sábado, 28 de diciembre de 2013
RESCATE
Hasta no hace mucho vivíamos instalados en una cultura del usar y tirar, pero los últimos acontecimientos que nos están tocando vivir a todos, llamémosle crisis, nos ha hecho cambiar algunas concepciones de la vida y volver a ver las cosas con otros ojos. Hemos hablado en el blog de conceptos como la «obsolescencia programada» que convendría ir revisando si queremos preocuparnos un poco por el futuro.
El objetivo que puede verse en la imagen, un ultra gran angular de 17 mm fue adquirido por mí en un viaje realizado a Suiza en 1983, hace ahora treinta años, a un precio tan estratosférico que cuando lo recuerdo me da vergüenza confesarlo. A lo largo de muchos años he disfrutado de sus prestaciones que me han permitido obtener muchas fotografías que me han resultado interesantes para alimentar mi afición.
Desde hace varios años y debido a la informática, todo lo que es susceptible de digitalización acaba transformándose a «0’s» y «1’s», lo que representa enormes ventajas con respecto a las versiones «analógicas» a la hora de su tamaño, almacenaje, copia o transmisión electrónica. Disciplinas como la música, el cine, la fotografía y otras, como los libros, han sufrido una profunda transformación y de su estado inicial en discos, de vinilo o CD, de película o de papel han pasado en los últimos años al formato digital y a compartir espacio en los discos duros, primero de los ordenadores y ahora de cualquier aparato, pues últimamente todos ellos van incorporando progresivamente este sistema de almacenamiento electrónico.
Tras muchos años realizando fotografías de las de carrete, con sus procesos de revelado mediante químicos, me pasé a la fotografía digital en 2003, cuando a mi juicio ya había alcanzado un grado de calidad suficiente. En aquellos años seguía la discursión entre lo digital y lo analógico, pero creo que ahora nadie tendría ninguna duda y aunque siempre está la añoranza del pasado, pocas personas siguen tomando sus fotos en celuloide, amén de que el mercado de cámaras para ese tipo de fotografía se nutre exclusivamente de lo antiguo sin existir renovación alguna en la industria.
Como digo, en 2003 guardé en una caja todo mi equipo analógico, compuesto por varias cámaras y varios objetivos, amén de otros muchos accesorios que había ido acumulando a lo largo de una treintena de años de aficionado, y entré en el mundo digital. Mis archivos de negativos y diapositivas acaban en esa fecha y desde entonces las fotografías se alojan en un disco duro, con la enorme ventaja de que puedo acceder a todas ellas y visualizarlas en la pantalla del ordenador con tan solo unos golpes de ratón. Un proceso que debería acometer, como ya han hecho algunos amigos, es digitalizar mis negativos y diapositivas, pero es un proceso enormemente costoso, que requiere mucho tiempo y que voy dejando para más adelante, aunque lo hago de vez en cuando para disponer de alguna fotografía concreta de mi archivo. Son más de veinte mil diapositivas, doce mil negativos en blanco y negro y ocho mil en color que requerirían un tiempo y una dedicación enorme para ser pasados por el escáner y convertidos en digitales.
Instalados en la cultura del usar y tirar, el paso a lo digital supuso el abandono del equipo fotográfico anterior, que perdió todo su valor. Siempre he añorado mi objetivo Canon de 17 mm, el de la imagen, con el que tantas y tan buenas fotografías he tomado a lo largo de muchos años. La solución está en comprarse uno nuevo, moderno, utilizable en la cámara digital, ya que la industria se ha preocupado muy mucho de cambiar las bayonetas para que no sirvan los antiguos. Bueno, esto no es del todo cierto, ya que en la otra marca puntera de fotografía, Nikon, sus cámaras digitales admiten los objetivos analógicos sin problemas.
Buscando por internet, donde todo puede existir, encontré que existían anillos conversores para utilizar objetivos clásicos analógicos en las modernas cámaras digitales, incluso para usar objetivos de unas marcas en cuerpos de otras. La cosa no es tan sencilla como parece pues evidentemente tendremos que renunciar a muchos de los automatismos que presentan las modernas, uno de los cuales y que es un gran logro es el autoenfoque, vital para muchos pues siempre fue un problema y causa de muchas fotografías malogradas por desenfocadas. Evidentemente, los viejos objetivos, que no estaban motorizados, no permiten enfocar de forma automática. Hay otras cosillas como el modo de disparo que tiene que pasar a trabajar en la modalidad de «prioridad a la abertura» y otras consideraciones que hacen que el uso de objetivos con adaptadores sea para alimentar más la nostalgia que un modo efectivo y práctico para la toma de fotografías.
Debe de ser cosa de la edad, pero a mí me gusta alimentar la nostalgia y por el coste de ese anillo conversor, unos treinta euros, no he podido resistir la tentación de sacar mi viejo y querido objetivo del cajón, limpiarle el polvo y montarle en mi moderna cámara digital. El pasado y el presente juntos, trabajando, una gozada. Las fotos tomadas con este equipo tienen sus «cosillas» pero ahí están. Con el tiempo procuraré hacerme con un objetivo moderno de esas características, pues los precios no son tan prohibitivos como en la época, pero el placer de poner en marcha «una vieja gloria» no me lo quita nadie.
domingo, 22 de diciembre de 2013
VISIÓN
Rescato para mis propósitos el conocido refrán popular que dice aquello de «nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena». Aunque las explicaciones y el sentido de esta frase son más de una y de dos, todos tenemos claro que se refiere al hecho de ir dejando de hacer las cosas, de procrastinarlas, de forma que llega un día en que el asunto pasa a mayores y en ese momento tomamos conciencia aunque tarde.
El paso de los años conlleva un deterioro en nuestra estructura, física o mental, que dependerá de muchos factores, algunos de los cuales podemos controlar pero otros no. En todo caso, hay una serie de pautas que son fundamentales para el cuidado de la mente y del cuerpo que es bueno sistematizar y ejecutar todos los días, en pequeñas pero acertadas dosis, de forma que nos sirva para amortiguar o cuando menos retrasar los achaques el máximo posible en el tiempo.
He referido historias en este blog que hablan de ello, como por ejemplo DOS AMIGOS, en la que se hablaba de la importancia de la actividad física en la vida de las personas. Hace unos días falleció el segundo de los amigos que ha llegado a los noventa y cinco años en un estado de forma física envidiable para personas treinta años menores. Otra actividad muy conveniente de cara a combatir o retrasar los efectos de enfermedades degenerativas tales como el Alzheimer o el Parkinson es tener a diario una buena sesión de lectura. Parece que lectura y paseo son muy convenientes de realizar a diario para tener unas buenas bases de cara a los últimos años de nuestra vida.
En estas últimas semanas he tenido un problema en uno de mis dos ojos, concretamente en el izquierdo. Veía unas telarañas flotantes, esas que cuando intentas perseguirlas con la vista siempre se escapan. En alguna otra ocasión han sido manchas o «moscas» pero había sido un fenómeno que había desaparecido a los pocos días. En esta ocasión han persistido, lo que me obligó a acudir al oftalmólogo que reconozco que me asustó, pues me reprendió por haber tardado más de una semana en acudir cuando lo que podía estar sufriendo era una «DR», si, lo que parece, un desprendimiento de retina, lo que podría derivar en ceguera si no se trata a tiempo.
Me mandó a toda prisa a un servicio de urgencias donde en todo momento se despreocuparon por las telarañas o moscas flotantes y se preocuparon de una deformación de la retina que en un punto cercano a la mácula se había abombado y podía ser peligrosa. Huyo de todo lenguaje técnico y médico, del que me he puesto muy al día en estas dos últimas semanas, pero que no creo conveniente reproducir aquí. El problema podía llevar ahí varios años, pero había quedado descubierto y requería ser arreglado mediante una sencilla, aunque dolorosa y desconcertante, operación a base de laser que se hace en un cuarto de hora, en la propia consulta y sin ningún tipo de preparación.
Ahora que todo ha pasado, sigo viendo las telarañas pero no me preocupan, como le pasaba a aquel paciente. Resulta que se hacía «pis» en la cama y eso que andaba en la cuarentena. Muy preocupado por los hechos se lo contó a un amigo que le recomendó ir a ver a un psicólogo. Al cabo del tiempo se encontró de nuevo con el amigo que le preguntó cómo iba la cosa. Muy bien, respondió, me sigo orinando en la cama por las noches… pero ya no me preocupo.
En mi caso, la vista es un motivo de preocupación. De vez en cuando uno se pone a pensar que cosas son importantes y serían las últimas que uno desearía perder, no solo en lo material que tenemos y nos rodea sino en nuestras propias capacidades físicas y mentales. No tengo ninguna duda de que tras mantener en buen estado las neuronas de mi cerebro, la función más importante es la vista. La primera prescripción que recibí del especialista es que tenía que estar un período de tres días en absoluto reposo, tanto físico como visual, en una habitación en penumbra. Se me cayó el mundo encima, nada de lectura, nada de ordenador, nada de televisión…
Cada persona tiene sus preferencias y sus aficiones. Procuro hacer ejercicio físico a diario con mayor o menor intensidad, del que disfruto y además considero como una inversión para el futuro tal y como he comentado. Pero actividades fundamentales para mí en estos momentos de la vida son la lectura y el ordenador, actividades que llevo practicando toda mi vida y que de alguna forma habrán castigado mi visión y mis ojos. Renunciar a ellas sería casi como morir en vida. En esos días de vacaciones forzosas lectoras intenté hacer uso de la tecnología para escuchar en vez de leer el libro que tenía entre manos. Una voz conseguida de señorita o caballero me iba leyendo el libro en mi teléfono móvil, con buen acento y entonación, pero … no es lo mismo y además me quedaba dormido.
No sé si habrá alguna forma de ejercitar la vista. Los músculos y la mente se ejercitan usándolos, pero ¿la vista? ¿se ejercita viendo? Me preocuparé de esto en los próximos tiempos. El oftálmologo, ante mi pregunta acerca de posibles cambios en mis actividades visuales, se encogió de hombros y no me rcomendó ningún ejercicio o actividad a realizar para prevenir problemas en la vista. Supongo que leer menos y estar menos tiempo delante de la pantalla del ordenador será bueno pero ¿hasta que punto y en que cuantía?
domingo, 15 de diciembre de 2013
SELLOS
Lo que hace no muchos años era una cosa común en nuestras vidas ha desaparecido de las mismas sin casi darnos cuenta. Las cartas postales siguen llegando a nuestras casas pero sin un elemento muy carácterístico de ellas: los sellos. Multitud de frases como «envío pagado», «con autorización xxxxxx» o similares aparecen en la parte superior derecha de los envíos que recibimos, lugar donde antaño venían pegados los correspondientes sellos.
Mi padre, ya fallecido y cartero urbano durante toda su vida fue un gran aficionado a los sellos. Aparte de los usados, que pedía sin recato a los destinatarios cuando entregaba alguna carta que llevara adherido alguno que le resultara interesante, estuvo durante muchos años suscrito al servicio de publicaciones de Correos, que puntualmente le enviaba los sellos nuevos que iban saliendo al mercado. A lo largo de muchos años consiguió reunir una formidable colección. Siempre estuvo convencido de que era un ahorro para el futuro, pues las colecciones de sellos no paraban de incrementar su valor. Con todo aquello que ocurrió hace unos años del «affaire» de Afinsa, los precios han caído en picado y la herencia que nos ha dejado son un montón de carpetas y clasificadores, muy bien colocaditos, muy monos, pero que deben de valer al peso dos euros y medio como mucho. Mis hermanos y yo hablamos de intentar hacer algo con ellos, supongo que venderlos, pero el tiempo pasa y ahí siguen, en un armario, acumulando años y polvo.
No sé si seguirán los mercadillos de sellos y monedas que se colocaban los domingos en los soportales de la Plaza Mayor de Madrid, donde acudí en alguna ocasión hace ya muchos años con mi padre a ver si encontraba alguna cosa y charlar con algunos conocidos aunque realmente lo que buscaba era conocer el valor de su colección.
Independientemente de lo que valgan o se pueda sacar por ellos, hay que reconocer que ciertos sellos son preciosos. Recuerdo una serie de trajes regionales españoles por provincias, de la que me mi padre adquirió cuatro colecciones completas pues tenía la intuición de que iban a revalorizarse mucho y así siempre podría vender alguna para continuar sufragando el gasto que suponía atender una tras una todas las publicaciones periódicas que Correos emitía. Supongo que lo seguirá haciendo pero mi padre ya canceló la suscripción hace muchos años, con lo que su hermosa colección quedó detenida en el tiempo, en un determinado año que no conozco.
Las compras por internet y por portales como «ebay» han devuelto a los envíos postales un cierto protagonismo al recibir paquetes como el que se puede ver en la imagen procedentes de países asiáticos, donde los sellos deben de seguir vigentes y en algunos casos son verdaderamente bonitos como los que podemos ver en la fotografía. Lástima que el matasellos no haya dejado una huella legible que nos permitiese conocer el lugar de procedencia y la fecha, dato que podría dar más valor a la fotografía.
Supongo que tendré que empezar a ocuparme del asunto y adquirir un catálogo donde se pueda atisbar la valoración posible de esa colección para tomar una determinación con ella. Ninguno de los hermanos la queremos para nada y no parece que con el paso del tiempo vaya a aumentar de valor sino todo lo contrario. Y encima se puede quemar la casa del que la tiene guardada y nos quedamos con el humo y sin nada. Lo que será difícil es encontrar un comprador en los tiempos que estamos, pero el mundo de internet y las ventas de segunda mano quizá permitan sondear un poco el mercado por lo menos para hacerse una idea de como están las cosas.
domingo, 8 de diciembre de 2013
BACK-UP
No siempre los términos informáticos admiten una traducción al castellano que refleje de forma directa e inequívoca la operación o proceso del que estamos hablando. He asistido a muchas disputas acerca de la conveniencia o no de «españolizar» todos o la gran mayoría de los términos, pero no siempre es factible o siquiera conveniente. El utilizado como titulo de esta entrada es perfectamente entendido por personas relacionadas con el mundillo de la informática pero puede no serlo tanto para el resto. Una traducción aproximada sería «copia de seguridad» o «copia de respaldo» de los datos.
En mayor o menor medida, en ordenadores, teléfonos o tabletas, todos estamos inmersos en el mundillo de la informática. Y me da la impresión de que no dedicamos el tiempo suficiente a preocuparnos de sacar copia de nuestra información. Solo aquellos que hayan sufrido algún desastre en sus tarjetas, discos duros o cualquier otro dispositivo de almacenamiento de datos sabrán, en carnes propias, de lo que estoy hablando.
Simplificando, podríamos hacer una división de los ficheros o datos que manejamos en nuestros ordenadores en dos grandes grupos: «recuperables» y «no recuperables». Me explico. Los ordenadores o dispositivos de proceso están gobernados por un sistema operativo (Windows, Linux, Unix, Android, Ios …) que controla su funcionamiento, más una serie de programas o aplicaciones adicionales para realizar cometidos específicos y que nos permiten interaccionar para conseguir los resultados que queremos y, por lo general, almacenarlos. Pues bien, ese sistema operativo y esos programas podrían ser recuperados pues son comunes a todo el mundo y bastaría con obtenerlos de nuevo, mediante compra o descarga según de lo que se trate. Por simplificar, un disco comercial de música o una película siempre será posible volver a tenerlos disponibles porque son los mismos para todo el mundo. Este tipo de información o datos son los que se etiquetarían como «recuperables» aunque a nadie se le oculta que la dificultad o coste de esta recuperación estará en función de lo previsores que hayamos sido a la hora de tener guardados y controlados los programas que vamos instalando en nuestros ordenadores o dispositivos.
Pero el verdadero problema viene con los datos que he denominado como «no recuperables». Unos ejemplos: esa foto que tomamos en el viaje de vaciones de verano, un trabajo que hemos hecho para el colegio o la relación de los libros o discos que tenemos en nuestra biblioteca. Si perdemos estos datos, nadie nos los podrá restituir porque son únicos y salvo que hayamos pasado una copia a alguien se habrán perdido para siempre.
Sobre este tipo de datos «no recuperables» son los que deberemos extremar el cuidado de tener una o varias copias para poder recuperar la información en caso de catástrofe. Y a pesar de la fiabilidad de los ordenadores y los dispositivos, las pérdidas se producen: los «pendrives» se pierden, los discos duros se estropean con el tiempo, los ordenadores portátiles dejan de funcionar o nos los roban…
Deberíamos estar mucho más preocupados, si es que tenemos interés en su conservación, de obtener un «back-up» de nuestros datos no recuperables con asiduidad, la que determinemos, y llevar con precisión y pulcritud espartana el hacerlo y no procrastinarlo. En mi caso, la secuencia de copias es quincenal y de dos tipos. Una de ellas a un disco externo que guardo en mi casa alejado de la zona donde está el ordenador y otra a otro disco que es el que puede verse e la imagen que acompaña a esta entrada, que alojo en un maletín chapucero relleno de goma espuma para su traslado fuera de casa a otra ubicación. De esta forma y con estas dos secuencias, dispongo de dos copias quincenales que me permitirían recuperar la información en gran medida en caso de ocurrir una desgracia, que puede ser por rotura o fallo, por robo o incluso porque al vecino de arriba se le salga el agua de la bañera y me ponga la casa perdida y afecte a mis equipos informáticos.
Pero la acción de sacar copias no es sencilla, ¿Cómo se hace? Estaremos de acuerdo en que la forma manual es muy imprecisa y laboriosa, pues es imposible acordarnos de las modificaciones, altas o bajas que hemos realizado desde la última copia obtenida. Para hacerlo bien y con garantías será necesario elegir un método y apoyarnos en un programa que nos haga lo que se ha dado en llamar desde hace tiempo «gestión del almacenamiento». Hay muchos y variados, gratuitos o de pago, que se encargan de revisar nuestro disco duro y obtener una copia de lo que se haya modificado desde la última vez. Esto de la gestión del espacio es un mundo y quién se haya dedicado a ello profesionalmente, como mi amigo Miguel Angel, sabe que no es un tema baladí. Se pueden sacar copias completas, incrementales, sincronizadas, en un sentido o en los dos… Resumiendo y no por no extenderme, es un asunto al que hay que dedicarle tiempo y que empieza por tener una buena estructura de niveles de carpetas y ficheros que nos permita acometer las tareas de guardado con garantías.
En mi caso y tras mucho deambular por este mundillo, hace años tomé la decisión de confiar estas tareas a un programa profesional que adquirí religiosamente por un precio irrisorio en comparación con lo que me aporta, lo bien y rápido que funciona y las prestaciones que me brinda, además de que sus desarrolladores lo mantienen en constante mejora y sin «pesetear» con la licencia, pues me lo han actualizado en varias ocasiones, la última no hace ni un mes, sin reclamar pago alguno. Tiene un pequeño o gran inconveniente: no hay versión en español. Esta maravilla, para mí, de programa se llama VICEVERSA PRO. Estoy seguro que no le saco todo el partido que tiene, pero tengo generados una veintena de perfiles diferentes que me permiten manejar mis datos de una forma automatizada. Una de las acciones que realizo con él es sincronizar los datos más ligeros entre el PC fijo de sobremesa y los portátiles mío y de mi mujer. Una forma de copia más que considerar a las dos quincenales que he comentado.
¿Cómo lleva Vd. sus sistemas de copia y respaldo de datos?