domingo, 28 de noviembre de 2021

GENTÍO

Hacía más de veinticinco años que no visitaba Granada y su mundialmente conocida Alhambra. Estábamos preparando la visita a principios del pasado año, 2020, cuando la pandemia de COVID-19 dio al traste con toda la organización de la excursión debido a los confinamientos y las restricciones de movilidad. Menos mal que pudimos reconvertir los bonos de hotel y las entradas en una tarjeta prepago que teníamos pendiente de ejecutar cuando fuera posible. Ahora ha sido la ocasión y el fin de semana pasado pudimos hacer la visita.

Empezaré por el final dando un consejo que luego justificaré: no vaya a Granada en un fin de semana, puente o periodo vacacional. El fin de semana pasado, un 20/21 de noviembre de 2021, era una fecha en un otoño casi invernal que no parecía el más adecuado para el movimiento de turistas. Craso error. El gentío —gran concurrencia o afluencia de personas en un lugar— fue descomunal tanto en la Alhambra como en los sitios más emblemáticos de la ciudad. Pudiera parecer que esto no tiene importancia de cara a la visita porque estaban compradas las entradas con dos meses de antelación, pero sí la tiene y no es baladí.

Como es sabido, la imponente Alhambra esconde numerosos tesoros en su interior, siendo los más señeros el Generalife, la Alcazaba y los Palacios Nazaríes. Programada la visita con antelación, adquirimos para el domingo la entrada general que permite la visita a esos tres lugares, pero además y como complemento obtuvimos una entrada nocturna para la noche del sábado a los Palacios Nazaríes por aquello de la magia de la noche en un mundo árabe.

La cola para la entrada nocturna era como para asustarse. Estábamos hacia el centro de ella y tardamos veinte minutos en acceder por los controles de entradas y documento nacional de identidad que hay que mostrar a los dos porteros que había. Íbamos por nuestra cuenta, sin guía, tranquilamente, aunque en medio de la aglomeración, a lo largo del recorrido obligado cuando en veinte minutos habíamos acabado la visita. La memoria me traicionaba porque eran muchos los años desde mi última visita, pero algo me decía que no habíamos visto gran parte de los palacios, que se trataba de una visita acortada o recortada…

Al día siguiente, en la visita convencional, comprobé mi apreciación de la noche anterior. Fuimos pronto a la cola consiguiendo estar de los primeros para poder avanzar sin demasiada multitud y pudimos comprobar que la visita diurna era mucho más larga y completa que la nocturna, pasando por muchas más estancias, patios y jardines. Con esto diría con toda la humildad del mundo que la visita nocturna no merece la pena siempre que se vaya a visitar de forma diurna. No compensa la magia de la noche el precio que te piden por acceder y la brevedad del recorrido.

Disfrutamos todo lo posible de los palacios, el Generalife y la Alhambra dedicando prácticamente toda la mañana a disfrutar de tan magnífico enclave que lucía un otoño deslumbrante en una gama de amarillos, verdes y colores intermedios que relajaba la vista y descansaba el espíritu. Eso sí, gente por todos lados haciéndose fotos y llenando los espacios posibles. Era imposible siquiera intentar obtener alguna fotografía amplia sin que hubiera nadie por allí.

Volvimos a casa maravillados por la visita, pero… ahí no quedó la cosa y es ahora donde viene la justificación de mi recomendación de no visitar la Alhambra en un día festivo. Unos buenos amigos, Manolo y Maribel, han visitado también la Alhambra esta misma semana, solo que en un día laborable. Como era lógico el gentío no estaba, aunque tampoco estuvieron solos. ¿Solo eso? Pues no, porque al igual que la visita de los Palacios Nazaríes no fue la misma por la noche que por el día, tampoco lo fue la nuestra en un día festivo como la de mis amigos en un día laborable. ¿No se sacan las entradas con meses de antelación para controlar la afluencia de público?

Cualquiera que conozca la Alhambra suspirará por disfrutar de uno de sus lugares más emblemáticos en los Palacios Nazaríes: El Patio de los Leones, con su magnífica fuente central y las ciento veinticuatro columnas de mármol de Macael que lo rodean simbolizando un bosque de palmeras. Pues bien, mientras que nuestros amigos pudieron —en su visita en día laborable— acercarse a los leones hasta prácticamente montarse en ellos, nosotros los visitantes de un día de fiesta nos tuvimos que contentar con verlos «de lejos», desde la zona de las columnas porque el paso al patio estaba cortado. Una diferencia más que significativa en la visita en día laborable o en día festivo. ¡Qué le vamos a hacer! Habrá que volver de nuevo, eso sí, en día laborable de un mes extraño cuando se suponga que habrá menos turismo, lo cual parece imposible a cada año que pasa.