domingo, 5 de julio de 2020

ENTECA



En estos últimos meses hemos pasado por situaciones que no nos esperábamos debido al estado de alarma y al confinamiento. Tras unos primeros días de encierro total, se nos permitió la salida durante unas horas para poder pasear y hacer un poco de ejercicio. En la imagen se puede ver uno de los puntos por los que me gustaba ir al encuentro de la naturaleza dejando atrás el entorno propiamente urbano. La carretera en aquellos momentos estaba cortada y solo se podía pasar caminando. Como se puede deducir, el entorno estaba limpio y sin resto alguno de guarrería y suciedad.

Oí algunas críticas acerca de cómo era posible que las autoridades, las que sean, tuvieran cortada esa carretera, que por cierto tiene una valla que impide el paso cien metros más adelante. Lo único que habían hecho es trasladar la valla más adelante para evitar la circulación y el aparcamiento de vehículos. Lo cierto es que con el confinamiento poca necesidad había. Ha estado cerrada hasta el final del estado de alarma, hace un par de semanas. Ya está abierta, ya se puede llegar en coche hasta allí. ¿Para qué?

Si mi entendimiento no está equivocado, el consumo de bebidas y especialmente de alcohol en la vía pública está prohibido por ley. Sin embargo, los llamados «botellones» se siguen realizando por toda la geografía nacional sin que parezca importar a nadie. Jóvenes y no tan jóvenes utilizan los espacios públicos como si fueran salas de fiestas para esparcirse. Hasta ahí, si no hubiera una ley que lo prohibiera, me podría parecer hasta bien, cada uno es muy libre de hacer con su vida y su cuerpo lo que guste siempre y cuando no importune a los demás. El problema es que una consecuencia casi directa de estos «botellones» es la inmundicia que dejan a su finalización. Y es curioso que los servicios de limpieza de los ayuntamientos se aprestan al día siguiente a limpiar los espacios, llenos de basura, residuos y cristales —debe resultar muy placentero el estrellar las botellas de alcohol contra el suelo y romperlas en añicos—. Haciendo hincapié en esto de los cristales, he visto estos residuos en parques y zonas donde al día siguiente los niños realizan sus juegos infantiles. Hace ya muchos años, en 2009, la entrada «BOTELLÓN» trataba de lo mismo. No hemos cambiado nada, seguimos igual.

Yo estaría por la labor de recomendar a los poderes públicos el no limpiar tan diligentemente y dejar la basura con dos propósitos fundamentales. Uno, que cuando vuelvan al día siguiente o la semana siguiente, se encuentren el espacio con toda su «mierda» y al menos la tengan que sufrir en sus propias carnes, aunque supongo que se moverían a otro sitio a enguarrinarlo igualmente. Otro, que los ciudadanos que transiten por esos espacios vean a lo que hemos llegado y se conciencien de que esto no puede seguir así. Claro, tras la noche lo dejan hecho un asco y a primera hora lo limpian… aquí no ha pasado nada.

Me viene un recuerdo a la mente de hace muchísimos años que denota un tremendo contraste con estos hechos. Era una época en la que me gustaba hacer marchas de montañero, mochila al hombro. Habíamos hecho los 12 kilómetros de la famosa ruta asturiana del Cares desde Presa Poncebos a Caín, cargados con nuestras mochilas y nuestras vituallas. En una explanada al final de la andadura, decenas de montañeros nos sentamos a comer. Nosotros fuimos de los últimos en terminar y cuando nos levantamos no quedaba ni un solo rastro de basura en la explanada. Todos y cada uno habíamos cargado de nuevo en nuestras mochilas los residuos para desandar los 12 kilómetros y depositarlas en los contenedores del pueblo de Arenas de Cabrales. ¡Menudo contraste!

No creo que sea aceptable el tolerar estas actitudes de incumplimiento de las normas, pero sobre todo de respeto a la Naturaleza y a los demás. Esto es ya una cuestión de educación, lo de los residuos me refiero. Supongo que a ninguno de los «botelleros» se le ocurriría dejar los residuos en el salón de su casa y mucho menos hacer añicos las botellas de cristal contra el parqué. Sin embargo, en la calle, que es de todos y de nadie, está bien visto… entre ellos, se supone ¿No hay ninguno que afee la conducta a sus colegas por semejantes muestras de mala educación? Estaría mal visto y sería expulsado del grupo. La lástima es que no se auto expulsen ellos mismos, aunque me consta que algún joven no acude a estas «celebraciones» por este asunto. Pero deben ser los menos a raíz de lo que se puede apreciar por la cantidad de basura.

No sé si es un calificativo correcto para la Sociedad, con mayúscula, el de «enteca» pero seguramente el de fracasada si se podría aplicar con rotundidad, sin ningún género de duda. Aunque algunos comportamientos distan mucho de ser generalizados, el que una parte de sus miembros los realice y otra parte los consienta no auguran un futuro prometedor: algo se va rompiendo por dentro de forma que algunos pueden sentir que la cuestión se nos escapa de las manos. Las normas que nos damos para regular una convivencia pacífica y estable de cara al futuro entre los ciudadanos están para cumplirlas por todos y, en caso contrario, los poderes públicos deberían ejercitar su fuerza en hacerlas cumplir. La tolerancia hacia ciertos actos que parece que no tienen la mayor importancia acaban degenerando con el tiempo, creciendo como una bola de nieve, hasta que se convierten en problemáticos, momento en el que las acciones para su solución tienen que ser desproporcionadas.

Por cierto, que se me olvidaba, algunos de los significados de «enteca» son enfermiza y débil.