domingo, 21 de agosto de 2022

RÚTERES

Conviven con la mayoría de nosotros desde hace ya muchos años. El acceso a internet desde nuestros hogares requiere indefectiblemente de estos aparatitos que nos conectan con el mundo y son cada vez menos prescindibles porque «casi todo» está en la «nube». Queramos o no, se han convertido en algo presente e imprescindible en muchos hogares y oficinas.

En la mayoría de los casos nos limitamos a sacarlos de la caja y poner el que nos facilita nuestro operador y toquetearle —cuando nos dejan— lo menos posible por si acaso, que ya se sabe que los rúteres los carga el diablo. Tampoco las casas suministradoras son muy proclives a facilitar el acceso no vaya a ser que estropeemos algo y tengan que atendernos en el servicio técnico o tener que mandar un técnico a nuestro domicilio.

Pero los rúteres son un mundo. Un mundo de posibilidades que merece muy mucho la pena descubrir. Incluso los que nos «regalan» ocultan muchas posibles mejoras y controles que por lo general todos desconocemos.

No hay nada como la necesidad para que nos pongamos en marcha. Hace ya unos cuantos años, espoleado por el requerimiento de conectar mi mundo casero informático con el hogar donde residía temporalmente mi hija a ocho mil kilómetros de distancia, tuve que echarle unas horas para indagar en las posibilidades de estos aparatitos. Tras un concienzudo estudio de lo que había en el mercado me decidí por la compra de uno de la marca ASUS, modelo RT-AC88U, con un coste en aquel año de 2016 de 280,20 euros. Con el paso del tiempo creo poder afirmar que fue una compra acertada porque satisfizo todas mis necesidades y a fecha de hoy lleva más de dos mil días (2069) funcionando de forma continuada, lo que suponen más de cincuenta y ocho mil horas encendido.

En favor de la marca ASUS tengo que decir que su firmware software de programación interno— se sigue actualizando con regularidad por lo que se encuentra puesto al día con funcionalidades actualizadas y adaptadas a este cambiante mundo moderno de la informática y la electrónica que gira a toda velocidad. En estos días he activado una nueva característica que se va conociendo cada vez más, especialmente  en el mundo empresarial pero también en el familiar: VPN, Virtual Private Network o Red privada virtual. No es cuestión explicar aquí lo que son las VPN pero cada vez son más necesarias para privatizar nuestra navegación por la red y evitar fisgoneos.

Como digo, la exploración a fondo de algunas de las posibilidades de este rúter me permitió hacer que los ocho mil kilómetros de distancia del hogar de mi hija en EE.UU. no existieran desde el punto de vista informático. Su conexión wifi en la casa de acogida permitía a su teléfono y ordenador acceder a los ficheros de nuestra casa en España y mandarnos fotografías y documentos sin tener que depender del correo electrónico o las redes sociales: una maravilla. Hubo que dedicarle tiempo, mucho tiempo, pero hoy en día todo se puede consultar en Google y Youtube, donde encontraremos tutoriales para poder alcanzar lo que nos propongamos.

Sin cuestiones de larga distancia como la referida, deberíamos dedicar un mínimo tiempo a cambiar el nombre de la red, incluso ocultarlo, modificar la clave de acceso que viene de fábrica, controlar nuestra wifi con nombres y claves especiales propias e incluso controlar —uno a uno— los aparatos que se conectan a ella. También podemos explorar la posibilidad de las redes de invitados con lo que nos evitaremos el facilitar nuestras claves a todas las personas que van apareciendo por nuestro domicilio y necesitan acceso a la red, especialmente amigos de nuestros hijos.

Este rúter se sigue vendiendo hoy en día por un precio inferior a los 200 euros. Supongo que habrá nuevos y modernos aparatos más actualizados, pero el que tengo sigue cubriendo ampliamente mis expectativas y necesidades por el momento, por lo que espero siga encendido y prestando su extraordinario servicio muchos días y horas más.

Aquellos que no necesiten una velocidad alta de acceso a la red disponen de otros rúteres que funcionan con una tarjeta SIM, muy apropiados para segundas viviendas, vacaciones, viajes, etc. etc. Siempre podemos convertir nuestro teléfono inteligente en un punto de acceso wifi pero muchas veces no es interesante bloquearle para esa función. En mi caso dispongo de una tarjeta telefónica SIM de la empresa SIMYO que me costó 10 euros hace años y que cargo cuando lo necesito con la modalidad de prepago con los gigabytes que calculo puedo necesitar. En estos momentos de agosto de 2022, 20 gigas me han costado 7 euros y encima me han regalado otros 30 por la campaña de verano. Se inserta la SIM en un rúter como el de la siguiente imagen y…¡a funcionar! Algunas compañías, por un módico precio mensual, permiten obtener un duplicado de la SIM de nuestro teléfono. Si en nuestra tarifa tenemos gigas ilimitadas… ¡blanco y en botella! ¿Verdad, amigos Manolo y Miguel Ángel?

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Por cierto, un poquito de léxico que nunca viene mal. La Real Academia de la Lengua se ve en la obligación de ir incorporando adaptados  al español los términos anglosajones que van apareciendo en el mundo de la informática y las comunicaciones. Curiosamente, el término «rúter» (a mí me) chirria un poco, pudiendo haber sido simplemente router que es como todos en general lo pronunciamos y vemos escrito en inglés. Y además, toma ya, el plural es rúteres (como el de cráter es cráteres). No les pido que busquen en el diccionario el término cederrón ni suspiren por su plural. Pero harían bien en buscar el término chatear que no significa lo que nos pudiera parecer. Curiosidades de la lengua española, que es muy rica pero a veces —la cosa es muy opinable— arrea verdaderas patadas al diccionario.