domingo, 9 de octubre de 2022

ESTIPENDIO

Aunque nos vayamos desarraigando de muchos usos y costumbres, algunos se mantienen por aquello de dejarse llevar por la corriente y no romper del todo. Sucesos recientes en mi entorno familiar me han llevado a toparme —y aquí topar creo humildemente que está correctemente empleado— con el vocablo que sirve de título a esta entrada.

Conocemos como misa de novenario aquella que se ofrecía y ofrece por el eterno descanso de un difunto a los nueve días, más o menos, de su fallecimiento. En convenciones sociales, es una segunda oportunidad para aquellos deudos del fallecido o sus familiares que no tuvieron la oportunidad de asistir al sepelio. Las inhumaciones se tienen que producir entre las 24 y las 48 horas del fallecimiento real, o más concretamente, de la hora consignada por el médico en el certificado de defunción y, además y no lo conocía, los enterramientos no pueden tener lugar cuando es de noche.

Antaño, los velatorios por los fallecidos tenían lugar en las propias casas, lo que suponía un caos tremebundo porque además de expresar a los deudos el sentimiento de pesar, los asistentes se enzarzaban en conversaciones que muchas veces no tenían nada que ver con el fallecimiento. Ahora todo es mucho más cómodo por la existencia de tanatorios, edificios construidos ad hoc que liberan a los familiares del finado de las incomodidades que producía el tener unas cuantas horas de exposición del cadáver en el salón de la casa. Aunque no en todos, la mayoría de los tanatorios modernos disponen de una capilla o zona religiosa —no todos son cristianos— donde rezar un último oficio o responso antes de proceder a separarse definitivamente del fallecido. Muchos de ellos, casi todos, disponen también de hornos crematorios para el caso de que este sea el sistema elegido para proceder con los restos.

Otra cuestión que facilita enormemente las cosas es la gestión por parte de la empresa funeraria de todo lo gestionado con la defunción, incluidos los servicios religiosos correspondientes en caso de que se deseen. Tanto si se dispone de un seguro de decesos como si se abona a tocateja, los familiares que están pasando un momento delicado quedan exentos de preocupaciones.

Pero otra cuestión son los actos religiosos posteriores. Por lo general, si se celebra una misa de novenario hay que dirigirse al párroco de la localidad —o localidades— donde se desee celebrar un acto en su memoria. Acto que daría la oportunidad, ya con más tiempo, de mostar el pésame a aquellos que por la premura no se hubieran enterado o podido asistir a los actos del propio enterramiento o cremación. Este tipo de noticias vuelan entre los familiares y amistades, pero siempre queda alguien a quién no has avisado y no se ha enterado y que te puede afear el asunto.

Y es en este momento cuando aparee el vocablo estipendio, una palabra ya quizá de las denominadas moribundas en el actual uso del español. Es uno de los muchos sinónimos que existen para hacer referencia a una paga o sueldo, siendo, posiblemente, una de las formas más antiguas para referirse a la retribución percibida por un trabajo. Proviene del latín stipendium, formado por «stips» —moneda— y «pendo» —pagar—, y hacía referencia, originalmente, a la remuneración recibida por los soldados.

La segunda acepción del diccionario define con concrección que se trata de una «tasa pecuniaria, fijada por la autoridad eclesiástica, que dan los fieles al sacerdote para que aplique la misa por una determinada intención». ¿Fijada por la autoridad eclesiástica? ¿Qué nivel de autoridad eclesiástica? No he conseguido encontrar unas tarifas fijas y si algunas recomendaciones muy generales y muy dependientes de las diferentes diócesis. Por ello, una vez encargada la misa correspondiente, la pregunta acerca del monto del estipendio es de lo más delicado.

«Una vez que un sacerdote recibe un estipendio contrae la obligación de celebrar la misa que le hayan pedido los fieles, y ésta puede dedicarse a personas que estén atravesando un momento difícil, ya sea de enfermedad o problemas económicos, o bien que hayan fallecido recientemente, aunque los temas posibles son muchos y variados.»

«Las misas no valen dinero, puesto que no es un servicio que puedas adquirir como tal, no es posible comprar una eucarístia. La Iglesia no tiene permitido estipular unas tarifas bases para realizar ningún tipo de sacramento. Estos son servicios que los sacerdotes deben dar completamente gratis a los fieles y de manera servicial.

Siempre es bueno colaborar con algún donativo —estipendio— al sostenimiento de los templos y sacerdotes. Si no te dan indicación alguna… ¿con cuanto contribuir? Una de las formas es poner el monto que desees en un sobre anónimo y depositarlo en el cepillo a la entrada de la iglesia, de forma que el párroco no sepa cuál ha sido tu contribución. Aunque hay muchas formas de saberlo, y eso cuando los cepillos no son electrónicos y hay que pagar con tarjeta de crédito, que ya se van imponiendo en muchas iglesias. La verdad es que muchas veces es preferible que las cosas estén debidamente reguladas, con lo que las tomas o las dejas, amén de evitar malos entendidos.

En suma, la celebración de una misa de novenario o de aniversario es la manera más común de establecer un lugar de encuentro entre los familiares, amigos y conocidos. ¿Podría ser en otro lugar sin tratarse de un acto meramente religioso? Al tiempo, porque muchas de las personas que asisten a estos actos, religiosos, no son de pasar por las iglesias de forma regular y tienen que aguantar el tipo y muchas veces algún improperio del sacerdote que aprovecha el hecho de tenerlos a mano para lanzar algunas puyitas. De todo hay en la viña del Señor.

Y como ya van apareciendo soluciones a todo esto, se puede encargar misas por internet a precios establecidos en https://encargaunamisa.com/.  Curioso cuando menos.