domingo, 1 de julio de 2018

HIDRÓGENO



El hidrógeno es un elemento químico muy ligero y el más abundante en la naturaleza. Como es bien sabido, dos moléculas de hidrógeno en conjunción con una de oxígeno forman el agua. Sin embargo, una de sus virtudes menos conocida es su gran capacidad como combustible.

En los últimos tiempos estamos asistiendo —quién lo iba a decir hace apenas unos años— a una carrera desenfrenada de los fabricantes de automóviles por ofrecer al mercado vehículos en principio híbridos, pero finalmente totalmente eléctricos que aporten una solución al grave problema de la contaminación que se produce por la combustión de derivados del petróleo, gasolinas o diésel. En otro tiempo parecía que este asunto era retrasado una y otra vez por una poderosa industria que rodea a la producción de petróleo en el mundo, amén de la dependencia de muchos países de un suministro externo que está constante influenciado por intereses de todo tipo.

Pero de forma paralela, las fuentes de producción de energía eléctrica, necesaria para recargar las baterías de estos coches eléctricos, están siendo puestas en cuestión. Las centrales derivadas de combustibles como el carbón o el gas están en franco retroceso, las hidroeléctricas son cada vez más inconsistentes, las de energía solar están por implantarse y las más potentes, las nucleares, no están bien vistas del todo tras algunos incidentes mundiales como los de Chernobil o Fukusima que han puesto a la población sobre aviso de la fiabilidad y seguridad de estas instalaciones y los riesgos devastadores que conllevan en caso de fallo o catástrofe natural.

Por todo lo anterior, no parece que sea una buena idea derivar el parque automovilístico hacia lo eléctrico, que si bien es recomendable en el aspecto contaminante no lo es tanto en la necesidad de energía que a su vez tiene que ser producida por centrales cuyo futuro está a su vez cuestionado.

Hay soluciones más a largo plazo que nadie parece tomar en consideración. Hace un par de años escribía en el blog amigo de ALQS2D la reseña del libro cuya imagen acompaña esta entrada y que se titula «La economía del hidrógeno». Recojo aquí algunas líneas de su sinopsis que decían

«La idea central de la que parte este libro es que, en una época no muy lejana, las reservas mundiales de combustibles fósiles —petróleo, gas, carbón—, que conforman la base de la economía actual se acabarán, aunque previamente las explotaciones quedarán limitadas, especialmente las de petróleo, a pocos países del Golfo Pérsico que pueden llegar a desestabilizar la estructura de la economía mundial actual o cuando menos condicionarla con sus decisiones relativas a producción y precios. Además, hay que hacer mención al daño que causan a la atmósfera con los gases contaminantes que se desprenden de su combustión y que están subiendo la temperatura global de la Tierra con previsibles consecuencias nada deseables. Una vez desarrollada esta idea, la transición hacia una economía basada en otros tipos de energía empieza a ser perentoria, apostando el autor por el hidrógeno, muy abundante en la Tierra y que permitiría una energía limpia cuyos residuos serían oxígeno y/o agua, elementos poco sospechosos de ser contaminantes».

Asumiendo las ideas expuestas en este libro, la solución del coche eléctrico aparece como un parche novedoso que tiene los días contados por todos los problemas comentados. Se decía igualmente en la entrada aludida:

Una de las enormes ventajas de la economía del hidrógeno es que permite una redistribución que podría llegar a ser individual, obviando los problemas derivados de grandes centrales y su transporte hasta el usuario, que podría constituirse como su propio productor de energía. Un coche dotado con una pila de combustible de hidrógeno, que permanece por lo general aparcado cerca del domicilio muchas horas y especialmente cuando estamos en él, podría servir de mini central eléctrica para la casa. Esto tendría unas consecuencias exponenciales en su vertiente de democratización energética, generando un mapa económico nuevo que habría que volver a construir, pues gran parte de la economía de los Estados está basada en sustanciosos impuestos sobre los combustibles.

Con la Iglesia hemos topado: la economía de los estados. En estos días de nuevo gobierno en España, ya nos anuncian la subida de impuestos que irán asociados a la gallina de los huevos de oro de siempre: los combustibles del parque automovilístico. Lo del céntimo sanitario ya suena a cachondeo y nunca sabremos cuantos «céntimos» gravan los combustibles, porque con los juegos con los precios de las compañías petroleras tolerados y alentados por el propio Estado, los consumidores vamos de sorpresa en sorpresa buscando en nuestros móviles las gasolineras más baratas para repostar. Y no me resisto a mencionar aquello que ya existió, oficialmente consentido, de las barras de pan de 1 kilo que pesaban 950 gramos.