domingo, 12 de diciembre de 2021

VARADO

No recordaba haberla visto nunca, y eso que ya se acerca el cumplir los cincuenta años como conductor. Pero ahí estaba, y menos mal, porque es una pieza vital para ciertas ocasiones comprometidas en las que nos podemos ver inmersos en un abrir y cerrar de ojos sin comerlo ni beberlo. Hice la foto que preludia esta entrada del blog y, sin mencionar para nada que pertenecía a un vehículo, la mandé a varios amigos por wasap para ver si sabían de qué se trataba; solo algunos recordaron haberla visto pero sin saber para qué podría servir. El refrán dice que «a la cama no te irás sin saber una cosa más» y así me ocurrió esta semana.

Llevaba varios días lloviendo a mares en esa región cantábrica que tanto nos atrae por su verdor, pero en la queremos ver brillar el sol cuando estamos allí. Como consecuencia de las abundantes lluvias, los ríos bajan cargados de agua y con ello nos habían anunciado un verdadero espectáculo en un molino abandonado en la costa cerca de la desembocadura. Normalmente, el río lleva un hilillo de agua, pero en estos días el caudal es tremendo y ha cambiado la fisonomía del lugar.

Habíamos estado allí en infinidad de ocasiones, pues es un lugar bello y muy agradable para dar paseos o contemplar la puesta de sol. Habíamos ido por delante y por detrás, por mil y un caminos… Mira por donde fuimos a elegir el menos conveniente de ellos: un camino entre terrenos cubierto de gravilla. Craso error: debajo de la gravilla había arena que no debía estar muy apelmazada y por mor de las lluvias se había convertido en un puro barrizal, que no se veía por las piedrecillas que la cubrían por encima. Cuando lo descubrimos era demasiado tarde: ni para adelante ni para atrás, el coche se había quedado varado y cuanto más intentábamos sacarlo, más no metíamos en el fango.

Tras varios intentos no quedaba otra que pedir ayuda. Menos mal que ahora los teléfonos móviles y los servicios de grúa de las compañías aseguradoras son una bendición a la que agarrarse para que te saquen del atolladero. Como es de justicia hacer la consabida propaganda, arranqué la aplicación de la Mutua Madrileña Automovilista en mi smartphone y —menos mal que había cobertura— en un periquete estaba comunicada mi situación, mi ubicación en medio de un prado y podía seguir el acercamiento de la grúa en directo. En menos de treinta minutos se presentó en la zona.

Aunque pareció no hacer falta pues seguramente no éramos los únicos en esa situación en los últimos días, le contamos la situación a un amable conductor que me dejó helado cuando me pidió la anilla de remolcado de mi coche. ¿Anilla de remolcado? ¿Qué es eso? Debí de poner cara de haba con lo que pasó a la acción y me pidió abrir el maletero, yéndose directo a la bolsa donde estaba el gato, la llave de las ruedas y esa pieza que aparece en la imagen. Yo creo que no he pinchado nunca con este coche que tiene ya cerca de seis años y por tanto no había visto ninguna de las herramientas, entre las que se encontraba, ¡menos mal!, la anilla de remolcado.

Quitó una pieza de plástico cuadradita en el parachoques delantero, insertó la pieza, nos remolcó con su cable y en un par de maniobras ejecutas con presteza y gran destreza nos había devuelto al camino, a una parte que ya estaba practicable y de la que pudimos salir sin novedad. Para disfrutar más de la tecnología, en unos segundos tenía en mi correo electrónico el parte de la asistencia con todos los detalles e incluso fotos para el recuerdo que, con los nervios, ni me molesté en tomar.

Tecnología por todos los poros para solventar situaciones. Algo parecido me ocurrió hace treinta años en Irlanda cuando no había móviles y la solución tuvo que venir de un agricultor de las cercanías que enganchó una cincha al paragolpes de mi coche alquilado para tirar de ella con su tractor. El método es el mismo, pero la tecnología —y las comunicaciones— evolucionan para hacernos la vida a todos un poco mejor.

En su día, cuando compré el coche, me leí el manual de utilización de cabo a rabo: casi quinientas páginas llenas de información. Y en la página 265 se trata de este asunto bajo el título «Remolcado del vehículo» donde aparece con todo detalle esta pieza, su ubicación y las instrucciones para su uso. Se ve que, aunque seguramente pasé por esa página, no lo recordaba.

Volveré a leer el manual. Seguro que descubro alguna cosa interesante.