sábado, 10 de noviembre de 2012
MDSCC
En esta semana en la que estamos y en la siguiente se está celebrando en Madrid la XII edición de la Semana de la Ciencia. Ya hemos hecho comentarios a las posibilidades que brinda este evento a las personas que además de tener inquietudes y ser curiosas dispongan de tiempo. Las universidades, centros de investigación, empresas y otras entidades organizan actos específicos de carácter divulgativo y permiten el acceso y la visita a sus instalaciones al público en general. Un acceso que el resto del año está vedado salvo a personas especiales, bien por su trabajo o por sus contactos. Ya en 2008 y debido a mi dedicación laboral espaciada, tuve mi primer contacto con estos eventos tal y como reseñé en este blog donde particularizaba datos generales y os eventos a los que me había apuntado en aquel mi primer contacto con estas actividades.
Este año tengo en mi agenda varias visitas planificadas a lo largo de estas dos semanas, pero el pasado jueves asistí a una que fue particularmente entrañable, ya que me retrotrajo a mi niñez en que había realizado la misma visita en compañía de mi padre gracias a su amistad con un americano, cuyo nombre recuerdo muy bien, Gerónimo, que trabajaba por aquellos años sesenta del siglo pasado en este complejo al que ahora me referiré.
Empecemos por el principio y vamos de siglas. MDSCC corresponde al nombre en inglés del Complejo de Comunicaciones con el Espacio Profundo de Madrid, “Madrid Deep Space Communications Complex”, un centro dependiente de la NASA, Agencia Espacial de los Estados Unidos de Norteamérica o en inglés “National Aeronautics and Space Administration”. Nos reuníamos una docena de personas en el centro de recepción de visitantes, todas mayorcitas y con un interés claro en lo que nuestros ojos iban a contemplar y nuestros oídos a escuchar. Además, como valor añadido, dos de ellas eran mis buenos amigos Miguel Ángel y Dori, con lo cual el momento tenía cotas añadidas de agradabilidad. Tras una breve presentación y unos vídeos acerca de las actividades de este centro enfocado básicamente al seguimiento de satélites, nos dirigimos andando y bajo una molesta e intermitente lluvia a las instalaciones propiamente dichas. Hay que reseñar que una visita que estaba programada en dos horas, duró en realidad tres horas y cuarto y ello por dos motivos principales: la curiosidad de los visitantes y la tremenda amabilidad de los profesionales que nos atendieron y que nos dieron toda clase de detalles, algunos de ellos muy pormenorizados, sobre el funcionamiento de la estación y sobre sus cometidos, que tienen un resumen muy sencillo: reciben señales de los satélites que están en el espacio, los codifican y se los envían a los científicos encargados de su estudio que a su vez generan información en forma de órdenes que la estación transmite a los satélites. Y así veinticuatro horas al día, todos los días del año.
En una primera charla al pie de la espectacular DSS-63, antena de 70 metros de diámetro que puede verse en la fotografía, nos enteramos de la forma de trabajo y de que el complejo de Robledo de Chavela es uno de los tres que la Nasa tiene en el mundo, cubriendo cada uno de ellos 120 grados de forma que siempre hay una estación en la Tierra en contacto con los satélites o ingenios, ya que debido a la rotación de la misma, cuando una estación pierde la señal entra una de las otras dos. Una de ellas, conocida con el nombre de “Tidbinbilla” está situada en Australia, a unos 40 km al sudoeste de Canberra, mientras que la otra se encuentra en el desierto del Mojave, a unos 70 km al noroeste de la ciudad de Barstow (California), y lleva el nombre de “Goldstone”.
Una vez dentro del edificio principal y en la sala de operaciones, recibimos una completísima y detallada información de las formas de seguimiento, los satélites o equipos actualmente en el espacio como el “Curiosity” que está circulando por la superficie de Marte o los “ancianos” Voyager que siguen emitiendo información en su viaje de ya más de treinta años por el espacio. A estos no les afecta el concepto de “obsolescencia programada” ya que han prolongado y siguen prolongando su vida útil mucho más allá de lo que en un principio se suponía. Y que sigan muchos años.
Posteriormente y dentro de la inmensa sala de ordenadores y equipos, dos técnicos armados de una enorme paciencia nos explicaron con todo lujo de detalles temas relativos a las antenas, sus diseños, las evolución a lo largo del tiempo de las formas de recepción de señales. Las comunicaciones, los ordenadores, el tratamiento de la información y un sinfín de detalles que incluso a algunos de los asistentes que éramos informáticos nos hicieron ver nuevas formas de abordar el tratamiento de datos. Los relojes atómicos, vitales para que centros de este tipo mantengan una hora coordinada, avanzaban lenta pero inexorablemente informando de la hora precisa en el día que para ellos era el 12/313 y no el 12/11/08, que es lo mismo pero en distinta notación.
Por último y al pie de una antena ya en desuso, que puede verse en la fotografía al pie y que se mantiene de forma simbólica, la última charla a cargo de Tomás nos brindó un repaso a los albores de la exploración espacial. No en vano en esa antena, que en aquella época estaba en servicio en el centro de Fresnedillas, se recibió la famosa frase del recientemente fallecido Neil Amstrong cuando pisó la luna el 21 de julio de 1969: “Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad”.
Lo mejor es visitarlo en persona para lo que habremos de estar atentos a obtener plaza en una próxima semana de la ciencia en años venideros. Mientras tanto, la completísima web del MDSCC está llena de datos, información y vídeos que podemos consultar de forma periódica si estamos interesados en estos aspectos. Mi agradecimiento a la persona que hizo de guía durante toda la visita y a los profesionales que nos atendieron con gran amabilidad, cuyos nombres no recuerdo. Por cierto, un error imperdonable fue el no llevar la cámara de fotos, pensando que no estaría permitido tomar imágenes. Craso error, ya que se podían tomar sin ninguna limitación, por lo que hubo que recurrir a la “calidad” del teléfono móvil.