sábado, 17 de octubre de 2015

CLAUDICAR




Hemos comentado hasta la saciedad en anteriores entradas de este blog los diferentes aspectos a los que se ven expuestos en la actualidad los comercios tradicionales. La competencia es brutal y la globalización y la mejora de los procesos de compra por internet han dado un giro total a nuestra relación con las tiendas de toda la vida, hasta hace pocos años las únicas posibles habida cuenta que la venta por correo no ha tenido mucho desarrollo en nuestro país.

Siempre que puedo, mi primera opción es intentar adquirir los productos en la que siempre se ha denominado como la tienda del barrio, esa que utilizamos cada vez menos y que dejamos para una emergencia cuando no nos apetece o no tenemos previsto desplazarnos al gran centro comercial donde la gran mayoría de la gente realiza las compras de forma masiva y periódica.

Desgraciadamente, la evidencia rinde nuestros planteamientos y nos obliga a claudicar por mucho que nos empeñemos, contra viento y marea, en mantener el tipo y tratar de seguir haciendo que la tienda de toda la vida siga ahí, prestándonos unos servicios que nos sean cuando menos útiles, aunque nos cueste el utilizarlos algún que otro sobreesfuerzo en tiempo y en dinero.

Mi mujer dispone desde hace unos años de un portátil pequeño, de esos conocidos como «notebooks», con el que se apaña y hace sus pinitos en cuestiones de informática casera, a saber, ver el correo electrónico, tratar fotografías, preparar documentación de su trabajo y en general todas las cosas corrientes que cada vez más usuarios normales realizan hoy en día. Ya hace un tiempo sustituí su disco duro convencional por uno de nueva tecnología, SSD, que mejoró bastante la velocidad y prestaciones del aparato, pero lleva una temporada que parece que va lento. Los discos SSD no se pueden compactar, por lo que lo único que se me ocurre es hacer un borrón y cuenta nueva, formatear el disco y empezar a instalar cosas desde cero, cosa que ya he hecho otras veces y algo mejora la cosa, por lo menos de forma subjetiva. Hay que tener en cuenta que a medida que pasa el tiempo, los programas y aplicaciones son de mayor complejidad y utilizan más recursos de memoria y procesador.

Antes del verano me proponía realizar este «borrón y cuenta nueva» cuando se me pasó por la cabeza el tratar de ampliar la memoria RAM: tenía 1 Gb y lo máximo que se podía era pasarla a 2 Gb, pues dispone de una sola bahía, es una máquina ya de una cierta antigüedad y la cosa no daba más de sí. Hombre, se trataba de duplicar la memoria y mejor andaría el asunto.

Dos tiendas de informática tengo en las cercanías. Allí que me fui a la primera con el cacharro medio desarmado y la memoria en la mano para enseñársela al dependiente, pues ya me he visto en anteriores ocasiones con multitud de problemas e incompatibilidades en temas de memoria; hasta que no se pone, se arranca el ordenador y la reconoce y funciona, a priori no se puede estar seguro de nada. Esto mismo me dijo el tendero, que declinó el tratar de conseguirme la memoria pues no podía estar seguro al cien por cien de que funcionara y en ese caso, en sus mismas palabras, se la «tendría que comer con patatas».

Primer intento fallido, me dirijo al segundo. Reparemos en que esto ocurría antes de verano. Me dijo que sí, que me la podía pedir pero que tardaría una semana aproximadamente. Las condiciones me servían, no había prisa, por lo que le hice el encargo correspondiente, quedando en ser avisado por teléfono o correo electrónico cuando estuviera disponible. A los quince días, seguíamos antes de verano, pasé por allí y me dijo que todavía no estaba, no la había recibido, y no pudo darme una fecha concreta pues se trataba de una pieza muy especial, etc. etc. Entiendo que me podía haber llamado para decírmelo como una deferencia pero…

No he llevado la cuenta de las veces que he pasado por allí, pero entre sus vacaciones, las mías, los olvidos y demás, llegó el final de septiembre y el asunto seguía en punto muerto y sin visos de ser solventado. Pensé en acercarme de nuevo personalmente a interesarme por el tema, pero si lo hacía podía darse la circunstancia de quedar enganchado de nuevo en una falsa promesa de mantener el asunto en vivo que es lo que suele ocurrir cuando no eres un cliente totalmente anónimo y desconocido. Con ello, decidí dar esta vía por zanjada y pasar a la acción, que es lo que tenía que haber hecho desde el principio y me hubiera evitado muchas idas y venidas, notas, pedidos, llamadas… El intentar ser «piadoso» y mantener las tradiciones te puede llevar a estas pérdidas de tiempo.

La alternativa ya se la imaginan Vds.: una conexión a internet, concretamente a Amazon, y a la primera, varias tiendas subsidiarias que disponían en su stock de la pieza de memoria buscada. Por marca y precio seleccioné una de ellas que estaba ubicada en Alemania, realicé el pedido, pagué con mi tarjeta virtual, seleccioné como dirección de envío una tienda donde te dejan el paquete para que no tengas que estar en casa pendiente y… A los tres días la memoria estaba instalada en el portátil, reconocida sin problemas por el «Ventanas» y trabajando. Otra cosa es si el procesador marcha más rápido que antes pero ese es un asunto tangencial a esta historia de tiendas y tenderos, presenciales o virtuales.

Me imagino que habrá muchas personas para las que ya su primera opción sea el pedido por internet, no solo de piezas de informática o electrónica sino de cualquier tipo de artículos sin olvidar aquellos de alimentación como naranjas o productos congelados que te traen a tu casa de forma totalmente profesional y con sumo cuidado, mejor que los puedas traer tú del supermercado.


Las tiendas y los tenderos clásicos lo tienen difícil, muy difícil. En lo único en que pueden extremar sus esfuerzos es en la atención personalizada pero aun así muchas personas se acercarán a tomar una cerveza con ellos pero comprarán sus cosas en una tienda virtual, con todas las garantías de entrega y devolución en caso necesario como ya hemos comentado en anteriores entradas de este blog.