sábado, 19 de diciembre de 2015

REMOLONEAR



No podemos fiarnos ni del aire que respiramos, que pudiera estar viciado, y si no que se lo digan a los sufridos ciudadanos madrileños en estos días de primeros de diciembre de dos mil quince. Me he llevado una sorpresa al elegir el título de esta entrada pues inicialmente había pensado en «remolones», pero me ha dado por ir al diccionario, con lo que he encontrado que su significado de «colmillo de la mandíbula superior del jabalí» o «cada una de las puntas con que termina la corona de las muelas de las caballerías» no responden a mi intención. Sí lo hace la finalmente utilizada que reza como «rehusar moverse, detenerse en hacer o admitir algo, por flojedad y pereza» y aún no del todo, porque no hace referencia a la intencionalidad expresa en el acto de remolonear.

En las casas de la llamada sociedad avanzada disfrutamos hoy en día de suministros directos que llegan a nuestro domicilio con solo abrir un grifo, una llave de paso, levantar un teléfono o pulsar un interruptor; agua, combustible, comunicaciones o electricidad nos acompañan las veinticuatro horas del día puertas para adentro sin que tengamos que movernos. Esto, que puede parecer lo normal hoy en día, no lo era hace años pues recuerdo en casa de mis abuelos que el agua había que ir a por ella con cubos a la fuente, el gas o el gasoil eran inexistentes y en su lugar se acarreaban piñas, astillas o leños para la cocina o la chimenea, al teléfono le quedaba mucho por llegar y de la luz sí que disponíamos, aunque la continuidad en el servicio era casi pedir milagros. Afortunadamente las épocas han cambiado y ahora todo es coser y cantar. Pero, claro, luego hay que pagar estos abastecimientos.

Y en esto de los pagos hay de todo. La cuestión es sencilla: hay unos contadores, unos precios y de ambas cosas se deriva una factura por el coste que habremos de abonar. En mi caso la lectura y factura del agua es trimestral, la del gasoil ahora hablamos, la de comunicaciones y telefonía es mensual y de la luz…mejor un «sin comentarios», pues con la anuencia de nuestros gobernantes uno ya no sabe si es mensual, bimensual, lectura real o lectura estimada, consumo por horas o el sursum corda.

Los consumos de combustibles tienen mucha variabilidad a lo largo del año, especialmente si disponemos de agua caliente y calefacción individuales, que viene siendo lo más común últimamente, pues los modelos centralizados que se pusieron de moda en los años sesenta y setenta en Madrid y otras grandes ciudades tuvieron muchos problemas, dado que a la hora de apoquinar pagaba lo mismo el que no vivía en la casa, el que vivía solo o la familia con diez hijos. Evidentemente los consumos de agua caliente por poner un ejemplo no eran los mismos ni parecidos.

En la comunidad en la que vivo actualmente, el suministro para la caldera individual es de gasoil y procede de unos tanques de la urbanización. Cada vivienda tiene su contador individual y hay una empresa que se encarga de todo lo relacionado con el tema. Pero, como digo, la variabilidad en los recibos, incluso para un mismo domicilio, era enorme, ya que no tiene lugar el mismo consumo en los meses de invierno con la calefacción, que en los de verano donde incluso alguno de ellos se puede estar de vacaciones y no gastar prácticamente nada.

La empresa, llamémosla RMC, con buen tino, nos convenció hace años de que era mejor establecer una cuota mensual fija de forma que todos los meses pagáramos igual y nos ahorráramos sobresaltos y sorpresas desagradables. Se calculó lo que habíamos gastado el año anterior, lo dividió por doce, y a pagar todos los meses lo mismo. Pero esto no era una tarifa plana, no nos vamos a engañar, se trataba de un pago a cuenta que habría que regularizar, cuestión que se decidió hacer una vez al año en el mes de septiembre. Con ello, la empresa solo debería leer los contadores en los cambios de precio del combustible, con lo que si este no variaba no hacía falta leer el contador más que una vez al año. Así pues, en septiembre, teóricamente, se producía la liquidación calculando la diferencia entre lo que se había abonado mensualmente y lo que realmente se había consumido. Dicha diferencia, no hace falta señalarlo, podía ser a favor de la empresa o a favor del usuario. Se pagaba un recibo adicional por la liquidación o la empresa te abonaba lo pagado de más y todos tan contentos. Al menos sobre el papel.

Los cambios en los consumos debidos a los cambios en las estructuras familiares añadidos a las fluctuaciones de los precios del combustible han convertido esto en un galimatías. En mi caso, yo salía comido por servido por lo general, teniendo que abonar una pequeña cuota extraordinaria en septiembre por haber gastado más de lo pagado. Todo bien y todo correcto. Pero llevamos unos años en que es al revés, he pagado más y por lo tanto me tienen que devolver. Hasta el año pasado sin problemas.

Pero este año, la liquidación ha visto la luz con fecha de 20 de noviembre de 2015, aunque referida a septiembre como siempre, arrojando un saldo a mi favor de 247,44 euros, cantidad nada despreciable en los tiempos que corren. Debería haber sido ya abonada en mi cuenta, en la misma que cargan mis recibos, pero hasta la fecha ese importe no ha aparecido, y recuerdo que estamos en diciembre. En fin, un error o un olvido de los muchos que se pueden cometer en este mundo actual de las finanzas y las prisas. Tocó llamar por teléfono a la empresa y pedir explicaciones. Ya de entrada me extrañó que de forma rápida y sin tiempo para consultar nada me dijeran que estaba todo abonado, que no había nada pendiente. Bueno, puede ser, pero a mí el dinero todavía no me ha llegado.  Van a comprobar la transferencia de abono y… me informarán.

Ojalá me equivoque, pero mucho me temo que dicha transferencia no se haya producido. Ya sé que soy mal pensado, pero las transferencias bancarias, las que realmente se hacen, suelen funcionar sin problemas porque los números de cuenta ya llevan sus controles y es muy difícil equivocarse, salvo que mi dinero se lo hayan mandado a otro porque algún empleado haya «bailado» como se dice en el argot cuentas e importes. Menos mal que no me han cargado lo de otro cuya liquidación le saliera a pagar.


Y ahora me queda la duda, de ser mal pensado, ya lo sé, pero es que últimamente veo cosas feas por todos los sitios. ¿Ha realizado esta empresa todas las transferencias? ¿No ha realizado ninguna? ¿transferirá solo a aquellos que se den cuenta, reclamen y protesten? La respuesta solo la conocerán los responsables de la empresa aunque en caso de que esto sea cierto y les pillen con el carrito del helado ya se preocuparán de señalar con nombres y apellidos a un empleado displicente o desleal que cargará con todas las culpas. Pero yo lo tengo claro, no señor, no admito nombres de empleado, la responsable es la empresa.
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