domingo, 17 de julio de 2016

PERIODICIDAD






Dicen que el ser humano es un animal de costumbres. Tendemos a hacer las mismas cosas de forma repetitiva a lo largo de amplios períodos de tiempo, muchas veces casi sin darnos cuenta. Antaño las cosas eran más duraderas y había personas que mantenían los mismos hábitos a lo largo de toda su vida. Hogaño los cambios son más rápidos y las personas nos vemos sometidos a alteraciones en nuestras actividades que incorporamos para sobrellevarlos de la mejor manera posible.

Pero también tendemos a intentar regularizar todas nuestras actividades, porque en el fondo es una ventaja y una garantía que a nosotros mismos nos viene bien: las costumbres en nuestra vida nos aportan una relativa sensación de seguridad. Ahora tenemos todos cada vez más unas agendas recordatorias que llevamos permanentemente en el bolsillo durante el día y descansan en nuestra mesilla durante la noche bien cerca de nosotros. Complementariamente, nuestras enormes posibilidades de comunicación casi instantánea con cualquiera en cualquier parte del mundo y en cualquier momento nos permiten eso que se conoce como «quedar en el móvil» o «hacer una perdida cuando sea el momento».

A pesar de todo ello, es bueno periodificar nuestras actividades, no solo las personales sino aquellas en las que tenemos que entablar relación con otros, especialmente las que van más allá de una semana. Las semanales quedan muy controladas por su repetitividad: ir a clase de clarinete todos los jueves a las 20:00, asistir a un monográfico en la universidad los miércoles por la mañana o atender las conferencias del Ateneo en la mañana de los sábados son tareas que no se olvidan por repetirse semanalmente a lo largo de varios meses.

Otra cosa son las actividades que tienen lugar de forma mensual o en períodos más amplios. Ahí si es muy recomendable echar mano de tipificarlas. Todo depende también de cuáles sean nuestras actividades, pues hay personas cuya vida social es más bien exigua y no se encuadran en actividades diversificadas y repetitivas. Bien es verdad que un poco de entropía viene bien y dejarse llevar por la sorpresa añade un poco de aliciente a la vida. Por ejemplo, sería bueno comer cuando se tiene hambre en lugar de hacerlo a unas determinadas horas simplemente porque llega la hora, pero hasta los médicos recomiendan que las actividades de comida, aseo, sueño, etc.etc. se hagan de forma regular a las mismas horas para que el organismo «carbure» mejor y tengamos una buena calidad de vida.

Se me ocurren unos ejemplos, algunos de los cuales sigo y otros pudieran ser de aplicación al común de los mortales. Tras el afeitado de los domingos, limpieza de las cuchillas de la maquinilla de afeitar retirando los restos de polvillo de toda la semana. La jarra del agua será objeto de una limpieza a fondo tras la comida del domingo, de forma rutinaria. Los primeros martes de cada mes, excepto en el periodo veraniego, reunión del club de lectura para debatir y poner en común aspectos del libro leído. En los últimos días de cada mes revisión de los movimientos de las cuentas bancarias a ver si se han cargado los recibos y todo está en orden. El segundo lunes de cada mes reunión con los colegas del grupo fotográfico para intercambiar experiencias y opiniones.

Arrancar y mover un poco una moto antigua o cortarse el pelo pueden ser tareas repetitivas a realizar cada dos meses, aunque en este periodo se pueden elegir fórmulas con una ligera complicación pero que también responden a una pauta, como por ejemplo quedar a comer con antiguos compañeros de trabajo los últimos martes de cada mes impar excepto el mes de julio por aquello de las vacaciones. Esta periodicidad da mucho juego aunque bien es verdad que alguno de los participantes tiende a olvidarse y hay que andar con el correo electrónico mandando misivas de recuerdo, que algunos son muy desmemoriados y además se niegan a recurrir a las agendas electrónicas, mientras haya otro que les avise…Y también hay eventos anuales, como es el «San Canfrán» que tiene lugar el miércoles de la semana en la que cae la fiesta de san  Isidro labrador.

Y me he dejado para el final una relacionada con la fotografía que acompaña esta entrada. Quienes hayan seguido de forma regular este blog sabrán que soy amigo de leerme de cabo a rabo los prospectos que acompañan a los cachivaches y archiperres que llenan nuestros hogares. Uno de ellos es la estación de planchado, cuyo calderín es conveniente limpiar cada dos meses. Yo lo hago tras el primer planchado de los meses impares. Me gustaría saber cuántas personas realizan esta tarea de forma regular si es que la realizan.  Basta con hacerlo una vez para darse cuenta de la importancia de la misma, si queremos mantener nuestro aparato en perfecto estado; otra cosa es que nos guste cambiarlo y la mejor manera muchas veces es dejar que se estropee.  En la foto se pueden apreciar los restos en forma de piedrecitas calcificadas que salen en la limpieza. Yo me quedo alucinado y el recuerdo de la imagen hace que no se me olvide esta rutina periódica bimensual.