Nunca
recuerdo en mis épocas de colegio cuando era niño y adolescente unas especiales
instrucciones relativas al comportamiento en sociedad que debemos mantener
todas las personas si deseamos que la convivencia sea sino placentera cuando
menos llevadera. Las propias vivencias y la observación de lo que hacían los
demás, el llamado aprendizaje por imitación o vicario era suficiente para tener
bien claro lo que había que hacer y fundamentalmente lo que NO había que hacer.
Si
vamos por la carretera abriendo las ventanillas del coche y lanzando al arcén
todo tipo de objetos, acción que es realizada de forma generalizada y con una
reiteración insólita, los niños que viajen en esos coches aprenderán esto como
una norma de conducta que repetirán de mayores. Y la prueba de que esto ocurre
es que con bastante frecuencia vemos en los arcenes de las carreteras unas
bolsas de basura como las de la imagen repletas de residuos que la gente arroja
desde sus vehículos. Y es que uno de los espacios en los que más se muestra la
educación o la falta de la misma es en todo lo relacionado con el mundo de la
circulación.
Es
evidente que en los espacios públicos en los que nos relacionamos con los demás
es donde más se hace necesario el exhibir una correcta educación y respeto por
las normas. El tirar cosas en la vía pública era una cosa que antaño no se
llevaba pero parece que ahora está de moda y a poco que nos fijemos podemos
contemplar todo tipo de restos y desechos en la vía pública lanzados sin ningún
pudor. Y por muchos empleados de limpieza que existan no podemos tener uno para
cada uno detrás nuestra que vaya recogiendo nuestra basura. La mejor limpieza
es la que se deriva de no ensuciar.
En
este tramo final de mi vida laboral tránsito por diferentes empresas en
pequeños proyectos de colaboración que duran algunas semanas. Los espacios
comunes como suelen ser la cafetería, el comedor o los baños son un fiel
indicativo del nivel de educación. Muchas veces me pregunto si algunas acciones
que se realizan en esos espacios se realizan también en la intimidad, por
ejemplo en nuestro hogar.
Es
relativamente frecuente ver a personas con la espalda en la pared con una
pierna al estilo cigüeña apoyando completamente la suela del zapato en la
misma. Como consecuencia de ello, marcas ennegrecidas jalonan los bajos de las
paredes al modo de un cuadro modernista, pero no es el caso. Me quedo con las
ganas de preguntar a alguno de estos personajes si hacen lo mismo en las paredes
de su casa o consideran que la suciedad que se deriva de su acción no tiene
importancia.
En
algunas empresas hay un servicio continuo de limpieza en los comedores o salas
habilitadas para que cada cual se lleve la correspondiente tartera, que no
están los tiempos para dispendios diarios en consumir el menú. Lo normal es que
no sea así y sorprende ver en qué estado quedan las mesas cuando se levantan
los comensales; parece que en ellas hubiera estado comiendo una piara de cerdos
en lugar de un grupo de personas. En el caso concreto de la empresa en la que
estoy pensando hay servilletas, papeleras y en general todo lo necesario para
que cuando se deje la mesa libre quede en unas condiciones mínimas para ser
utilizada por los que vengan a continuación.
Pero
es en los aseos en donde se muestran las condiciones más deplorables. Estoy
hablando de empresas de alto nivel, con oficinas modernas y donde se supone que
laboran personas cualificadas y teóricamente no sospechosas de falta de
educación. Hay agua por el suelo, las toallitas de papel para secarse las manos
acaban por todos lados fuera de las papeleras habilitadas al efecto, quedan en
las encimeras de los lavabos restos de todo tipo, tales como crema de dientes
cuando no algún tubo vacío que alguien se ha dejado olvidado porque debe
suponer un esfuerzo desmesurado el depositarlo en la papelera. Estoy hablando
de los baños de caballeros, porque evidentemente en los de señoras no he entrado.
Pero
lo peor es si te ves necesitado de entrar a la zona de aguas mayores. Como esté
avanzada la mañana hay casi que ir abriendo una por una las puertas para poder
tomar una decisión. Aun existiendo urinarios de pared, parece que hay algunos
que prefieren el WC y no se molestan ni siquiera en levantar la tapa con lo
cual dejan aquello hecho una guarrería, eso cuando no han hecho sus cosas
mayores y se marchan sin tirar de la cadena y utilizar la escobilla pensando
que ha sido el último y que nadie va a venir detrás de él.
Me
imagino que el personal que limpia a diario los baños tendrá un rosario de
anécdotas de lo que se va encontrando en el desarrollo de su labor. De ahí
me imagino que vienen esos carteles pegados en las puertas y que en un principio
pueden parecer exagerados aunque me temo que no lo sean tanto a tenor de lo que
se puede observar. Yo intento evitar por todos los medios mi acceso a estos
lugares pero cuando estás ocho horas de forma continuada en una oficina es
imposible no acceder al baño en más de una ocasión. No es la primera vez que he
tenido que subir a la planta de arriba o bajar a la de abajo para poder
«disfrutar» de unas condiciones mínimamente soportables.
.