domingo, 25 de octubre de 2020

AUSENCIAlmente

 

No sé si el vocablo «ausencialmente» es correcto, aunque está construido como lo haría un niño sin condicionarse por las reglas académicas. El antónimo, presencialmente, sí se utiliza con normalidad, y parece estar bendecido por todas las reglas gramaticales y de rabiosa actualidad en este año de 2020 por mor de la pandemia de la COVID-19 y los confinamientos que han alterado de raíz muchos comportamientos, entre ellos el de la educación a distancia.

No sé si la frase es originalmente suya, pero yo se la oí hace muchos años en una conferencia a Amparo Moraleda, cuando era presidenta de IBM: «todo cambio representa una oportunidad». No nos acordamos casi, pero hace veinte años ocurrió un suceso que cambió muchas de las formas usadas hasta entonces en las reuniones empresariales: el atentado contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. En el centro de las mesas de reuniones de muchas empresas empezaron a aparecer unos cachivaches que permitían sostener reuniones telefónicas, por aquello de que el asunto de los desplazamientos empezaba a ser cuestionado.

Sé que me hago el repetitivo en este blog, pero no puedo por menos de volver a recordar a mi recientemente desaparecido maestro y amigo Antonio Rodríguez de las Heras, un visionario que desde hace muchos años clamaba en el desierto con disertaciones sobre nuevos enfoques que sin duda sufriría la educación por el desarrollo de nuevas tecnologías. Reproduzco a continuación el segundo párrafo de la entrada dedicada a él en este blog el pasado 6 de junio de 2020:

En aquel ya lejano año de 2015, una de las actividades realizadas eran clases telemáticas en las que alumnos de todo el mundo interaccionábamos con el profesor a través de nuestros ordenadores y la conexión a internet. ¿Nos suena esto en estas fechas de la primavera de 2020? ¿Cuántos profesores y alumnos se han visto obligados a realizar las clases de esta manera? Antonio Rodríguez de las Heras era un visionario que dedicaba todos sus esfuerzos a estudiar cómo las nuevas tecnologías estaban influyendo en el mundo de la educación.

Y claro, la educación a distancia, de forma impuesta, nos ha llegado de golpe, sin estar realmente preparados y menos mal que la infraestructura de internet ha aguantado maravillosamente y gracias al esfuerzo —en la mayoría de las ocasiones personal— de profesores y administrativos, hemos podido continuar las clases de forma «ausencial».

Pero está visto que en los genes de la especie humana está aquello de «no aprender» o cuando menos resistirse. No aprovechar el cambio —en esta ocasión forzoso— para explorar nuevas posibilidades que comparar con las tradicionales para edificar nuevos mundos con más posibilidades. Asistía a una clase a distancia esta semana cuando en el descanso de la misma, una de las asistentes decía que no le gustaba este tipo de formación y que estaba deseando volver a la normalidad, entendiendo ella por normalidad, la vuelta a las clases en vivo y en directo con contacto visual y/o físico entre profesores y alumnos. La polémica estaba servida. ¿Clases presenciales? ¿Clases a distancia? ¿Por qué no una simbiosis entre los dos formatos?

Aclaré a esta alumna «presencialista» que en mi caso estaba atendiendo la clase precisamente porque se estaba produciendo a distancia. Se trata de un curso monográfico de diez horas diseñado en cinco días en clases de dos horas. Si no hubiera habido pandemia se hubiera celebrado en Alcalá de Henares y yo no hubiera podido asistir dada la distancia de mi domicilio a esa localidad que no aconseja un largo desplazamiento para una clase de dos horas. Precisamente la «ausencialidad» me está permitiendo seguir este magnífico e interesante curso.

Pero no solo es formación. Son charlas, ponencias, congresos y un sinfín de actividades que han dejado de ser presenciales, al menos por ahora, y han transmutado a «ausenciales». Esta semana ha sido intensa para mí en este tipo de vivencias y a modo de ejemplo voy a mencionar los sitios en los que he «estado».

En estas fechas se celebra todos los años un magnífico evento dedicado a la novela policíaca o «negra»: «Getafe Negro», un encuentro alrededor de este mundo de libros, escritores, editoriales, policías, abogados o jueces al que he asistido algunos años pese a celebrarse en la localidad de Getafe que está, como la de Alcalá de Henares, a bastantes kilómetros de mi residencia. Este año se celebra la edición número XIII y es... a distancia, transmitida en directo desde su cuidada página web a través del canal de Youtube y con la posibilidad de un «chat» interactivo para intercambiar opiniones y hacer preguntas. Por ser a distancia he podido atender varias sesiones, disfrutar de Lorenzo Silva, Irene Vallejo, Don Winslow, Bernard Minier y algunos otros. Esta tarde podré estar con Joël Dicker o Javier Cercas. Un asistente manifestaba su alegría por poder asistir «ausencialmente» desde… Buenos Aires, Argentina. Y otra consecuencia es que estas actividades quedan grabadas, por lo que Vd. mismo que está leyendo estas líneas tiene la posibilidad de asistir a ellas.

Aparte de las clases regulares presenciales de Cultura Moderna en el campus de Colmenarejo de la Universidad Carlos III de Madrid, he podido asistir al Monográfico «Mensajes secretos que cambiaron la Historia» en la universidad de Alcalá de Henares.

A través de OpenMind, la fundación para el Conocimiento de BBVA, he podido asistir a una charla sobre los efectos de la pandemia en la naturaleza en la que tres científicos me han dado un agradable paseo virtual por Doñana, la Pedriza y el Jardín Botánico de Madrid disertando sobre cómo el descenso de la presencia humana ha afectado, positiva y negativamente, a los espacios naturales en la primavera de 2020.

La Fundación Areces, a través de su canal TV programa semanalmente interesantes conferencias. Esta semana he podido atender dos de ellas, una que versaba sobre la presentación de un libro blanco de Matemáticas y otra que trataba los otros virus, no COVID-19, que también siguen existiendo. Hubo otra sobre las vacunas que materialmente me fue imposible de seguir, aunque me hubiera gustado. Pero como digo, está disponible en su página web y podré verla en cualquier momento.

En la primera semana del curso MOOC titulado «Del trazocaligráfico al método paleográfico» he podido «entrar y estar» en Sala Cervantes de la Biblioteca Nacional de España contemplando bellos manuscritos e incunables de la mano del profesor Diego Navarro y la conservadora María José Rucio. Además, los ejemplares mostrados están digitalizados y es posible su descarga, con lo que los tengo a buen recaudo en el disco duro de mi ordenador para seguir extasiándome con ellos.

También cómodamente desde casa he podido asistir a la clase semanal sobre Historia del Real Sitio y a una conferencia sobre urbanismo celebrada en el Ateneo Escurialense.

Y alguna cosa más que no se puede contar. Todo en esta vida tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Muchas de las charlas comentadas serán visibles en Youtube o en las páginas Web de las Fundaciones, Universidades o Instituciones, aunque otras no. Pero no olvidemos que todo lo que se puede ver y oír en un ordenador es susceptible de ser grabado en el mismo con solo apretar una combinación de teclas. Repito, literalmente, una combinación de teclas, sólo eso. Cualquiera puede grabar una clase en su ordenador y luego pasársela a un amigo para que disfrute de ella.

Con ello y volviendo a la diatriba presencial versus «ausencial»… yo creo que en el futuro tendrá que ser una mezcla de las dos. No tienen sentido desplazamientos de cantidades ingentes de personas para ocupar salas que necesitan una atención —control de acceso, megafonía, proyectores, calefacción o aire acondicionado…— para escuchar una clase que puede ser grabada y transmitida de forma harto sencilla hoy en día. Claro que habrá excepciones como podría ser una clase práctica de cerámica o caligrafía. Pero sería bueno cada cierto tiempo acudir presencialmente con el profesor o ponente y con el resto de alumnos a disfrutar de una clase como las de toda la vida. Claro, solo podrán asistir los alumnos que residan a una distancia asumible.