domingo, 22 de marzo de 2015

INTONSOS




En estos días de marzo de dos mil quince, un académico de la lengua y escritor más que contrastado al que yo no he encontrado todavía —se los sigo buscando con interés— sus resplandores, hacía unas declaraciones a propósito de su último libro, «Dos hombres buenos», en las que decía que «Quién es analfabeto hoy es porque quiere» Estoy de acuerdo con la apreciación profunda de esta frase a la que me permitiría con toda la modestia apostillar «en las sociedades avanzadas». Me imagino que hace dos mil años o más, cuando lo único que preocupaba y ocupaba a la mayoría de los habitantes de la tierra era su supervivencia y su sustento, los tiempos y las ganas de aprender a leer y por extensión adquirir conocimientos no eran muy de aplicación. Tampoco olvidemos que hay zonas de la tierra donde hoy en día perviven sociedades humanas en estados de desarrollo que parece quedaron paralizados hace miles de años y siguen como nuestros ancestros.

Hogaño, con la aceleración tremenda de los desarrollos tecnológicos, esos que nos están haciendo a hombres y máquinas enfermar de obsolescencia, cualquier persona en las sociedades occidentales llamadas avanzadas tiene acceso a un vasto mundo de conocimientos. Estoy pensando, a modo de ejemplo, en la posibilidad de acceder a una biblioteca pública de las muchas que hay en pueblos y ciudades y allí poder consultar multitud de libros en papel sobre las más variadas materias. Por si esto no fuera suficiente, el acceso libre y gratuito a internet desde estas bibliotecas nos permite incrementar nuestro acervo de conocimientos sobre prácticamente cualquier materia sobre la que tengamos interés o simplemente curiosidad.

En un formidable curso MOOC que estoy siguiendo en estas semanas, titulado «Educación para una sociedad del conocimiento”, promovido en la plataforma Edx por un equipo de catedráticos y profesores de la Universidad Carlos III de Madrid dirigidos por Antonio Rodríguez de las Heras, se compara en nuestra sociedad actual el acceso y la captación del conocimiento con la alimentación. Una metáfora muy acertada: muchos comen o comemos más de la cuenta, lo que en lugar de generarnos una mejor calidad de vida nos lleva a todo lo contrario, a problemas con enfermedades y degeneraciones de nuestro cuerpo y sus órganos. Hay mucha comida y debemos por tanto aprender a comer. De forma paralela, el acceso a un vasto mundo de conocimientos acaba por dejarnos planos, cual ave que picotea un poco de todo sin profundizar en nada. Pero es que resulta complicado, cuando uno está ávido de conocer cosas, centrarse en parcelas concretas: aquello de la especialización versus la generalización. Bueno, retiro lo de «versus» ya que según la Fundeu es mejor decir «contra, frente a, o en comparación con».

Las actuaciones de nuestros dirigentes, con su visión cerrada y cicatera en la gestión de la crisis económica que nos azota desde hace años, han apretado las clavijas en los puntos en que más fácil resulta. Uno de ellos ha sido la educación. Es sabido que a ningún dirigente le gusta que el pueblo esté bien formado porque puede pensar y en ese caso será mucho más difícil de controlar. Yo recuerdo de muy pequeño aquellas vísperas del primero de mayo en la época franquista, en las que la televisión en blanco y negro hacía el extraordinario de alimentar al vulgo con corridas de toros y partidos de fútbol de tronío para que todo el mundo se quedara en casa y dejara de pensar en manifestaciones y algaradas que no gustaban a los que mandaban. «Atontémosles con pan y circo y así no pensarán en salir a la calle y hacer manifestaciones que no nos convienen».

En un magnífico libro de reciente auto publicación en electrónico por su autora Consuelo Sanz de Bremond que lleva por título «Traficantes de mentiras: o cuando las moscas se equivocan», se abunda con escuetas y certeras palabras en este mismo tema: «…Entonces pensó en la otra posibilidad: la alergia a leer. Esa enfermedad tan del siglo pasado y del recién iniciado veintiuno que afectaba incuestionablemente a toda España. Una pandemia que junto con la inclinación del gobernante de turno por crear una sociedad donde destacara la mediocridad —ya se sabe: masa más ignorancia es igual a masa manejable— permitía la formación de súbditos desprovistos…». Y haciendo mención a la mediocridad, no está de más releer la entrada dedicada al tema en este blog.

Para los que tengan alergia al diccionario, la acepción dos de intonso tiene como significado «ignorante, inculto, rústico» al igual que las acepciones tres y cuatro de borrego rezan como «hombre que se somete gregaria o dócilmente a la voluntad ajena» y «coloquialmente, hombre sencillo o ignorante» respectivamente.

Pues eso, que estoy de acuerdo con Arturo Pérez Reverte y que si hay intonsos en nuestra sociedad actual es porque no sé preocupan por salir de su «intonsura» o «destonsura» para contrarrestar los denodados esfuerzos de nuestros gobernantes, cortos de visión de futuro, en sumirnos profundamente en ella.