domingo, 7 de diciembre de 2014

eREADER



Los hijos, hijas, yernos y nueras además de amigos y conocidos no sabían ya de donde sacar los libros con los que alimentar la voracidad lectora de Pilar, madre de unos y suegra de otros. Siempre ha leído mucho, pero desde la muerte de Roberto, su marido, hace ahora unos cuatro años, el tiempo que dedica a la lectura se ha incrementado exponencialmente. Depende de tamaños, pero es muy capaz de liquidar dos y hasta tres libros por semana. Dispone de mucho tiempo en su casa al día y gran parte de él lo emplea en sumergirse en los libros y disfrutar con su lectura. Aparte de regalos de unos y otros y préstamos de amigos, las bibliotecas públicas son una fuente de suministro, pero Pilar ya no está para salir mucho de casa, especialmente sola, y desplazarse a la biblioteca es una tarea imposible, con lo que depende de algún allegado que de forma semanal le haga esta función.

Amén de esto, otro par de cuestiones fundamentales van creciendo con el paso del tiempo. La vista va menguando y ya los pide “con letras grandes”, lo que conlleva un cierto peso e inmanejabilidad para sus posibilidades, que se van reduciendo con el paso de los años, que ya se acercan a los noventa. Gusta de leer en el salón, en su sillón de orejas, cerca del ventanal de la terraza, donde se atrinchera con su mesita auxiliar y su atril para leer cómodamente con luz natural y sin soportar el peso del libro en sus manos. Debido a estas circunstancias, prácticamente solo lee en su rincón preferido y cuando está de viaje o en casa de algún familiar renuncia a la lectura, insisto, fundamentalmente por el peso físico de los libros.

Hace unos años no hubiera sido posible, pero hoy en día hay una solución: los lectores electrónicos, a los que Pilar era sumamente reacia, por aquello de la dificultad de su manejo. El hecho de que manejase con mucha soltura un teléfono actual, con su Whatsapp y Skype incluidos para hablar con la familia, ha sido una razón de peso y que ha facilitado mucho su introducción en el mundo de los lectores electrónicos, a todas luces mucho más fáciles de manipular que un teléfono. Costó mucho obtener su aprobación, pero al final accedió y hoy en día está tan contenta y diciéndose a sí misma como no nos habrá hecho caso antes y hubiera disfrutado de las ventajas, enormes para los mayores, de estos cacharritos.

No vamos a hablar de marcas, pero el que tiene Pilar se puede cargar directamente mediante compra electrónica en su plataforma o bien cualquiera lo puede alimentar de libros con solo enviarlos a un correo electrónico que tiene asignado. Un inconveniente es que no tiene disponibilidad de internet en casa pero es muy amiga de sus vecinos del piso de arriba, tan mayores o más que ella, pero que tienen acceso a la red por una hija soltera que vive con ellos. Puestos al habla con ellos y su hija, han accedido gustosos a facilitar a Pilar la clave de acceso a su red inalámbrica. Dada su tremenda sencillez y su interés, Pilar ha aprendido a usar con presteza los controles del lector electrónico y sabe apagar, encender, poner y quitar la «wifi», cargar y borrar libros, cargar batería y todas las cuestiones básicas que rodean al lector electrónico. Una cosa que ha descubierto y la llena de enorme satisfacción, es poder consultar el significado de las palabras que no entiende, si es que hay alguna, con solo situar el cursor encima de ellas y sin tener que tener un diccionario al lado.

Cuando ahora quiere leer un libro, envía un wasap al grupo de familiares. Uno de los hijos, que hace de coordinador de sus peticiones, se encarga de buscar, comprar y preparar el libro, enviándole a continuación al correo electrónico asignado a su lector. Pilar tiene siempre la «wifi» desconectada por aquello de que le han dicho que así se ahorra batería, aunque dura varias semanas. Cuando acaba de leer un libro, lo elimina del aparato y enciende temporalmente la «wifi» para cazar los nuevos envíos. Nada de continentes, libros físicos, pesados ni desplazamientos a librerías o bibliotecas, ahorro de espacio en las estanterías, manejabilidad, letras con un tamaño a su gusto, poco peso, transportabilidad a cualquier parte, lectura en la cama con un atril como el que puede verse en la fotografía… todo son ventajas.

Muchos mayores tienen el convencimiento de que internet es cosa de jóvenes, pero los que vencen esta resistencia inicial, acceden a un mundo cuasi infinito de posibilidades desde el sillón de su casa. Correo electrónico, hablar y ver a sus familiares en cualquier parte del mundo de forma instantánea y casi gratuita, leer noticias y blogs, buscar información sobre casi cualquier cuestión, hacer cursos como por ejemplo los MOOC sobre cualquier tema…