domingo, 17 de septiembre de 2017

DISCRIMINACIÓN



Discriminar —dar trato desigual a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, de sexo, etc. — es una acción que está como nunca a la orden del día, que ejecutamos unos y otros casi sin darnos cuenta y que en muchas ocasiones está falta de una reflexión previa mínima antes de pasar a la acción. El diccionario utiliza el vocablo «etc» para dejar abiertos los motivos. Un motivo que falta explícitamente y que yo me atrevo a añadir es precisamente el de la edad.

Cuando yo cursaba en los años setenta del siglo pasado mis estudios de C.O.U., veía venir que me sería imposible dadas mis condiciones familiares el estudiar una carrera universitaria. Me hubiera gustado hacer arquitectura pero fue imposible. Por ello y de forma simultánea a mi asistencia al instituto y a mi laborar como administrativo en una empresa de construcción, comencé a prepararme las oposiciones a banca, con la intención de obtener unos ingresos que me permitieran ayudar a la familia y quizá estudiar por las tardes, dado que el horario de trabajo finalizaba en aquella época a las tres de la tarde. Cercana ya la finalización del curso, me presenté y aprobé dos oposiciones concretamente a Banesto y a la por entonces Caja de Ahorros de Madrid y Monte de Piedad de Madrid.

Ahora, además de los filtros, discriminaciones, que suponen los curriculum vitae y los fisgoneos a los que las empresas someten a los candidatos en las redes sociales, está la siempre presente entrevista, que no es sino una forma de quedarse con el último as en la manga para poder discriminar sin hechos medibles a un determinado candidato y sacarle de un plumazo de su concurso. La discriminación será ejercida por el entrevistador que podrá ser objetivo y legal en sus pesquisas o simplemente seguir las instrucciones, por lo general ocultas, dadas desde más arriba en el sentido de favorecer a un determinado candidato o eliminar a otros.

Volviendo a mis oposiciones a banca, nada de esto estaba presente. Hacías tu examen, sacabas tu puntuación y entrabas o no entrabas a trabajar. Nada de entrevistas, edades, sexos, etc. etc. Bueno, sí había una discriminación por edad, si es que queremos rizar el rizo, y era por la mínima, dieciséis años, pero que realmente no venía impuesta por las empresas sino por la edad mínima que se requería para poder trabajar en aquellos años, al menos de forma oficial. Recuerdo un amigo, Tomás, camarero toda su vida y cansado de los horarios del sector de la restauración, preparó y consiguió por oposición un puesto de administrativo de caja a sus cincuenta y tres años. Ahora las personas de más de cincuenta años están prácticamente excluidas del mundo laboral o tienen unas dificultades enormes para acceder a un puesto de trabajo. La edad discrimina, vaya que discrimina.

Hay otros tipos de discriminación por edad que serían muy discutibles, como por ejemplo el abono joven de transporte de la comunidad de Madrid, cuyo tope está establecido en los veintiséis años. Con esa edad hace unos cuantos años se era mayor y ahora se sigue siendo joven hasta los veintiocho o los treinta si atendemos a asuntos como la independencia de los padres o la inserción en el mundo laboral. ¿Por qué el tope en 26 y no en 24 o 28? ¿Cómo se decide?

Pero voy llegando a donde quiero llegar. No hay cosa peor que te cambien las reglas del juego cuando este ya ha empezado y lleva un tiempo transcurriendo. La Comunidad de Madrid oferta unos cursos de formación muy especiales para desempleados, con una duración de dos años, destinados a formar personal especializado en mantenimiento de máquinas tractoras de ferrocarril, que incluye trenes, metro o similares. Una formación muy dura y muy especializada, que requiere prácticamente dedicación a tiempo completo durante dos años, el primero de formación teórica y el segundo de prácticas en las empresas con las que tiene contrato el instituto o escuela que se encarga de la formación. Un máximo de treinta alumnos conforman la promoción de cada año, de los cuales alguno se queda por el camino, que no es precisamente de rosas.

Es, o era, importante el número de orden que se obtenía en la promoción en los estudios del primer año a la hora de tener preferencias en la elección de las empresas en las que realizar las prácticas el segundo año. Como cualquier lector avispado se podrá figurar, pocas empresas hay que se dediquen a estos asuntos de mantenimiento de máquinas de tren, siendo una de ellas la estatal RENFE. En general, los alumnos se esfuerzan en sus estudios para sacar la mayor nota posible de forma que se pueda optar a las plazas ofertadas por esta empresa antes que las de otras empresas digamos «más» privadas, que en muchos casos son contratas para la propia RENFE, pero que no son lo mismo a la hora de optar en el futuro por un puesto de trabajo en cuanto a su seguridad y sus condiciones laborales.

Pues bien… discriminación. Los alumnos de la promoción del año pasado estaban esperando este comienzo de curso para elegir su destino de prácticas, cuando de una forma sorpresiva y a última hora, la empresa estatal ha comunicado que solo admitiría en prácticas a alumnos con una edad tope de 28 años. ¿Por qué este tope? ¿Qué sentido tiene? ¿Por qué no 30, 35 o mejor ningún tope? ¿Si esto lo hace una empresa estatal… que no harán las privadas? En la promoción, seis alumnos se han quedado por encima de esta edad fijada a última hora y tendrán que renunciar, si es que estaban pensando en ello, a realizar sus prácticas en RENFE. Esperemos que le busquen acomodo en otras empresas donde no se hayan cambiado las reglas del juego a última hora.