domingo, 3 de diciembre de 2023

TIRANO

Quiero empezar esta entrada de hoy con un texto que fue publicado hace muchos años —2002— por María José Blanco Barea en un foro de afectados por acoso psicológico en el trabajo —mobbing—. No todo el texto tiene mucho que ver con el tema que quiero tocar hoy, pero lo reproduzco entero por respeto y a modo de guardar el mismo que tenía un poco extraviado por ahí. Siempre el lector tiene la potestad de leerlo, saltarlo e incluso dejar de leer la entrada completa.

Así lo veo yo: una TELA DE ARAÑA, y no precisamente porque yo fuese una mosquita moribunda, todo lo contrario, me defendía, pero he ahí el error: cuanto más me movía y más me defendía, más me enredaba, y más desgastada me estaba quedando. Un día, un buen psicólogo, que me vio, empezó a enseñarme a darme cuenta de que, si hacia tal movimiento se me enredaba la pierna, y si hacia el otro me atrapaba el cuello, entonces aprendí que la única manera de salir de allí era aprender cual es el juego de la araña, aprender cuáles son sus técnicas, cuando esta como dormida y sin embargo sigue tirando de los hilos para tensar el nudo que me aprieta el alma. Aprendí a verme a mí misma como lo que soy, y a saber que soy libre, tan libre, que ninguna tela de araña podía atraparme. Aprendí a ver a la araña desde cerca y desde lejos y a ver que la tela en la que estaba la había tejido enteramente la araña, y que ahí caí yo, es decir, que a mí no me había tejido la araña, así que en una gota de rocío me vi reflejada una madrugada, era YO, no era una mosca, y ya no tenía aracnofobia, y la tela de araña se podía deshacer o no -eso se lo deje a la araña- pero mi libertad y mi dignidad esas estaban sin atrapar, esas son intangibles, así que cogí todas las fuerzas del mundo, todo el coraje, y toda la dosis de humor y ternura que había olvidado tenia, y respire hondo y volé, me alcé, sin más esfuerzo me desprendí de la tela de araña y allí la dejé.

Se que mi error era luchar contra la tela de araña, cuando el enemigo era la araña. Me dediqué durante muuuucho tiempo a ver la geometría de la tela y perdí tanto tiempo en su análisis y comprensión sin ver que el origen de todo estaba en el sujeto araña.

Desde entonces, cuando veo a alguien tejiendo a mi alrededor, me inflo de dignidad y libertad, y esto debe ser un maravilloso insecticida, porque descubren que no me van a enredar y aunque dejan su asqueroso hilo o rastro en alguna esquina, no consiguen atraparme.

Desde entonces, cuando veo a alguien que construye con pilares firmes y paredes maestras, con puertas y ventanas abiertas de par en par sin trampa ni cartón, a la entrada y a la salida, ambientes de buen humor, de buenas intenciones, de generosidad, de solidaridad, de cariño, de compromiso, me uno a su ejército de buenas gentes y nos vamos al campo de la vida de excursión a dejarnos enredar por las estrellas porque desde la serenidad de la seguridad en uno mismo y en los que nos rodean, se puede llegar a tocar el cielo con las manos.

Perdona si esto ha salido así, es que me siento libre y me siento bien. Sali del infierno sin la cola del diablo ni el tridente en la mano, por eso no soy diablo, ni mato, ni pego, y trato de no insultar ni de maldecir, salí del infierno y no quiero, no quiero, no quiero, llevar ni una llamarada por donde vaya. Sali del infierno y me gustaría que los que están atrapados en él, puedan disfrutar de la emoción de pertenecer a un ejército de guerrilleros que luchemos con otras herramientas, con las nuestras, no con las suyas, para no enredarnos más en la tela de araña.

El concepto de dependencia tiene muchas acepciones en el diccionario y muchos enfoques. Esta semana me escribía un correo electrónico mi buen amigo y seguidor de este Blog, Manolo, diciéndome que él mismo, por un error y quizá un exceso de confianza en su memoria para después. Nos pillan de improviso en situaciones comprometidas, nuevas, y ello nos puede llevar a cometer algunos errores que pueden ser fatales.

Según me comentaba y supongo que, por comodidad, no llevaba ningún tipo de protección en el teléfono móvil, lo cual no es admitido por ciertas aplicaciones que requieren sí o sí que el archiperre tenga protección. Puso una clave de acceso —luego la recordaré se dijo— y tiró para adelante para poder acabar con la gestión que estaba haciendo. A mí me ha pasado, no a nivel de teléfono —que lo llevo protegido— sino a nivel de aplicación, con lo que tenido que pasar por aquello de recuperar contraseña.

El caso es que al quedarte sin teléfono muchas cosas que hacemos a través de él quedan en suspenso sin posibilidad alguna. Pero la cosa no acaba ahí, sino que otras que podemos hacer en el ordenador acaban requiriendo un SMS o una clave que te envían vía notificación al móvil. A Manolo le paso con su cuenta en un banco, pues entraba vía web y le pedía una clave para operar, clave que solo le llegaría a SU teléfono, que no estaba disponible.

Muchas empresas requieren lo que se ha dado en llamar segunda autentificación, claro, a través del teléfono. En algún caso es voluntario, aunque muy recomendable y en otros, cada vez más, obligatorio. No poder usar el teléfono nos bloquea varios aspectos de nuestras vidas, sin que en muchos de los casos haya alternativa. El banco de amigo no la tenía: recupere Vd. su teléfono.

Esta dependencia es especialmente significativa en las personas mayores, que o no tienen o no controlan ciertas operaciones en los teléfonos. Las soluciones que muchas veces tienen que oír es que faciliten el de un hijo, nieto o vecino que se pueda encargar de las llamadas y los SMS’s ¡Valiente solución! Lo que se consigue es aturdir más a personas que se empiezan cada vez más a sentirse desplazadas por este mundo de la tecnología a la fuerza.

Antaño, cuando empezaban las oficinas bancarias a funcionar con conexiones de teleproceso, todas las mañanas a primera hora recibían un listado con el saldo efectivo de las cuentas de forma que pudieran atender a los clientes, con ciertas precauciones, en caso de caída del sistema o de las líneas telefónicas. Hogaño... «está caído el sistema, no podemos atenderle, vuelva luego».

Y esto no solo en los bancos sino en general en todo. Hace una semana y en dos ocasiones… «Una caída de la plataforma Redsys está afectando este sábado a los sistemas de pago bancarios en buena parte de España. Centenares de personas han tenido problemas con sus tarjetas de crédito, al tratar de usar los servicios en el cajero o utilizar Bizum». Una de ellas me pilló en una gasolinera donde había llenado el coche. Menos mal que llevaba dinero en efectivo, cosa que cada vez es menos frecuente. Y cuando retiren el dinero de la circulación… ¿que hacemos? El asunto de la caída todavía colea: yo tengo un doble cargo de una operación en una tarjeta que se debió de quedar a medias y que no me acaban de solucionar como resultado de uno de los cortes. Sigo peleando, pero de momento el dinero no lo tengo, veremos si lo recupero.

Y no solo es este tema, son todas las fotos, videos, direcciones, agenda de teléfonos, documentación, etc. etc. No se trata de hacer una lista porque cada uno tendrá la suya y cada día que pasa más abultada. Yo procuro todos los sábados vaciar literalmente el teléfono, desechando lo que no quiero y salvando en mi ordenador lo interesante. Por si acaso. Y llevo la lista —no en el teléfono, claro— de los IMEI’s de los teléfonos de la familia por si me lo roban o lo pierdo. Y tengo guardados los PUK’s por si bloqueo el teléfono como mi amigo. ¿Sabía mi amigo lo del PUK? El caso es que vuelve a tener el teléfono, reseteado a fábrica tan limpio como el día que lo compró y encima teniendo que pagar unos euros en la tienda donde se lo han hecho.

NO nos damos cuenta, pero cada vez dependemos, queriendo o sinqueriendo, del teléfono móvil y sin tener alternativas. Y esto no es lo malo, sino que lo peligroso es lo que está detrás, esa «araña» que nos observa con paciencia desde la lejanía esperando a que estemos maduritos. Mientras, nosotros —empresas y particulares— hemos caído en su red y cuanto más nos revolvamos más aprisionados estaremos.

No se puede aplicar —académicamente— la palabra tirano a un cachivache por muy potente que sea, porque se trata de un concepto aplicable a las personas. Pero sí, el teléfono móvil se ha convertido en un tirano al que estamos sometidos todos los minutos del día. ¿Voluntariamente? Podemos renunciar a muchas cosas, algunos lo hacen con la boca pequeña, pero la sociedad avanza y nos lleva a una dependencia exacerbada del teléfono móvil para cada vez más asuntos o gestiones, muchas de ocio, sí, pero otras vitales para nuestro devenir diario.