domingo, 2 de febrero de 2020

REPELENCIA





A medida que uno va acumulando años en su casillero, ciertas cuestiones de la vida de las que ya se tiene una cierta experiencia motivan el tener grabados a fuego determinados comportamientos hacia ellas que evitan andar dando vueltas a las cosas y ayudan a tomar decisiones rápidas y contundentes. La experiencia nos ayuda a decidir rápido, es posible que no de forma acertada, pero con ello se pasa página y a otra cosa mariposa.

A modo de ejemplo de los asuntos que posteriormente voy a desarrollar, es muy difícil que yo establezca relaciones comerciales con TIMOFÓNICA por mucho que me insista o que su oferta sea ventajosa: elijo ser masoquista y apañarme con otras opciones con tal de tener a esa empresa lejos de mí. Otro tanto me pasa con MEDIAMARKT en la que desde que me la jugaron hace años evito comprar, por muy rebajado que esté o por muchas ofertas que tengan. Asumo el coste extra de un producto con tal de sostenella y no enmendalla con ellos. De todas maneras, ojos que no ven, corazón que no siente, compro lo que sea en otra empresa y como no me entero del precio de MEDIAMARKT…

Como no hay dos sin tres, añadiré un tercer ejemplo: cuando me planteo comprar un billete de avión hay una compañía que queda automáticamente excluida de mis oraciones. No es otra que la que muchos supondrán, RYANAIR, que ya me la armó en mi último vuelo con ellos hace años y no estoy dispuesto a correr nuevas aventuras con ellos; si tengo dinero para volar con otra compañía lo haré y si no me aguantaré y buscaré otras opciones.

La imagen que ilustra el comienzo de esta entrada es otra de esas situaciones por las que me niego en redondo a pasar. RENFE lo lleva haciendo ya desde hace un tiempo como parte de su política comercial: anunciar una venta masiva de billetes a un precio reducido que será posible comprar a través de internet a partir de un día y una hora concreta. En el pasado fueron trayectos de AVE, cualquier trayecto, a 25 euros. La última ha sido esta semana ofertando billetes a 5 euros de Madrid a Barcelona con motivo de la futura apertura de su línea AVLO de bajo coste. Por cierto, ojo que no es oro todo lo que reluce y, cómo se suele decir, hay mucha letra pequeña. ¿Quién no se da un paseíto por Las Ramblas o El Barrio Gótico o la Sagrada Familia —por fuera— por la módica cantidad de 10 euros? A muchos españolitos se les habrá hecho la boca agua al ver el anuncio.

Pero luego viene el choque con la realidad. Yo no lo he hecho pero conozco a dos o tres personas que lo han intentado. Uno se pertrecha, se sienta ante el ordenador cinco minutos antes de la hora anunciada y se lía a darle y darle para sacar su billete, pero no hay manera, la página web no responde, se cuelga, se queda a medias… ¡Nuestro gozo en un pozo! Nos lamemos nuestra frustración y… otra vez será. Algunos lo habrán conseguido, pero seguramente con mucha suerte por haber pulsado la tecla «ENTER» en el momento adecuado. Enhorabuena a ellos, yo ni siquiera lo he intentado.

Pero, no se puede decir con rotundidad eso de «de esta agua no beberé» porque en esta semana me he encontrado con una situación parecida y mucho más sibilina, en la que se te queda cara de haba y hasta dentro de veinte días no sabré si he conseguido o no lo que me proponía. Yo no sé quién organiza determinadas cosas y con qué criterio, pero desde luego se vuelve machaconamente una y otra vez a procedimientos y situaciones ya superadas. Lo comento después de la siguiente imagen.



La Comunidad de Madrid, de acuerdo con las universidades madrileñas —cada vez menos pues antes eran todas y ahora solo quedan tres— organiza unos seminarios bajo el programa interuniversitario sobre temas por lo general humanísticos destinados a alumnos «mayores» con periodicidad semestral. Son diez horas lectivas y su coste de 10 euros los hace muy atractivos. En mi caso, por horarios y desplazamientos, me circunscribo a los que organiza la Universidad Carlos III de Madrid en sus campus de Getafe, Puerta de Toledo y Colmenarejo. En principio y por la forma de suscribirse que ahora contaré, estoy por «pasar» olímpicamente de ellos, pero uno de los anunciados me interesaba sobremanera por el profesor que lo imparte, Eduardo Juárez Valero, y por su aventurable contenido sugerido por su título «Españoles perdidos: La pérdida de la identidad en la Historia de España».

Los cursos están limitados a cincuenta personas —aunque luego se imparten en clases en las que caben más de 100 alumnos— y el sistema de inscripción es por la conocida forma reflejada en el dicho popular de «marica el último». El viernes de esta semana se abría el plazo a las 09:00 de la mañana y la cosa, como con los billetes de RENFE, es ponerte a darle y darle hasta que el botón de INSCRIPCIÓN aparece habilitado. Una vez pulsado, la página te remite a un formulario de encuesta tipo Google que debes rellenar a toda prisa, con cuidado para no equivocarte en los datos (sobre todo teléfonos y email) para conseguir ser uno de los 50 primeros en registrar la inscripción.

Cuando acabas, con tensión y estrés a raudales, la página te informa que tu cuestionario ha quedado registrado y… a esperar tocan. Hasta el día 21 no se publicarán las listas de agraciados y hasta entonces te quedas sin saber si lo has hecho bien, si has sido más rápido que los demás y has entrado entre los cincuenta primeros, si hay enchufados por amiguetes de los que asignan las plazas, etc. etc. En otros sistemas parecidos, incluso de la misma Universidad, la inscripción se hace tranquilamente durante unos días, te dan un resguardo de haberte inscrito y en caso de superarse el número de plazas disponibles hay un sorteo público. ¡Qué menos!

En fin, por esta vez, sin que sirva de precedente, el viernes pasado me afané en aporrear frenéticamente el teclado para acceder a la encuesta y rellenarla a toda prisa, pero con exquisito cuidado. Ahora a esperar 20 días a ver si he sido bendecido y puedo asistir al interesante seminario de este magnífico profesor.