sábado, 13 de agosto de 2016

SEGUIMIENTO




Tirando una vez más del mundillo de los refranes, empezamos hoy esta entrada con el conocido «Ojos que no ven, corazón que no siente» aunque en algunas ocasiones el gracejo popular lo cambia por aquello de «tortazo que te pegas». Otra frase que no es refrán o al menos no lo tengo catalogado como tal, es una que decía mi suegro con frecuencia: con diez hijos picados por el gusanillo de los desplazamientos desde siempre, mencionaba aquello de «No hay noticias, buena noticia» para referirse a que no se preocupaba de donde andábamos todos, que si pasaba algo grave ya le avisarían y seguramente en poco tiempo.

Por contraposición, mi padre era todo lo contrario. De muy joven, a principios de los años ochenta del siglo pasado, me picó también a mí el gusanillo de los viajes largos y todos los años cogía el coche y la tienda de campaña y me perdía por lugares de Europa, algunos de ellos tan remotos como Grecia, Hungría o Noruega. Lo de mi padre era obsesivo, que le llamara por teléfono para saber de mí, que le llamara y que le llamara. Él no entendía, en aquellos años, que no era sencillo encontrar una cabina telefónica, tener las monedas adecuadas, saber los códigos internacionales y efectuar la llamada. Hubo muchos casos, pero recuerdo dos especialmente sangrantes, en Bodo (Noruega) y en Innsbruck (Austria) donde tuve que emplear varias horas y varias gestiones para poder comunicarme con él y que supiera que todo iba bien. Tanto llegó a hartarme el asunto que un año, con tanto dolor para su corazón como alivio para el mío, le dije antes de salir que no le iba a llamar, lo que supuso una bronca descomunal, pero ya dicen que «más vale una vez colorado que ciento amarillo» por lo que pude disfrutar del viaje de ese año y los de los años posteriores sin la espada de Damocles de tener que estar buscando cabinas telefónicas por las ciudades para llamar.

Ahora las cabinas telefónicas están desapareciendo o casi por una falta de uso generalizado al contar casi todo el mundo con un teléfono móvil. Alguna queda, pero son ya casi una reliquia, para hacerlas una fotografía y conservarla como una cosa del pasado. Comunicarse hoy, no solo por teléfono convencional sino por otros muchos medios alternativos como Whatsapp, Line, Telegram, Skype y tantos otros, es tan sencillo como contar con un servicio de datos o una Wifi disponible; otra cuestión son los precios por estos servicios, que permanecen caros en el propio país y desorbitados cuando sales de él, aunque poco a poco se van viendo movimientos tendentes a abaratar estos costes. En este asunto, solo mencionar que el contacto con mi hija en un país extranjero no europeo, por un vuelo cancelado, en pocas conversaciones a lo largo de un día y una noche han sido alrededor de ciento cuarenta euros y eso hablando poco y teniendo cuidado. Unos costes desorbitados de los que huimos todos y que parecen a todas luces inconcebibles sino se consideran como precios «políticos» de compañías aprovechadas, como sucede con los cafés en los aeropuertos o estaciones.

Numerosas aplicaciones en el teléfono permiten rastrear en todo momento donde se encuentra una persona si esta está de acuerdo, nos da su permiso y lleva activado el GPS. Pero en esta semana he descubierto todo un mundo en relación con el seguimiento de vuelos: numerosas aplicaciones para el teléfono o páginas web en el ordenador, algunas gratuitas y otras de pago, permiten seguir en vivo la ruta y las características —situación, altura, velocidad, etc. etc.-— de un avión en vuelo. La imagen que encabeza esta entrada nos muestra una de las que más me ha gustado, Flightradar24, un poco pesetera con las opciones, pero con un muy buen funcionamiento básico gratuito en ordenador y teléfono. Hay muchas otras y a buen seguro los que frecuenten el mundo de la aeronáutica conocerán más pero para mí ha sido un asunto puntual para el que me esforzado lo suficiente hasta conseguir lo que me interesaba.


Paralelamente a esto, las mismas páginas web o las propias compañías permiten activar un seguimiento de uno o varios vuelos concretos y recibir información puntual y constante en el correo electrónico como puede verse en esta segunda imagen. Todo esto es muy bueno si todo va bien, pero en mi caso esta semana y tras varios cambios y demoras, se venía venir el correo de que el vuelo «has been cancelled», con lo que se te encienden las alarmas y te pones en marcha para dar soporte y ayuda en la medida de tus posibilidades para gestionar la reubicación en otro vuelo al tiempo que estás en contacto.

Por falta de posibilidades ahora no podemos quejarnos. Lo que no sé si es buena tanta híper conectividad.