domingo, 15 de febrero de 2015

CAMINOS



Hace ya varios años escuché de boca del entonces seleccionador nacional de baloncesto, José Vicente «Pepu» Hernández, una frase que se me quedó grabada. Venía a cuento de que habíamos ganado o casi ganado un mundial de baloncesto, creo que fue en Japón pero la memoria me traiciona y no quiero perder tiempo en buscarlo porque es tangencial, y aludía al hecho de que llegar a la meta y conseguir los fines propuestos es importante, pero mucho más importante es el camino recorrido incluso aunque no se consiga. De hecho, el manifestó que prefería el camino a la llegada.

Cada uno de nosotros tendremos una particular versión de los caminos que hayamos recorrido para llegar a las metas que nos hemos propuesto a lo largo de la vida. Referiré uno personal que me llevó más de diez años el recorrerle. Tenía la espinita clavada no haber podido realizar en su época una carrera universitaria cuando ya rondando los cuarenta decidí emprender la aventura de matricularme en la de Psicología en la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Trabajando, con familia y mil y un asuntos que atender, con las técnicas y las prácticas de estudio ya abandonadas desde hacía años, se me antojaba una tarea ímproba, pero realizable. Era cuestión de tiempo, de poco a poco, de quitarme de otras cosas, de aprovechar viajes al trabajo, noches y fines de semana, veranos incluidos, para ir sacando dos o tres asignaturas por año. Recuerdo nítidamente un día de septiembre de dos mil cuatro, cuando salía de realizar el examen de la última asignatura con la sensación de haber acabado, que según iba a casa en el autobús me dio por repasar mentalmente el camino recorrido hasta llegar a ese punto en que había obtenido la licenciatura. La alegría no era pequeña pero sí que fue efímera porque al día siguiente ya estaba llamando a una profesora, Maribel, para que me diera las pautas para matricularme en el master que comenzaba en aquellas fechas. Otro camino, en este caso de dos años, empezaba…

Hace unos meses y junto con unos amigos decidimos meternos en un charco de proporciones colosales. Aclararé que la mayor o menor dificultad en una tarea depende de los conocimientos personales en relación con ella. En este caso se trataba de confeccionar un programa de ordenador que ejecutara en el PC para un asunto que no viene a cuento. En mi caso, que había peleado a lo largo de más de cuarenta años con lenguajes de programación de ordenadores grandes, «mainframes», no tenía ni idea de lenguajes inherentes al PC casero y su Windows o similares. Una tarea ímproba ha sido el aprendizaje de Visual Basic con ayuda de amigos, tutoriales, libros, consultas al doctor «google» y todo lo que he podido. No es que lo llegue a dominarlo, pero me he defendido y hace tres semanas llegué a un punto en que solo faltaba una cuestión, nada baladí: acceder desde este programa a una «nube» e interaccionar con ella para manejar sus contenidos en el propio PC.

Con la iglesia habíamos topado, Sancho, que diría nuestro don Quijote. Parecía que había andado mucho camino pero el que me quedaba por recorrer me era totalmente desconocido. Mis brujuleos por la red me ponían los pelos como escarpias al encontrarme con mundos desconocidos que me sonaban a chino y de los que no entendía nada ni por referencias. Poco a poco me fui centrando en un programa de uso público que estaba desarrollado en el lenguaje «python», un absoluto desconocido para mí.

Manos a la obra, han sido dos semanas de locura para llegar a la meta. Lo peor es no tener ni idea, mientras recorres el camino, si esa meta imaginaria que te has propuesto en tu mente siquiera existe y es factible de alcanzar o por el contrario es una utopía a la que no llegarás nunca por mucho que lo intentes. La frase que viene a cuento es aquella de «como no sabían que era imposible, lo consiguieron». Muchas horas después, días y noches, mensajes, correos, lecturas, pruebas y fundamentalmente la ayuda desinteresada de un ángel de la guarda con nombre al menos electrónico, Mike o Mihail, han posibilitado llegar a la meta, acabar el programa y recordar el camino como una cosa pasada y ya dejada atrás. Ahora toca disfrutar de lo conseguido, ponerlo en marcha y buscar nuevos caminos que explorar y por los que aventurarse en busca de nuevas metas y nuevas sensaciones que irán enriqueciendo nuestro acervo personal.