobre de solemnidad realizada con el teléfono móvil y a través de unos ventanales no practicables, representa la vista de un parque de los muchos que hay por Madrid: El Parque Norte. La vista de la zona norte de Madrid capital, hacia donde estaba orientada la sala, era espectacular, así como la de la lejana sierra que se mostraba como al alcance de la mano en un día nítido.
La cuestión no daría mucho más de sí sino fuera porque el Parque Norte me hizo rememorar un rosario de recuerdos que me retrotrajeron a una época de mi vida ligada profundamente a este parque emblemático.
La empresa para que la trabajaba estaba a mediados de los años noventa del siglo pasado en uno de los muchos edificios de oficinas que rodean al ya antiguo centro comercial La Vaguada. Uno de los compañeros de trabajo, con una particular teoría sobre la carrera de maratón, 42,196 km., y los gorditos, empezó a convencernos a unos cuantos para darnos unas carreritas a la hora de comer, cambiando salud por grasas de menú. Cerca de allí, justo enfrente del parque se encuentra un polideportivo municipal a donde nos dirigíamos a diario, en la capicúa hora de las 13:31, nos cambiábamos en el vestuario y a correr al parque. Este polideportivo representa un poco la cara negra de los recuerdos, ya que las trabas para su utilización fueron enormes por parte de su director, a pesar de pagar y no poco religiosamente a diario por utilizar vestuarios y duchas. Como digo, las trabas fueron enormes pues no parecía que a aquel director le gustara fomentar el uso que hacíamos de “sus” instalaciones para poder hacer un poco de deporte a mediodía. Era uno de esos arquetipos de funcionario que existen mal que les pese a los propios funcionarios.
Aunque empezamos unos pocos, a medida que pasaba el tiempo cada vez éramos más, y procedentes de varias empresas de la zona, los que nos juntábamos a la misma hora en el vestuario y salíamos a correr por los alrededores, no solo en el Parque Norte sino por aceras y carreteras de la zona. Llegábamos a hacer algunos días especiales de entrenamiento hasta quince kilómetros por la zona, dado que el parque se nos quedaba pequeño en distancia salvo que te dedicaras a darle vueltas y vueltas. Por cierto, decir que el parque no era precisamente llano y disponía de buena cuesta, eso sí, la misma para arriba que para abajo.
Fueron años entrañables de convivencia y camaradería entre un grupo de amigos y amigas con una pasión por las carreras populares y más concretamente la maratón. Llegamos a hacer una especie de club y la misma equipación para todos con la que asistíamos a las diversas carreras populares celebradas no solo en Madrid, sino en otras ciudades de España.
Como en un flash, todos estos momentos preciosos se agolparon en mi mente ante la particular vista completa del Parque Norte desde las alturas…
Algunos seguidores de este blog en los que estoy pensando habrán disfrutado de estos mismos recuerdos por un instante. La historia completa de aquellos años se encuentra en un documento que puede ser descargado haciendo clic en este enlace.