domingo, 21 de junio de 2015

SanAGUSTÍN



San Agustín, nacido en el año 354 en Hipona, actual Argelia, es una de las más grandes figuras de la teología y del pensamiento cristiano. Su vida estuvo siempre presidida por una insaciable curiosidad que le hizo buscar la verdad en todas sus acciones. Su preocupación por el problema del mal lo acompañaría toda su vida. Convertido al cristianismo pasada la treintena, su pensamiento y su obra trascienden a sus connotaciones religiosas y constituyen un ingente legado que es de aplicación en todos los ámbitos de la vida. Dejó muchas frases para la posteridad, entre las que destaco la siguiente: «reza como si todo dependiera de Dios. Trabaja como si todo dependiera de ti» que pudiéramos traducir en aquella más de andar por casa que dice «a Dios rogando y con el mazo dando» en una clara alusión a que hay que trabajar y no esperar que las cosas nos vengan del cielo sin ningún esfuerzo.

He reiterado por activa y por pasiva en este blog mi debilidad por la Historia y por constatar que no aprendemos de ella, que nos creemos que lo que nos está ocurriendo es nuevo y no ha tenido lugar nunca antes, cuando por lo general no es así. Viene esto a colación de las frases de San Agustín que reproduzco a continuación, y que eran recomendación que hacía a los jóvenes de su época, recordemos, siglo IV de nuestra era. Sorprenden por su actualidad, siendo perfectamente aplicables a los jóvenes de hoy en día y por extensión también a los no tan jóvenes. Han pasado dieciséis siglos, que se dice pronto, pero su fuerza y su vigencia permanecen. Estas son las 23 frases que constituyen todo un legado y que identifican aspectos de la vida que se deberían de seguir más a pies juntillas de lo que por lo general se siguen:

Si te dedicas al estudio debes mantenerte limpio de cuerpo y de espíritu; alimentarte de comida sana, vestirte con sencillez y no consumir superfluamente.

A la sobriedad en las costumbres le debe corresponder la moderación en las actitudes, la tolerancia en el trato, la honradez en el comportamiento y la exigencia para contigo mismo.

Ten siempre presente que la obsesión por el dinero es veneno que mata toda esperanza.

No actúes con debilidad, ni tampoco con audacia.

Aleja de ti toda ira, o trata de controlarla, cuando corrijas las faltas de los demás.

Sé el centinela de ti mismo: vigila tus sentimientos y tus deseos para que no te traicionen.

Reconoce tus defectos y procura corregirlos.

No seas excesivo en el castigo, ni tacaño en el perdón.

Sé tolerante con los que tienden a mejorar, y precavido con los que tienden a empeorar.

Ten como a miembros de la familia a los que están bajo tu potestad.

Sirve a todos de tal modo que te avergüence dominar, y domina de modo que te agrade servir.

No insistas ni molestes a los que no quieran corregirse.

Evita cuidadosamente las enemistades, sopórtalas alegremente, termínalas inmediatamente.

En el trato y en la conversación con los demás, sigue siempre el viejo proverbio: «no hagas a nadie lo que no quieres que te hagan a ti».

No busques puestos de mando si no estás dispuesto a servir.

Procura progresar siempre, no importa la edad y las circunstancias en las que te encuentres.

Durante toda tu vida, en todo tiempo y lugar, ten amigos de verdad, o búscalos.

Da honor a quien se lo merece, aunque él no lo desee.

Aléjate de los soberbios; esfuérzate tú por no serlo.

Vive con dignidad y en armonía con todo y con todos.

Busca a Dios; que su conocimiento llene tu existencia, y su amor colme tu corazón.

Desea la tranquilidad y el orden para desarrollar tu estudio y el de tus compañeros.


Pide para ti y para todos, una mente sana, un espíritu sosegado y una vida llena de paz.