sábado, 11 de abril de 2015

INMEDIATEZ



Voy a empezar este entrada con una frase a la que suelo recurrir con frecuencia, pronunciada si no estoy equivocado por el escritor mejicano Jorge Volpi:
«La posibilidad de que cualquier persona pueda leer cualquier libro en cualquier momento resulta tan vertiginosa que aún no aquilatamos su verdadero significado cultural»
Otro autor comunicador que se mueve como pez en el agua de la red desde hace años es Enrique Dans. En un libro suyo de distribución gratuita titulado «Esto va a cambiar» dejaba muy clara la distinción entre CONTINENTE y CONTENIDO. Desde que es posible, hace ya varios años, la digitalización de contenidos en temas musicales, fotográficos o de libros entre otros y su transmisión a través de la red, no necesitamos disponer de soportes físicos para oír una canción, ver unas fotografías o leer un libro.

Insistiendo en ello y acercándome al ejemplo que quiero poner, lo que ahora puede resultar fundamental es si disponemos o no de una conexión a internet. Ya hablábamos en julio de dos mil doce en la entrada «CONECTIVIDAD» de este blog sobre las posibles comunicaciones que nos permiten nuestro acceso a la red, ya incluso desde nuestro teléfono móvil. En la imagen que acompaña a esta entrada se puede ver encuadrada en rojo el tipo de conexión «H+» indicativa de «High Speed Downlink Packet Access» que es una de las mejores que se puede conseguir de forma general hasta que la «4G» esté más extendida.

Pues eso, que si estamos en cualquier punto del planeta en el que dispongamos de conexión y además es de este tipo, tendremos acceso relativamente rápido a todo un mundo digital, de ceros y unos, que pueden ofrecernos un amplio abanico de posibilidades de disfrutar de múltiples contenidos.

Y vamos al grano. Esta semana, concretamente anteayer jueves, aparecía publicado el libro «Música para feos» de mi admirado Lorenzo Silva, un autor comprometido con la publicación en digital además de la de en papel. Pongo este libro como ejemplo pero podría ser un disco, una película o cualquier otra cosa susceptible de tener una entidad como «contenido» y no necesitar un «continente». Si yo quiero comprar ese libro cuanto antes, las posibilidades son absolutamente diferentes si lo quiero en formato digital o en formato papel. Si soy de los que leen en papel, resulta crítico el lugar en el que me encuentro, ya que no sería lo mismo vivir en una gran ciudad, cerca de una librería surtida que vivir en un pueblo perdido o incluso estar haciendo camping en medio del Pirineo oscense. Pero en este último caso, siempre y cuando tenga conectividad a internet, puedo comprar el libro a partir de las 00:00 horas del día en que aparece, es decir, varias horas antes de que abran las tiendas normales; no en vano internet está abierto las veinticuatro horas del día de los siete días de la semana.

Yo soy desde hace varios años de los de lectura en electrónico, así que hice una compra anticipada del libro el día anterior y a las 00:03 del propio jueves, recordemos día de su aparición, ya lo tenía cargado en mi lector electrónico presto y dispuesto, como decía antaño el periodista deportivo José María García, para su lectura. No empecé a leerlo en ese mismo momento pero sí sin levantarme de la cama y a primera hora de la mañana; en menos de tres horas me lo había devorado, mucho antes de que hubiera tenido la posibilidad de adquirirlo en papel en una librería. Por cierto y aprovechando, un libro recomendable que cuenta una historia interesante y puede servir como homenaje a los hombres uniformados que prestan sus servicios lejos de la patria y del puede verse una reseña en este enlace.

Esto es solo un ejemplo y se trata quizá de una excentricidad por mi parte. Pero supongamos que este conocido autor español tiene un admirador en medio de la Patagonia, en Melbourne, en Omsk o en cualquier parte del mundo; si este incondicional tiene acceso a internet podrá disfrutar de sus libros desde el primer momento de su aparición en edición digital, salvo que alguien haya puesto puertas al campo o ventanas al cielo para impedir su compra, aunque esto siempre es soslayable.

Retomando la frase del principio, cualquier persona, en cualquier momento y yo añadiría, en cualquier parte del mundo, siempre que tenga acceso a internet, podría tener acceso al verdadero valor de un libro, un película o una canción, que no olvidemos no es su envoltorio sino lo que nos transmite en su interior.