domingo, 23 de mayo de 2021

REJONAZO


Estoy por apostar que la gran mayoría de los ciudadanos españoles no tiene ni idea de la que se nos viene encima con la nueva estructura de los precios de la electricidad que, dentro de unos días ─1 de junio de 2021─ entra en vigor. Los lectores asiduos de este blog habrán leído algunas entradas en el último año referentes a la estructura de la factura de la electricidad, una factura que tenía muchos intringulis y a la que también muchos ciudadanos optaban por ni siquiera asomarse.

Los datos son fundamentales en la actividad empresarial hoy en día. El disponer de datos estadísticos fiables facilita la toma de decisones  con una cierta anticipación de lo que va a ocurrir. Desde hace años se ha ido actualizando el parque nacional de los contadores de electricidad de forma que las empresas distribuidoras saben con absoluta certeza los usos y costumbres de la población, de forma general y, si lo desean, de forma particular, por zonas, por provincias, por regiones, por… lo que se nos ocurra.

Los humanos somos animales de costumbres y nos cuesta mucho trabajo cambiarlas. En el último año, yo y mi familia hemos hecho un esfuerzo de forma que hemos conseguido ahorrar un pico en nuestras facturas mensuales. Todo ese esfuerzo se va a poner patas arriba dentro de unos días, porque los cambios que ya casi habíamos asumido de forma natural a la hora de poner lavadoras o lavavajillas, o utilizar la plancha o la vitrocerámica quedan anulados por la nueva estructura que se ha diseñado y que arroja verdaderas sospechas de una subida de tarifas espectacular encubierta, como ahora comentaremos.

Cuando una empresa o institución gubernamental te dice que hace cosas por tu bien es como para echarse a temblar. El escuchar eso de «no te preocupes» es casi una activación inmediatamente de todo lo contrario y ponerse ojo avizor. El correo electrónico recibido de la empresa comercializadora con la que trabajo es el anuncio del desastre a partir de primeros de junio, incluso aunque estudiemos las nuevas tarifas y los nuevos horarios… me temo que poco podremos hacer. El diseño está bien hecho, bien cuidado, para que si queremos adaptarnos a él tengamos que hacer verdaderos encajes de bolillos con nuestras actividades caseras.

Y hay mucho más detrás. No voy a entretenerme en hacer un estudio detallado, porque el tema me enerva. Que cada cual haga el suyo o, mejor, no haga ninguno y adopte la postura del «ajo, agua y resina» que es la mejor en estos casos: pagar, callar y no preocuparse, total, si nos va a dar igual…

Hay un pequeño refugio los fines de semana y festivos nacionales, en los que podemos concentrar todo el gasto posible, porque es la tarifa más barata. Pero, por ejemplo, ¿qué pasa con ese diario de 18:00 a 22:00 en cualquier época del año? Especialmente en invierno, las familias concentran su actividad en ese horario. Pues bien, solo mencionar que la tarifa de ese horario, en mi caso, ha pasado de 0,147985 a nada más ni menos que 0,220725. Hace falta ser poco listo para deducir que los días laborales, lo que consumamos en ese horario de la tarde nos va a costar un 49% más que antes. Es solo un 49% más, poca cosa.

Rejonazo, sin escapatoria además, salvo que cambiemos nuestras costumbres de forma radical, lo que no es factible en la mayoría de las familias. No somos toros, pero estamos en la plaza. Y la que se nos viene encima en unos días es de moco pavo. Ya me contarán.