domingo, 3 de mayo de 2020

ESTADO



Fijémonos bien en la imagen. Cada jardinero está tirando la basura en la parcela del vecino. Al final cada uno tiene su parte de «mier…» y, para más inri, no es la suya. ¿Nos suena esto en estos días? Tengo pocas ganas de escribir y además el tema es de esos de los que no se puede hablar, salvo querer entrar en vías no muertas sino muy vivas que parece que según se les mire conducen un día a un sitio y otro día a otro.

Es en las situaciones extremas cuando se puede apreciar la valía de las personas. Cuando todo marcha como miel sobre hojuelas, cuando todo es jijí-jajá, no salen a la luz las bajezas y las tropelías que permanecen agazapadas.

El Estado tal y como lo tenemos planteado no funciona o al menos en estos días está bastante puesto en cuestión. En esta situación en la que nos encontramos por mor del coronavirus, y también en otras anteriores recientes más focalizadas que están dormidas (léase separatismo de alguna comunidad autónoma de cuyo nombre no quiero acordarme), ha quedado en evidencia una cosa que ya todos sabemos desde chiquitines, y me permito adaptar el dicho: «la desunión NO hace la fuerza». Se han visto las consecuencias que supone que una fuerza de seguridad como son los Mossos de Escuadra tenga sus propias directrices y estas no concuerden y se alineen con las de otros cuerpos similares como la Policía Nacional o la Guardia Civil. Menos mal que las competencias del Ejército no han sido transferidas a las comunidades, porque si no esto hubiera  estuviera sido un (absoluto) caos. Y si hablamos de la Sanidad…

Ya desde hace seis años figura en este blog la entrada «AUTONOMÍ…suyas» que ahora en la distancia se hace más reveladora y de la que recomiendo una lectura pausada  a la luz de los últimos acontecimientos que estamos viviendo en estos días de la primavera de 2020. La frase de Montesquieu cobra fuerza: «Los intereses particulares hacen olvidar fácilmente los públicos».

La imagen siguiente apareció en el diario El Mundo el 19 de octubre de 2014 y… sobran las palabras. Han cambiado los personajes pero la esencia se mantiene.



Como siempre ha dicho mi buen amigo Félix, los hechos son el meollo de la cuestión y no las opiniones o soflamas que cada uno pregona al viento en función de sus intereses particulares o partidistas. ¿Alguna duda en estos días de que la Sanidad, con mayúscula, ha sido y sigue siendo un caos? Tuya-mía, yo me encargo, yo no te dejo, yo dispongo, yo no lo admito, lo que tú haces está mal, déjame que lo haga yo… Creo que no hace falta ninguna explicación. Hasta la llegada de «esto», la Sanidad estaba plenamente transferida a las Comunidades Autónomas, que en el día «D» estaban en general con el culo al aire. En un momento determinado toma el control un Gobierno que no sabe por dónde le vienen los tiros, con un Ministerio de Sanidad mínimamente dimensionado que no da para tapar las goteras de las tormentas que le caen por dentro y por fuera. Hechos, no conjeturas.

Para mí y a riesgo de equivocarme una vez más, las Autonomías no representan una mejora real en la vida de los ciudadanos, por mucho que vendedores de humo intenten convencernos aludiendo a nuestras emociones en lugar de a nuestros estómagos. Y tras la situación de estos últimos y tenebrosos días, al menos ha quedado claro que ciertas cuestiones no son transferibles: la Sanidad por ejemplo. Y luego podemos seguir con otras, como la Educación.

En el libro «Ordesa», de Manuel Vilas, encontramos una frase demoledora: «El terror es ver el fuselaje del mundo». Más que terror es pánico lo que algunos hemos sentido al encontrarnos con el fuselaje del Estado en carne viva, puesto al descubierto por un bichito que está recorriendo el mundo y mostrando los pies de barro sobre los que está construida nuestra civilización. Hablando de libros y para que vayamos tomando conciencia de lo que (creemos que) somos, haría referencia a «De animales a dioses (Sapiens). Una breve historia de la humanidad» y «21 lecciones para el siglo XXI», ambos de Yuval Noah Harari e «Ismael» de Daniel Quinn. Hay muchos más que cobran rabiosa actualidad en estos días, pero estos son sencillos y entendibles sin esforzarse mucho.

Las Autonomías Españolas son, a mi entender, un concepto agotado y habríamos de ir pasando página: cuanto antes mejor. No sé si la solución es la recentralización, un estado federal o… Habría que preguntar a un alemán o un estadounidense, por ejemplo, como vería que uno de sus estados federales fuera una ciudad —estoy pensando en Melilla o Ceuta— o una región minúscula como Asturias o La Rioja. Un asunto este de los localismos o nacionalismos que lleva en España un montón de años sin resolver, del que se hizo un apaño de aquella manera en la Transición con el «café para todos» y que sigue y seguirá aflorando hasta que TODOS miremos por el interés general y le demos una solución definitiva, al menos en las grandes cuestiones que nos afectan a la mayoría. Pero esa solución no parece estar nada cercana porque supondría una revolución tan radical y cambios tan significativos que ni nos la queremos plantear.