domingo, 5 de abril de 2020

teleENSEÑANZA




El futuro se ha presentado de golpe ante nosotros en estos días. Hace escasas semanas, una imagen como la que ilustra esta entrada habría sido impensable: una alumna de siete años atiende la clase de su maestra de sesenta y tantos desde el salón de su casa a través de un ordenador. El confinamiento que sufrimos muchos ciudadanos ha supuesto que ciertas cuestiones que revoloteaban por el mundo de la enseñanza (voy a evitar usar el vocablo educación) hayan cobrado actualidad de golpe y sin avisar.


Mi querido y admirado profesor Antonio Rodríguez de las Heras, inmerso ya en la setentena, lleva muchos años predicando si no en el desierto si sobre terreno baldío sus profundos estudios y conocimientos acerca de cómo afectan —deberían afectar— las nuevas tecnologías al mundo de la enseñanza: «su trabajo se centra en la reflexión sobre la sociedad que se está conformando por efecto de la tecnología y en los consecuentes cambios culturales y educativos que se producen y los que se deberían producir». 

Utilizando su nombre en el buscador de este blog aparecerán más de una docena de entradas con referencia a sus actividades. Porque me parece pertinente para el tema de hoy, hago referencia expresa a un vídeo en Youtube de marzo de 2015, ¡cinco años!, en el que puede verse a este profesor impartiendo una clase a distancia a ocho alumnos de diferentes países del mundo. No deje de ver (al menos) los tres y medio primeros minutos haciendo clic en este enlace porque son un compendio de los problemas técnicos que en este tipo de cursos nos estamos encontrando en estos días y de los que el profesor ayudante Jaime Cubas López ofrece información interesante para no caer en los errores del directo. El título de un curso monográfico impartido el pasado año 2019 por este profesor es revelador: «Para salir del presente. La urgencia y el reto de la educación».


El prefijo «tele» se ha puesto de rabiosa actualidad. El teletrabajo es una palabra constante en estos días de marzo y abril de 2020 durante el confinamiento obligado por causa del terrible virus SARs.-COV-2 que es más conocido por el nombre de la enfermedad que causa: COVID-19. Muchos sectores se han encontrado de frente con su leviatán y se han puesto patas arriba al cambiar de la noche a la mañana la oficina o la clase por el domicilio, pero pocos han sufrido un impacto tan tremendo como el de la enseñanza.


Yo teletrabajé por primera vez en mi vida en 1992. Laboraba como técnico de sistemas en el centro informático del Banco Hipotecario de España. Desde nuestra casa, podíamos conectarnos a través de un modem y la línea telefónica fija convencional para realizar ciertos trabajos. Si la memoria no me traiciona, los ordenadores portátiles estaban todavía por aparecer por lo que había que utilizar un PC de sobremesa, todavía muy costoso en aquella época. No era concebible un trabajo normalizado por la lentitud de las comunicaciones, pero en algunas ocasiones nos sacaba de un apuro a altas horas de la noche por una llamada telefónica de los operadores ante cualquier situación de emergencia y nos evitaba tener que desplazarnos físicamente al centro de proceso de datos. Hoy en día, con los avances en ordenadores portátiles y las comunicaciones, muchos sectores pueden teletrabajar, aunque las empresas españolas siguen optando por la presencialidad, por el «estar estando» que no es lo mismo que «estar trabajando». El trabajo por objetivos que abriría más posibilidades de teletrabajo está por llegar. 


Volvamos al tema central de esta entrada: la enseñanza. Mi amiga Maribel, maestra de toda la vida, especializada en la etapa infantil, alcanzará su jubilación al acabar este curso escolar de 2020. Curiosa despedida para ella. Hace unas semanas, de la noche a la mañana, sin avisar, se ve confinada en su casa y presionada por directrices ministeriales o de la dirección de estudios de su colegio con la necesidad de mantener la actividad escolar a distancia. ¿Y eso cómo se hace? ¿Cómo se cambia la pizarra y la tiza y el contacto directo con los alumnos? La solución es la tele enseñanza.


Se lleva años hablando de la informatización de las aulas, de los alumnos con tableta, de los libros electrónicos, de las pizarras electrónicas, de las clases mediante piezas de vídeo… Pero hasta ahora y que yo tenga conocimiento, las iniciativas han sido realizadas de forma particular por colegios o profesores, cada uno a su manera y sin unas directrices definidas.


Maribel, como muchos profesores en estos días, se ha tenido que poner las pilas a marchas forzadas en asuntos que no tienen nada que ver con su actividad docente. Formación rápida en llevar a digital sus documentos o imágenes, preparar presentaciones en Powerpoint, Prezi o similares, montar videos con las clases para ofrecer a sus alumnos, aprender a manejar sesiones telemáticas a distancia con herramientas como Zoom, Google Hangouts, Skype, Slack, Webex o similares. No es sencillo de la noche a la mañana para una maestra cuyo cometido es dar clases de una forma convencional el meterse en este mundo, además, no se olvide, de preparar las clases.


Muchos profesores estos días han visto la llegada de la Semana Santa como un alivio por las vacaciones. Han sido días de estar desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche adquiriendo conocimientos, preparando contenidos, formándose en herramientas informáticas novedosas que están permitiendo de alguna manera paliar la catástrofe que está suponiendo para la enseñanza este confinamiento. Un aplauso también para maestros y profesores.


Esta pandemia está aflorando muchos héroes. Los más percibidos son los sanitarios por ser la primera línea en esta lucha; su labor, la misma que hacían antes, se ha intensificado hasta niveles inconcebibles, con riesgo incluso de su propia vida. Pero hay otros muchos héroes en esta guerra: algunos realizan la misma labor bajo otras condiciones, pero en el caso de los educadores, los trabajos colaterales en asuntos que hasta hace unos días no eran de su incumbencia están siendo demoledores, sometiéndoles a un estrés difícil de sobrellevar. Y lo están consiguiendo: mi hija recibe prácticamente todas sus clases de la universidad y mantiene una actividad en la que solo falta el contacto personal con profesores y compañeros.


¿Aprenderemos algo? ¿Cambiará algo? Muchas cosas deberían cambiar cuando salgamos de esta situación, bastantes de ellas ya conjeturadas por el profesor Antonio Rodríguez de las Heras desde hace años. Las cosas hechas deprisa y corriendo permiten ciertos resultados inmediatos, pero con poco futuro si no se asientan, se estudian y se regulan. Se está partiendo de una base no siempre cierta: que los profesores disponen en sus domicilios de ordenador propio y conexión a internet. Y que en ese ordenador están instalados ciertos programas necesarios, algunos gratuitos y otros no. Y otra cuestión no menos importante es que los alumnos en sus casas dispongan de ordenador y conexión a internet. Pero hay domicilios que no disponen de ello, o que son varios hermanos y hay un ordenador a compartir, o que los estudiantes son pequeños y los padres no pueden echarles una mano porque desconocen este mundillo.


Maestros y profesores están haciendo un esfuerzo descomunal para mantener la actividad educativa en estos días: vaya un sentido y merecido aplauso de reconocimiento también para ellos.