domingo, 7 de noviembre de 2021

RM

Me han hecho varias a lo largo de mi vida debido a mis múltiples problemas en las rodillas, pero no todas son iguales. Esta última semana lo he pasado mal durante una prueba que me ha prescrito el médico y que, con todos los respetos, tengo mis dudas de que realmente fuera necesaria. Por pruebas que no quede, pero muchas veces se generan incomodidades en los pacientes que (posiblemente) no están justificadas, aunque no soy yo quién, un profano, para valorarlo.

Las pruebas en ocasiones anteriores, más de media docena, eran de rodilla. Todas ellas tuvieron lugar, la última en enero de este mismo año 2021, en aparatos de los convencionales, de los de primera generación. Los hay más avanzados, de mayores dimensiones en el tubo central e incluso ya los hay abiertos, pero yo no he tenido, hasta ahora, la suerte de caer en uno de ellos y la verdad, me gustaría no tener que entrar nunca más en ninguno porque significaría que estoy sano, razonablemente sano, y no hacen falta más pruebas de estas.

Tras el verano quedé con unos antiguos compañeros de trabajo a comer de forma presencial. Llevábamos mucho tiempo sin poderlo hacer por aquello de la COVID-19 y de que vamos teniendo unos años en los que el miedo, o el respeto, se incrementa. Hacía tiempo que no nos veíamos cara a cara, desde enero de 2020, y uno de ellos presentaba un aspecto demacrado que llamaba la atención. La pregunta devino inevitable: ¿Te ocurre algo? Ya estaba fuera de peligro, pero en estos meses había pasado por un calvario al haberle detectado, tarde, un cáncer de próstata. Ya sabéis, los que vamos teniendo unos añitos… Nos refirió sus pruebas, medicación y avatares desde sus inicios hasta la fecha en que ya veía la luz fuera de peligro y podía recuperar su vida normal.

La recomendación fue inevitable: ¿Os hacéis una revisión anual de vuestra próstata? En mi caso, no me lo había planteado ya que no me duele nada y los niveles de PSA en mis análisis de sangre no alcanzaban el valor 4.0, por lo que no tenía ninguna razón para preocuparme por el tema, pero nuestro buen amigo insistió en que se trata de un cáncer que no da señales hasta que está bien avanzado y que es fundamental detectar lo antes posible.

Las revisiones médicas son cuando menos peligrosas. Acudes al médico sin que te duela nada, solo por precaución y las pruebas son inevitables, con toda lógica, corriendo el «peligro» de resultar no estar enfermo, pero sí en un período de pre-enfermedad por algunas señales y, sobre todo, por el «agravante» de la edad. Pastillas al canto. Acudí al urólogo con mi reciente análisis de sangre bajo el brazo y todo estaba aparentemente bien, pero… vamos a hacer una prueba para descartar posibles complicaciones: una resonancia magnética. Bueno, ya conocía la prueba y es indolora… ¿indolora? No del todo.

Llegado el día, el lunes de esta semana de noviembre de 2021, me avisa el operador que el médico ha solicitado una prueba sin y con contraste. Lo del contraste implica tener una vía pinchada en la vena en un brazo para, en un momento determinado, inyectar el contraste. Estoy acostumbrado a los pinchazos en las venas —he sido donante de sangre toda mi vida mientras podía serlo— pero no dejaba de ser un añadido a la prueba que suponía un puntito más de desagradabilidad. Tumbado en la camilla, con mascarilla, con la vía en el brazo, los brazos paralelos al cuerpo, me veo atado literalmente en la zona del tronco para evitar movimientos indeseables que hicieran fallar la prueba. La máquina era de las antiguas, cilindro estrecho, abierta por ambos lados, pero dada mi poca estatura me veo introducido completamente en el tubo: solo veo un poco por encima de mi cabeza la abertura trasera de la máquina…

Te dan una perilla que tienes permanentemente en tu mano para avisar si tienes algún problema y que es lo que, virtualmente, te evita que se te disparen las alarmas durante la prueba por problemas de ansiedad claustrofóbica. Estás tentado en algunas ocasiones de presionar el avisador y acabar con el martirio, pero no lo haces, primero porque tienes la posibilidad de hacerlo en cualquier momento y segundo porque invalidarías la prueba y tendrías que pasar por ella otra vez, pero no por falta de ganas.

Cuando parecía que todo había terminado, una voz a través de unos altavoces te informa de que ha finalizado la primera fase de la prueba, la de sin contraste, y que te van a introducir el contraste en las venas por lo que es normal que sientas frío en el brazo y en general en el cuerpo… Tomas conciencia de que estás en la mitad de la prueba, te queda por pasar otro tanto… Pierdes la sensación del tiempo transcurrido.

La cosa duró tres cuartos de hora. Resultó bastante agobiante, con el plus de la mascarilla encima. Esperemos que la prueba sea positiva y que haya merecido la pena. Esto de la «RM», resonancia magnética, no deja de tener un puntito de encuentro con la claustrofobia…