domingo, 22 de junio de 2014

IMPRESIONES



La lectura causa múltiples impresiones en los que disfrutan de ella que son un reflejo de las emociones de las que somos capaces los seres humanos. Están en nuestro catálogo y una forma de hacerlas aflorar es asomarse a las páginas de un libro. En uno de los clubes de lectura en los que participo de forma activa, esto es, leyendo los libros propuestos, se planteó como una actividad adicional un ejercicio de redacción que consistía en escribir unas líneas para cada uno de estos tres interrogantes: ¿por qué leo?, ¿dónde leo? y ¿qué siento cuando leo? No todos respondimos a esa llamada, pero los que lo hicimos dimos una pensada a estas cuestiones resultando unas comunicaciones curiosas y entretenidas, al menos las de los demás. A continuación van las mías.

¿Por qué leo?


«Amar la lectura es trocar horas de hastío por horas deliciosas»
Montesquieu
Tras casi cincuenta años de lectura de forma más o menos regular, nunca me había planteado hasta ahora el por qué leo. Una pregunta que no nos planteamos, que no nos hacemos a nosotros mismos hasta que viene otro y nos la formula. No hay respuesta, o hay muchas. Simplemente, leo. Lo más básico sería decir que me gusta, que disfruto. Siempre hay algo que leer y nunca hay suficientes ratos libres para leer. Y eso es un combate encarnizado contra el aburrimiento, una palabra que no he «disfrutado» a lo largo de mi vida siempre que haya habido algún libro o lectura de otro tipo a la que asomarse.

Aparte de entretenimiento y pasar el rato, leer es mi forma de aprender de una forma práctica aspectos relacionados con el lenguaje, tales como enriquecer mi vocabulario, ver nuevas formas de redactar, asimilar nuevos estilos, pulir determinadas expresiones. Antaño, con los libros en papel, me fijaba en el diseño de las portadas, las contraportadas, las páginas, los tipos de letra, la distribución en capítulos, los índices, las notas al pie, los márgenes. Hogaño, todos estos aspectos han desaparecido prácticamente para mí al ser un incondicional del libro y los lectores electrónicos, por su comodidad y sus enormes posibilidades.

Leer también es una forma de liberarse, de olvidarse del mundo y lo que nos ocurre, de los problemas del día a día dejando volar la mente. Un aspecto fundamental es que no necesitamos a nadie para leer. Es una actividad solitaria, personal, que puedo decidir por mí mismo y no necesito a nadie para llevar a cabo. Puedo estar rodeado de gente, pero mi lectura es mía y solo yo la estoy realizando.

Pero leer tiene para mí un aspecto fundamental en el plano espiritual. Hay un mensaje que el autor nos quiere transmitir y es de buena educación escucharle y agradecérselo. Cuando leo enriquezco mi espíritu, incremento mi tesoro con las sensaciones que me proporcionan los libros solo con solo asomarme a sus páginas y dejarme embrujar por lo que me transmiten. Uno no es igual antes y después de leer un libro, sea este del tipo que sea y te haya gustado o no; sus enseñanzas nos acompañarán el resto de nuestra vida. Algo se modifica por dentro al integrar experiencias anteriores con las nuevas que habrán sido evocadas sin duda tras la lectura. Personas y ambientes desconocidos, reales o imaginarios, han quedado desvelados y puestos a tu disposición de forma que ya forman parte de ti para siempre, pudiendo ser utilizados en tu vida diaria. Incluso alguno de ellos, con el paso del tiempo, traspasarán la frontera entre realidad y ficción haciéndote pensar que han tenido lugar.

Sabiendo leer, no hace falta nada más para abrir un libro. Otras actividades, como hacer punto o resolver sudokus requieren un cierto entrenamiento y aprendizaje, mientras que leer no. Y esto es maravilloso, al poner al alcance de todos miles de mundos por descubrir.

¿Dónde leo?

«Desde que descubrí los libros electrónicos,
cualquier sitio es bueno para leer»

A lo largo de mi vida, mi sitio de lectura han sido los asientos de los transportes públicos. Más de treinta años dedicando entre dos y tres horas diarias al desplazamiento desde mi domicilio al lugar de trabajo han acumulado muchas horas de lectura. Trenes al principio, autobuses después, y siempre el Metro han visto pasar los libros entre mis manos de forma constante. Más de dos horas de lectura diaria han dado para mucho, incluso como parte fundamental para realizar una carrera universitaria. Es cuestión de aprovechar el tiempo.

Ahora, finalizada esa etapa de desplazamientos, los sitios de lectura son variopintos. Todos los posibles, en gran parte debido al desarrollo de las nuevas tecnologías que permiten llevar una biblioteca en tu bolsillo. Los avances en materia de libro y lectores digitales, a los que soy adicto en grado sumo, me facilitan sacar de mi bolsillo el teléfono y ponerme a leer en cuanto dispongo de unos minutos. Esas lecturas rápidas se producen en las esperas, en el coche, en una cafetería, en las salidas del colegio de mi hija, en los prolegómenos de una conferencia o reunión, en la antesala del médico o en multitud de pequeños momentos muertos que surgen a lo largo del día y que son buenos para avanzar en esa lectura que nos traemos entre manos.

En momentos más continuados, los escenarios caen dentro del hogar. Ese cómodo sillón de orejas en un rincón del salón, con luz natural si es posible o con la luz propia de la que dispone el lector electrónico al que soy adicto proporcionan un entorno íntimo en que refugiarse y dejar volar la imaginación. Cuando el libro es en papel, las menos de las veces posibles y porque no hay más remedio, prefiero la mesa con su atril que me permite una posición adecuada del libro sin tener que soportar su peso en mis manos.

Otro sitio en el que tengo muchos momentos de lectura es el baño. Soy lento en mis visitas y la lectura de un libro o revista es siempre un compañero fiel en esta especial habitación, aunque a veces se prolongue la estancia en la misma debido al enfrascamiento que supone la historia en curso. Salvo en operaciones de aseo en las que haya agua de por medio, nunca accedo sin algo de lectura en las manos.

Y por fin, las menos de las veces, la cama antes de conciliar el sueño por las noches. Aquí, en la actualidad, tengo prohibidos los libros en papel por la incomodidad que me supone tras haberme acostumbrado al lector electrónico. Un atril especial que me he fabricado me permite situarlo en la mesilla en una posición cómoda para la lectura sin tener que usar los brazos y las manos, excepto para pasar la página. ¿Para cuando un mando a distancia o reconocimiento de voz para pasar página? El único problema, craso problema, es que el sueño me vence con suma facilidad, incluso por encima de la atracción de la historia en curso, por lo que acabo cayendo en los brazos de Morfeo y el libro apagándose automáticamente al cabo de un rato.

El verano añade nuevos lugares de lectura a los que personalmente me resisto. Pero cuando no me queda más remedio, por presiones familiares, que pasar algunos momentos en la playa o la piscina, donde el agua me sobra y el sol me molesta, la compañía de un libro es fundamental. Consigo abstraerme del bullicio y meterme en la lectura sin mayores problemas.

Y puestos a recordar algún lugar muy especial donde haya leído a lo largo de mi vida, sin duda tendría que elegir la puerta de la tienda de campaña en los numerosos campings que he visitado en épocas pasadas, donde por aquello de madrugar más que mis acompañantes, disponía de unos momentos de paz y lectura en un entorno al aire libre.

En suma, cualquier lugar y momento es bueno para leer ahora que se dispone de medios para hacerlo sin habérselo planteado con anterioridad.

¿Qué siento cuando leo?

«Leo, luego existo»
René Descartes (adaptado)
“Libros, caminos y días dan al hombre sabiduría”
Proverbio árabe
Cuando me hago a mí mismo esta pregunta, me vienen a la mente las primeras escenas de la película no tan infantil de dibujos animados «La bella y la bestia». Bella es la hija del inventor, una chica peculiar, singular, distinta de todos sus convecinos, extravagante porque «nunca deja de leer y cuando lee no se acuerda de comer»; «una muchacha de lo más extraño… que siempre en las nubes suele estar». Por un momento intenta contar al panadero la maravillosa historia que ha leído en el último libro y este le da la espalda. Ella sabe que existe un mundo por descubrir y ver y lo busca afanosamente en la pequeña biblioteca de la aldea a donde se dirige prácticamente a diario. ¿Ha llegado algo nuevo? Pregunta con ingenuidad al bibliotecario, a lo que este le responde: Jejeje… ¿desde ayer? Bella no pierde la sonrisa y se lleva un libro que ya ha leído dos veces con anterioridad porque en él descubrirá «lugares lejanos, aventuras, hechizos mágicos, un príncipe disfrazado…»

Leer es transportarse a otros mundos, otras historias, otros personajes y vivir con ellos sus aventuras, compartir sus emociones y dejarse llevar por la magia de lo que ocurrió, sea real o inventado, ¡qué más da! Cuando leo pongo en marcha mi imaginación de forma involuntaria dando forma cual si de una película se tratara a la historia que me están contando. Las imágenes evocadas por el texto me sitúan en un mundo que solo existe para mí y por el que deambulo como si lo estuviera viviendo en propia persona, bien interaccionando con los personajes, sus emociones y sus historias bien observándolos desde fuera sin participar. La magia es que la historia puede llegar a ocurrir como nosotros hemos previsto o tomar un giro distinto y llevarnos por otros senderos que nos abrirán un mundo de nuevas posibilidades por las que transitar.

Cuando leo me preparo para emocionarme. Para sentir todo el rosario de emociones que los humanos tenemos dentro y que pueden llegar a ser tan intensas como queramos si nos dejamos llevar por nuestra imaginación. Podemos sentir miedo, asco, ternura, alegría, risa y así hasta todas y cada una de las emociones si permitimos que los textos alcancen nuestras fibras sensibles. Es sencillo y muy personal. Solo se trata de dejarse llevar.


Pero fundamentalmente, cuando leo siento que aprendo, que mi tesoro crece y se enriquece, que mi espíritu se alimenta. Desde lo más elemental como pueden ser aspectos de gramática o redacción hasta formas de ver la vida y enfocar las cosas que quedarán sin duda guardados en mi acervo, algunos de forma tan fuerte que, con el paso del tiempo, puedo llegar a tener como ciertos en mi subconsciente y en todo caso formarán parte de mi vida y me harán ver el mundo de otra manera de ahí en adelante.