sábado, 21 de septiembre de 2024

«CBDC»

El mundo del dinero ha sufrido en los últimos cincuenta años cambios drásticos que, a algunas personas, sobre todo de cierta edad, les superan. Y esto es un no parar para lo que según los entendidos se avecina.

El dinero de plástico, nombre con el que se conoce comúnmente a las tarjetas bancarias, vio la luz en España hace 46 años más o menos. Corría 1978 cuando empezaron a distribuirse por parte de los Bancos y Cajas de Ahorros las tarjetas de plástico con el mismo formato que en la actualidad. Cierto es que solo disponían de la banda magnética y confiaban en la firma manuscrita del poseedor, aunque pronto se vio que servía de poco: los comercios ni siquiera la miraban y además aparecía en un espacio tan pequeño que difícilmente se podría firmar con una cierta calidad. Por cierto, en las transacciones monetarias en comercios la firma ha desaparecido por completo.

La banda magnética sigue utilizándose, aunque es fácilmente copiable y falsificable. De ahí que no conviene  perder de vista la tarjeta porque nos la pueden duplicar con facilidad. No hace mucho a un amigo se la duplicaron en una gasolinera y empezó a darse cuenta que estaban haciendo compras con ella en Alicante, a muchos kilómetros de su domicilio cuando él la tenía en su bolsillo. Es raro hoy en día que en nuestras transacciones dinerarias se lleven la tarjeta fuera de nuestra vista como hasta hace mucho se hacía por ejemplo en los restaurantes. Hoy en día sería muy peligroso.

Con el tiempo y en vista de la debilidad en temas de seguridad de la banda magnética se las incorporó el chip, esa «placa diminuta de material semiconductor y color amarillo que incluye un circuito integrado». Todo llega y aunque hoy por hoy de forma no tan sencilla como la banda magnética, los chips también pueden ser manipulados. Algún propietario de máquinas vendedoras de bebidas y sándwiches estará perplejo si no le cuadran las cuentas y eso que ha incorporado el pago con tarjetas con chips a sus máquinas.

Otra última incorporación ha llegado a las tarjetas: el llamado sistema contactless, palabreja inglesa que significa «sin contacto». Con solo arrimar la tarjeta, no hace falta introducirla, se facilitan los pagos con fiabilidad y con una cuestión muy importante como es que la tarjeta no pierde el contacto con la mano de su dueño, por lo que es más difícil de manipular y por ende de duplicar.

Siguiendo con el progreso en este asunto ha llegado el pago con el teléfono móvil, sistema al que mucha gente se resiste por aquello del miedo a perder el móvil y que le hagan un agujero en sus cuentas bancarias. El teléfono móvil se ha convertido en el foco de casi todo de forma que andando el tiempo baste con llevar el móvil para todas nuestras acciones sin llevar tarjeta alguna. Pero esto está muy verde todavía. Por ejemplo, se puede llevar el carnet de conducir y el permiso de circulación en el móvil, pero solo servirá ante la Guardia Civil de Tráfico y no servirá ante un Policía Municipal.

Miedos aparte, hay que saber que el pago en comercios con el teléfono móvil es el sistema más seguro hoy en día por el tipo de tecnología que se utiliza y que consiste en mensajes de un solo uso entre el móvil y el comercio que, aunque fueran copiados, no servirían para nada por aquello de «un solo uso». Al final, por unas razones o por otras, acabaremos claudicando en el uso masivo del móvil por seguridad y practicidad. Cuando en un intercambiador de transportes me subo a un autobús o entro en el Metro y me veo obligado a sacar la tarjeta de transporte de mi cartera me entran los siete miedos hasta que la veo de nuevo en mi bolsillo a buen recaudo.

Estos vertiginosos cambios pueden tener asuntos ocultos que no conocemos y que nos sorprenden como a mí me ha ocurrido. Me di cuenta hace unos días que tenía abierta la posibilidad del uso de mi tarjeta bancaria, la que llevo en la cartera y uso desde el teléfono, para pagos bancarios en internet. Inmediatamente procedí a cerrar esa posibilidad porque nunca usaré esa tarjeta para compras en internet. Tengo otras cargables y descargables para esos menesteres. La sorpresa vino cuando al poner gasolina en mi coche e ir a pagar con la aplicación del móvil de esa compañía me denegó el pago y me saltó el mensaje que puede verse en la cabecera de esta entrada. Llevaba años usando esta facilidad, que además me reporta un pequeño descuento y no tener que sacar la cartera del bolsillo. Ahora se impone tomar una decisión: abrir el pago de esa tarjeta a internet cosa que no haré por seguridad o precaución o volver al pago normal como antaño con lo cual renunciaré a ese pequeño descuento.

Cada vez se impone más tener una cuenta bancaria normal, de desecho, pero con control. Focalizar en ella tarjetas o recibos especiales para su uso en momentos o sitios delicados, pero claro, teniendo la precaución de controlar su saldo y recargarla antes de su utilización. Si nos pillan la tarjeta o el teléfono, el descosido que nos podrán hacer será del saldo que tengamos.

Y nos podemos ir preparando con este asunto de los dineros. Ya empiezan a calentarnos la cabeza con la retirada de la circulación del dinero físico de monedas y billetes tradicionales. Razones hay todas las que queramos inventar y los inconvenientes se ignoran o minimizan para la mayor parte de la población. Es corriente que muchas personas vayan por la vida sin dinero físico y utilicen sus tarjetas o móviles en sus pagos por mínimos que sean. Pero no en todos sitios se admite el pago con tarjeta e incluso hay establecida una cantidad mínima. Pero también hay lo contrario: sitios donde no se puede utilizar el dinero. Si te quieres tomar un mísero café en la cafetería de una universidad a la que voy con frecuencia, las monedas o billetes no te sirven de nada. Hasta los cinco céntimos que te cuesta una fotocopia en el centro de reprografía los tienes que pagar con la tarjeta o móvil.

¿Sabe Vd. lo que es el concepto CBDC que sirve de título a esta entrada? Pues se nos viene encima a pasos agigantados. CBDC son las siglas en inglés de «Central Bank Digital Currency» y en su traducción «Moneda Digital de Bancos Centrales». Se trataría de una nueva forma de dinero emitida de forma electrónica por un banco central. El Banco de España nos dice que «Los bancos centrales buscan emitir sus propias monedas digitales con el objetivo de mejorar el sistema de pagos, dado el aumento de los pagos electrónicos y el descenso del uso del efectivo, pero también porque la creación de instrumentos electrónicos de pago privados no regulados, como las "stablecoins", puede poner en riesgo la estabilidad financiera. Actualmente, el BCE —Banco Central Europeo— se encuentra trabajando en los preparativos de su posible emisión.».

«Mejorar el sistema de pagos», «Descenso de uso del efectivo», «Riesgo de la estabilidad financiera» … Como siempre, vamos, que lo hacen por nuestro bien. Y un jamón con chorreras. El peligro de un mayor control si cabe sobre nuestros dineros y en qué los utilizamos se cierne sobre nosotros.