La simbología es muy importante en nuestras vidas. En cada contexto, conocer lo que significan determinados símbolos nos puede ayudar. En el caso de los envases con medicamentos, algunos lo indican de forma expresa como puede verse en la imagen, pero otros se limitan a un pequeño círculo blanco en la parte superior derecha del envase. El pequeño círculo significa que esa medicina «está sujeta a prescripción médica», vamos, que o presentamos una receta o el farmacéutico no puede —no debe— dispensarnos el medicamento.
Durante muchos años se ha hablado de la automedicación de las personas sin una consulta médica. Los paracetamoles, ibuprofenos o simples aspirinas han estado en los botiquines de las casas prestos y dispuestos a ser utilizados ante algún síntoma o dolor. Pero o nos quedamos cortos o nos pasamos siete pueblos. Muchos de los medicamentos son ahora «con receta» cuando toda la vida han sido de dispensación libre.
No hay problema, basta con ir al médico y pedir la correspondiente receta. Pero ir al médico en estos tiempos no es sencillo. Pedir cita con nuestro médico de cabecera se ha convertido en todo un arte y para cuando accedamos a él o se nos ha pasado la enfermedad o nos hemos muerto. La receta no es tan fácil o tan inmediata de conseguir.
Hay que estar con las antenas puestas y ojo avizor en todo momento, porque las recetas tienen que ser «oficiales», esto es, en un formato aprobado. No vale cualquier papel de esos que tenían los médicos encima de la mesa y que sellaban con su código de colegiado y un burragato ininteligible. Tampoco vale un informe oficial de un hospital, por ejemplo, de alta tras una intervención quirúrgica, donde se especifiquen las pautas a seguir y los medicamentos a tomar. Receta, receta oficial, sí o sí.
Medicamentos de lo más común y que toman hoy en día de forma crónica miles de personas como el ADIRO (clásica aspirina) o el RAMIPRIL (control de la tensión arterial) son dispensados sólo con receta. Menos mal que ahora con la receta electrónica en el caso de la Seguridad Social se van renovando automáticamente si el médico les otorga la característica de «medicación crónica».
Los que vivimos en los pueblos y somos clientes de una farmacia de toda la vida podemos tener un poco de cancha con el farmacéutico que puede proveernos del medicamento a cuenta hasta que obtengamos la receta correspondiente. Pero debo manifestar que cada vez son más reticentes a hacerlo e incluso cuando les llegas con una receta oficial en la que no constan tus datos personales, te piden el DNI y lo anotan en la receta.
Por todas estas cosas y algunas más estoy pasando estos últimos tiempos muy enfrascado en interacciones con la sanidad pública y la privada. Todo se va aprendiendo, poco a poco, pero los encontronazos sin avisar descolocan, vaya que si descolocan.
Hay veces que están las alternativas, que el propio farmacéutico te puede ofrecer. Si le pides, sin receta, ese medicamento que está en boca de todos y que se toma como si fuera café para prevenir desarreglos estomacales por la acción de otros más fuertes, Omeoprazol, te puede ofrecer un no-medicamento como es ULTRA LEVURA. Siempre hay medicina alternativa para algunas cosas, eso que llaman los mundos de la parafarmacia, pero ojo a los precios, porque te pueden crujir las entretelas: en este concreto caso, la alternativa se acerca a los 15 euros por 20 comprimidos
¿Qué se considera medicamento y que no? Entramos en el proceloso mundo del establecimiento de límites… ¿Cuándo uno deja de ser joven? A los 26, a los 28… Veamos un caso curioso que es aplicable a otros muchos.
La melatonina es un inductor natural del sueño. En algún momento mi médico me recomendó tomar 3 mg. media hora antes de acostarme. Pero en las farmacias o herbolarios españoles no se encuentran comprimidos de este producto de más de 1,95 mg. ¿Cuál es la razón? Sencilla, a partir de 2 mg. se considera medicamento y haría falta la receta correspondiente. La solución es sencilla: te tomas uno y medio de los «sin receta» y es lo mismo. Triquiñuelas para saltarse los controles.
Por razones personales o familiares, el botiquín de casa en estos primeros meses de 2023 está pletórico. Y, la verdad, no es motivo de alegría.